Hace poco más de un año, en marzo de 2014, subí a este Blog una entrada relacionada con la llamada “Casa de las Poquianchis” de San Juan del Río, Qro.
Para ver la entrada mencionada, da clic aquí: Las Poquianchis en San Juan del Río, Qro.
Fotograma tomado de la película: el inexistente letrero. |
Subtitulada “Las Poquianchis en San Juan del Río, Historia de
un mito”, refería más que nada a recuerdos de los burdeles de la ciudad, sobre
todo el instalado en esa casa, que fue el más duradero. Ahí sostenía que la
participación de las verdaderas Poquianchis en la casa era incidental y que en
realidad nunca fue parte de los negocios de las hermanas González. Aun así, la
mencionada entrada acaba de cumplir solita, 1000 visitas, lo cual para un blog
de historia local, es un número bastante aceptable, en razón de ello, me
permito dar a conocer a Ustedes algunos datos relacionados que complementan lo
ya publicado, esperando tenga el mismo éxito que la anterior. Como no hay modo
de desligar lo que yo llamaría las “Poquianchis históricas” de Guanajuato con
la mal llamada “Casa de las Poquianchis” de San Juan del Río, entremezclo las
dos historias.
ANTECEDENTES
Extraño caso este de la nota roja mexicana, que cincuenta
años después sigue suscitando curiosidad entre quienes vivieron en esa época,
quienes solo la conocieron de oídas y aún entre los jóvenes, que la conocen de
segunda y tercera mano. Es uno de los temas más leídos en México. En gran
cantidad de páginas de internet, policíacas, de nota roja, superchería, asesinos
seriales, blogs, foros y redes sociales, todo aquello que al menos insinué la palabra Poquianchis, incluso lo que aquí
presenté, en el que de entrada aclaraba que solo era una conseja popular,
derivada de una relación indirecta, tiene lectores.
EL LOCAL
La que se conoce como Casa de las Poquianchis, en San Juan
del Río, fue un burdel instalado en la calle de Melchor Ocampo 38,
anteriormente la calle se llamaba Cóporo y en la numeración antigua le correspondía el número 30, en razón de
ello, el lugar era conocido popularmente como “el 30” o “el burro”. Aunque se ha mencionado que el
lugar se llamaba “Río Rita” en realidad aquí nunca fue conocido así, parece ser
que fue la razón social que se le puso en sus últimos años, como requisito
legal y solo existió en documentos, nunca en voz de clientes, trabajadores ni vecinos del
sitio.
Fotografía personal: la casa en la actualidad. |
Hasta fines de la década de 1940, la prostitución a nivel
local había sido ejercida en casas particulares, supongo que desde el
establecimiento del pueblo siempre hubo quien se dedicaran al vetusto oficio,
pero era de manera individual o lo que entonces se llamaba “casas de citas”, de
acceso restringido. El establecimiento del burdel de Cóporo cambió
diametralmente esa práctica, con un local abierto a todo público, enclavado en
una zona entonces marginal de la ciudad, pero relativamente cercana en
distancia al centro de la misma. (Distaba la casa apenas dos cuadras de la
calle principal, la Av. Juárez y tres de la Plaza Principal, el Jardín
Independencia)
Entre las novedades que trajo el establecimiento fue que en
el entonces amplio edificio (no he podido confirmarlo, pero hay evidencias que
para su construcción se tuvieron que derribar un par de casas viejas, que en
ese lugar, eran muy estrechas, para obtener un área mayor de construcción)
se tenía un salón de baile donde se podía observar plenamente a las damas, amenizado por una sinfonola y se
presentaba esporádicamente lo que se llamaba la “variedad” más que nada
consistente en cantantes y bailarinas, casi nunca con desnudos completos, pero
que en la semipenumbra insinuaban o enseñaban lo suficiente para enardecer al
público que podía consumir una amplia gama de bebidas etílicas, la más popular,
la cerveza, pero había brandy, ron y hasta coñac. También se vendía el entonces
considerado muy corriente Tequila. En la parte trasera se encontraban los
llamados “dormitorios” que en realidad eran pocos pero usados toda la noche, el
resto lo completaban las propiamente viviendas del personal.
En aquel tiempo, casi todas las mujeres que trabajaban en esos
establecimientos se habían iniciado en la prostitución de manera forzada, víctimas
de las redes de tratantes de blancas, que operaban en todo el país, quienes a
través del rapto directo o engaño de posible empleo, las sustraían de sus
hogares para venderlas en calidad de mercancía a los dueños de los burdeles que de igual manera las vendían o intercambiaban a establecimientos
similares. Esta especie de esclavitud
era una norma con la que operaban los negocios de ese tipo, incluido el de San
Juan del Río. Rara vez regresaban a sus lugares de origen, sobre todo porque su
oficio las estigmatizaba y aunque su ingreso a él había sido involuntario, la
moral de aquella época las marcaba, impidiendo la vergüenza que volvieran a
sus casas en las pocas ocasiones en que eran dejadas en libertad. Las más de
las veces transcurría su vida hasta su vejez en esa prisiones que en una
extraña dicotomía también eran lo único que conocían como hogar, esas paredes
siempre cambiantes, ya que por edad se les pasaba a locales cada vez de menor
categoría, fueron también la tumba de muchas.
El Burdel de San Juan del Río, en sus años iniciales operó de
ese modo, pero a partir del conocimiento público del juicio contra las
hermanas González, donde se ventilaron algunas ramificaciones de venta o intercambio en
el que estuvo implicada su dueña, María Montes, se tuvo que abandonar dicha
práctica, esto es a partir de 1964, aunque el Burdel continuó algunos años más en el mismo sitio, atendido por un empleado. Al parecer es entonces cuando se
le nombra “Río Rita”. Muchas de las antiguas pupilas siguieron viviendo en el
local, en la misma ciudad, con la misma gente y con el mismo oficio, algunas
regresaron a sus hogares, las menos, otras se casaron y pocas se quedaron, pero
la casa siguió atrayendo hasta cerca de 1980 a mujeres que dedicadas al oficio
llegaban a nuestra ciudad, aunque los locales que sustituyeron a este, ahora
denominados centros nocturnos, se encontraban en otros rumbos de la ciudad.
De la primera época del burdel, solo tenemos
algunos testimonios orales. Por estar encerradas todo el día, las mujeres casi
no salían y cuando lo hacían era bajo estricta vigilancia, me dicen que mensualmente
acudían a revisión médica a un local de la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia
(dicha visita era rigurosamente cumplida porque de ella dependía el poder
laborar, ellas y el negocio) que tuvo varias ubicaciones, todas en av. Juárez. Algunos días a la semana. Le cuentan a Don Jaime Nieto que a las siete de la noche
salían en comitiva a dar una vuelta por la av. Juárez y a su regreso “se
llevaban a medio pueblo masculino; así como los circos hacen su paseo a medio
día, así salían esas señoras”. El mismo informante menciona a algunas de las
más conocidas: “Lourdes, la Torera, Nacha y la Cartucha”. El encargado les
proveía de todo lo necesario para su vida cotidiana.
LA FAMA
En 1964, con una lista impresionante de cargos, son encarceladas
las Poquianchis de Guanajuato, al perder el favor de algunas autoridades que antes las solapaban. Quizá el juicio hubiera sido intrascendente, como muchos parecidos,
solo que este tuvo la característica de haber sido cubierto desde su inicio por
el semanario Alarma! que lo dio a conocer a nivel nacional. Para quienes no
conocieron dicha ¿revista? comentaré que era de nota roja, pero su logotipo y
diseño de páginas tenía color amarillo, caracterizado por publicar, sin ningún
pudor, además de textos, fotografías escalofriantes, de asesinados, ahorcados,
cuerpos desmembrados y todo aquello que oliera a sangre, aderezados siempre con
encabezados lapidarios y soeces adjetivos hacia los implicados. De ella viene
el término “amarillista”en México. Sé que aún hay revistas de ese tipo, el problema era
que esta llegó a hacer circular a veces hasta 750,000 ejemplares semanales a
nivel nacional, en una época en la que el país tenía la mitad de habitantes que
hoy, lo que explica la difusión del caso. Pocos de los contemporáneos lo
vivieron directamente, pero muchos lo hicieron a través de la revista que semanalmente
durante años dedicó varias páginas al avance del caso y testimonios varios, entre
ellos la ya mencionada relación indirecta del burdel de San Juan con “Las poquianchis
históricas”. Fueron sus reporteros quienes contribuyeron a que se asociara
la palabra Poquianchis con todo lo
relacionado a maldad.
Imagen tomada de Internet, uno de los primeros números de la revista ALARMA! Nótense los textos, al interior era peor. |
Imagen tomada de Internet, 30 años después, la notica seguía siendo primera plana. |
Portada de la edición moderna de la película. |
Fotograma tomado de la película, única referencia a nuestra ciudad. |
Fotograma de la película, el anuncio de neón del bar. |
LAS SECUELAS
Posterior al escándalo de las Poquianchis, la dueña del local
de San Juan del Río lo dejó a cargo de un administrador, quien lo continuó algunos
años, ya con empleadas en régimen libre, mujeres que a pesar de su oficio, no
eran mal vistas por los vecinos del barrio, máxime si se toma en cuenta que
contribuían con efectivo, a través de empleos indirectos, a la exigua economía
vecinal, incluso el administrador, a quien le tocó la reubicación a otros
rumbos, hacía una vida normal en las calles del pequeño barrio, se recuerda que
en una ocasión, donó los uniformes del equipo de futbol del barrio, el “Victoria”. La casa
quedó solo como habitación de las antiguas empleadas, pero la explosión
demográfica y la lejanía con los centros de trabajo poco a poco las fue
desplazando y se convirtió en una vecindad de tercer patio, a donde llegó especialmente
gente humilde, gelatineros, tamaleros, estudiantes pobres etc. Incluso llegaron
inicialmente ahí, en la década de 1980, la primera ola de salvadoreños,
desplazados por la guerra en su país.
También fomentó la leyenda actual de la casa su inclusión en
el recorrido del que yo llamo “taxiván de
leyendas” que en realidad es un tranvía turístico que hacía una parte peatonal. En el Museo de la Muerte, ubicado en lo alto, frente a la vecindad,
mostraban la casa, llamándola “un antro” y soltaban la historia del sacerdote,
que desde la cercana iglesia tenía un túnel entre la peña que lo llevaba hasta
la casa para no ser visto. Entiendo que hay que aderezar la historia para hacerla
atractiva a los visitantes pero siempre aclarar que es un relato, no la realidad.
En la actualidad, el paso al interior es restringido; con toda razón los
habitantes se quejaron de que hasta cuando estaban comiendo, se les aparecían
un montón de desconocidos, mirándolos como parte de la escenografía de un
relato, en la que ellos no tenían nada que ver. Para cada persona su vivienda
es su castillo, y debemos respetarla, por ello no he entrado recientemente.
Fotografía personal, la casa vista desde el Museo de la Muerte. |
Fotografía personal, frente a la Casa, las peñas del Calvario, arriba a la derecha, el Museo de la Muerte. |
En la actualidad la casa se deteriora día a día; el salón de
baile, que tenía piso de madera y un entresuelo lo ha perdido y se dividió para
albergar más inquilinos, ya no están las grandes macetas con helechos del recibidor,
igualmente el piso de terrazo, que recuerdo reluciente, hoy luce desgastado.
Hace algunos años se habló de una remodelación para hacerla atractivo
turístico, solo fue la declaración, nadie hizo nada, excepto los grafiteros,
que en su fachada han dejado su huella.
Tras cincuenta años, además de las viejas paredes, de las dos
épocas del burdel solo queda al frente, el socket original del único foco que
en la penumbra de una calle sin alumbrado público, indicaba a los
parroquianos que ahí se encontraban aquellas que alguna vez fueron tachadas de
“carne de placer y foco de infección pública”.
Fotografía Personal, al centro, el socket, único vestigio tras medio siglo. |
Dar clic para ver: Bibliografía de las Poquianchis
Todo lo escrito es de manera personal, no puntualizo en los
nombres por no afectar a personas de la actualidad, por hechos de hace muchos
años, en los que no intervinieron.
Del autor mencionado, Jaime Nieto, tome datos de su libro "Del Hacendado al
Empresario" UAQ, 2000, que ya no está a la venta pero puede consultarse en
las bibliotecas de la ciudad, aunque de este tema solo tiene unas diez líneas.
Continuaré la siguiente entrada con la descripción de los
viejos barrios, mil vistas bien valen una pausa.