domingo, 16 de octubre de 2016

En mi viejo San Juan… del Río.

En mi viejo San Juan… del Río.

Portada
Tal como acostumbra, uno de los más emblemáticos escritores sanjuanenses de la actualidad, emerge, esta vez de las sombras que le dejaron los últimos juegos florales, para presentarnos lo que es su más reciente producción literaria:

En mi viejo san juan… del Río.

Con el evocador título, Fernando Roque Soto Martínez, hace una retrospectiva de su vida, escribiendo sobre un pasado, tan cercano en el tiempo, tan lejano ante la transformación de aquel viejo pueblo de puertas abiertas, en el que todos se conocían, en el que todo era común e interactuaba en la formación de los nuevos sanjuanenses. Esa vuelta a la semilla, tuvo como producto, un conjunto de relatos, dice él que personales, yo diría que de muchos,  en los que tal vez sin quererlo, rasguña a una narrativa que raya en el romanticismo, pero a la vez, es cruda y real descripción de un, para muchos ya mítico tiempo que se nos escurrió entre las manos, sin darnos cuenta,  digo nos porque casi todos los que somos cercanos a su edad, tuvimos vivencias similares. Quizá a todas las generaciones les ocurre lo mismo, quizá esa nostalgia es común y se da por el  simple paso de los años y nuestra transformación personal y física. El caso es que no se explica cómo cambió tanto el cálido entorno de nuestra niñez, cómo han ido desapareciendo entre la modernidad espacios icónicos y cómo a veces es necesario que alguien nos los regrese, aunque sea a través de un libro. 

La publicación, de breves páginas, casi apenas un folleto, contiene la narración y la explicación de una vida, la evolución de la mentalidad infantil, a una casi adulta, en anécdotas tan sencillamente relatadas, que hasta parecen candorosas pero que significaron tanto en una vida, en un grupo, en una generación, de la cuál es Fernando fiel representante. Hablo de la generación que nació en la pequeña ciudad y despertó a la edad adulta en la gran urbe actual.

Difícil imaginar, que una de las cabezas de los diversos grupos del actual underground sanjuanense, de la narrativa cruda, de la crítica mordaz, de los no oficiales, es decir la contracultura, de esos peregrinos infatigables de los lugares non sanctos de la ciudad, amantes de holocaustos citadinos y no duraderos, pueda describir el paso de los sueños infantiles a la  nebulosa adolescencia  y despertar al llegar las realidades de la edad adulta.

Si quienes lean el libro, encuentran similitudes con muchas de las crónicas de este blog, no se extrañe, fuimos vecinos del barrio y aunque es algo mayor que yo, nuestros referentes de aquella época son los mismos. (En descargo mío, puedo decir que en algo de lo escrito estuve en segundo plano y no aparezco directamente en ninguno de los relatos…¿O sí)

Podrán encontrar ahí lugares comunes, más comunes que lugares, escenarios en los que nos desarrollamos y hoy añoramos: el río, las poquianchis, el tragadero, la ESFAC, en los que ubica su encuentro casi paralelo con la literatura y el erotismo, el paso de la contemplación de lo escrito a la producción propia.

Escribe recuerdos que muchos tenemos, pero pocos podemos hacerlo de manera tan literaria, ya que es poseedor de una de las prosas más educada de la ciudad, paradójicamente producto de una vida dedicada a la poesía en dos bandas, a la crónica, a la contemplación y transfiguración a letras de la realidad y su amor por el cine mexicano y mundial, que también se asoma en las páginas, a través de la fugaz realidad plasmada en la pantalla del viejo Cinelandia, magia de la luz que lo atrapó para siempre y forjó parte de su personalidad.

El hoy libro ya lo conocía en su totalidad, me fue entregado hace tiempo, según para una revisión, ortográfica y de los datos. Resulta que no encontré detalle para corregir, salvo su breve extensión, que creo que sería de lo poco que se le puede reclamar. Al parecer todos los que tuvimos el escrito con anterioridad hicimos esa misma observación.  A todos nos hizo caso omiso y quedó tal como él quiso desde el principio.

Contraportada
La portada ejemplifica lo que narro al inicio, espacios tan comunes se han ido desvaneciendo, no halló ninguna fotografía contemporánea a él, de las calles donde vivió en el tiempo narrado; Allende, Pino Sur y Cóporo, eligiendo una emblemática de ésta última.

Aunque no es amante de la historia propiamente dicha, sí lo es del recuerdo, la nostalgia, el detalle y las personas, resultando ser su texto una especie de historia sin fecha de San Juan del Río en la década de los setentas.

Casi todos los nombres mencionados son reales, creo que solo ocultó algunos que pudieran comprometer a alguien.

Quizá otro detalle es que para disfrutarlo a cabalidad es necesario haber vivido en aquel viejo San Juan, lo que no pueden hacer muchos de los que llegaron o nacieron después, pero si eres parte de los afortunados, la propuesta es que hagamos elitista nuestra melancolía y regresemos a aquellos lugares comunes, recordemos, rememoremos.

Los que no lo vivieron, dispóngase a disfrutar un texto que no parece ser real  por pasar de manera sublime de la inocencia a la grosería, del candor a lo erótico, del miedo a la acción, y todo aquello que  transcurre en una infancia, en una adolescencia, en una vida.

Nos queda a deber su paso por la Dirección de Cultura, cuando fue cácaro oficial de la dependencia teniendo a su cargo las proyecciones fílmicas en la rudimentaria etapa previa a la era digital, su inicio en el underground local, de cuando Fernando se convirtió en Roque,  de su afiliación perenne a los grupos culturales, de sus colecciones, de sus gustos, en fin es obligada una segunda parte de su vida, de la de todos nosotros.

Fotografía tomada de la Página de Roberto Cárdenas, Crédito a quien corresponda.

Solo cuesta 30 pesos en la librería de la plaza los Faroles. No compre un libro, viaje a su pasado, hágase de la esencia mágica del recuerdo y regrese al viejo San Juan … del Río.

Las presentaciones serán:
Viernes 21 de  octubre bar Casino
12 noviembre, Portal del Diezmo.

En cuanto tenga el cartel y horarios se los presento.

Si quieres saber más de  Fernando, da clic en el siguiente enlace.

Fernando Roque, la biografía no autorizada

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ACTUALIZACION  17 DE OCTUBRE
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Aquí el cartel, no falten.
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¡Viva San Juan del Río!

¡Viva San Juan del Río!
Río San Juan, al sur de la Ciudad.
El asunto era pleito casado desde muchos años antes, así que no fue extraño para nadie un roce más.

Casi desde su creación, San Juan del Río gozó de derecho al agua del cercano río, lo que le permitió canalizarla para el riego de las parcelas que en una primera época componían el fundo del originalmente pueblo de indios.

Con la recomposición que se dio en el siglo XVII, algunas secciones se destinaron como área urbanizada para esos mismos habitantes y además, mestizos y españoles que de una u otra manera se hicieron de predios.  A partir de entonces, el área agrícola propiamente dicha se relegó al cinturón circundante del pequeño pueblo y los aún amplios espacios del centro se constituyeron como huertos domésticos, aunque ya delimitados dentro del área de las viviendas particulares.

Fueron, hasta el siglo pasado, legendarios los espacios dedicados exclusivamente como huertas, además de las más pequeñas que tenían la mayoría de las casas desde el siglo XVII. Aunque al fraccionarse los predios originales se perdieron algunas, muchas se conservaron hasta hace poco.

Para su sostenimiento, huertas y sembradíos dependían del agua de lluvia, que un régimen pluvial más estable que el actual les subsanaba. Ya fuera por lluvia directa o canalizada  en los varios sistemas hidráulicos que aprovechando el cauce de los antiguos arroyos tuvo el pueblo, Este sistema era efectivo, pero esporádico, solo funcionaba después de las lluvias, por lo que no era confiable.

Aclarando de antemano que el río San Juan nunca tuvo una corriente permanente respetable, como dicen algunos nostálgicos, sí era impresionante su caudal en época de lluvias y conforme esta pasaba, se conservaba un paso mínimo.

Para evitar que las avenidas de agua se perdieran, desde el siglo XVI  se canalizó parte de su corriente por medio de una acequia, que atravesaba todo el pueblo, y permitía que los sembradíos de las afueras y las huertas del centro subsistieran.

Aunque al llegar al pueblo, el río es uno solo, en realidad, está compuesto de varios afluentes  que desde su nacimiento, en la presa de Huapango, en el estado de México, va recogiendo en un poco más de  40 km.

Dicha presa, data de finales del siglo XVI, cuando los indígenas de Jilotepec, con apoyo del encomendero Pedro de Quezada, aprovechan un área pantanosa alrededor de unos ojos de agua,(manantiales) que la formaban, desbrozan el terreno convirtiéndola en un área susceptible de almacenar gran cantidad de líquido.

Imagen de Google Earth 2016. Hacienda de Arroyo Zarco, estado de México.
El represamiento dio a los habitantes de San Juan del Río, el derecho de disponer del caudal aunque una parte se destinó específicamente en favor del encomendero para sus propiedades. (Aunque Ayala deja entrever que la porción otorgada a Quezada se destinaba a sus propiedades alrededor del pueblo, parece que en realidad, la destinaba a labores en  la Hacienda de Arroyo Zarco, en el estado de México, punto intermedio entre el nacimiento y San Juan del Río, donde seguramente a través de una represa tomaba su parte y dejaba correr la restante)

Una vez concluida la presa, el hecho de estar confinado el líquido permitió regularizar el riego y disponer de él líquido en periodos convenientes, aún en tiempos de sequía, se tenía al menos de la indispensable.

El hecho de que durante muchos años no hubiera asentamientos de importancia en el trayecto del río, hizo que la situación de disfrute casi total del agua almacenada en la presa de Huapango, que llegó a tener más de 28 km de largo y 4 de ancho, además de la que se le iba agregando por sus tributarios en el recorrido, hizo pensar que  la situación sería así por siempre.
Los tiempos cambian, los propietarios también, la costumbre más. A finales del siglo XVIII, La hacienda de Arroyo Zarco, comienza a disponer de manera total del caudal, para uso propio e incluso la distribuye por cuenta propia a algunas haciendas y nuevos asentamiento afectando con ello al pueblo de San Juan del Río, que a partir de entonces jamás dispuso ya de la totalidad del líquido.

Existe gran cantidad de documentos relativos a los pleitos que emprendió San Juan por recuperar ese derecho, contra las Hacienda de Arroyo Zarco, Cazadero, la Llave, etc, durante más de un siglo, solo hacer constar que el estira y afloja, a veces favorecía a San Juan, a veces a los otros, pero poco a poco se tuvo que ceder e ir otorgando a los nuevos asentamientos parte del vital líquido, de tal manera que desde inicios del siglo XIX, lo que llegó a San Juan cada vez fue menos. La  situación no derivó en una catástrofe para el pueblo, porque a pesar de todo, había, delante de la hacienda, más afluentes del río, el más importante, el San Ildefonso que permitieron, en condiciones más precarias que sobreviviera la agricultura y las huertas de San Juan del Río. Parece que con lo que nunca estuvieron de acuerdo habitantes y autoridades, fue en tener que ir a Arroyo Zarco, a solicitar a los diferentes dueños, que abrieran las compuertas y dejaran correr el líquido a San Juan.

Como dije, los dimes y diretes fueron constantes, y cada vez se llegaba a acuerdos que casi nunca se cumplían por la otra parte o bien los de San Juan nunca estaban satisfechos por lo que les tocaba en las negociaciones. Hoy solo narraré uno de ellos, que tuvo repercusión a nivel nacional y requirió la intervención del mismísimo Maximiliano de Habsburgo para dirimir la cuestión.

Luego de salir de su nacimiento en la Presa de Huapango, cerca de Jilotepec, el río cruza los terrenos frente a la Hacienda de Arroyo Zarco. Adelante existía un punto cercano al Camino Real, llamado La Soledad, donde se ubicaba un puesto de remuda de para las diligencias que lo transitaban. Originalmente solo era una casucha en medio de la nada, donde se cambiaban caballos y se daba alimento a los viajeros, más adelante, el río entra a terrenos sanjuanenses, por San Sebastián de las Barrancas.

Fotografía de 1918,crédito a quien corresponda, El salto o Cascada de Taxtó y la poza .
Resulta, que a principios del siglo XIX, alrededor de la Soledad, comenzó a establecerse un poblado. Entre sus habitantes predominaba el apellido Polo, por lo que se decidió llamarlo Polotitlán. El lugar creció de manera rápida y requirió de un abastecimiento de agua. Por un acuerdo decidieron tomarla del río San Juan, que no pasa cerca de la población mencionada, pero sí en terrenos que le pertenecían, específicamente en San Nicolás de los Cerritos, en donde se forma un pequeño Salto de unos 5 metros de altura llamadó Taxtó, y tras él, un depósito natural  o poza, donde se había hecho una represa que desviaba, a través de un acueducto de piedra, el agua necesaria para Polotitlán.

Dibujo de 1864, la presa destruida por los sanjuanenses. La letra c indica la salida a Polotitlán..
Algo no debió parecerles a los habitantes de San Juan o  fue un año de escasez del líquido, el caso es que alguno o algunos de ellos (nunca se supo quién) a inicio de 1864, destruyeron el dique y todavía se atrevieron a escribir con letras blancas  a un lado de la cascada “Viva San Juan del Río”. Cesando así el paso de agua para la población mexiquense.


Extracto del informe de Jiménez, detallando  el salto, la presa , el acueducto y el Viva San Juan del Río, y el "carácter de venganza que tanto lo afea"
Ante la natural queja de los habitantes, tuvo que intervenir el gobierno imperial. Nombrando al “Sr. Ing. D. Francisco Jiménez, inspector general de caminos” para zanjar la situación. Y así, en la Prefectura de San Juan del Río, el 28 de abril de 1864, se reúne este con “los Sres. Don Ángel M. Domínguez, síndico 1°  del M. I. Ayuntamiento de esta ciudad y el Sr. Lic. Juan M. Díaz Barreiro, comisionados por dicha Corporación para conferenciar sobre la cuestión de aguas que existe con el pueblo de Polotitlán, y los Sres. D. Fortunato Garfias y D. Miguel Polo, como representantes del Sr. José María Garfias comisionado por Sr.  Prefecto de Tula como representante de dicho pueblo de Polotitlán” También estuvo presente el Prefecto Político,  Ramón Macotela.


Informe de Jiménez trás la primer reunión, puntos irreconciliables.
La función de Jiménez desde el inicio era proyectar una obra que repartiera el líquido en partes equitativas y solicitaba opinión de ambas partes. Por ser posiciones encontradas, la reunión debió ser muy ríspida, cada uno alegaba su derecho, los de San Juan consideraban excesivo, por el poco número de habitantes, lo que le tocaba a Polotitlán, y estos pedían la tercera parte del caudal y se ofrecían incluso a costera la obra. Los de San Juan alegaban que al estar la presa más cerca de los otros, habría abusos y desavenencias como “siempre ha habido”. La tensión por las cantidades que corresponderían a las partes, llegó a tal grado que al no haber acuerdo, se atuvieron a lo que dispusiera el comisionado.

El mencionado, hizo una exhaustiva medición de las cantidades de agua que llegaba a cada uno de los afluentes, gasto por evaporación, velocidad, la cantidad por habitante que tocaba y muchos detalles técnicos más. Realizó varios recorridos entre Taxtó y San Juan del Río, en la presa Lomo de Toro, inspeccionó las acequia del Pueblo y la del Barreno, siempre acompañado de los representantes de ambas partes. Por San Juan, además de los ya mencionados, estuvieron don Guadalupe Perrusquía, infaltable en esos años, Miguel Silis y Juan V. Legarreta.
  
Finalmente, en junio de 1864 se construyó un nuevo dique, con las especificaciones que determinó el representante imperial, a un costo de 105 pesos, pagados por Garfias, con la promesa de reembolso. Jiménez da a entender que a pesar de todo no convenció a nadie, que los de San Juan insistían en ser dueños absolutos del agua y los de Polotitlán  que era poca la que les había tocado. Incluso, se retiraron de la reunión para la firma  y muchos de los habitantes  de las dos partes no firmaron, sin embargo, el acuerdo  tuvo validez legal… seguramente solo hasta la siguiente desavenencia.
Fotografía de 1918, crédito a quien corresponda. La presa, probablemente parecida a la reconstruida en 1864. 

La presa, sobrevivió muchos años, del acueducto, en alguna ocasión, andando por San Nicolás de los Cerritos, pude conocer una parte, en la ladera de una cañada, era una zanja, excavada en la roca y cubierta por lajas. Por estar despoblada aún esa parte, supongo que todavía existe.
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Creo que me ando metiendo en los terrenos de don Javier Lara Bayón, bloguero mayor de Aculco, a ver si no me regaña.

domingo, 2 de octubre de 2016

Presentación de un libro (1/11 de mi autoría)

Presentación de un libro (1/11 de mi autoría)
Patio Principal del Convento de San Francisco, junto con San Agustín los más bellos de Querétaro, éste además majestuoso. Fotografía del blog del Museo Regional de Querétaro.
Como anduve avisando y promocionado, muchos sabrán que el pasado día 21 de septiembre, tuve el honor de hacer la presentación del libro “San Juan del Río, Zona de monumentos”  en la ciudad de Querétaro.

Dicho evento se llevó a cabo en el auditorio del Museo Regional, en el patio de los Naranjos del antiguo convento de San Francisco, por su carga histórica, tal vez el edificio más emblemático de la ciudad.

Siendo uno de los representantes de los escritores sanjuanenses que en él intervenimos, y considerando que una semana antes, en la presentación en San Juan del Río, el Lic. Francisco Pájaro, lo había hecho, de manera emotiva, realicé lo procedente, arropado por los cuadros de queretanos ilustres que enmarcan el sobrio espacio.

Por obvias razones, la asistencia al evento fue  menor que en San Juan, lo cual se compensó por el solemne lugar y la asistencia de la plana mayor del personal del INAH, en esta que es su sede laboral.

El moderador fue el Director de Monumentos del estado, Jaime Front Fransi,  quien realizó la introducción general de la obra y semblanza de autores que ahí nos encontrábamos, la Dra. Guadalupe Zárate Miguel y un servidor, además del comentarista Dr. Jaime Nieto Ramírez.

Fotografía personal,  la mesa de presentación.
Inicié con un escrito preparado para la ocasión que podrán leer al final.

Dado que ya había mencionado mucho de lo que la Dra. Zárate, para no repetir, basó su intervención en la riqueza del patrimonio sanjuanense, con énfasis en el peligro en que se encuentra  ante los embates de la modernidad y lo mucho que se ha perdido en los últimos 15 años, significando cada modificación de los espacios señalados, irreparables, no solo para la ciudad, sino para el patrimonio Mundial, al cual pertenece. Profunda conocedora del tema de monumentos, incluso sobre ello versa su tesis de Doctorado en Historia, Abordó además ejemplos de espacios no mencionados en el libro, los cuales  ha visitado plasmándolo en varias obras publicadas.

Fotografía personal, vista del auditorio al Patio de los Naranjos.
Entremezcladas con tópicos del moderador, las conclusiones finales corrieron a cargo de Jaime Nieto, Expresidente Municipal de San Juan del Río, investigador y escritor de la historia local, quien hizo una reflexión sobre los apartados que contiene el libro, aderezándolos con experiencias personales de su ciudad natal y residencia en gran parte de su vida, rematando con una alocución poética tomada de uno de los juegos florales, que reseña las vicisitudes de San Juan del Río, en sus casi 500 años de existencia.

La imagen para el Periódico Noticias, que nunca salió. Fotografía personal.
Un agradecimiento a las personas que me acompañaron, en un evento de gran significación, por tratarse de una obra de alcance nacional, dado que todos tuvieron que trasladarse hasta allá, mi familia, mis compañeros docentes de la zona 40, a los amigos de Querétaro, a los amigos y maestras de San Juan del Río, los de Santa Rosa Jáuregui, al personal del INAH, al grupo de estudiantes Sanjuanenses de la capital del estado, al Lic. Manuel Suárez, que estuvo en San Juan como comentarista y apoyó en esta como asistente, a mis compañeros de mesa, por por acceder a firmarme los libros de su autoría que llevaba, al Director del museo, que estuvo presente y al pendiente y a la encargada de logística, la Srita. Lupita, quien tuvo todo a la mano.
La Lic. Sara, quien acudió desde Bernal, y de paso conoció la pintura de su antepasada, Esperanza Cabrera. 
Presento a el texto de mi intervención, resumido por su extensión  El mejor comentario es de Ustedes.

Buenas tardes                          
Con el permiso de las autoridades que nos acompañan y la venia de mis compañeros de esta mesa.

Hace más de un año, recibí una invitación del Centro INAH Querétaro, para participar en un proyecto editorial, parte de una serie llamada “Patrimonio”, en que se dan a  conocer las ciudades, que por la riqueza de su patrimonio material, cuentan con Declaratoria de Zona de Monumentos, y dado que San Juan del Río está entre ellas, propusieron a escritores locales presentar ensayos relativos al tema. Decidido a aprovechar la oportunidad, elaboré y un trabajo que tuvo la fortuna de ser aceptado para su revisión.

No abundaré en los pormenores de lo que se sufre bajo el tenaz yugo de los correctores de estilo, seres poco visibles para los que siempre escribes mal. Modernos némesis, especializados en acabar con cualquier asomo de ego literario, especialistas natos en el estira y afloja, siempre y cuando los favorezca y actúan armados de conjuros que dicen así. “quita esto”, “eso va adelante”, se lee mejor así, de dónde salió… A esta lucha sorda, se agregaba el paso del tiempo y la esperanza de resultados se diluyó varias veces. Afortunadamente, se llegó a feliz término con la publicación de la obra que hoy nos ocupa y permite, reunidos en este histórico recinto, presentarla  a ustedes para su consideración.

El tema que elegí fue la acequia del pueblo, un canal de riego construido en el siglo XVI, para las sementeras del incipiente asentamiento de Indios, cuya área nuclear al paso de los años, cambió su vocación agrícola cuando nuevos habitantes, españoles y mestizos trazaron casas, calles y templos, respetando siempre el trazo del canal principal y sus derivados, ahora para uso doméstico y de las huertas que dieron fama a la población.
La acequia, junto con el ya para entonces trazado Camino Real, constituyeron los ejes sobre los que se edificó  el san Juan del río virreinal. y, a la vera de ambos, los principales edificios públicos y privados. Tras cuatro siglos en servicio, en 1977 dejó de correr por ella el vital líquido. Casi totalmente enterrada, entubada y oculta en túneles, solo persiste su recuerdo. Pero de su grandeza, dan constancia los monumentos que junto a ella se  alzaron y constituyen hoy el corazón de la zona de monumentos.

Tras de la fachada de significativas casas, como la de las Poquianchis, la de Don Ignacio Reyes Rayón, de Don esteban Díaz Gonzáles, la de los Berruecos, el obraje y muchas más, estuvo y estará siempre la acequia, no como un monumento  visible, pero sí del ingenio humano.

Paso a dar un somero repaso del contenido del libro, en el que confluyen las plumas de 12 investigadores que en once apartados, nos adentran en la zona de monumentos históricos, declarada así en 1986 por  decreto presidencial.

-En el artículo inicial, la zona de monumentos, Pablo Trujillo nos centra en la importancia de la declaratoria y su significación.
-La Dra. Guadalupe Zarate Miguel, aporta un recorrido cronológico del gran legado cultural de la ciudad.
-Ricardo Jarillo  nos habla de la población india que la habitó en la época virreinal, acercándonos a las viejas costumbres del lugar.
 -Mauricio David Castillo, presenta el análisis de dos viejos planos, que enmarcan los años iniciales de la población, en el siglo XVI, base de la actual ciudad.
--Un servidor, presenta el apartado la Acequia del pueblo, persistencia de una obra utilitaria, ya reseñado.
-El colegio de niñas educandas, mejor conocido como el Beaterio, merece la atención  de Fernando González que a la par de la descripción del edificio, nos ofrece una hipótesis sobre su evolución constructiva.
-La plaza de la independencia, principal espacio público de la ciudad, es abordado en sus distintas épocas  por Tania Padilla, quien nos pasea por lo que llama  el patio de la ciudad, y sus transformaciones.
-Escucharemos gritos desde el purgatorio alrededor del Museo de la muerte, referido al Panteón de la Santa Veracruz, narrado en conjunto por  María del Mar Santana y Oscar García. Un paseo entre lo necrológico y la poesía que encierra el neoclásico edificio.
-La devoción Mariana de un pueblo, reflejada en su patrimonio, por Francisco Pájaro, versa sobre un vital componente de la zona de monumentos, la religiosidad de los habitantes, cuyo legado visible son sus templos católicos.
-Importante acto cultural son los Juegos Florales. Adolfo Rojas nos da recuento de esta verdadera tradición Sanjuanense, celebrada durante la Feria anual.

Concluye el libro la investigadora Norma Contla, quien entra a los hogares sanjuanenses, para describir sus tradiciones y dar voz a personajes actuales  a través de entrevistas.

“San Juan del Río Zona de Monumentos Históricos es el 7°de la serie editada por la Secretaría de Cultura y el INAH, como invitación a conocer los edificios de la ciudad. Para ello, es fundamental, el material gráfico que incluye: imágenes actuales a cargo de Susana Casarín, contrastadas con fotografías antiguas, provenientes de diversos archivos, todas realzadas con la magia de los claroscuros que el blanco y negro predominante les otorgan.

Las obras de la serie ya editadas, dedicadas a otras ciudades, nos dan idea de la importancia  del patrimonio sanjuanense, equiparable con Cuautla, Santa Clara del Cobre, Pátzcuaro, Real de Catorce, Taxco y Veracruz.

Aunque el libro está dedicado a las construcciones materiales, no debemos olvidar que las piedras, piedras son, que el barro es humilde y la cantera tosca, pero unidas por el hombre se convierten en edificios, templos y hogares que albergan sus actividades. Son los actos que en su interior se desarrollan, los que dan a esos materiales, la categoría de monumentos y el tiempo su significación histórica.

La zona de Monumentos, parte del actual Centro Histórico, abarca 48 manzanas, y contiene un total de 334 elementos, entre casonas, edificios, conventos, iglesias y ornamentos. Algunos de los más emblemáticos se describen y abordan aquí. Imposible en 87 páginas incluir siglos de construcciones pero que lo presentado les motive y acerque, además de los edificios, a sus habitantes y los hechos memorables que ahí ocurrieron:

-Conozcan la casa de Don Esteban, antepasado del notable queretano Celestino Díaz y del antiguo rector de la Universidad de Querétaro, Fernando Díaz Ramírez, recorran en solo 200 metros por la calle de 16 de septiembre, las casas natales de 2 gobernadores de Querétaro y el primero  de Jalisco.

-Traspasen las puertas que se abrieron para alojar a dos emperadores: Agustín de Iturbide y Maximiliano de Habsburgo, y se cerraron al más republicano de nuestros gobernantes, Benito Juárez.

-Disfruten los mismos portales que recorrió Guillermo Prieto en su destierro y enmarcaban la casa del licenciado Ignacio Reyes, único firmante por Querétaro de la constitución de 1857.

-Conozcan, en pleno centro de la ciudad, la columna que iba a ser dedicada a la Emperatriz Carlota, y que a petición suya terminó dedicada a la independencia nacional, en plena ocupación imperial, hace 150 años.
-Caminen por la calle principal y entérense que están en sobre el antiguo camino real, donde pasó casi toda la historia nacional y los personajes que la formaron.

A pie, suba por las calles empedradas del viejo Barrio de los Indios, hagan un alto solemne en el panteón de la Santa Veracruz, última morada  de muchos forjadores del  viejo San Juan, y entren a uno de los siete templos coloniales a los que acudían en su tiempo, igual que las capillas de indios.

-Disfruten la rica historia sanjuanense, no acotada solo en lo material. 5 siglos han dejado hechos perdurables como las tradiciones Marianas, la peregrinación de los farolitos, los rituales del viacrucis, la hermandad del Santo entierro, con más de trescientos años de existencia, costumbres que reviven día con día, alentadas por gente común y corriente, orgullosa de su pasado y que sin olvidar  sus ancestros y su legado construyen día con día  San Juan del Río, el de hoy, el de siempre.

Un agradecimiento a quienes hicieron posible mi participación en la  obra, al Instituto nacional de antropología, el Centro INAH, Querétaro, al equipo editorial, a mis compañeros redactores por permitirme figurar entre ellos, a Margarita Magaña, para nosotros enlace y cabeza visible del proyecto, a la correctora de estilo. A todos, mi gratitud por estar con ustedes al lado de 2 grandes investigadores, Guadalupe Zárate y Jaime Nieto, cuyas obras son  fundamentales en mi labor de difusión de la historia de San Juan del Río.   Gracias


Aclaro que el tema que elegí fue el de la Acequia del pueblo, porque cuando inició el proyecto, recién había presentado el libro de mi autoría, precisamente sobre ella y la Maestra Juana Ávila quien fue quien me invitó inicialmente le comento de él a la coordinadora, a quien le pareció un tema novedoso pidiéndome incluirlo, enlazando su importancia por atravesar el canal de riego la zona de monumentos y ser parte primordial para su existencia.

Fotografía personal, cazando autógrafos.
Me tocó en suerte hacer esta representación, pero debo hacer un reconocimiento a mis compañeros del no constituido grupo “San Juan” que participamos en la obra, asiduos asistentes a las viejas y nuevas instalaciones del Archivo Histórico Municipal, donde muchas veces manifestamos entre nosotros lo que vimos solo como un anhelo: la publicación del libro. Espero haberlos representado con la dignidad que merecen los integrantes del no grupo, que sin más incentivo que el difundir el pasado de la nuestra ciudad, participamos en la obra: María del Mar Santana Calderón, Adolfo rojas Garfias y Francisco Pájaro Anaya. Que sea para bien y haya más proyectos a futuro.

Fotografía personal, apagándose las luces del histórico patio.

Los derechos de publicación pertenecen al INAH, y son ellos quienes lo comercializan, en la presentación en San Juan su precio fue de $185.00 y se acabaron todos los ejemplares que trajeron. En Querétaro costó $200.00 y también se agotaron. Supongo que ahora se venderá en la tienda del museo, ignoro cuánto costará y a partir de cuándo, en cuanto tenga noticias aviso.    
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Creo que hubo un problema con el video, en cuanto lo resuelva lo subo.