martes, 10 de febrero de 2015

La Cruz Arbórea


 La Cruz Arbórea

Desde niño he tenido una especial relación con el cerro de la Cruz, tengo recuerdos de paseos familiares cuyo punto culminante era el montón de piedras de la cima, que años después el arqueólogo Enrique Nalda nos diría que era una pirámide prehispánica. He sido testigo del cambio que ha tenido su parte baja, de una simple calle, paralela al cerro, a lo que es hoy, un enorme asentamiento suburbano.


La parte alta del cerro, al contrario ha cambiado poco, salvo que la entrada original, al sur, que era más bien una especie de escalera fue cambiada por la rampa moderna y empedrada que actualmente vemos, todo sigue igual, aunque ahora ya no se siembra maíz en la parte poniente. La pirámide sigue ahí, ya medio remozada, la vieja capilla, tan vieja como siempre, la moderna capilla, los amontonamientos de piedras, la calzada central... y casi al borde del abismo, la “cruz de troncos”.


Siempre me llamó la atención esa extraña cruz, mis familiares me explicaban que por lo que a ellos le habían contado había sido muy importante, que originalmente era un árbol con esa forma que para preservarla había sido cubierta con cemento. Ellos mismos me decían que la conocieron en el atrio de la iglesia de Santo Domingo y que había sido trasladada a la cima del cerro pocos años antes de lo narrado (inicio de la década de 1970)
Muchas veces regresé ahí, contemplé la inconclusa restauración de una de la etapas de la pirámide,  tuve oportunidad de que los arqueólogos me dejaran ver las piezas que recién habían desenterrado (hoy en una de las salas del Museo Regional de Querétaro) fui testigo también de como preparaban con pencas de nopal el lodo usado en la reconstrucción, pude ver el recién descubierto  “horno“ con osamentas que está al centro de la plaza (hoy vuelto a enterrar) y cómo el proyecto de restauración completo fue abandonado y la cruz de troncos, testigo silencioso de todos estos cambios continuaba ahí, siempre relegada, contemplando el monótono paso de automóviles en la autopista.

Ubicación de la Cruz en el Cerro
Pero ¿Qué significa dicha cruz? Como siempre en nuestra ciudad, es difícil encontrar documentos que nos den luz sobre el pasado, así que tomando como referencia las inscripciones que ostenta,  relato a Ustedes algo de ella.

IN HOC SIGNO VINCES
La historia se remonta hasta hace más de 1700 años, a orillas del río Tiber. En un lado se encontraba el ejército romano, al mando de  Constantino I, su emperador, del otro estaba Magencio, aspirante a serlo. (Aunque algunos dicen que  sus rivales eran unas hordas de bárbaros)  En las noches previas, siendo inminente el combate, se dice que Constantino tuvo un sueño en el que un ángel le señalaba en lo alto del cielo una cruz formada por dos rayos de luz y sobre ella, en letras doradas, una señal que escrita en latín decía: “in oc signo vinces” (con este signo vencerás)
 
Inscripción oriente:
"CON ESTE
 SIGNO
 VENCEREIS"
Constantino, reconoció en ella la cruz de los cristianos y mandó colocar dicha imagen en los escudos de su ejército, según algunos historiadores, otros dicen que en su estandarte hizo estampar un signo de Cristo, el hecho es que habiendo resultado triunfador en la batalla, el 28 de octubre de 312, atribuyó a ello la victoria.

Luego de su regreso triunfal, emitió el edicto de Milán, que legalizó el cristianismo, hasta entonces proscrito y se convirtió él mismo y su madre, a la incipiente religión, lo que se considera el verdadero nacimiento de la Iglesia Católica como institución, que consolidarían posteriores concilios.
La madre de Constantino, Helena, después Santa, se significó por haber viajado a Jerusalén en busca de los restos de la vida y muerte de Jesús. Casi trescientos años después de  la crucifixión encontró aún los restos de la Cruz (la Vera Cruz, la Cruz verdadera) utilizada por los romanos para inmolar a Jesús, de la que se dice había sido en realidad un tronco de árbol al que se le habían quitado las ramas para el sacrificio.
En el año de 1912, celebrándose XVI siglos de aquella batalla, conocida como "del puente Milvio", y lo que podríamos llamar la aparición pública del símbolo del cristianismo, seguramente por indicaciones de las autoridades religiosas, se levantó en San Juan del Río, una cruz conmemorando el hecho. Está fabricada,  al parecer en barro cocido en lo que se refiere al cuerpo de la cruz y la peana o base en la tradicional cantera morena sanjuanense. Ostenta estratégicamente colocados,   los clavos de la pasión. Actualmente está pintada en colores modernos, se ignora cuales eran los originales. 
La inscripciones que tiene la base no son del todo viejas, en una de ellas se indica que hubo una restauración y el significado de su forma es por recordar la “Vera Cruz” es decir la encontrada por Santa Helena, formada con troncos, no el posterior símbolo cristiano, de la cruz estilizada con el cristo crucificado. Creo que por eso nuestra cruz tiene esa forma, por la Vera Cruz. (Y lo de que en su interior tiene una de madera fue solo una creencia popular)
Presento a Ustedes todas las inscripciones, con su detalle, supongo que, excepto la frontal  son las originales restauradas y solo esa fue modificada ignorándose que decía anteriormente.  Está borrada la parte que indicaba el año en que fue colocada, supongo que fue en 1912. Lo que sí es cierto, es que la cruz estuvo por muchos años en el atrio de Santo Domingo, tal como dice una de las inscripciones. El nombre correcto de este tipo de cruces es “arbórea” por simular las formas y texturas de un árbol, aunque yo me inclino más a que intencionalmente se trató de representar un tronco de árbol con sus ramas cortadas. Solo para complementar, se instituyó el 3 de mayo como día de la Santa cruz, por ser la fecha en que Santa Helena encontró la cruz en Jerusalén.

Ignoro los motivos y el modo en que se trasladó completa hasta el cerro de la Cruz, pero creo que quienes lo hicieron también ignoraban la gran historia que encerraba este monumento.

"AÑO
312
ESTA CRUSITA FUE
RENOBADA
POR LA SRA
BALERIA CHAVEZ
DE RODRIGUEZ
III-V-1979"


"CRUZ SANTA
ARBOL BENDITO
CUYO FRUTO ES
FRUTO DE VIDA
ETERNA"



"EN EL XVI CENTENARI
O DE LA PAZ DE LA
IGLESIA OTORGADO POR
CONSTANTINO EL GRAN
DE EL RECTOR DEL TEM
PLO DE STO DOMINGO,
 LAS COFRADIAS EN EL
ESTABLECIDAS DEDI
CAN ESTE MONUMENTO
SAN JUAN DEL RIO MARZO
......................................."
Iglesia de Santo Domingo, Ubicación Original de la Cruz, en el atrio.
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Actualización  11/02 /2015

Creo a fuerza de tantas que he tomado, ya de vez en cuando me sale alguna fotografía buena, anoche , al terminar la entrada de la cruz arbórea, recibí una notificación de Google en la que me solicitaban autorizar que a la del templo de Santo Domingo le realizaran efectos para colocarla entre sus significativas, agradeciendo el detalle, presento a Ustedes la imagen que resultó de sus efectos, por si la ven por ahí, sepan que apareció en este blog.
 

lunes, 2 de febrero de 2015

30 de Enero de 2015


Como muchos se habrán enterado, el pasado viernes 30 de Enero, hice la presentación de mi libro, “La acequia del Pueblo” lo que significó la culminación de un propósito que me había fijado desde hace tiempo, escribir un libro, darlo a conocer y precisar algunos datos históricos sobre nuestro pueblo. Agradezco a través de este medio a todos y cada uno de los que asistieron por acompañarme a pesar de las condiciones climáticas

Corresponde a otros hacer la crítica, hoy solamente les presentó el guion preparado para la presentación, aclarando que lo que expuse fue discurso libre, les dejo el texto íntegro por algún dato que haya quedado confuso (ya en vivo ya es muy difícil ceñirse a algo preestablecido, considerando la gran cantidad de datos que debía manejar) creo que solo me faltaron un par de cosas y una fecha que enredé, sirva esto como aclaración. Todo es sintético, los detalles completos, solo leyendo el libro.
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LA ACEQUIA DEL PUEBLO


Hace muchos años, un puñado de otomíes de Jilotepec llevaron desde el río, a través de un canal, el agua necesaria para un nuevo asentamiento, el pueblo de Indios de San Juan del Río, después villa y hoy ciudad, que creció y se transformó  alrededor de esa acequia, de la que varios de sus tramos, ocultos y enterrados por el crecimiento urbano, se conservan sobre todo en los recuerdos de quienes la conocimos.

Esa acequia es el motivo de este libro, inicialmente pensaba escribir mis recuerdos de ella, además  de algunos testimonios. Creí que unas cuantas páginas serían suficientes y que bastaría para una pequeña bibliografía de apoyo.
Ese fue el problema inicial, casi no hay libros sobre sobre nuestro pueblo. Por alguna razón, en todas las épocas casi no hubo historiadores locales, tuve que buscar fuentes indirectas, en las que sí hay mucho aunque disperso, un nombre por aquí, unas líneas allá, una foto, una fecha.

En la revisión documental encontré datos poco conocidos de la historia temprana de San Juan del Río, así que además del relato de la acequia, incluí un cuerpo histórico, explicando con nuevas investigaciones, los pormenores y realidades de la fundación de nuestra ciudad, hasta hoy conocida por mitos y leyendas sin sustento, pero que siempre hemos dado por ciertos y se han repetido en muchas publicaciones.

Algunos se abordan en el libro, indicando su procedencia, la parte que es cierta y lo que es mentira.  Comento  que desde hace unos 25 años hay en Querétaro un grupo de escritores críticos de las leyendas de la fundación, que con documentos de esa época que demuestran que las fechas, personajes y hechos de 1531, son una bonita leyenda, pero nada tienen de históricos, menciono solo a tres, cuyos estudios centré en San Juan del Río: David Wrigth, Lourdes Somohano y Juan Ricardo Jiménez Gómez.

Inicio con la fecha de fundación, se nos ha dicho que el 24 de Junio de 1531,Nicolás de San Luis Montañez, al mando de un ejército de 25 mil indios, pactó con Juan Mexici  la fundación pacífica de un poblado y luego partió para un mes después fundar Querétaro. Diré que no hay  ningún documento de ese siglo ni el siguiente  que mencione esa fecha. Ni siquiera se puede demostrar que Nicolás de San Luis haya vivido en ese tiempo.  Existió alguien llamado así pero hasta 1605, era gobernador de los Indios de Querétaro. Sus descendientes hicieron falsos escritos en que lo mencionan como fundador para obtener privilegios del gobierno español. Se han localizado decenas, todos similares, en algunos solo cambia el nombre del pueblo fundado, en otros los protagonistas.  Se hacían a pedido en Jilotepec y eran usados para librar algunos impuestos o la obtención de tierras, del llamado Relación de San Luis procede la narración de la fundación de San Juan y Querétaro.

Al iniciar el siglo XVIII nadie tenía idea de cuándo se habían fundado Querétaro  y San Juan del Río, los frailes del convento de la Cruz en 1717 pidieron a los indios documentos antiguos al respecto, obtuvieron dos, uno es la Relación mencionada, que narra esas fundaciones pero en un año imposible, 1502. El otro documento era auténtico, de 1571, en él algunos españoles  declaraban haber conocido a Fernando De Tapia, Conín hacía 40 años. Al hacer sus cuentas dio la fecha de 1531. Así se estableció la fecha de fundación de Querétaro y San Juan del Río, que repetida desde entonces quedó como cierta. Juntando ambos escritos nació la leyenda de la fundación, incluida la aparición del apóstol  Santiago en Querétaro durante la batalla a puños entre los españoles y los indios. Se ha demostrado que la Relación de San Luis está formada por varios escritos diferentes y en parte  escrito por un europeo, no un indio, mucho menos Montañez.
Igual se dice que antes de 1531, Mexici había llegado de Jilotepec  al hoy San Juan,  con él se entrevistó Montañez y  pactaron la fundación,  tampoco es cierto, ningún documento respalda ese encuentro, lo dedujo erróneamente Ayala y así lo escribió.

Mexici es mencionado en la Relación Geográfica de Querétaro de 1582, indicando que el nombre quiere decir poquito, en otomí. Él si existió, pero el nombre es náhuatl y significa otra cosa. Para esa fecha los pocos que recordaban años pasados  lo tenían presente porque  hablaba náhuatl,  Mexici  deriva de Mexi, mexicano y la terminación tzin que tiene varias acepciones, una de ellas es el diminutivo o poquito, pero lo que significa en este caso es, el que habla mexicano, es decir náhuatl. No era  apellido sino su investidura; Juan el Nahualato.  En un lugar de otomíes y chichimecas, debió destacar por hablar la lengua dominante.

Hace pocos años, se encontró en el Archivo de Indias de Sevilla la copia de un Juicio del año 1536, de un pleito de los indios y el encomendero de Jilotepec  contra el de Acámbaro, Hernán Pérez de Bocanegra,  cada uno se decía dueño del norte de Jilotepec, hoy  San Juan y Querétaro. Se llamaron testigos a declarar, entre ellos a los habitantes otomies y chichimecas de un lugar llamado Iztac chichimeca, una antigua aldea que aún conservaba un templo a Huitzilopochtli. Trabajaban ya para el encomendero Juan Jaramillo. Uno de los testigos fue un otomí, Juan, recién llegado ahí, que hablaba náhuatl, es decir Mexici, pero no se dice fundador, fue intérprete en el juicio. Testifican otros que nacieron y vivian ahí desde muchos años antes.  Este documento es el más antiguo encontrado que menciona la aldea prehispánica, pero nunca al  pueblo  supuestamente fundado cinco años atrás. Tampoco menciona a Montañez ni a Tapia. Lo único existente para ese año son las milpas de Jaramillo, administradas por Alfonso Hernández y el asentamiento llamado Iztacchichimeca al mando de un indio llamado Don Diego. Los habitantes recuerdan peleas contra los tarascos, defendiendo la frontera azteca y algo jamás sabido, estuvieron en 1519, en el sitio a Tenochtitlán, como parte del ejército de Jilotepec, aliado a los españoles.

Entre  1531 y 1532, desde Jalisco y buscando una salida al mar, hombres de Nuño de Guzmán, Juan de Oñate y Maximiliano de Angulo, pasaron por Tlachco, hoy Querétaro e Iztacchichimeca, poniendo cruces en señal de fundación. A pesar de que pertenecían a Jilotepec,  Guzmán los dio en encomienda a Pérez de Bocanegra,  lo que originó el juicio.

Sobre el significado del nombre del asentamiento a la llegada española, hay otro juicio, este de 1605, originado en San Nicolás Tequisquiapan, los testigos llamados son del ya pueblo de San Juan del Río. Muchos sabíamos que el nombre antiguo era Iztacchicchimecapam que significa Tierra Blanca de chichimeca, pero los testigos puntualizan que era Iztac chichimeca, porque así se llamaba el  hoy cerro de la Venta y por cercanía se dio desde la época azteca a la pequeña aldea, unas cuantas chozas y milpas bajo el cerro de la Cruz. Significa en español solamente Chichimeca Blanco, ese fue el nombre antiguo,  iztacchichimeca. En náhuatl, porque era el idioma impuesto por los aztecas en su imperio. Tras la conquista, sus habitantes, ya solo otomíes mantuvieron el nombre para el cerro y el lugar pero en su lengua.

En otomí se dice teximacu  de techi,  blanco y  macu= que es meco o chichimeco, significando también chichimeca blanco. Aclaro que los toponímicos, o sea nombres de lugares se leen de derecha a izquierda, tanto en náhuatl como en otomí.  El nombre  se perdió junto con la raza y el idioma en nuestra ciudad. El último documento hallado que refiere al cerro de la Cruz así, es de 1821, teximacu.  Rafael Ayala lo halló en un informe de 1793, copiándolo erróneamente como Techimacit , traducido como peña fuerte y redonda de los mecos, no significa eso en ningún idioma, el documento dice techimacu= chichimeca blanco. El error persiste hasta hoy, incluso en folletos se invita al cerro de Techimacit y hasta el grupo de danza del lugar se llama así, el poner la letra  u da el nombre y significado correcto.  Hay otro error significativo, en el plano de 1590 se  nombra al cerro de la Venta, como cerro del Texco, del que tampoco hay significado, porque el escribano omitió la silaba me. Debió ser Texmeco, o teximeco,  otra vez chichimeca blanco, nunca se llamó cerro del Texco.  Quedaron algunos nombres en otomí  Gingó, casa de las nubes , Xajay, tierra húmeda,  Banthí, Nopalera,  solo uno náhuatl, Chintepec,  cerro de los pescados y otro en tarasco, Cóporo,  junto al camino grande. Se perdieron otros Ahidó, la piedra amarilla, barrio de Espíritu Santo, Bodó, la piedra negra, las Peñitas.

De la supuesta presencia de la Malinche en San Juan y que Cortés le regaló Galindo, expongo que jamás vivió aquí, ni está enterrada en la Hacienda de la Llave, la hacienda se hizo 70 años después de su muerte y ni siquiera es la que hoy vemos, construida a fines del siglo XIX, tras derrumbar la anterior, en otra ubicación. La Malinche fue como sabemos compañera e intérprete de Cortés quien en 1526 al saber que su esposa legal venía a México, la casó con Juan Jaramillo, su soldado y le otorgó la encomienda de Jilotepec. Tuvieron una hija, María Jaramillo. Muertos Jaramillo y la Malinche, su hija reclama la encomienda a la última esposa, Beatriz de Andrada  y obtiene la tercera parte, incluidas tierras que después serian Galindo. Sí fue de María pero ella tampoco vivió ahí ni en la llave. Los encomenderos tenían prohibido vivir en sus tierras pero es el origen de la leyenda.

¿Entonces cuándo se fundó San Juan del Río?Recapitulo, desde hace 2,500 años hubo un sitio que en su esplendor ocupó el área de Guadalupe, las Peñitas, Cóporo y el Barrio de la Cruz. Con altibajos se mantuvo en este último lugar con el nombre de Iztacchichimeca hasta la época de la conquista , como puesto azteca contra los tarascos. Perteneciendo a Jilotepec, fue parte de la encomienda de Juan Jaramillo.
Al descubrirse minas en Guanajuato, luego de 1540, buscando una ruta directa, llegan viajeros a iztacchichimeca, a veces eran detenidos por el río, los pocos indios ven la oportunidad de vender  alimentos y servicios, formándose una línea de chozas en el camino, la hoy Av. Juárez.  Entre 1551 y 1557 el virrey otorgó a los indios de Xilotepec  tierras alrededor, a condición de que sembraran para proveer a los viajeros. Así nace el pueblo de Indios de San Juan del Río, del que el viejo techimacú, queda solo como un barrio, del nuevo, trazado junto al camino en una meseta ideal para milpas y viviendas, el hoy Centro Histórico. Hasta inicios del siglo pasado, existían los títulos del pueblo de  San Juan del Río, hoy perdidos. En realidad eran mercedes de tierras, no un acta de fundación, amparando 2500 varas a los cuatro vientos.

El lugar era plano, pero sin agua, la trajeron del río a través dela acequia, Inicialmente todo era de los indios pero epidemias en décadas posteriores disminuyeron la población teniendo que atraer a los de los alrededores y ni así se volvió a llenar, para 1582 el pueblo tenía ya habitantes españoles ocupando los predios vacíos, quienes trazaron calles sobre las milpas pero respetando siempre la acequia, que en 1577 ya estaba trazada, desde Guadalupe de Las Peñas hasta San Isidro.

De ella se ocupa la segunda parte del libro, describo que tuvo tres inicios pero fue una sola en la ciudad hasta su regreso al río.

-Primero fue un canal simple desde el río, construida antes de 1577, es la mostrada en el mapa de 1590 llamada la acequia que va por el pueblo.

-La segunda fue la acequia histórica o Acequia Real, iniciaba en un túnel en la ladera del río, duró hasta cerca de 1850. Detrás de la hoy central camionera se hacía un presa de piedra y lodo en el río, elevando su nivel para que entrara al túnel rumbo al pueblo.

-La última, es la acequia Moderna, la que muchos vimos, iniciaba desde 1865 en la Presa Lomo de Toro, de ahí salían dos canales, uno hacia la venta del Refugio y el Barreno, y del lado contrario del Río, la acequia  de la población.  

Siendo imposible ya tomar fotografías de los lugares donde pasaba, ilustro todo su recorrido por las calles y lugares de la ciudad a través de dibujos esquemáticos para destacar los detalles.

La acequia regó todo el poniente del pueblo y tuvo canales secundarios, al urbanizase quienes construían sobre las milpas, los mantenían para  uso doméstico y sus huertas, en caso necesario hacían túneles bajo las construcciones. Así llegó también agua a templos y conventos. Mucho después se inutilizaron y olvidaron, pero dieron origen de las leyendas de los túneles bajo la ciudad. Salvo excepciones, todos son restos de cuatro siglos de la acequia y sus desviaciones. Además hubo en total, en toda la historia 5 sistemas de captación de agua, la mayoría en canales.

A pesar que desde el siglo XVIII en el centro no había milpas, los indios conservaban otras en su contorno. La acequia tuvo uso continuo hasta 1977. Tuvo medidas cambiantes pero en general tenía dos metros de ancho por  uno de hondo. Al inicio era solo en tierra, en 1840 se hizo de piedra, se agregaron puentes y  en el centro se hizo el túnel de la principal.

Tomé el recorrido de la acequia como línea del tiempo y del espacio. A la par que describo los lugares donde pasaba, incluyo datos históricos del entorno, habitantes y sucesos, así como datos sueltos. Donde lo amerita, hay opinión crítica.
Se hace un recuento especial del paso por tres huertas legendarias, la del Molino, la Huerta Grande y la viña.

Dedico un espacio a la República de Indios de San Juan del Río, que era el cuerpo de gobierno y el dueño de las tierras y obras comunales, entre ellas la acequia, cuyo último gobernador fue Don Santiago de Luna, del Barrio de San Marcos, donde hasta 1821 conservaban tierras. Las constituciones de Cádiz, la de 1824 y la de 1857, acabaron la propiedad comunal que se repartió a particulares. Al sur de la Av. Juárez donde al final se concentraron,  tuvieron incluso el terreno de este edificio, una plaza de trabajos, molino de granos, cementerio y los predios de riego llamados, el Triángulo, el carrizal y Bodó dedicados al servicio de la iglesia.

Describo como el río y la acequia fueron perdiendo caudal  al tomar el agua pueblos del  estado de México  estado de  México y el comité de Usuarios que la administró inició una lucha de 50 años por el derecho del agua, siempre exhibiendo los títulos del pueblo que se lo concedían.

El paso de la acequia se puede observar en los mapas de la época imperial y en el de Ignacio Pérez. No encontré fotografías  de la Acequia, la más antigua conocida de la ciudad se tomó exactamente sobre ella,  unos años antes había sido encanalada, en su paso por Av. Juárez.

A la vez que sale de la población, los datos históricos de la acequia van disminuyendo, hasta 1929, cuando la ciudad pierde el derecho al agua al hacerse propiedad federal.

El relato termina, con su llegada a san Isidro, tras recorrer en algo más de tres kilómetros, más de cuatro siglos de la historia de San Juan del Río.

Concluyo, si me permiten, leyendo un extracto del  epílogo.

El pueblo ha muerto

Decía Pedro Martínez de Salazar, quien sabía lo que hablaba por ser la autoridad local en 1793 que si los habitantes no se corregían, llegaría un día que se dijera “aquí fue el pueblo de San Juan del Río”. Afortunadamente  no pasó, claro que no nos compusimos y aquí seguimos, cada vez más, unos dicen que trecientos mil, el INEGI que la mitad. Probablemente siguen hoy las actitudes que molestaron a Don Pedro y sin embargo “aquí es la ciudad de San Juan del Río.”

Es complicado pasar de vivir en un pueblo a una urbe, difícil para toda una generación, la mía, ver  emerger de milpas, cerros y huertas, la mayor parte de la ahora ciudad. Es duro haber conocido a todos y terminar siendo un desconocido. Hasta hace poco, se distinguían “naturales” y avecindados, incluso hubo un movimiento para que éstos no tuvieran “agua caliente” a la que tenían derecho “los del centro” es decir los originarios. Lucha vana, hoy ganarían los de fuera.

Es grato ubicarse en el pasado, en el presente las ciudades crecen, cambian, atraen y alejan a muchos, no se puede por decreto detener el tiempo. Muchos quisiéramos volver al viejo pueblo, de tranquilas calles y poca gente,  no es posible, cada época tiene ventajas y desventajas, sin embargo, nada nos impide recordar, y quizá olvidar lo que acabó para siempre, ya no hay huertas,  los automóviles son dueños de calles y empedrados que eran nuestros. Solo quedan los recuerdos, es lo que hoy les comparto, lo que vi y viví, lo que me gustó y lo que no, por bonito o feo, lo bueno y lo malo, es decir la vida, la que recordaremos siempre y contaremos a nuestros hijos, a los vecinos, a los que llegaron después, a los que trajo el temblor,  que juntos somos San Juan del río, el de hoy, debajo del cual están nuestros recuerdos, aquí compartidos.

Con su acequia, hace casi cinco siglos, indios otomíes recién llegados a esta tierra, hicieron fértil el valle, con agua que nacía en las mismas montañas que ellos, agua que traía además de vida, el recuerdo de la grandeza de sus antepasados, aquel imperio que osó enfrentar a los aztecas en guerras centenarias que significaron el derramamiento de sangre otomí en sus montañas, sangre que la lluvia acarreó hasta la laguna de Huapango y hasta aquí, donde forjaron ya no un reino, sino un pueblo, el mismo que tantas veces ha olvidado la raíz que dio su esencia. Tuvimos en todos los tiempos personajes de perdurables hechos como recuerdan los libros, pero sin duda, aquellos están presentes en los actuales habitantes, enriquecidos por los que llegaron  a vivir y morir, a querer y edificar la orgullosa ciudad de San Juan del Río, fundada en nombre de Dios del cielo y de la tierra, pero engrandecida por ese anónimo sector, que nunca verá su nombre en una calle, que no tiene epitafio labrado en los panteones, pero que vive y renace en nosotros o  ¿Quién no estaría orgullosos de venir del primer indio, que, quizá con una coa, hizo el  primer surco que arrancó el agua del río allá por el  Carrizal o Bodó?, ¿O del que sacó de las Peñitas, a fuerza de sudor, la cantera morena de la parroquia o la casa de don Esteban?  ¿Quién no?
Gracias.

-Antes de las preguntas compartir que el libro incluye relatos de viajeros en todos los tiempos,  el más significativo, Guillermo Prieto, que lo hace desde una banca de la huerta grande y un capítulo de erratas, no del libro, de la modernidad.
Recordar que los pies de páginas, además de las referencias, contienen datos importantes que no pude incluir en el cuerpo, pero forman otra historia paralela.

En la contraportada encontrarán la dirección en Internet del Blog, invitar a que  lo visiten y conozcan más de nuestra historia, aunque no solo trata de ella, mucho material inédito y escrito por un servidor.

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Dado que ya me había pasado del tiempo marcado, no pude abundar más en el relato de la acequia, que me hubiera ocupado otra hora, en otro clima creo que la gente hubiera aguantado, pero tuve que abreviar, había varias personas mayores en el  público que  resistieron.
Una disculpa al artista que seguía en el programa, y un agradecimiento a la Dirección de Cultura, por el apoyo logístico, humano y físico.
Reitero que la obra de Don Rafael Ayala, " San Juan del Río, Geografía e Historia" es de dimensiones insuperables por la gran cantidad de información que recopiló para lograrla, ya que antes de él, nuestra ciudad no tenía historia escrita, con la visión de su tiempo y el material que tuvo a la mano, nos legó una identidad y un pasado glorioso. Con nuevas aportaciones, su obra se engrandece aún más. Estoy por completar toda su bibliografía, tengo ya casi todas sus obras y sus "sobretiros" además de mucho de lo que escribió en revistas, libros prologados por él y muchos libros de otros, que le copian indiscriminadamente, sin darle el crédito correspondiente. 


Espero sus comentarios.