sábado, 16 de septiembre de 2017

Humberto Avilés en San Juan del Río

Humberto Avilés  en San Juan del Río


Fotografía tomada de la revista Contenido, 1978. El Profesor.

Ocurrió lo hoy narrado en la ciudad de San Juan del Río en una época ignota (hasta ahora) de su historia escrita, como son los años setentas y ochentas del siglo pasado.

La estación de radio local, la XEVI (Radio Ambiente) se encargaba de difundir a través de anuncios a diversas horas del día y durante semanas previas, que pronto estaría en nuestra ciudad, el conocido “Botánico”, Profesor Humberto Avilés, quien prometía "la cura de diversos males, con extractos de plantas medicinales”. (La frase es una rima, como los slogans de los modernos comerciales, ignoro sí era coincidencia o intencional su uso) Asimismo, se informaba, que estaría prestando sus servicios en el hotel Rioja de la calle de Guerrero, en pleno centro de la localidad.
No se crea que las varias semanas de anticipación en que se difundían los mensajes eran en vano, a partir de ese momento y hasta su llegada se concertaban citas para acudir a verlo y cuando se producía, a veces la cola de pacientes esperando ser atendida, llegaba hasta la Avenida Juárez.

Aunque la gente de la cabecera, acostumbrada a curarse con médicos y boticarios diversos que se tenían desde muchos años antes no  acudía masivamente, sí lo hacían los habitantes de las comunidades aledañas, otros municipios e incluso de los estados de México e Hidalgo. No sé qué pensarían de él esos profesionales, sobre todo el Dr. Virgilio Higuera, a cuyo consultorio, a media cuadra de distancia a veces llegaba la cola de pacientes de Avilés.

Todos los clientes eran atraídos por la publicidad, medio confusa en su redacción que entre dejaba ver que podía curar casos difíciles, o no posibles de tratar con la medicina convencional. Así, en los lapsos a veces de semanas, a veces de algunos días, la fila de clientes, es decir pacientes (nunca mejor dicho) era un viacrucis y muestrario  de los diversos males a la salud, física y mental.

Desde muchos años antes de las décadas relatadas, el Profr. Humberto Avilés, quien sí era maestro de educación primaria, no médico, había desarrollado una teoría basada en lo que hoy llamaríamos la herbolaria, es decir el uso de diversas plantas como método de curación, muy parecida a los remedios caseros de uso común entre los estratos humildes que formaban su clientela, de ahí su popularidad y lo masivo de sus consultas.

Las plantas utilizadas no las tomaba al azar,  en realidad su base principal venía de haber poseído desde los años cuarentas, una copia del ahora famoso códice de la Cruz - Badiano, que en esencia es un compendio escrito en el siglo XVI de las plantas medicinales utilizadas en la época prehispánica. (El códice fue escrito por indígenas del Colegio de Tlaltelolco, a petición de las autoridades españolas) El original fue a parar al Vaticano, donde se mantuvo por siglos y apenas hace algunas décadas, cuando la reanudación de relaciones entre México y la Santa Sede, fue devuelto en señal de buena voluntad, hoy es muy conocido. Contiene el nombre de las plantas, un dibujo, forma de uso y las enfermedades que puede curar. Su nombre oficial en latín fue Libelus de Medicinabulus Indiorum Herbis) 


El Códice De la Cruz Badiano. Imagen tomada de Interne
t
.
Con esa paradójicamente novedosa base de datos, se instaló por esos años en el centro del Distrito Federal, a donde había llegado de su natal  Mazatlán, Sinaloa, para estudiar la carrera docente, que abandonó, para atender una yerbería – consultorio, que fue el inicio de su meteórica carrera, que lo llevó, décadas después a ser conocido hasta en el último rincón del país.

Dueño de una personalidad carismática y un carácter parlanchín, aunque de discurso las más de las veces difuso,  rápidamente se hacía del agrado de sus pacientes, discípulos y hasta de las autoridades sanitarias, que debían inspeccionarlo, permitiéndole ejercer en una profesión para la que no había estudiado, aunque por si las dudas, tenía a su servicio  como empleado a un Médico titulado y con Cédula profesional quien aparecía ante Salubridad como responsable de la clínica.

Su método de recetar era sencillo, prescribía ante cada enfermedad tres de las plantas indicadas por el entonces llamado Herbario Badiano,

Siendo la radio desde mediados del siglo XX, el medio masivo de comunicación en nuestro país, era profusamente utilizado por él, que se quejaba de su alto costo, aunque en realidad se debía a lo numeroso de los spots. Como no se le permitía exhibir los casos de sus pacientes curados, se daba el lujo de solicitar, también por radio, médicos graduados que pudieran explicar los numerosos enfermos curados con medicinas "aztecas", obviamente recetadas por él.

En el apogeo de su éxito, que fue durante los setentas, incluso ya casi no acudía personalmente  a los diversos sitios donde se anunciaba, sino que lo hacían una pléyade de ayudantes, así, los spots radiales de la XEVI cambiaron para anunciar que estarían aquí  “los discípulos del Profr. Humberto Avilés”. Mientras tanto, él dedicaba su tiempo a presentarse en diversos foros públicos, donde además de defenderse de sus numerosos detractores, que le reprochaban que nunca había a curado a nadie, comenzó a teorizar sobre aspectos diversos:

Siendo tuerto del ojo izquierdo desde pequeño, pregonaba que su inteligencia se debía a esa circunstancia, ya que la pérdida del órgano le había tornado en un ser “superlógico” y por tanto promovía que para que los niños mexicanos desarrollaran su inteligencia, bastaría que con una punta de maguey se les pinchara un ojo. Obviamente su proyecto ni siquiera fue escuchado por las autoridades. Se decía además descubridor de la “quinta dimensión” aunque nunca explicó en qué consistía, criticaba a los filósofos griegos, a Marx, a Einstein a quienes consideraba nocivos. Incluso se atrevió a predecir que el candidato presidencial del PRI en 1976 sería Mario Moya Palencia,  obviamente  se equivocó, el bueno fue López Portillo.

Aunque se sospecha que fue a partir de la fallida predicción  que declinó su buena estrella, lo más seguro es que, como a partir de la década de los ochentas, el sistema universitario comenzó a generar mayor cantidad de médicos, a los que se les asignaba tras graduarse  plazas en pequeñas localidades donde, también por política gubernamental se instalaron consultorios y centros de salud, que vinieron a cubrir precisamente el nicho donde se había instalado Avilés.

Sin embargo, sus muchos discípulos ejercieron aún en las décadas subsecuentes, obviamente  ya sin el carisma del maestro y dejando de lado su teoría, que aunque precaria, era una base que se fue diluyendo en tianguis, banquetas y mercados. Una segunda generación, es decir discípulos de sus discípulos, eran ya simplemente mercachifles y viboreros, que degeneraron después en los curanderos y espiritistas que en la actualidad padecemos.

Los precios de sus consultas aunque no eran modestos nunca fueron excesivos, pero aseguraba sus ingresos en la gran cantidad de pacientes atendidos en cada lugar que visitaba.

La lista de las enfermedades que decía curar era impresionante, incluso varias que no existían entre los aztecas: parálisis por casi cualquier causa, cáncer, cirrosis, artritis, impotencia, frigidez y  aunque usted no lo crea, “casos de caspa rebelde”.
Fotografía tomada de la página de Kenny y los eléctricos. El profesor en su vejez

Con la llegada del nuevo siglo la vejez lo tornó inactivo y se conformaba con recordar y aumentar los axiomas que había coleccionado en su cargo como presidente de su propia academia de axiología.

Imagen antigua de San Juan, calle Guerrero, la casa a la izquierda era el hotel Rioja,

Quizá  quien más extraño su ausencia fue don Filito, el administrador del Hotel Rioja, que casi  al mismo tiempo fue derrumbado, era una vieja casona adaptada para funciones de hospedaje, duró algunos años sin reconstruirse. Hoy es la tienda Elektra.


Fotografía personal. Calle Vicente Guerrero, época actual, la tienda que sustituyó al Hotel Rioja

Humberto Avilés murió en 2010, a los 92 años de edad, ya dedicado solamente al cuidado de sus nietos en el entorno familiar, y siendo reconocido como un precursor de la moderna herbolaria, renacida por nuevas corrientes de pensamiento y a través de discípulos en tal materia que le agradecían sus enseñanzas. Nunca perdió la mirada inquisitiva, a pesar de que por estética dejó de usar en el ojo el parche que lo distinguió en sus años de gloria.

Un par de años después de su muerte, su hija, la roquera Kenny Avilés del grupo de Kenny y los Eléctricos grabó una canción cuyo título rememora uno de sus legendarios remedios “Piquetes de hormiga” e incluyó en uno de sus discos, dedicado a él, como una especie de Bonus Track, un truco para ser feliz. El último de un Profesor.



Fotografía tomada de la página de Kenny y los eléctricos. El  disco dedicado a su padre.


Fotografía tomada de la página de Kenny y los eléctricos. El último axioma del Profesor.