martes, 29 de septiembre de 2015

Rubén y el último duelo en San Juan del Río.


 El poder de la anécdota.


El cerro de la Venta, cuyo nombre antiguo se toma para este blog.
Eran dos hermanas, la mayor se llamaba historia, la menor, anécdota. La primera era solemne, lo que le hacía ser apreciada por pocos, la segunda en cambio, era pretendida por muchos. Un buen día decidieron retratarse, la historia pidió un cuadro al óleo, su hermana, solo una instantánea.
Por su carácter jocoso, se ha menospreciado siempre el poder de la anécdota, aunque siempre es antesala para conocer la historia formal. La simpleza de su elaboración le hace ligera y volátil pero popular, a diferencia de la historia, rígida, voluminosa y elitista.

La historia requiere de confirmación, datos, fechas y fuentes, para ser publicada y conocida, la anécdota, simple y llanamente, va de boca en boca, la historia es un amor formal, la anécdota un beso fugaz.

Pueblos enteros escribieron su historia, hoy, autores y textos de la misma están enterrados, olvidados y vueltos a enterrar. La anécdota les trascendió. Nadie recuerda el año ni ciudad en que se encontraron el filósofo Diógenes y el Emperador Alejandro, pero ocurrió que cuando el poderoso ofreció cumplirle lo que él quisiera, Diógenes solo pidió que se quitara de su lado porque le tapaba el sol. No hay datos de si el emperador se quitó.

En este blog, que con ésta cumple sus primeras 100 entradas (hoy no voy a dar datos estadísticos, solo es un número significativo) se ha tratado de aportar a la historia de una manera más accesible que la puramente académica, aunque sin llegar a la pura anécdota. Sin embargo, creo que algunas de ellas merecen trascender, así que de vez en cuando, (si no encuentro material suficiente  para aderezarlas por lo menos a crónicas) relataré algunas. A ver qué les parecen.

 RUBÉN

Fotografía de José Velázquez., DÉCADA DE 1970. ¿Don Marcos y Rubén?
Vivía en la calle Reforma, allá  por la década de 1970, un frutero de avanzada edad, pero que conservaba algunos resabios de su juventud. Malhablado y de fuerte carácter, recién había enviudado aunque no tardó mucho en encontrar una nueva pareja, joven por cierto, que se fue a vivir con él. Llevaba ella, un hijo de anterior relación. Sanjuanense de los de antes, a pesar de su edad, don Marcos se hizo cargo de él, y a su manera, dura por cierto, trató de educar de la mejor manera al mozalbete.

Por la naturaleza de su comercio, requería de un ayudante siempre presente,  que moviera los huacales, recogiera cáscaras y desperdicios, que escogiera la fruta buena de la muy madura etc. Así que ni tardo ni perezoso, escogió a Rubén (que así se llamaba el niño) para tales tareas. Y ahí, entre los secretos de la profesión, le lanzaba consejos y pedía adoptar reglas de comportamiento.
Rubén, que hasta entonces había vivido sin figura paterna, poco caso hacía del trabajo, la educación y los consejos del señor. Al menor descuido, salía a la calle, solo con lo indispensable para un niño de aquella época; un puñado de canicas en un bolsillo.

Una mañana, tras dormitar un rato, don Marcos se despertó. Afanosamente buscó a Rubén entre las cajas de mercancía. No estaba. Tampoco en la trastienda. Menos apareció en el resto de la vivienda. No estaba. Otra vez a las andadas.
Se asomó a la calle, y a lo lejos distinguió, en la Plazuela, un grupo de niños jugando a las canicas entre la tierra que conformaba el piso.

El grito fue de pronóstico ¡Rubén, hijo, ven acá!

El grupo volteó, lo vio y continuó en lo suyo.

-Rubén, te estoy hablando, dijo la ronca voz.

Esta vez no volteó ninguno.

Don Marcos, no acostumbrado a dar varias veces la misma orden, atronó por última vez -¡Pinche Rubén, ¿vienes o voy por ti?
Ahora, ni el menor caso.

Entonces, a todo lo que permitía su edad, se dirigió a ellos. A medio camino ya blandía en su diestra, un grueso cinturón piteado. Los niños voltearon azorados, pero ni así se movieron.
Dos, tres y hasta cuatro cinturonazos cimbraron el infantil cuerpo, doblándolo de dolor, lo que aprovechó el anciano para, de la camisa, arrástralo hacia la frutería. ¿De qué sirve todo lo que te enseñé? ¿Por qué no obedeces? ¿Esto es lo que querías? Insultos y llanto se volvieron murmullo al alejarse. Habían avanzado ya unos 20 metros, cuando de pronto, don Marcos,  en un movimiento mucho más rápido de lo anterior, regresó, aún con el cinturón en la mano hacia donde había quedado el grupo de chiquillos. Pensaron entonces lo peor, pero extrañamente los pasó de largo y entró a una cercana tienda, de la que segundos después salió con las manos rebosantes de dulces, dirigiéndose raudo al infante, pero ahora su actitud había cambiado, le hacía mimos, le hablaba con palabras suaves, lo acarició tiernamente y colmó las breves manos con las golosinas recién compradas.

Una sonrisa apareció en el rostro del niño. Tiernamente lo levantó y entre caricias y palmadas, lo encaminó hacia sus extrañados compañeros de juego, animándolo a divertirse, incluso a ellos les tocaron  dulces.

Tras dejarlos en paz, se dirigió por última vez en ese día, ahora con pesado andar, hacia su  negocio, seguramente pensaba, ¿Dónde andará el pinche Rubén? Este no era.

Imagen de Google Earth. Calle Reforma, antigua calle de los Leñeros y anteriormente inicio del primer camino Real a México. En mitad de la acera izquierda estaba la frutería, en la parte inferior de la imagen, jugaban los niños del relato.
El último duelo en San Juan del Río.

No cabían los dos en el mismo pueblo, seguramente habían pensado uno del otro en muchas ocasiones, se conocían y sabía cada uno de las cualidades del otro, por lo que, a lo mejor por precaución, no frecuentaban los mismos lugares.

Eran diametralmente opuestos, uno, se había criado en el barrio, aprendiendo todo lo bueno y lo malo, días y noches en las calles, le hacían poseedor de una habilidad natural con los dedos, la velocidad era su mayor habilidad. No necesitaba que alguien se lo dijera, el mismo sabía y pregonaba ser el mejor del pueblo.

El otro, de familia acomodada, había estudiado, leyes para ser preciso, no era oriundo del pueblo, pero avecindado desde muchos años atrás, de todos era conocido que solo por gusto personal, también era poseedor de unas manos acostumbradas a reaccionar de manera rápida. La precisión con los dedos era su mejor cualidad, incluso había estudiado para ello y hasta discípulos tenía.
Siendo aún el pueblo pequeño, en la mitad de la década de los noventas, el destino los juntó en las afueras del portal de Reyes, la suerte estaba echada, esa noche surgiría el mero mero.

Extraños designios, por pura casualidad, cuando se vieron, ambos portaban entre sus manos, aquello con lo que pensaban borrar de la faz de la tierra o al menos del vecindario,  al otro.
La voz aguardentosa del hijo del pueblo, rasgó la noche, - ¿Un tirito licenciado? Frente a él, seguro de lo que traía en la mano, el aludido solo contestó con una irónica sonrisa, seguido de ¿Cómo va a ser la cuestión?

Para entonces, los curiosos, que bien conocían a ambos y de lo que eran capaces, habían formado bandos y animaban a uno y otro.

De los cercanos puestos de revistas, los carritos de hot dogs y el bar Casino, llegaron algunos más, ¿Qué está pasando decían? Se van a enfrentar el  Dedos de Oro contra el Licenciado, era la respuesta.
-Usted  va primero, después yo, a ver de qué cuero salen más correas, se escuchó decir.

Los dados estaban lanzados, ambos frente a frente, ora si como dice la canción, echando  mano a sus fierros como queriendo pelear.

El silencio de la noche fue cortado por un sonido que emanaba de la posición del Licenciado, iniciaba el combate…
Una hora después, el duelo no había podido resolverse, ambos se declaraban vencedores y por simple precaución han decidido eludirse desde entonces.

Los contendientes eran, por un lado, El licenciado Felipe Muñoz Gutiérrez, músico de escuela, integrante y maestro de Rondallas en la ciudad, por el otro, Justino Arriaga, “el Dedos de Oro” músico de bares y cantinas de la ciudad. Ambos bohemios de afición, esa noche estaban armados para su duelo, con sendos acordones de los que son virtuosos, cada uno en su estilo y deleitaron a los asistentes con lo mejor de su repertorio. El Dedos de Oro, ejecutaba lo mejor del repertorio popular, aderezado con zapateados, vueltas, saltos y todo género de groserías, incluso le recetó a Muñoz algunas melodías clásicas. El Licenciado por su parte, siempre propio, dejo que de su instrumento brotara la más alta escuela de música. Rondas, valses, intros y corchetes hablaron por él.

Fotografía personal, Portal de Reyes, esquina de Avenida Juárez y Galeana, entre los árboles y coches se efectuó el "último duelo"
¿Quién ganó? No hubo jueces, los partidarios de ambos bandos vitoreaban a su ejecutante luego de cada pieza. Este enfrentamiento de acordeones , a falta de balazos, fue el último duelo en San Juan del Río.
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Espero les hayan gustado, aclaro que ambos hechos ocurrieron, la redacción es propia y con algunas libertades literarias. Como estas hay muchas, que iré intercalando en algunas entradas. Entre semana subo la imagen que prometí para festejar las 100 entradas. No lo hago en esta porque es de una época y tema diametralmente opuesta. Seguramente fue conocida en su tiempo pero en la actualidad no creo que la haya visto ningún sanjuanense vivo. Y no se pierdan la última parte de la crónica del Jardín de la familia.
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Sobre la imagen que encabeza esta entrada, señalando ser la número 100, se me ocurrió porque allá por el año de 1971, el cerro de la Venta tenía un letrero similar, a alguien se le ocurrió tomarlo como mampara y en su ladera, se hicieron grandes bardas con piedras encimadas, mismas que fueron pintadas con cal. El texto resultante era enorme y se podía ver desde muy lejos, si no mal recuerdo rezaba “QUERETARO CON CALZADA”. 
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En últimos días hay muchos visitantes nuevos, bienvenidos a este espacio, les recuerdo que pueden agregarse como seguidores y los  invito a comentar,  contesto a todos.


ACTUALIZACIÓN 26 DE MARZO DE 2017

Y hablando del barrio…

Ya sé que no me la van a creer, pero resulta que en una pasada entrada, relaté una anécdota de un habitante de la Calle Reforma, don Marcos. No puse fotografía por carecer de ella. Resulta que en el libro San Juan del Río. 500 años, aparecido en junio pasado, está una fotografía de José Velázquez, precisamente de esa calle y aunque no puedo asegurarlo por completo, parece que los ahí retratados, son don Marcos y Rubén, los protagonistas de la anécdota. Si no lo son, la ilustran muy bien, incluso están precisamente afuera de donde tenía su frutería.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Vida, pasión, muerte y clonación de un espacio público. El jardín de las familias en San Juan del Río.

Recuento de la anterior entrada.


Continúo con la historia de las transformaciones que ha sufrido el espacio público, oficialmente llamado Jardín de la Familia en San Juan del Río.

Aunque el templo que lo preside fue el último construido en el centro de la ciudad, en razón de ubicarse junto al lugar de llegada de los viajeros en todos los tiempos y otros detalles que se irán mencionando, le dieron, a partir de la popularización de las cámaras  fotográficas, una característica que las demás iglesias, más antiguas, señoriales e importantes, no tuvieron: Es junto con su área circundante, el espacio más fotografiado de la ciudad. Por lo menos hasta fines del siglo pasado.

Con la observación de dichos testimonios gráficos es que, ante la ausencia de una historia escrita de nuestra ciudad, podemos hacer este recuento, salvo lo escrito por Rafael Ayala, se carece de otro tipo de datos, que puedan auxiliar.

Decíamos que a partir de la construcción del Templo del Sacromonte en la década de 1830,  al costado oriente del espacio abierto fuera del pequeño atrio quedó una gran explanada que por extensión recibió el mismo nombre. No hay datos de si se le realizó alguna obra. Todo indica que no, simplemente, se aprovechó el espacio y en razón del desnivel de la calle, era más alta en la parte cerca del templo que en su extremo final. A pesar de estar “de bajada” no era un espacio árido,  bajo la banqueta del portal del diezmo había una línea de árboles y otra igual en la acera sur. Por su irregular forma, se le dio categoría de “Plazuela”, adoptando su nombre oficial que traspasaría el siglo: Plazuela del Sacromonte. Su extensión a lo ancho era más o menos la misma que la actual, entre la av. Juárez y la acera “ancha” del lado sur, frente a la cárcel;  terminaba en la bocacalle de Allende. Como puede verse en el plano de 1864.

(Para más información sobre las “plazuelas” de la ciudad dar clic en el siguiente enlace)
Juana la Loca


Plano de  Guadalupe Perrusquía, de 1864, el templo, su pequeña barda atrial y la plaza llana.


Imagen del AGN. Una estampa como esta originó el culto al Señor del Sacromonte en nuestra ciudad. Es del año de 1782. Supongo que así era la originalmente venerada en el templo. Unos dicen que desapareció, otros que está en la sacristía.

El Señor del Sacromonte original, en su santuario del Estado de México.

INNUENDO

La plaza, como toda la pequeña Villa, languideció durante varias décadas, sin más novedad que la llegada de carruajes y diligencias, que provocaban el momentáneo barullo de comerciantes y lugareños, para regresar luego a su letargo, interrumpido también por las muchas procesiones religiosas que por la calle Real hacían su aparición  fugaz, diluyéndose hacia otros rumbos de la ciudad.
Solo unos pocos días al año el lugar cobraba vida con la aparición de los danzantes indios que en sus últimas fiestas paganas, hasta la década de 1850, hacían acto de presencia en el lugar, como queriendo hacer sentir a los cada vez más numerosos mestizos, que toda la tierra que pisaban, muchas leguas a los cuatro vientos, había sido suya. Estas danzas, por lo profanas, fueron luego prohibidas por la iglesia y las limitaron a las efectuadas en los templos del centro, con control estricto de manifestaciones no convencionales.

De igual manera, por ser sitio de tráfico constante de lugareños y foráneos, por el año de 1875, correspondió a la torre del templo el honor de contar con el primer reloj público de la ciudad, donado por el entonces Gobernador Benito Santos Zenea, quien murió antes de la inauguración, efectuada el 16 de abril de 1877 con grandes fiestas.

EL ESPLENDOR

El siguiente cambio visible y que determinaría para siempre la fisonomía abierta de la plaza, se dio a partir de otra obra pública que cumplió el sueño centenario de sus habitantes, contar con un acueducto que le abasteciera de agua potable.

Gracias a donativos y presupuesto público, se logró construir una presa, cuyo único propósito era, dado lo intermitente de la corriente del río San Juan, contener un volumen permanente que permitiera surtir a la ciudad durante todo el año del vital líquido. La presa se construyó al sur de la ciudad, en la cañada de San José, y por un ducto de mampostería, su trayecto concluía precisamente en la Plazuela del Sacromonte.
Ahí, dado que el agua llegaba por gravedad, se construyó con cantera morena, una caja de agua, para liberar presión y a su lado una fuente pública.

Es en este momento, cuando la plazuela, llana y a ras de suelo, se transforma, nivelándola con la entrada del templo en un pequeño espacio cuadrangular, rodeado por un pretil, de unos 50 cm de altura y adornada en tramos por blancas columnas de mampostería. Tenía entrada por sus cuatro costados.  Frente a la barda atrial del templo, una angosta calle lo separaba del jardín. Este nuevo espacio verde era en verdad pequeño. Su piso, aunque ya nivelado, seguía siendo de tierra y no cubría toda el área actual, llegaría apenas al extremo poniente de la actual fuente y a su lado, frente a la puerta de la cárcel, se encontraba la caja de agua.
De nueva cuenta, con solemnes fiestas, se inauguró el acueducto el 19 de marzo de 1886. Agregando a los tipos urbanos que ya existían, los incontables aguadores que desde la fuente, llevaban, a pedido, el vital líquido a diversos rumbos de la ciudad.

El concepto de acueducto como fuente de abastecimiento de agua potable, casi llegando al siglo XX, a pesar de ser orgullo para los habitantes, en realidad ya era anacrónico, máxime que el costo de conducción, vigilancia y reparación debía ser pagado por los particulares y era caro. Apenas unos años después, el sistema debió ser transformado con la llegada de tuberías metálicas, además de la famosa conseja popular de que esa agua era “gruesa” y provocaba enfermedades por lo que mucha gente se abastecía en pozos  y norias, lo que le quitó su carácter popular.
Para la segunda década del siglo XX, el sistema del acueducto se combinó con tuberías, la caja de agua fue movida de su lugar, al costado sur de la barda atrial, no sé porque motivo. Su antigua ubicación la marcaba otra pila hoy desaparecida, más pequeña que la actual.

El volumen de agua que llegaba del acueducto, por falta de mantenimiento adecuado, fue disminuyendo poco a poco, pero me dicen que al menos hasta la década de 1950 todavía daba servicio. La ciudad comenzó a surtirse de  agua bombeada del subsuelo, a través de pozos, el primero realmente funcional, estaba en la actual calle Aquiles Serdán, donde está el edificio del sindicato de la Presidencia.

La bella plazuela se fue deteriorando, el pretil se deformó, las columnas que lo engalanaron,  ahora incompletas -los jarrones que las presidian fueron robados- solo la afeaban, terminando por convertirse otra vez en un espacio llano, solo la presencia de algunas plantas le salvaba de ser un vulgar baldío.

Otra vez, casi en la década de 1950, el gobierno, aprovechando el mismo espacio plano, quitó los últimos restos del pretil que le rodeaba, acondicionó jardineras y trazó algunas callecitas transversales. Asimismo, se decidió demoler la caja de agua y con su cantera erigir, en el extremo poniente del nuevo jardín, un monumento a la bandera. La pequeña callecita frente al atrio se amplió para el paso de vehículos.

De la original plazuela del Sacromonte hoy solo sobrevive, con algunos arreglos, la  fuente, que es la antigua, solo que rodeada por otra de mayor tamaño, formando una jardinera interna y en el vestíbulo de la antigua cárcel, hoy Centro Histórico y Cultural, dos de las piedras de cantera de la caja de agua, con datos técnicos del acueducto. (Y no estoy seguro, pero parece que dos de las columnas blancas fueron a dar al “Salón de Actos”, un pequeño teatro que tenía la cercana escuela “Mártir de Chihuahua”, estaban a los lados de la escalera que subía al escenario)
Para la década de 1960, ya plenamente constituido como jardín moderno, la parte de la calle no ocupada por él se convirtió en el paradero semioficial de autobuses. Es la sección de la Av. Juárez frente a los edificios que le siguen a la antigua cárcel hasta la esquina con Allende. Este espacio hoy está ocupado por parte del moderno jardín, pero anteriormente estaba a nivel de la calle. Desde la construcción de la carretera panamericana, en la década de 1940, todos los alrededores... 

Continuará… (otra vez)

Presento a Ustedes las imágenes comentadas:
La más antigua, nos presenta el jardín que con motivo de la inauguración del acueducto se construyó en 1886. Puede observarse la pequeña barda que le rodeaba, las columnas blancas que le adornaban. Al centro, la fuente y a su derecha, la caja de agua en su ubicación original. Puede verse al lado de la columna grande, la entrada poniente al espacio. Fotografía tomada de los calendarios de la CANACO, crédito a quien corresponda.
Fotografía del archivo histórico Municipal, probablemente de un año cercano a la anterior, pueden observarse las columnas blancas ya sin jarrones y la entrada norte al jardín. 
 
Fotografía sin autor, parece ser de las de don Crisanto Álvarez, apenas unos años después, las columnas y la barda perimetral se deterioraban, se observa todavía la entrada sur. Elegí esta imagen, a pesar de ser de poca calidad porque en ella puede observarse, al centro la fuente original y a la izquierda ya no está la caja de agua, en su lugar se observa otra fuente más pequeña. El tubo me dicen, que venía de la caja de agua en su nueva ubicación, al sur de la barda del templo. Se observan varios aguadores.
Para 1928, el jardín comienza a desaparecer. Fotografía tomada de Internet, crédito a quien corresponda.
Pocos años después, a lo lejos, se observa que el jardín casi ha desaparecido. Esta fotografía parece ser de las de don Jesús Layseca. 
Llegan nuevos aires, el jardín se remoza, se pueden observar las callecitas internas. Ni resto del anterior.
 
Casi por los mismos años, en otra fotografía de Layseca, se puede observar la fuente que permanecía, el extraño objeto triangular con decoración de ajedrez, unos me dicen que fue el primer monumento a la bandera, otros, que era una antena de radio comunicación.
La siguiente fotografía, de José Velázquez, nos muestra el monumento a la bandera construido con la cantera de la caja de agua, corresponde al año de 1960 y se observa que el jardín ha sido rediseñado.

Fotografía tomada de Ayala, 1981, la caja de agua en su última ubicación. El agua llegaba por debajo y salía por el orificio superior. La siguiente fotografía, personal, muestra las únicas rocas que le sobrevivieron.







Difiero de Ayala en el punto de que él dice que la ubicación original de la caja de agua era a un costado de la Iglesia. Me apoyo en las fotografías antiguas: estaba frente a la entrada de la cárcel, a un costado de la fuente, aunque no duró mucho ahí.
Finalmente, presento este recuerdo familiar, mi bisabuelo, uno de los últimos aguadores de los muchos que se ganaron la vida acarreándola de la fuente o la caja, a las casas que se la encargaban. La tarjeta le fue otorgada en 1942, para, por su edad, no recibir instrucción militar. (Era la segunda guerra mundial y nuestro ejército alistaba a todos los posibles)

 No tengo constancia exacta de los años en que ocurrieron las transformaciones enumeradas, me baso en los daños colaterales.
... SE ACERCA LA ENTRADA 100

domingo, 13 de septiembre de 2015

El Jardín de las familias, las mil caras de un espacio público



ANTECEDENTES
Existe, en pleno centro de la ciudad de San Juan del Río, sobre su calle principal, un gran espacio abierto, que incluye un templo, casas y edificios coloniales, además de una plaza  llamada Jardín de la Familia. (aunque la mayoría le llama popularmente “el jardín del Santuario”) Por encontrarse en la zona de mayor movilidad en todos los tiempos, ha sufrido grandes transformaciones, algunas necesarias, otras completamente banales. Trataré de relatar algunas, entremezclando la historia oficial, con datos de investigaciones personales.

Los primeros documentos que mencionan lo que sería este espacio, datan de fines del siglo XVI, cuando ya se hallaban plenamente establecidos tanto el Camino Real como el pueblo de San Juan del Río.
En razón de que el camino atravesaba  en medio del pequeño asentamiento, al costado de él, se estableció la administración virreinal, en lo que se llamó Casas Consistoriales, que constaban de oficinas, cárcel y lo más importante en esa etapa, el juzgado Registros.
Aunque por esos años, algunos españoles comenzaron a vivir en el pueblo, este era esencialmente de indios, con autoridades propias pero sin jurisdicción sobre los actos de los viajeros que por aquí transitaban. Por ello fue necesario nombrar funcionarios que calificaran y registraran el paso de viajeros y establecieran aranceles para sus mercancías y ganado.

LAS CASAS CONSISTORIALES, AUGE Y OCASO
El Juzgado de Registros era de vital importancia en esa época, dado que por no estar completamente colonizados los territorios del norte del virreinato, todos los animales que necesitaban para su subsistencia, debían ser transportados desde el centro del país, que ya contaba con una incipiente ganadería, capaz de exportar sobre todo a los fundos mineros de Zacatecas y Guanajuato, los animales de carga, tiro y alimentación, de tal manera que en el pequeño poblado, establecido el Juzgado, todos los hatos le eran presentados obligatoriamente para su revisión y legalización. Así, durante muchos años, el Juez de Registros fue el funcionario más importante del pueblo.

El edificio administrativo se estableció en la orilla sur del camino Real, en un amplio espacio originalmente propiedad de los Indios, quienes lo cedieron para el fin señalado. Ocupaba, la mitad de la manzana hoy delimitada por las calles Reforma, Avenida Juárez, Guadalupe Victoria y Allende, solo la mitad que daba al lado del camino, la parte trasera era muy irregular por estar ahí la continuación de las Peñas del Calvario.

El camino Real, desde lo que hoy conocemos como la Curva, y hasta la calle 16 de septiembre,  era más amplio en su lado sur de lo que en la actualidad es la Av. Juárez por ser también terreno rocoso e irregular, poco propicio para viviendas y dado que se necesitaba un gran espacio para albergar los hatos de ganado, a veces miles de cabezas, que debían esperar turno para el registro, el terreno desocupado, se llenaba con ellos, lo que lo mantuvo baldío durante muchos años. Aunque el juzgado tenía corrales propios, muchas veces debieron ser insuficientes.

Con el paso de las décadas, habiéndose colonizado gran parte del territorio norte del virreinato, se establecieron ahí ganaderías locales que autoabastecieron las necesidades de dichos lugares, disminuyó paulatinamente el volumen de ganado que por San Juan del Río pasaba. El Juzgado de registro siguió funcionando, pero su importancia decayó y se limitaba a supervisar los envíos de ganado local, de y a los lugares circunvecinos.


Esquema personal, indica los elementos mencionados
Las Casas Consistoriales se conservaron para las nuevas autoridades que el aumento de españoles en el pueblo requerían, llamándose ahora Prefectura, y para la revisión de carruajes y viajeros, hasta entrado el siglo XVIII, cuando se traslada esta función a lo que conocemos como Casa de las diligencias, metros adelante sobre el mismo Camino Real.

El edificio continuó ocupado por algunas oficinas y la cárcel, función que mantuvo hasta finales del siglo XX. Con muchas remodelaciones, es esencialmente lo que hoy conocemos como Centro Histórico y Cultural, que alberga oficinas municipales de Cultura, Biblioteca y un Museo. El resto, donde debieron ubicarse los corrales y otras dependencias, se convirtió en un Mesón, llamado en sus última épocas, "de San Pablo", demolido en la década de 1970 para la construcción del moderno hotel y locales comerciales que se ven actualmente.

El ancho camino Real, en la parte mencionada como baldía, fue retomado, seguramente por el aumento de la población, en algún momento del siglo XVIII, por los indios del barrio del Calvario, inmediato al sur del camino, estableciendo una línea de casas que dio origen a la hoy la calle Mariano Jiménez, antes "de San Antonio".  Este asentamiento, de apenas tres pequeñas cuadras, se llamó de “Pueblo Nuevo”. Pertenecía territorialmente al barrio del Calvario. En algún momento, ambos nombres se fusionaron y el barrio completo era llamado con cualquiera de los dos nombres.

SACRISTAN QUE VENDE CERA Y NO TIENE CERERÍA, ¿DE DONDE LA SACARÍA?

En un terreno del Pueblo Nuevo, cercano a las oficinas y cárcel, vivían unos hermanos de apellido García Sánchez. En 1817, uno de ellos, arriero, había traído del Santuario del Sacromonte de Ameca (en el hoy estado de México) una estampa que se decía era muy milagrosa y la obsequió a su hermana Antonia Paulina. La estampa en cuestión le fue pedida por la familia Varela para el restablecimiento de la  salud de una de ellas, lo cual ocurrió y se hicieron constantes los pedidos de la estampa para tales efectos y por sus efectivos resultados se estableció una devoción local al Señor del Sacromonte de Ameca. Habiendo restablecido la salud incluso de algunos sacerdotes, se le construyó un nicho de madera fina, y se arregló el jacal de los García, donde posaba la estampa cuando no andaba en funciones sanadoras. Cerca de 1821 se construyó una capilla y poco después, en 1826 los García obtuvieron licencia para establecer un templo, que se construiría con las limosnas que se recolectaban en la capilla.

Los hermanos cambiaron sus trabajos para dedicarse completamente a la administración de las limosnas para la construcción, en el terreno inmediato a su vivienda y las antiguas oficinas y cárcel. Se dice que también cambió su economía, de simples zapateros, habitantes de un jacal, a llevar una vida “regalada y cómoda”. Como las limosnas continuaban y el templo no se terminaba, se les embargaron sus bienes y merced a un litigio, se les concedió conservar una casa en la calle de la Estación y  fue así que la construcción pudo terminarse.
El nuevo templo fue bendecido en noviembre de 1831, con grandes y solemnes festividades, organizadas y patrocinadas por las autoridades civiles y eclesiásticas. Incluyendo la asistencia del gobernador del estado, seguidas de 9 días de fiestas profanas que incluyeron fuegos artificiales, tapadas de gallos y corridas de toros, en una plaza acondicionada al frente del templo. (Para toda esta sección me basé en Ayala, 1981, pp. 148 a 151)  

DE PLAZUELA DEL SACROMONTE A “JARDÍN DEL SANTUARIO”

Esta fotografía parece ser la más antigua conocida de la entonces  llamada Plazuela del Sacromonte, pueden observarse las columnas o pilastras blancas que delimitaban el área a principios del siglo XX. Fotografía tomada de los calendarios de la CANACO, crédito a quien corresponda. Se fecha en tales años por ya contar con la fuente pública y la caja de agua, igualmente por la fecha debe ser de Crisanto Álvarez, pero no tengo seguridad plena.

De esta manera, el pueblo, apenas a una década de su vida independiente, construye su último templo “colonial” o el primero "mexicano". Se le llamó Templo del Señor del Sacromonte, aunque la gente común, por provenir la estampa del Santuario de Ameca,  le llamó  también a este, “El Santuario” y en consecuencia, el espacio abierto al frente se llamó Plazuela del Sacromonte. 

Sin datos acerca de si siempre se hacían en ese lugar, por lo menos desde su construcción y hasta la década de 1850, esa plazuela era ocupada por la población indígena para realizar algunas de sus festividades. Con el mestizaje poblacional, estas manifestaciones culturales se fueron perdiendo, como la etnia y su predominio demográfico.

Fotografía personal, Jardín de la familia, época actual, durante la última remodelación.
El templo constó desde el inicio con un pequeño atrio y la Plazuela, delimitada por pilares. La extensión de esta plaza, de apenas unos 30 metros al frente del templo, se pobló de árboles. Parecía, a finales del siglo XIX, que continuaría así por siempre. No lo fue, vendrían las transformaciones que lo llevarían a convertirse en la actualidad en el “Jardín de las Familias”.  (No es error, oficialmente se llama Jardín de la familia, al final se verá porqué ahora se pluraliza)

Fotografía personal, Puerta lateral, del templo del Sacromonte, difícil de tomar ya que la reja del atrio en ese lado siempre está cerrada, por lo que a pesar de estar a dos metros de la calle es desconocida para muchos.

CONTINUARÁ...
Para mayor información relacionada, dar clic en los siguientes vínculos de este mismo blog:

miércoles, 2 de septiembre de 2015

La capilla de la Cruz, del barrio de San Isidro. Un tesoro escondido



La capilla de la Cruz
 
Hasta hace algunos años, en lo que era el desolado espacio entre la ciudad y el barrio de San Isidro, sobresalía por solitaria, a escasos 200 metros del centro del poblado, una semi- oculta construcción. Digo que estaba así porque su acceso no daba a la calle, sino que había que acceder por su parte lateral. A quienes transitábamos por el antiguo camino nos parecía extraño que en medio de la nada estuviera dicha construcción. Dado que no había casas en los alrededores, se podía acceder fácilmente, incluso, de niño recuerdo haber entrado al terreno y observar a través de la cerradura, su interior en penumbras.


Se trata de uno de los escasos ejemplares sobrevivientes de las llamadas capillas familiares, que sustituyeron a los antiguos oratorios otomíes. Según las personas mayores, antes eran muy numerosas en todo el viejo perímetro del pueblo. De inicio, siendo toda  la población autóctona, se respetaban como espacio religioso pero conforme fue creciendo la parte urbanizada fueron absorbidas. Muchas se integraron a construcciones modernas, otras simplemente fueron derruidas.  Hoy apenas quedan unas cuantas,  según el Lic. Pájaro, estudioso de estas cuestiones, son siete, personalmente conozco la mayoría, cada una tiene un elemento que la distingue, pero creo que la que hoy presento, es la más bella de todas en su interior y la única que conserva todos los elementos arquitectónicos que las caracterizaban.

Apenas hace algunos meses, por una casualidad del destino (y siempre andar contando historias) tuve acceso de nueva cuenta a ella. Desde que inicie este blog, una de mis intenciones era ir a visitarla. Desgraciadamente el terreno desolado que había apenas hace unos cuarenta años en la calle de acceso al barrio, hoy está completamente urbanizado, siempre tuve la esperanza de que detrás de alguna de esas fachadas se conservara algo de dicha construcción, afortunadamente, resultó que no solo seguía ahí, sino que su estado de conservación, pese a los años es muy aceptable y completo.

 Su nombre oficial y popular hasta hace algunos años era la capilla de la Santa Cruz.

Como todas las de su tipo,  esta capilla, además del edificio conserva un pequeño atrio rodeado por una barda  y un calvarito o humilladero.
Fotografía CONACULTA-INAH plano del conjunto.
A diferencia de las iglesias normales, a estas capillas, no se accedía por el frente, sino por una entrada lateral, que conducía al atrio. No tenían entrada frontal, porque ese espacio se ocupaba por el calvarito,


Fotografía CONACULTA-INAH. Arco de acceso lateral.

En la tradición otomí de las capillas de Tolimán, Qro., el calvarito es una construcción que si bien era parte del conjunto, por estar inmediatamente fuera del atrio, ya no se consideraba dentro del espacio sagrado y en ella se depositaban los restos de sus antepasados que no habían sido bautizados y por ello no podían yacer dentro.  Creo que aquí no se les dio esta utilidad, y el calvarito o humilladero era solo un lugar intermedio de oración antes de entrar a la capilla. También se les llama “humilladeros” porque dada su pequeñez, había que agacharse un poco para estar a la altura de la imagen contenida en él.

Fotografía personal. El Calvarito o humilladero
El calvarito de esta capilla, se conserva completo, solo ha perdido su cruz de piedra y una cantera de su base.  Ignoro si su constructor lo copió de uno que se encontraba por aquellos años en el acceso al Santuario de Ameca, en el estado de México, son idénticos.
Al lado del Calvarito están los restos de unos “poyitos”, seguramente para los que  no alcanzaban lugar al interior.


Fotografía personal: El arco de entrada visto desde adentro, a la izquierda un "poyito"

Frente al Calvarito, se encuentra el atrio o patio, de unos 40 metros cuadrados y la entrada a la capilla, que como todas las antiguas, daba frente al poniente.

Estas capillas eran edificadas por los integrantes de una familia, para tener un lugar donde depositar sus imágenes religiosas y a ella accedían los vecinos en ocasiones, pero legalmente nunca fueron públicas, siempre fueron propiedad particular. La que hoy se detalla, fue hecha a “costimización” del más antiguo propietario conocido, el Sr. Anastacio de la Cruz, como consta en  un letrero al interior y de quien desciende la familia que actualmente es la dueña del predio.
Fotografía Personal. Pared interior de la fachada, la inscripción dice:

" SE A CABO ESTA HOBRA EL DIA CUATRO DE MAYO DE
MIL OCHOSIENTOS HOCHEINTA YDOS A COZTIMICION
DEL SEÑOR DON ANASTACIO DE LA CRUZ"

De acuerdo a datos proporcionados por la familia, se recuerda que los propietarios, ya en el siglo XX, fueron los padres adoptivos de la señora Anastacia Paz Reséndiz, a quien le donaron la propiedad, Ella fue la mamá del señor Ciro, tío de la familia hoy poseedora, quienes amablemente nos permitieron el acceso y nos dieron la información que hoy se detalla.

Se ignora sí la capilla se dedicó a la Santa Cruz por el apellido del propietario en el siglo XIX, por el culto a la forma o una combinación de ambos, pero fue acabada el 4 de mayo de 1882. Las bóvedas ya había sido completada el año anterior, el 11 de junio.

Por la acción del tiempo, las imágenes antiguas se apolillaron y despintaron. Máxime que durante la persecución religiosa, el espacio fue utilizado como bodega de maíz en mazorca, incluso, a decir de las informantes, en la pared se conserva la huella de un balazo. Igualmente durante esa  época  seguramente por su lejanía, se menciona que un sacerdote de apellido  Reyes, vestido de paisano, oficiaba misa en este lugar a pesar de la prohibición.  
Fotografía personal. Algunas imágenes.

Una característica muy importante de este lugar, es que, en conjunto con las otras capillas familiares cercanas, albergaron y conservaron el culto y la imagen del Santo Entierro en los años en que les tocaba quedarse en este barrio.  A partir de 1944 se pidió la misa de entrega - recepción en estos locales. Desde 1968  la imagen ya no se alojó de manera itinerante en estas capillas, sino  de manera fija en la parroquia del centro del barrio. La última misa fue para un evento familiar en el año de 1989.

 Pesar de sus vaivenes, la capilla, su barda atrial y el calvarito se conservan completos,  aunque deteriorados. No hay muebles ni imágenes antiguas, las que actualmente ostenta el altar o trono, son relativamente recientes.
Fotografía CONACULTA INAH detalle del interior, la pintura y adornos arquitectónicos son originales. Aquí todavía tenía las esferas.
La capilla, propiamente dicha se compone de dos cuerpos, su aplanado y pintura son originales. Asimismo, se conservan completos todos los adornos de estuco.

El altar contenía una imagen de un cristo de bulto con una cruz de madera que fue robado en épocas recientes, cuando el acceso por los alrededores era libre, lo que motivó a proteger la entrada, conservando intacto todo el espacio. La cruz de cantera que se observa es reciente, instalada por la familia bajo los arcos del  trono que estaba adornado por unas esferas de cristal  que hoy se han desprendido, igualmente se desprendió el candelabro original.


Fotografía personal, con más de 60 años, un antiguo calendario nos muestra a Juan XXIII al interior de la capilla, de cigarros Delicados.
Prefiero no describir todo el interior, les invito a que observen los detalles en las fotografías, todos originales, tras de por lo menos 130 años, la pintura resplandece y el aplanado solo tiene pequeños raspones. 

Fotografía personal: Detalle del pórtico del altar
Detalle curioso es que la fachada tiene una cruz suajada en el muro, que  seguramente tiene un efecto de luz y por la posición de la casa, en las tardes producía una hierofania, es decir, los rayos del sol, al cruzar el hueco de la cruz de la fachada, se dirigían al altar, formando en él una cruz de luz. Este tipo de detalles los tienen muchas iglesias, pero permanecen ignorados, o  está obstruido el paso de la luz. Desafortunadamente cuando se me permitió el acceso era una tarde nublada y acababa de llover  y no pude confirmarlo, además de que creo que una alta barda vecina lo opacaría. Por la misma razón, las fotografías no son muy buenas, pero no iba a desaprovechar la oportunidad.
Fotografía personal. Fachada, nótese el hueco de la cruz suajada.


Fotografía personal: El altar
Fotografía personal: Detalle del estucado en las columnas

Fotografía familia Ramírez, El calvarito, hace 30 años, con su cruz original.





Fotografía personal, la simétrica puerta, elaborada con una sola hoja de sabino, por eso hasta los detalles de la madera son iguales. Material que ya no trabaja ningún carpintero y ha soportado más de un siglo de intemperie.

Es reconfortante poder observar este tipo de construcciones, el cariño con el que los propietarios la conservan íntegra hasta el último de los detalles, qué triste que hayan tenido que restringir el acceso, obligados por los daños causados por los vándalos, cuántas oraciones y lamentos no habrán escuchado las imágenes hoy perdidas del Calvarito y del altar. Porqué la modernidad nos impide disfrutar de estas obras maestras de nuestros antepasados, que con los pocos recursos que disponían, nos legaron este tesoro, hoy oculto, por desgracia.

La capilla de la Cruz, está catalogada como monumento histórico, su fecha de construcción como se dijo arriba, es del año de 1882, aunque contiene elementos de siglos anteriores, por lo que se supone, sustituyó a otra más antigua.


Un agradecimiento a la Maestra Martha y a su apreciable familia por permitirnos el acceso, pero sobre todo porque gracias a ellos, aún la podemos ver. Una de las viejas familias, originaria de este Barrio de San Isidro, orgullosa de lo que sus antepasados les dejaron y la conservan de la mejor manera posible. Gracias por permitirnos la sensación de, apenas a unos metros del mundanal tráfico, poder regresar más de 100 años en el tiempo, cuántas más de éstas no se perdieron por falta de una identidad y un amor por el pasado.
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