domingo, 24 de mayo de 2015

Las Poquianchis Reloaded


Hace poco más de un año, en marzo de 2014, subí a este Blog una entrada relacionada con la llamada “Casa de las Poquianchis” de San Juan del Río, Qro. 

Para ver la entrada mencionada,  da clic aquí: Las Poquianchis en San Juan del Río, Qro. 
Fotograma tomado de la película: el inexistente letrero.

Subtitulada “Las Poquianchis en San Juan del Río, Historia de un mito”, refería más que nada a recuerdos de los burdeles de la ciudad, sobre todo el instalado en esa casa, que fue el más duradero. Ahí sostenía que la participación de las verdaderas Poquianchis en la casa era incidental y que en realidad nunca fue parte de los negocios de las hermanas González. Aun así, la mencionada entrada acaba de cumplir solita, 1000 visitas, lo cual para un blog de historia local, es un número bastante aceptable, en razón de ello, me permito dar a conocer a Ustedes algunos datos relacionados que complementan lo ya publicado, esperando tenga el mismo éxito que la anterior. Como no hay modo de desligar lo que yo llamaría las “Poquianchis históricas” de Guanajuato con la mal llamada “Casa de las Poquianchis” de San Juan del Río, entremezclo las dos historias.

ANTECEDENTES
Extraño caso este de la nota roja mexicana, que cincuenta años después sigue suscitando curiosidad entre quienes vivieron en esa época, quienes solo la conocieron de oídas y aún entre los jóvenes, que la conocen de segunda y tercera mano. Es uno de los temas más leídos en México. En gran cantidad de páginas de internet, policíacas, de nota roja, superchería, asesinos seriales, blogs, foros y  redes sociales, todo aquello que al menos insinué la palabra Poquianchis, incluso lo que aquí presenté, en el que de entrada aclaraba que solo era una conseja popular, derivada de una relación indirecta, tiene lectores.


EL LOCAL
La que se conoce como Casa de las Poquianchis, en San Juan del Río, fue un burdel instalado en la calle de Melchor Ocampo 38, anteriormente la calle se llamaba Cóporo y en la numeración antigua le correspondía el número 30, en razón de ello, el lugar era conocido popularmente como “el 30”  o “el burro”. Aunque se ha mencionado que el lugar se llamaba “Río Rita” en realidad aquí nunca fue conocido así, parece ser que fue la razón social que se le puso en sus últimos años, como requisito legal y solo existió en documentos, nunca en voz de clientes, trabajadores ni vecinos del sitio.
Fotografía personal: la casa en la actualidad.

Hasta fines de la década de 1940, la prostitución a nivel local había sido ejercida en casas particulares, supongo que desde el establecimiento del pueblo siempre hubo quien se dedicaran al vetusto oficio, pero era de manera individual o lo que entonces se llamaba “casas de citas”, de acceso restringido. El establecimiento del burdel de Cóporo cambió diametralmente esa práctica, con un local abierto a todo público, enclavado en una zona entonces marginal de la ciudad, pero relativamente cercana en distancia al centro de la misma. (Distaba la casa apenas dos cuadras de la calle principal, la Av. Juárez y tres de la Plaza Principal, el Jardín Independencia)
Entre las novedades que trajo el establecimiento fue que en el entonces amplio edificio (no he podido confirmarlo, pero hay evidencias que para su construcción se tuvieron que derribar un par de casas viejas, que en ese lugar, eran muy estrechas, para obtener un área mayor de construcción) se tenía un salón de baile donde se podía observar plenamente a las damas, amenizado por una sinfonola y se presentaba esporádicamente lo que se llamaba la “variedad” más que nada consistente en cantantes y bailarinas, casi nunca con desnudos completos, pero que en la semipenumbra insinuaban o enseñaban lo suficiente para enardecer al público que podía consumir una amplia gama de bebidas etílicas, la más popular, la cerveza, pero había brandy, ron y hasta coñac. También se vendía el entonces considerado muy corriente Tequila. En la parte trasera se encontraban los llamados “dormitorios” que en realidad eran pocos pero usados toda la noche, el resto lo completaban las propiamente viviendas del personal.


 EL PERSONAL
En aquel tiempo, casi todas las mujeres que trabajaban en esos establecimientos se habían iniciado en la prostitución de manera forzada, víctimas de las redes de tratantes de blancas, que operaban en todo el país, quienes a través del rapto directo o engaño de posible empleo, las sustraían de sus hogares para venderlas en calidad de mercancía a los dueños de los burdeles que de igual manera las vendían o intercambiaban a establecimientos similares.  Esta especie de esclavitud era una norma con la que operaban los negocios de ese tipo, incluido el de San Juan del Río. Rara vez regresaban a sus lugares de origen, sobre todo porque su oficio las estigmatizaba y aunque su ingreso a él había sido involuntario, la moral de aquella época las marcaba, impidiendo la vergüenza que volvieran a sus casas en las pocas ocasiones en que eran dejadas en libertad. Las más de las veces transcurría su vida hasta su vejez en esa prisiones que en una extraña dicotomía también eran lo único que conocían como hogar, esas paredes siempre cambiantes, ya que por edad se les pasaba a locales cada vez de menor categoría, fueron también la tumba de muchas.  


Fotografía personal: las rejas protegían las posible fugas

El Burdel de San Juan del Río, en sus años iniciales operó de ese modo, pero a partir del conocimiento público del juicio contra las hermanas González, donde se ventilaron algunas ramificaciones de venta o intercambio en el que estuvo implicada su dueña, María Montes, se tuvo que abandonar dicha práctica, esto es a partir de 1964, aunque el Burdel continuó algunos años más en el mismo sitio, atendido por un empleado. Al parecer es entonces cuando se le nombra “Río Rita”. Muchas de las antiguas pupilas siguieron viviendo en el local, en la misma ciudad, con la misma gente y con el mismo oficio, algunas regresaron a sus hogares, las menos, otras se casaron y pocas se quedaron, pero la casa siguió atrayendo hasta cerca de 1980 a mujeres que dedicadas al oficio llegaban a nuestra ciudad, aunque los locales que sustituyeron a este, ahora denominados centros nocturnos, se encontraban en otros rumbos de la ciudad.
De la primera época del burdel, solo tenemos algunos testimonios orales. Por estar encerradas todo el día, las mujeres casi no salían y cuando lo hacían era bajo estricta vigilancia, me dicen que mensualmente acudían a revisión médica a un local de la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia (dicha visita era rigurosamente cumplida porque de ella dependía el poder laborar, ellas y el negocio) que tuvo varias ubicaciones, todas en av. Juárez. Algunos días a la semana. Le cuentan a Don Jaime Nieto que a las siete de la noche salían en comitiva a dar una vuelta por la av. Juárez y a su regreso “se llevaban a medio pueblo masculino; así como los circos hacen su paseo a medio día, así salían esas señoras”. El mismo informante menciona a algunas de las más conocidas: “Lourdes, la Torera, Nacha y la Cartucha”. El encargado les proveía de todo lo necesario para su vida cotidiana.

LA FAMA
En 1964, con una lista impresionante de cargos, son encarceladas las Poquianchis de Guanajuato, al perder el favor de algunas autoridades que antes las solapaban. Quizá el juicio hubiera sido intrascendente, como muchos parecidos, solo que este tuvo la característica de haber sido cubierto desde su inicio por el semanario Alarma! que lo dio a conocer a nivel nacional. Para quienes no conocieron dicha ¿revista? comentaré que era de nota roja, pero su logotipo y diseño de páginas tenía color amarillo, caracterizado por publicar, sin ningún pudor, además de textos, fotografías escalofriantes, de asesinados, ahorcados, cuerpos desmembrados y todo aquello que oliera a sangre, aderezados siempre con encabezados lapidarios y soeces adjetivos hacia los implicados. De ella viene el término “amarillista”en México. Sé que aún hay revistas de ese tipo, el problema era que esta llegó a hacer circular a veces hasta 750,000 ejemplares semanales a nivel nacional, en una época en la que el país tenía la mitad de habitantes que hoy, lo que explica la difusión del caso. Pocos de los contemporáneos lo vivieron directamente, pero muchos lo hicieron a través de la revista que semanalmente durante años dedicó varias páginas al avance del caso y testimonios varios, entre ellos la ya mencionada relación indirecta del burdel de San Juan con “Las poquianchis históricas”. Fueron sus reporteros quienes contribuyeron a que se asociara la  palabra Poquianchis con todo lo relacionado a maldad.

Imagen tomada de Internet, uno de los primeros números de la revista ALARMA! Nótense los textos, al interior era peor.

Imagen tomada de Internet, 30 años después, la notica seguía siendo primera plana.

Algunos años después, en 1976, se estrena la película “Las Poquianchis” de Felipe Cazals, basada en parte en las  novela de Jorge Ibargüengoitia y notas del juicio, (digo en parte, porque al unísono, el director hace una demoledora crítica social del problema del campo mexicano, enlazando los temas con el padre de una de las víctimas del clan, que sufre ambos agravios) en una de las escenas, una mujer llamada Beatriz hace trato con una de las hermanas González para adquirir mujeres para “doña Mary”, (el nombre de la dueña del burdel de Cóporo) quienes son llevadas según se ve por un letrero a orilla de la carretera, a San Juan del Río, específicamente al bar “Río Rita” igualmente reconocido por un anuncio de neón. De la escena, unos cuantos segundos, parece provenir todo lo que posteriormente se ha dicho y convirtió en leyenda la casa de Melchor Ocampo 38, y le dio su nombre actual “Casa de las Poquianchis” y la faramalla que la acompaña y que la ha llenado de historias de aparecidos, ruidos, lamentos, malas vibras etc. En su tiempo, todo palidecería ante las vejaciones a las mujeres que a la fuerza la habitaban y cuyo silencioso padecer, no fue escuchado por nadie, mucho ahogado bajo la penumbra y música de un sórdido salón de baile.

Portada de la edición moderna de la película.

Fotograma tomado de la película, única referencia a nuestra ciudad.

Fotograma de la película, el anuncio de neón del bar.
Hago la aclaración de que mucho de lo relatado lo vi de propia mano, pasé mi niñez a pocos metros de la casa. Muchas cosas no las entendí entonces, hoy con apoyo de personas mayores, supe de algunos  detalles, como los que ahora les narro.


LAS SECUELAS
Posterior al escándalo de las Poquianchis, la dueña del local de San Juan del Río lo dejó a cargo de un administrador, quien lo continuó algunos años, ya con empleadas en régimen libre, mujeres que a pesar de su oficio, no eran mal vistas por los vecinos del barrio, máxime si se toma en cuenta que contribuían con efectivo, a través de empleos indirectos, a la exigua economía vecinal, incluso el administrador, a quien le tocó la reubicación a otros rumbos, hacía una vida normal en las calles del pequeño barrio, se recuerda que en una ocasión, donó los uniformes del equipo de futbol del barrio, el “Victoria”. La casa quedó solo como habitación de las antiguas empleadas, pero la explosión demográfica y la lejanía con los centros de trabajo poco a poco las fue desplazando y se convirtió en una vecindad de tercer patio, a donde llegó especialmente gente humilde, gelatineros, tamaleros, estudiantes pobres etc. Incluso llegaron inicialmente ahí, en la década de 1980, la primera ola de salvadoreños, desplazados por la guerra en su país.


Fotografía personal, la casa vista desde el Museo de la Muerte.

 También fomentó la leyenda actual de la casa su inclusión en el recorrido del  que yo llamo “taxiván de leyendas” que en realidad es un tranvía turístico que hacía una parte peatonal. En el Museo de la Muerte, ubicado en lo alto, frente a la vecindad, mostraban la casa, llamándola “un antro” y soltaban la historia del sacerdote, que desde la cercana iglesia tenía un túnel entre la peña que lo llevaba hasta la casa para no ser visto. Entiendo que hay que aderezar la historia para hacerla atractiva a los visitantes pero siempre aclarar que es un relato, no la realidad. En la actualidad, el paso al interior es restringido; con toda razón los habitantes se quejaron de que hasta cuando estaban comiendo, se les aparecían un montón de desconocidos, mirándolos como parte de la escenografía de un relato, en la que ellos no tenían nada que ver. Para cada persona su vivienda es su castillo, y debemos respetarla, por ello no he entrado recientemente.
Fotografía personal, frente a la Casa, las peñas del Calvario, arriba a la derecha, el Museo de la Muerte.

EPILOGO

En la actualidad la casa se deteriora día a día; el salón de baile, que tenía piso de madera y un entresuelo lo ha perdido y se dividió para albergar más inquilinos, ya no están las grandes macetas con helechos del recibidor, igualmente el piso de terrazo, que recuerdo reluciente, hoy luce desgastado. Hace algunos años se habló de una remodelación para hacerla atractivo turístico, solo fue la declaración, nadie hizo nada, excepto los grafiteros, que en su fachada han dejado su huella.
Tras cincuenta años, además de las viejas paredes, de las dos épocas del burdel solo queda al frente, el socket original del único foco que en la penumbra de una calle sin alumbrado público, indicaba a los parroquianos que ahí se encontraban aquellas que alguna vez fueron tachadas de “carne de placer y foco de infección pública”.    

Fotografía Personal, al centro, el socket, único vestigio tras medio siglo.

La película aún hoy está a la venta y se puede ver en You Tube, aclaro nuevamente que no fue filmada en San Juan del Río ni en el local de Cóporo. Para la bibliografía relacionada pueden acudir al siguiente enlace de este mismo blog:


Dar clic para ver: Bibliografía de las Poquianchis

Todo lo escrito es de manera personal, no puntualizo en los nombres por no afectar a personas de la actualidad, por hechos de hace muchos años, en los que no intervinieron.

Del  autor mencionado, Jaime Nieto, tome  datos de su libro "Del Hacendado al Empresario" UAQ, 2000, que ya no está a la venta pero puede consultarse en las bibliotecas de la ciudad, aunque de este tema solo tiene unas diez líneas.

Continuaré la siguiente entrada con la descripción de los viejos barrios, mil vistas bien valen una pausa.

domingo, 17 de mayo de 2015

Los Barrios 2 La Concepción



Continúo con la ubicación y descripción de los viejos barrios del pueblo de San Juan del Río. Como expliqué en la entrada  anterior, no se trata de un trabajo definitivo, se realizó con base en un informe de 1793, plasmado en un mapa del siglo XIX para aterrizar su correspondencia actual, en imágenes  satelitales.

Dado que hasta hoy no existe un plano que los defina, esta ubicación puede sufrir modificaciones, en cuanto se tengan más elementos o documentos que aclaren ciertos puntos que no se tienen bien definidos.

La Concepción
Hoy nos referiremos a este barrio, aclarando que en la actualidad, y desde fines del siglo XIX, existe al poniente de la ciudad otro conocido con ese nombre, no estamos hablando de él, la descripción de hoy es del antiguo barrio que así se llamaba.

Nos dice Ayala:
“Al frente del barrio de San Miguel se encuentra el de la concepción, hacia la parte sur, sobre las orillas del río, con su frente de ocho manzanas de largo. Comienza desde el puente, formando ala con la parte sur, con la Calle Real, encerrando en su circunferencia nueve manzanas y un testero. Hay en este barrio dos mesones."

EL NOMBRE

No he podido determinar si el nombre se debe a una cuestión religiosa o  se refiera a otro tipo de “concepción”, que explico a continuación:
Entre los campesinos se llama “magdalena” o “concepción” a los terrenos que se ganan al cauce de los ríos o corrientes de agua, sea de manera natural o artificial. Y este barrio tiene la circunstancia de que al menos desde la fecha del informe de 1793, ya existía en el río, cerca del puente de piedra, una isla.

(Para más información de la isla, ir al siguiente vínculo)  ver: La Ysla de San Juan del Río
Por lo tanto, es posible que la isla, que de acuerdo a lo que ya se dijo, sería una “concepción” o “magdalena” le diera el nombre al Barrio.


SU CONTENIDO


Iniciaba en el Puente de piedra, siguiendo la acera sur de la actual avenida Juárez, llegaba hasta la esquina de Allende, donde colindaba con el del Calvario, juntos doblaban al sur, por la parte trasera de la calle Melchor Ocampo. Avanzaban paralelos al sur, hasta cerca del hoy seminario Javeriano, donde se ubicaba la Huerta Grande, propiedad de la Hacienda de la Llave, de ahí, con rumbo poniente, se dirigía al río, siguiendo su orilla norte, hasta regresar al punto inicial.

IMAGEN DE GOOGLE. EL BARRIO DE LA CONCEPCIÓN INDICADO POR EL COLOR LILA Y EL NUMERO TRES.

Aunque el texto nos dice que eran en total nueve manzanas, no es posible determinar actualmente cuáles eran.
Su situación junto al río, le hizo vulnerable a las crecidas de agua que, durante las lluvias anuales, socavaban los terrenos de las casas de Av. Juárez, que colindaban con él, lo que determinó que desde tiempos tempranos se construyera un dique de piedra en las orillas del mismo, que las protegía de la erosión.

Para más información ir a:   ver: La Ysla de San Juan del Río
Refiere el documento que en este barrio hay dos mesones, uno de ellos estoy seguro era el que se ubicaba en el predio hoy ocupado por el Centro de Salud, del otro tengo duda, lo lógico sería decir que era el llamado “de la Unión” que muy remozado se encuentra en la Esquina de Av. Juárez y San Luis Montañez” pero tengo entendido que empezó a funcionar como tal  hasta la década de 1820, ignorando si hubo en el mismo lugar otro que le antecediera. Varias crónicas de viajeros refieren que en los lugares donde se hospedaban, el patio colindaba con el río.
El mesón del Centro de Salud, aún en ruinas sobrevivió hasta mediados del siglo XX, antes había sido Rastro Municipal, y luego donado para el uso hospitalario que conserva en la actualidad,  se le tuvo que acondicionar una barda en la parte trasera, para evitar que las crecidas del río lo invadieran. No lo lograron inicialmente, al menos dos veces, en las décadas de 1960 y 70, los encamados tuvieron que ser sacados a la Avenida Juárez, para evitarles al menos un baño no recetado. Solo la reciente muerte del río acabó con el peligro. (Cualquier semejanza  con algún Hospital General en la década actual es pura coincidencia)

Por su estratégica ubicación, a la orilla del Camino Real, es de entenderse que esa sección fue de las primeras del pueblo que perdieron los indios a manos de los españoles o mestizos. Igual que las actuales carreteras, el camino tenía un “derecho de vía” pero el resto fue inicialmente propiedad de los indios, aunque muy tempranamente enajenado, lo que permitió el establecimiento de los mesones y todo tipo de comercios y servicios para los viajeros en uno u otro sentido.

En este barrio, fuera del Portal de Reyes, en épocas indistintas, se instalaron tanto el mercado diario, (Los domingos en la Plaza Principal, hoy Independencia se instalaba la “plaza” o mercado semanal, pero entre semana existía este otro para las necesidades inmediatas) como las plaza de baratillo, que sería una especie de tianguis de objetos, no tanto de insumos alimenticios.
Si la isla perteneció a este barrio, solo puedo agregar que era de una extensión respetable, permitiendo que se cultivara al menos, en la parte más cercana al puente.
Por terminar en el río, cruzando el actual Puente de la Historia, iniciaba, al norte del aquí descrito, el barrio del Espíritu Santo, del que hablaremos más adelante.

Nota:
La fotografía que presento,  es de la esquina de Reforma con avenida Juárez, junto al edificio del Centro Histórico y Cultural, indicando que hasta ahí llegaba este barrio, según yo terminaba en la siguiente esquina, en Allende, espero encontrar un dato que confirme una u otra postura, en caso de que se tenga que rectificar, lo haré en los mapas que estoy presentando, igual con cualquier dato que encuentre de lo que voy describiendo, no es un trabajo acabado y aquí no me pueden ayudar mis informantes, esta división es demasiado vieja para ellos. Las placas de mosaico, aclaro, no son antiguas, si no mal recuerdo fueron colocadas en la década de los ochentas y las anteriores, metálicas en naranja,  indicaban la división en cuarteles, que es de la que se acuerdan los viejos habitantes.

domingo, 10 de mayo de 2015

Los viejos Barrios de San Juan del Río 1

Los barrios



Seguramente desde la indefinida fecha de la fundación de San Juan del Río como pueblo de Indios, a mediados del siglo XVI, sus habitantes tuvieron una división territorial interna para facilitar las tareas políticas, administrativas y religiosa. 

Siendo la mayoría de esos habitantes, otomíes procedentes de Jilotepec, reprodujeron en el nuevo fundo los usos y costumbres de su lugar de origen. Contra lo que se cree, los otomíes, siendo de los pueblos más antiguos del altiplano, compartían con los demás, que se llama “cultura mesoamericana” que entre otros aspectos comprende la organización político-administrativo-territorial en barrios.

El barrio, o Calpulli entre los pueblos mesoamericanos se refería a una unidad que implicaba varios elementos:

-Una porción de territorio que incluía las tierras de cultivo y la sección de vivienda.

-Un grupo de habitantes unidos por lazos familiares, de oficio o creencias particulares o religiosas.
-Una línea de mando única, que dependía de otra superior, es decir un jefe local.
Desconociendo, por la falta de documentos contemporáneos a la fundación, desde cuándo el pueblo de San Juan del Río contó con división en barrios, supongo que si no lo fue desde el principio, por los avatares que tuvo en sus primeros años, sin lugar a dudas, fue a partir del siglo XVII cuando esta división se dio, por dos razones fundamentales:
a)  Para ese entonces ya existe el gobierno indígena, a través de una república de Indios propia ( Antes dependía de la República de Indios de Jilotepec)
b) El establecimiento de una Parroquia local, que aunque lo fue desde finales del siglo XVI, su estructura y feligreses eran mínimos. La iglesia alentaba la división por barrios para efectos de culto y fiestas.
Al establecerse el pueblo, todo lo que hoy es el Centro Histórico, estaba constituido por los sembradíos de los indios  y entre ellos  las chozas en que los habitaban, en un asentamiento disperso que tras la llegada de españoles y el aumento de la población indígena, inició la urbanización dentro de las parcelas y se comenzaron a delimitar caminos y calles al interior.
No se sabe con certeza, como se estableció aquí la división territorial de los barrios, seguramente fue por afinidad de los habitantes, parentescos, propiedades, etc.  y se tomaba algún arroyo, calle, parcela, algún accidente orográfico para establecer los límites. aunque no hay un mapa antiguo que los defina  en la época colonial temprana, parece que todos los habitantes conocían perfectamente a qué barrio pertenecían y así lo consignan en los documentos antiguos. Hoy, con la urbanización es difícil establecerlos con claridad.
La descripción de los barrios la hace Rafael Ayala, en su libro “San Juan del Río, Geografía e Historia” tomada literal, del informe del Subdelegado Pedro Martínez de Salazar y Pacheco, presentado al Virrey Revillagigedo. Dicha información data del año de 1793, es decir, casi al final del virreinato y no da muchos detalles, aunque tiene la ventaja de señalar algunos puntos conocidos que me permitieron elaborar el mapa de los barrios que presento y no existía hasta hoy.

Portada del informe de 1793. Menciona los Barrios
Está elaborado de acuerdo a los datos arriba mencionados, plasmados sobre el mapa de Ignacio Pérez, de finales del siglo XIX, por ser el más detallado para este tipo de trabajos. (Existe un plano de la fecha del informe, 1793, pero la copia que tengo de él no es muy clara) Aunque hay un siglo de diferencia entre los datos y el plano usado, aclaro que la ciudad no creció  en ese lapso.


Este primer intento de mapa, no pretendo sea el definitivo, hay límites de barrios que no están claros y aunque el pueblo estuvo inicialmente bien delimitado, desde fechas muy tempranas, dentro de él se introdujeron terrenos de las haciendas aledañas, por lo que no se puede determinar, en algunos casos, sus límites  y  qué tierras de labor  eran del pueblo o de haciendas.
Elaboración personal sobre el mapa de Ignacio Pérez. Los colores delimitan los antiguos Barrios. 

La conformación de los barrios, como casi toda la cultura indígena se fue perdiendo a partir de la desaparición de la Republica de Indios, con la Independencia nacional y la venta de las tierras comunales a particulares, a veces indios, pero las más a mestizos y blancos. Para 1864, la ciudad ya estaba dividida en cuarteles, una forma más precisa, en manzanas y calles pero que acabó con la identidad y pertenencia que daba a los habitantes el ser de un barrio.
A partir de esta entrada, haré la descripción de los barrios, sus límites, sus características aclarando que inicialmente eran todos de habitantes indios y que la inclusión de españoles les dio características especiales con el transcurso de los siglos.

Los barrios que componían el pueblo,  de acuerdo al informe de 1793 eran los siguientes:

San Miguel
La Concepción
El Calvario
San Marcos
San Juan
San Isidro
El espíritu Santo

Barrio del Calvario  (hoy solo referiré éste)


Detalle del plano de Ignacio Pérez. El color marrón Indica la extensión del Barrio del Calvario (4)


Dice Ayala: “Terminando el Barrio de la Concepción le sigue el del Calvario, con largo de de seis manzanas de poniente a oriente, hasta la salida del camino que va a México, rematando en unos pilares que mandó poner el Subdelegado para adornar la entrada del camino al pueblo. Tiene en su circunferencia catorce manzanas y hay calles en este barrio que se llaman de Pueblo Nuevo, Tomando por esta circunstancia, el nombre de Pueblo Nuevo.”


Este barrio iniciaría actualmente, en la esquina de Allende y Av. Juárez, seguiría por la acera sur de la misma hasta el B. Juárez, casi para llegar a la carretera a Tequisquiapan, donde estaba la salida a México, un edificio llamado la Garita y los pilares mencionados. Ahí colindaba con la Hacienda de San Cayetano, que comprendía parte de la hoy Colonia Juárez, la empresa Kimberly Clark, Infonavit Pedregoso y la Colonia San Cayetano. El barrio continuaba en diagonal al sur para llegar a lo que hoy es Panamericana y bordeando las Peñitas, bajaba de ellas detrás del Fraccionamiento el Molino, encontrándose con la Acequia, casi en el B. Hidalgo. Era el límite con la huerta Grande, parte del Mayorazgo de la Llave, Igual que Guadalupe de las Peñas. Desde ese punto, hacia el norte, la acequia lo separaba del Barrio de la Concepción y continuaba por detrás de las casas al poniente de la calle de Melchor Ocampo, hasta su salida en la Plazuela Guadalupe Victoria, donde  regresaba al punto inicial.
 
Imagen de Google Earth. El Barrio del Calvario.
Otros aspectos importantes del Barrio:


Es una de las zonas de la actual ciudad, habitada desde la época prehispánica. En la parte superior de las Peñitas, hoy debajo de la Escuela “Rafael Ayala” se encuentran los vestigios del asentamiento del Clásico y hubo restos de esta cultura y algunas posteriores incluso en la calle Melchor Ocampo.

El Barrio, desde el inicio del pueblo tuvo habitantes, aunque pocos, junto al cerro del Calvario, por su irregular terreno. Con el paso de los siglos, al ocuparse el centro por españoles, los indios se relegaron a las afueras, sobre todo aquí, trazando nuevas calles, en lugares hasta entonces no ocupados, por lo cual se le llamaba también “Pueblo Nuevo.”
La calle Melchor Ocampo, anteriormente se llamaba “Cóporo”, palabra tarasca que significa “junto al Camino grande,” esto por ser parte del camino Real a México en sus etapas iniciales. Continuaba por Guadalupe de las Peñas, el Rodeo y San Sebastián de las Barrancas. De ahí el nombre.
En  terrenos del Barrio, se permitió en el siglo XVI establecer el edificio del gobierno virreinal, que comprendía el Juzgado de Registros y la Cárcel. (Lo que hoy es el Centro Histórico y Cultural)

Debajo de las Peñitas, junto a la Acequia, estaban algunas de las tierras comunales de la República de Indios, por la facilidad del riego, sembradas con hortalizas, por ellos mismos o rentadas.  Los ingresos obtenidos se utilizaban para  sostenimiento de la iglesia. Al terminar esos terrenos, llamados, el Triángulo, el Carrizal y Bodó, en lo que hoy es la Plazuela Guadalupe Victoria, antes llamada “Plazuela de los Trabajos”, realizaban trabajos relacionados con la agricultura, ganadería y Jarcería.

Finalmente diré que desde tiempos muy tempranos del pueblo, aprovechando la pendiente de la actual calle 2 de abril, en ella se ubicó una capilla llamada del Calvario, lo que le dio nombre al cerro donde está ubicada y en consecuencia al Barrio, donde e se escenifica hasta hoy, en Semana Santa, la Pasión de Cristo. Detrás de esta iglesia, existió un pequeño panteón de indios, cuyo terreno, ya en la época independiente, fue utilizado para la construcción del Panteón de la Santa Veracruz, actual Museo de la Muerte.