sábado, 14 de mayo de 2016

La casa de Don Esteban Díaz González en San Juan del río.

La casa de Don Esteban Díaz González en San Juan del río

Fotografía de la década de 1990, todavía tenía el letrero original de la joyería "La Guadalupana"
RETRATO HABLADO

Era como un gato, siempre caía bien parado. Sin ser un político de profesión, logró ser un auténtico camaleón de esa disciplina, de tal manera que siempre aparecía en el bando triunfador o en el que le convenía. Funcionario público local, solo por el placer de serlo, ocupó todos los puestos del Ayuntamiento local, lo que le permitió ser abajofirmante en casi todos los documentos públicos oficiales de San juan del Río, durante dos décadas. Dirigente municipal sin necesidad de serlo, en una época en que los puestos públicos significaban solo la posibilidad de no morir de hambre. Empresario de polendas, incursionó en casi todos los rubros habidos y por haber, además de inventar algunos, siempre que produjeran dinero. Exitoso hacendado, llegó a poseer casi una cuarta parte del valle de San Juan. Pestañeo siempre al poder político, que muchas veces fundió con el económico. Solo tuvo un anhelo insatisfecho:un título nobiliario, se ignora porqué; el poder económico que detentaba y le abría cualquier puerta, fácilmente le pudo acceder a las de la nobleza, lo que no ocurrió, a lo mejor no lo consideró políticamente correcto o no vio ganancia en ello.

Firma de Don Esteban,  en  un manuscrito de 1806, en el que extrañamente rechazaba un puesto público. Tomada de Suárez, 2001.

LA BIOGRAFÍA

En los primeros años del siglo XIX, llegó a nuestro entonces pequeño pueblo el militar español Esteban Díaz González de la Campa; Capitán de la Segunda Compañía del Cuerpo de Infantería urbana del pueblo de San Juan del Río. Puesto con algo de importancia, entre el poder militar y civil de la época. Su biografía está marcada por varias lagunas en momentos importantes de su vida. Se intenta esta semblanza con lo poco que de él se conoce.

Nacido cerca de 1867 en Santander España, se desconoce si su fortuna provenía de abolengo familiar, la adquirió por herencia o fue producto de su trabajo. El caso es que apenas a  10 años de su llegada ya se le consideraba  una de las personas más acaudaladas de la región en esa época. (Y a decir de muchos, de todos los tiempos) También existe la posibilidad de que sus caudales provinieran del pago de una dote. (Eran tiempos en los que la familia de la novia debía contribuir con una elevada suma de dinero para el buen desenvolvimiento del matrimonio por venir)  El caso es que al menos, desde 1809, ya en nuestra ciudad, era poseedor  de un gran caudal económico  que le permitió incluso adquirir el grado de Teniente Coronel, el máximo  posible de obtener sin intervención en batalla.

NO DE AZULEJOS, PERO SÍ DE CANTERA

Dado su privilegiado status, en un pueblo en el que la aristocracia era inexistente, decidió crear su propio feudo. Para ello adquirió un enorme terreno en el barrio de San Miguel, en la entonces llamada calle Del Curato. (Hoy 16 de septiembre) en el centro de la población, perteneciente a la Cofradía de Ánimas. Supongo que el terreno tenía al frente una vieja casona, misma que derrumbó para construir “desde sus cimientos” una enorme mansión en el año de 1810. Baste decir de ella, que a su lado tenía otra apenas menor en majestuosidad y tamaño, en la que solo vivía la servidumbre.
Aunque se dice que fue diseñada por el mismísimo  Francisco Tres Guerras, el arquitecto mayor del virreinato, los documentos indican que no aunque por su majestuosidad no habría desmerecido con otras obras del celayense. Seguramente para distinguirla de las demás, de rústicos aplanados de argamasa, ésta fue ornamentada en toda su fachada con la hasta entonces ninguneada cantera morena sanjuanense, que solo se usaba como relleno de muros. El resultado de cubrir completamente su parte frontal con placas de ese material fue una soberbia casona, ya de por sí sobresaliente  por su tamaño, lo fue más por su atrevida estilización.

La privilegiada ubicación de esta calle permitía a todas las casas que la componen, tener el servicio del agua corriente de la acequia. Así que la  reluciente casa  tuvo, además de la casa principal y la del personal del servicio, una huerta en la parte trasera (aproximadamente lo que hoy es el Fraccionamiento las Fuentes).

Los románticos dirán que por amor, pero creo que más bien en una de sus calculadas jugadas de ajedrez, contrajo matrimonio en 1808, nada menos que con Doña Ramona Torres y Arroyo, casualmente  hija del comandante realista de la región, don  José Torres y Campo, con jurisdicción en las poblaciones de lo que hoy son los estados de México, Querétaro e Hidalgo y por entonces dueño de la hacienda de Santa Rosa.

No hay imágenes de Don Esteban. Esta pintura retrata a su Esposa, Doña Ramona y a su hijo Rafael, nacido en 1809. Tomada de Suárez, 2001.
Militar de profesión, al parecer fue una comisión de su oficio lo que lo trajo a este pueblo, le gustó tanto que en 1817 solicita su baja del servicio activo para permanecer en él. (Algunos dirán que no quiso participar, al desatarse la guerra de independencia, en las acciones bélicas que su puesto conllevaba, aunque él siempre se declaró Realista… bueno hasta que le convino)
Seguramente por su parentesco, los términos en que se dio su baja le permitieron conservar el título de teniente Coronel  y poder utilizar de por vida el uniforme del cargo.

LAS PROPIEDADES

Llegó a ser poseedor de varias haciendas y ranchos  en la zona del Plan de San Juan: San Clemente, Cerritos, el Muerto, el Ahorcado, Santa Rosa y muchas más propiedades compartidas.  Ante la imposibilidad de administrar tan vasto emporio él solo, decidió buscar un administrador, para poder dedicarse de lleno al oropel de la vida pública, decidir, influir y gobernar desde lo oscurito el pequeño pueblo, tan pequeño que ni siquiera un administrador decente encontró, así que optó por, ofrecer el empleo al recién llegado encargado de la oficina de alcabalas que despachaba apenas a unos metros de ahí, en la “casa de las diligencias”, don Manuel Casabal. Seguramente el incentivo monetario fue suficiente para convencerlo.

SALTO AL VACÍO

Dado que la guerra de independencia casi no impactó en San Juan del Río, creyó tener su vida resuelta, su vida transcurría tranquila, pacífica, de vez en cuando cambiaba de puesto en el ayuntamiento, de vez en cuando firmaba  alguna disposición, el tiempo le sobraba, así que decidió dedicarse a la usura, supongo que con éxito y a administrar un Mesón. La tranquilidad le permitió a la familia contar con muchos hijos: Joaquín (1809-1861), Dolores, Concepción, Esteban, Rafael, Antonio (1820), Refugio (1823), Ignacio (1824) y Rafaela (1829-1860). La calle, su calle mientras tanto,  adquiría mayor alcurnia y familias acomodadas se establecieron en ella, para acompañar a la familia Díaz y a los Quintanar, desde antes habitantes de la acera de enfrente. Tan determinante fue, que desde que estaba en vida y hasta muchos años después la calle se llamó “de don Esteban”.

Todavía en 1820, el ayuntamiento local, confirma su adhesión al Rey y entre los integrantes del cuerpo de Gobierno, de nueva cuenta se coló don Esteban.

A veces llegaban al pueblo noticias de tierras lejanas, donde pequeñas gavillas de revoltosos aún luchaban por eso que llamaban  “independencia”, ni siquiera se preocupó, qué podía pasarle si  su suegro era el encargado de la seguridad  de los alrededores. Quizá cuando aquel fue removido del cargo se preocupó un poco, pero la suerte estaba de su lado, el nuevo jefe realista era nada menos que su vecino de enfrente, Don José Luis Quintanar.

Lejos estaba de imaginar que apenas en el transcurso de un año, el máximo jefe de las tropas del Rey, Agustín de Iturbide, pactaría con los lejanos rebeldes, para consumar la independencia nacional, y uno de sus aliados más importantes para el proyecto, en el centro del virreinato fue nada menos que don José Luis Quintanar.
Lo impensable se hizo realidad, todo el antiguo ejército Realista se unió al movimiento de Iturbide y en Junio de 1821, un numeroso contingente se presentó a sitiar el pueblo de San Juan del Río.

Casi no se ha escrito sobre este episodio, lo poco que se ha dicho es que el pueblo se rindió después de sostener  varios combates, lo cierto es  que efectivamente, un numeroso ejército al mando de Quintanar se aposentó en terrenos de la Hacienda de la Venta (casualmente propiedad de  don José Luis) sitiando el pueblo y solicitando su rendición a la causa independentista.
Efectivamente, ambos bandos formaron barricadas y se dispusieron al combate, pero solo se dispusieron, alegremente, los del pueblo, supuestamente sitiados, pasaban al otro lado a saludar a sus conocidos y viceversa. Lo único que estaba prohibido era permanecer en los pocos metros entre ambas barricadas. La fuerza sitiadora era numerosa, bien armada y contaba incluso con artillería. La fuerza de defensa del pueblo se componía de  algunos batallones realistas y algunas decenas de vecinos.  Muchos cruzaron el río para unirse a los sitiadores hasta que el pueblo casi quedó solo. No hubo lucha, el único disparo que se dio dentro del pueblo solo mató a un perro. Ante la insostenible situación, se acordó la rendición con la condición de dejar salir a los pocos integrantes de los cuerpos realistas que no habían desertado, quienes abandonaron por el camino a México, mientras el numeroso ejército de Iturbide cruzaba el Puente de piedra para entrar a él.

El ayuntamiento, que un día antes declaraba su adhesión al rey, instantáneamente se convirtió a la causa de Iturbide y se formó un ayuntamiento integrado... exactamente por las mismas personas que el anterior, pero correspondiendo el grado de alcalde de primer voto nada menos que a… Esteban Díaz González quien  seguramente lo primero que hizo fue guardar su uniforme “vitalicio” para  tomar su nueva vestimenta independentista.

EL DECLIVE

FOTOGRAFÍA PERSONAL. LA CASA EN LA ACTUALIDAD
Otra vez volvió a ser el camaleón de la política, solo dejó para siempre su faceta realista y su sueño de un título nobiliario, lo demás era salvable. Completó la década, como siempre, en la palestra pública.
Sus grandes reflejos para cambiar de bando, se fueron haciendo lentos por la edad hasta llegar a la década de 1830, durante los frecuentes cambios de gobierno, en los que seguramente no calculó en que bando caer y a pesar de su gran opulencia, en 1833, fue hecho preso en la cárcel de la Acordada, en la capital del país, de la que no salió bien librado y murió cerca de 1834, (En ese año, en la boda de uno de sus hijos, se específica que es difunto)  aunque dos años antes, sintiendo cercana la muerte “después de diez meses de padecimientos en la salud por el desgano de alimentos…”  dicta un testamento en el que, previendo casos que había conocido, de familias propietarias que  al disgregar los bienes o dejarlos en manos de administradores, nombra algunos albaceas para sus herederos universales.


Fotografía personal. La entrada principal.
No sirvió de mucho tal disposición, su viuda, Doña Ramona, en diciembre de 1834, se casa con… el administrador, Manuel Casabal, quien al enviudar quedó como propietario de los bienes, precisamente lo que no quería Don esteban y los herederos disgregaron el resto.
La opulenta casa se conservó  en poder de la familia, hasta fines de ese siglo,  por entonces, se repusieron la mayoría de sus pisos, con un para entonces novedoso material, el cemento, de tal calidad que se conserva hasta la fecha y no ha podido ser igualado con el mismo material moderno, cuando ha requerido una reparación. Como todas las de su época, se caracteriza por tener amplias habitaciones, servicios y un sobrio patio con arcadas de cantera. Curiosamente, los cuartos están señalados  con signos en los arcos del exterior. Ha persistido hasta la actualidad, casi intacta.

La mansión tiene el raro honor de que en ella se alojaron los dos malogrados emperadores que ha tenido México, en 1821 Agustín de Iturbide y en 1864 Maximiliano de Habsburgo. (Respecto de Iturbide, tengo mis dudas, creo que sí se alojó en una casa propiedad de Don esteban, pero no ésta, de cualquier manera, por dicha estancia, también se le dio el nombre de Iturbide a esa calle, hasta principio del siglo XX que cambió al actual )
Conocida con los  nombres de “la Guadalupana”, (por una joyería así llamada  que funcionó ahí muchos años, cerrada ya, conservaba en la fachada hasta hace poco el letrero que la identificaba y hoy lo hace, como plaza), “la casa de cantera” (por estar cubierta la fachada con ese material) y antiguamente “la casa de Don Esteban”.


EL LEGADO
Los hijos Díaz Torres destacaron en muchos ámbitos, especialmente Esteban, que fue jefe político de la ciudad y Rafaela, gran benefactora local, tanto en vida como a través de los legados dejados a su fallecimiento. La familia emparentó con otra de no menos  caudales con  residencia en  la misma calle, los Domínguez Quintanar, formada por Juan Bernardo Domínguez y Gálvez e Ignacia Delgado Quintanar, sobrina del General José Luis Quintanar, en cuya casona vivía.  

De la ya familia Domínguez Quintanar, dos hijas se casaron con sendos de don Esteban y sobresalieron Manuel y Ángel como jefes políticos de la ciudad durante el imperio de Maximiliano  el primero fue prefecto político de Querétaro durante el sitio en 1867.  Hasta muchos años  después, se desempeñaron  además  en  labores académicas  y cívicas en la ciudad de México.  Ángel fue después diputado y co-redactor con su par Veítez, del proyecto de lo que sería la tercera constitución de Querétaro,  miembro de sociedades científicas a nivel nacional. Fundó un instituto para la enseñanza primaria y  secundaria en el pueblo y publicó varios libros.  Otra hija,  Soledad fue a su  vez casada  Antonio Díaz Torres y madre de Celestino Díaz Domínguez.

Fotografía, debe ser de mediados del siglo XX. Crédito a quien corresponda. Uno de los patios.
Celestino, nacido en San Juan del Río, con su familia sentó residencia en Querétaro,  de profesión abogado, fue además poeta, escritor, periodista y diputado por san Juan, ministro y magistrado de justicia. Publicó la Guía del viajero en Querétaro. Maximiliano le expidió el título de abogado del imperio en 1865. Casado con Dolores Vallejo, su hijo Felipe llegó a ser dueño de las Haciendas de Carrillo, Tlacote y Mompaní en Querétaro, casado con Elodia Ramírez Llaca, fueron padres de Padre de Felipe, María Eugenia, Guadalupe, Guillermo, enrique y Fernando Díaz Ramírez, quien fuera fundador y rector de la Universidad  Autónoma de Querétaro hasta la década de 1970.

A casi dos siglos de su nacimiento, Don Esteban aún mantenía su legado a través de sus descendientes. Es el único “sanjuanense”, junto a Luis Romero Soto, cuyos documentos se encuentran en el Archivo General de la nación.


Fuentes:
Díaz Ramírez, María Eugenia, 1990 Memorias de una niña Queretana
México,  Gobierno Del Estado De Querétaro
AGN. (Archivos de particulares. Colecciones, Colección de Esteban Díaz González.
Cano Sordo, Víctor
1999 De la Luisiana a la Nueva España. La Historia de Juan Bernardo Domínguez y Gálvez  (1783 – 1847)
Ayala Echávarri  Rafael, 1981 San Juan del Río, Geografía e Historia (segunda Edición)
México, Manuel Ayala Valenzuela.
García Ugarte Marta Eugenia, 1992 Hacendados y Rancheros queretanos (1780 – 1920)
México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

Interesados en el tema, hay más datos de las familias Díaz, Quintanar y Domínguez en diversas entradas, búsquenle.
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Válgame Dios, no me lo van a creer, pero la entrada de las Poquianchis, seguramente hoy llegará a la escalofriante cifra de 3,000 visitas, si no la han visto también dense una vuelta, a descubrir porqué de su popularidad.
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Solo para sanjuanenses: Yo también tengo una prima bien guapa, no es de San Juan, es de Quiotillos, Amealco, ¿Porqué a ella no la fueron a visitar?
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  SECCIÓN COMERCIAL:  De vez en cuando pondré alguna publicidad de negocios antiguos.
  

 Esta es de la década de los 30 o 40s, cuando el fotógrafo sanjuanense Jesús Layseca Bermudez tenía su estudio en la capital del estado.