sábado, 17 de diciembre de 2016

Una mirada estadounidense a San Juan del Río

Una mirada estadounidense a San Juan del Río

William Henry Jackson. Tomada de Wikipedia
Apenas unos años antes, en los tratados de Guadalupe Hidalgo, posteriores a la guerra de 1847 contra México, los Estados Unidos se habían apropiado del inmenso territorio que hoy son los estados de Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México, Colorado y Wyoming, que desde siempre habían sido la parte menos poblada del antiguo virreinato y de la ya para entonces República Mexicana.

La política americana a partir de entonces favoreció la colonización de las grandes planicies, las extensas cordilleras, los inclementes desiertos y los enormes bosques que integraban su nueva posesión. Los colonos, en condiciones por demás precarias comenzaron a llegar en grandes cantidades, a través de caravanas. Se ignora cuántos perecieron de hambre en el trayecto o a manos de las tribus nómadas o terminaron como prisioneros, el caso es que la promesa de tierras y oportunidades deslumbraba a mucha gente de bajos recursos que atestaba las ya grandes urbes americanas del este.
La inmensidad del territorio dilató muchos años para al menos establecer una ruta segura, y en los conglomerados de personas que llegaban se encontraban, además de los soñadores, trabajadores y gente común, muchos otros ente con poco aprecio a la ley, que encontraron tierra fértil para sus fechorías.

Nunca, en los años iniciales, le fue posible al gobierno americano cubrir con autoridades legales toda la extensión, de manera que ante la vida en las ciudades y caminos  sin ley se creó una leyenda negra de lo que desde entonces se llamó el Oeste, el Viejo Oeste, el Lejano Oeste o en su idioma, el Far West, idílico y supuesto tiempo y región, que era alimentado por los corresponsales de los periódicos del este que de vez en cuando incursionaban en la tierra de nadie, creando la imagen que ha llegado a la actualidad a través de la literatura y el cine.

Por los mismos años, en California se descubre la veta de oro  que generó la primera fiebre del metal de la que se tiene constancia, que enriqueció a tantos pero dejó en la quiebra a miles más y tuvo como consecuencia positiva, la necesidad de establecer rutas seguras para acceder a la costa oeste y el ignoto interior del país, dado que se detectó que se estaba estableciendo una peligrosa economía paralela a la establecida. El trazo del ferrocarril, que comunicó ambas costas, permitió resolver la situación y una colonización ordenada, sobre lo que había sido la oleada inicial así como la presencia de observadores verdaderos que repararon en que la actividad humana en el oeste se desarrollaba en diversos y hermosos paisajes, que de igual manera no tardaron de ser descritos por corresponsales, periodistas y escritores. 


Mientras esto ocurría, hace su aparición el personaje que nos ocupa en esta entrada. Había nacido en 1843, apenas unos años antes de los hechos que se relatan, por lo que desde su infancia, creció escuchando la leyenda de las lejanas tierras. 
Oriundo de Nueva York, con una familia de artistas de diversos tipos y sin problemas económicos, las condiciones estaban dadas para que también él lo fuera, solo que escogió una técnica completamente novedosa para entonces, la fotografía, que aprendió en la escuela y en la práctica a través de su familia, sobre todo el proceso del daguerrotipo que combinó con su faceta de pintor.  

Pronto llegó el momento de dar a conocer su talento. Hasta entonces los diversos procesos fotográficos se centraban en las personas, es decir en retratos de todo tipo, sin prestar atención al entorno. Tras varios trabajos en estudios fotográficos, un día se alistó en una caravana que lo conduciría a la tierra de sus sueños infantiles, creando desde entonces una relación que trascendería la denominación de Far West y su vida misma, sobre todo a partir de 1870, cuando contratado por diversas compañías, dio a conocer, a través de fotografías, los paisajes, regiones y espacios que componían el mítico rumbo, a la par de que reparó en los habitantes nativos. Por su lente pasaron los caminos, las majestuosas cumbres, los extensos bosques, los fundos mineros, las diversas tribus, las costumbres, las supersticiones, los tipos de los pueblos, es decir la nueva realidad, hasta entonces solo imaginada que apareció ante los ojos de los norteamericanos, creándoles una conciencia de la pertenencia no solo del llano territorio, sino de todo el contenido humano, material y natural que lo componía.

El fotógrafo se llamó William Henry Jackson, a través de miles de tomas, clic tras clic, desentraño el viejo oeste de su infancia, integrando lo que captaba a un país que desde entonces y hasta la fecha lo reconoce como el fotógrafo por excelencia  de esa extensión territorial y quizá como el mejor fotógrafo de paisaje y tipos de la historia. Fueron muchos los colegas que retrataron el oeste, pocos trascendieron tanto como él, en calidad  o cantidad. 
Habiendo establecido desde sus inicios estudios fotográfico profesionales, siempre concentró las placas y negativos que obtenía en sus diversos empleos en empresas que lo contrataban precisamente para conocer y dar a conocer los nuevos lugares y gente. Sobre todo la Unión Pacific Railroad, le permitió, a través del ferrocarril, recorrer en poco tiempo grandes distancias y lugares y plasmarlos al papel. Fue pionero en el uso de este medio de transporte para desarrollar su trabajo, que otros en su época no aprovecharon. Igualmente fue el fotógrafo oficial de las muchas comisiones geológicas y de exploración de esos años.

El éxito de sus establecimientos comerciales fue gracias a que, aprovechando su material, establecieron una mercadotecnia de la imagen en diversos formatos, fotografías simples, álbumes, tarjetas de visitas, tarjetas postales y tomas estereoscopicas. Casi todos los negativos de su obra se ha conservado y fueron millones las impresiones que desde entonces se hicieron. Hasta nuestros días, constituye el fotógrafo más reproducido a nivel mundial.  Habiendo cubierto toda una época de la historia norteamericana, quizá intentando atrapar nuevas realidades, viajó por el mundo contratado por diversas compañías y gobiernos. Nunca tuvo el mismo éxito, los países de leyenda comenzaban a extinguirse, y él a repetir patrones ya desgastados, sin embargo realizó tomas increíbles de Europa, África y Asia.

En uno de esos proyectos, llegó a México en 1883, contratado por la compañía ferrocarrilera Atchison, Topeka y Santa Fe (ATSF) para una serie fotográfica del Ferrocarril Central Mexicano. Huelga decir que utilizó la fórmula ya probada: el traslado en ferrocarril, las tomas de paisajes amplios y la gran calidad personal, aunque comercializó su trabajo al grado de que resultaron además muchas reproducciones de baja calidad en todos los formatos ya descritos.

Hasta entonces, en los Estados Unidos y el mundo, la visión de México estaba cargada de los prejuicios de los diversos viajeros, exploradores y comerciantes que por escrito plasmaban sus impresiones, muchas de ellas se desvanecieron con la realidad de la imagen, otras se quedaron cortas. Pero el auge de la fotografía a finales del siglo XIX permitió establecer la realidad del país, aunque solo fuera en este caso, de los lugares tocados por las vías ferroviarias, el resto de la república permaneció ignoto hasta muchos años después. El recorrido de Jackson en nuestro país se circunscribió al del Ferrocarril Central Mexicano, es decir de Ciudad Juárez a la ciudad de México, extensión que plasmó en cientos de fotografías, siempre en inmediaciones del camino de Hierro.

De San Juan del Río se conocen 5  tomas,  dos de ellas en magnífica calidad. Las presento a ustedes, con una breve descripción. Aclaro que las fotografías originales tienen derecho de autor, por lo que presento tomas tomadas de diversos sitios de venta de copias en internet. En la Librería del congreso de Estados unidos (LOC) hay un fondo especial que contiene muchísimas. Están disponibles a la venta por si alguien se interesa, en máxima resolución. Ignoro si su recorrido fotográfico fue de Norte a Sur o al contrario o en fechas distintas por lo que no puedo  determinar su orden cronológico.

1.- SAN JUAN DEL RÍO  (Paso de Mata)

William Henry Jackson. Original en la LOC.

Es una toma de terreno rural, debido a que casi no  tiene referencias y solo dice que es San Juan del Río, tarde algo de tiempo en localizarla, por eso digo que es en Paso de Mata, localicé el lugar siguiendo el trayecto del ferrocarril desde Cazadero. La única pista es un bordo, que aún existe abajo del terraplén de la vía. Por las condiciones del sitio, casi no ha cambiado, se podría obtener la misma toma en la actualidad. 

2.- Maguey Field. ( o  sea campo de magueyes)

William Henry Jackson. Original en la LOC.
La de mejor calidad y contenido de todas. En la LOC de Estados Unidos la tienen en gran resolución. Fue tomada en las inmediaciones de Puente de Fierro sobre el río San Juan, cerca de la Estación Ferroviaria. Es el elegante puente dinamitado durante la revolución. Como no hay forma de saber en qué extremo se tomó, pueden ser las inmediaciones de la calle Rayón, o el inicio del barrio del Espíritu Santo, muy cambiados actualmente. Los grandes ausentes son los magueyes, hoy se llamaría Asfalto Fields.
Se observa también perfectamente la locomotora de vapor, su vagón de carbón y los de pasajeros, con la leyenda “central mexicano”. Seguramente en la original se puede ver hasta el número de la locomotora. Capta además algunos vecinos, curiosos por el lugar en que se detuvo el tren, tres adultos y un niño, -que por cierto se movió- con indumentaria campesina de la época.

3 y 4.-   Sin nombre.

William Henry Jackson. Original en la LOC.
William Henry Jackson. Original en la LOC.
Son dos fotografías tomadas en el anterior campo de magueyes, de dos personajes adultos, seguramente Jackson y alguno de sus ayudantes. No pude determinar cuál.

5.- Sin nombre.
William Henry Jackson. Original en la LOC.
Esta fotografía sería la mejor, desafortunadamente no está disponible en mejor resolución, parece ser que ni el original de la LOC. De lo poco que puede observarse en esta panorámica, fue tomada antes de llegar a la ciudad. Cerca de la vía se observan algunas casas y a lo lejos una silueta blanca que sería la ciudad, destacando los templos, únicos edificios de altura en aquellos tiempos.

Muchos años después, Jackson se integró a la Detroit Publishing Company. Donde integró sus archivos y reeditó sus mejores fotografías, otra vez en diversos formatos, de ellas proceden gran cantidad de las impresiones que han llegado a la actualidad, en calidades diversa, incluso incursionaron en la coloración de las mismas. Sobrevivió a la compañía, que cerró en 1924 y se dedicó a la pintura, arte que había dejado en la niñez, cuando por el dedo del destino se decidió que no sería el creador de imágenes, sino el difusor de las que la naturaleza ya había realizado. Murió en 1942, a los 99 años. Su obra está plasmada en infinidad de libros personales y catálogos impresos y  digitales.

APÉNDICE CURIOSO

William Henry Jackson. Original en la LOC.

La fotografía más conocida De William Henry Jackson en el estado es una tomada en la ciudad de Querétaro, del Ferrocarril pasando debajo de un arco del acueducto. Resulta que es uno de los primeros montajes de la historia. Ciertamente en ese tiempo las vías pasaban por debajo de esa construcción (actualmente no) antes de dirigirse a su terminal que estaba en la actual biblioteca Gómez Morín.  Si observan con cuidado la perspectiva, la posición del ferrocarril y los arcos se darán cuenta que es imposible la posición, a menos que un arco estuviera más atrás de los otros. Creo que el mismo Jackson fue el autor del montaje, ya que algunas de las impresiones de la falsa imagen provienen de la Detroit Publishing, que estaba a su cuidado.

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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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 Por razones de índole personal, había dejado de publicar  el mes pasado, espero reponer lo no escrito en vacaciones. Por algún motivo me llegó una oleada de visitantes, sobre todo de Estados Unidos y Rusia, aunque solo son en las entradas más recientes, espero que su interés continúe con las más antiguas. Por ello y mi inactividad no pude hacer  un recuento de haber logrado ya las 30,000 entradas.
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Había mencionado en anterior entrada que tenía en mi poder una  segunda edición de geografía e Historia de Rafael Ayala, propiedad de un amigo al que no veía desde hace muchos años y por tanto no lo había devuelto. El hecho era significativo porque el libro perteneció a su mamá ya fallecida y tenía ese peso en la conciencia. Pude localizar en noviembre a mi amigo y devolvérselo tal como me fue entregado incluso el mismo plástico de la cubierta. Ese ejemplar fue significativo para mí ya que me acompañó desde mis años de estudiante y lo leí y releí docenas de veces, como debe ser en un libro tan completo. Gracias  Héctor, gracias Maestra Pueblito.
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SECCIÓN COMERCIAL 
Ya he hablado aquí de la Familia de don Esteban Díaz González de la calle del Curato, entre ellos de su nieto Celestino Díaz Domínguez, el Abogado del Imperio. (de Maximiliano) Tras la aventura imperial, se dedicó a diversas actividades políticas, artísticas y comerciales. Editó la Guía del Viajero en Querétaro en la que describe la ciudad a finales del siglo XIX, en ella está un anuncio de una tienda l de su propiedad que es el que hoy les presento. 
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SECCIÓN COMERCIAL PERSONAL

Sin darme cuenta, ahora sí, sin sarcasmo, resulta que ya me presenté en el foro del portal del Diezmo, para ayudar en la presentación del ya relatado libro de mi amigo Fernando Roque, creo que cumplí con mi misión y ayudé a ubicar el contexto de la obra.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Un panteón insólito, la Santa Veracruz de san Juan del Río, Qro.

Un panteón insólito, la Santa Veracruz de san Juan del Río, Qro.



 Fachada en  el callejón de 2 de abril.
Dentro del cúmulo de actividades culturales que contuvo en días pasados, el festival de día de muertos de esta ciudad, para el tema de este blog destaca la reapertura del Museo de la Muerte, en el antiguo panteón de la Santa Veracruz, tras una remodelación que cambió en algo su apariencia, pero que mantiene su objetivo original, que es dar a conocer la muerte como manifestación cultural.  

Por tal motivo, esta entrada, más que datos históricos, la dedico a detallar algunos aspectos únicos de este panteón, que lo hace diferente a casi todos los del país.

El panteón, como tal data de mediados del siglo XIX, es un edificio neoclásico, con la extraña característica de encontrarse al borde de una peñasco y cuya planta  se encuentra sobre la roca viva siguiendo los contornos que le determinó el desnivel natural de la peña.
Calle Melchor 0campo. Sobre la Peña, el mirador del panteón.

Por la misma razón, nunca tuvo una superficie de tierra para excavar las tumbas, sino que se tenía que esculpir un orificio para ello. Es quizá el único panteón donde los enterradores no usaron palas, sino cincel y martillo, o bien recurrían a otro método igualmente novedoso: el entierro se hacía a nivel del suelo y sobre el ataúd se construía una tumba de material, completa, por lo cual algunas resultaron muy altas.

Fotografía de la Dirección Estatal de Turismo. Patio superior. Nichos, Tumbas altas  y el osario.
El área total ocupada por el cementerio es relativamente pequeña para este tipo de instalaciones, por lo que se tuvo que utilizar hasta el último resquicio que la roca permitía para colocar las tumbas. La parte interior de la barda de su fachada fue utilizada para instalar otro para entonces novedoso, sistema de sepultura, consistente en nichos dentro de la mencionada pared.

Patio inferior. Tumbas a ras de suelo.
La escasez de espacio motivó incluso a un par de extraños entierros verticales. Están en la parte de la roca sobre la que se desplanta la iglesia vecina, ahí, se hicieron excavaciones tan pequeñas que solo se explican si el entierro se fue con la caja en posición vertical.

El colmo de las extrañas ubicaciones para las fosas lo encontrarán en una tumba ubicada en uno de los descansos de la escalinata que une los dos niveles, aunque creo que en este caso no fue para aprovechar el espacio sino por propia voluntad del difunto.
Tumba en la escalinata.

Aparte del área de tumbas, contiene otras instalaciones, propias de los cementerios, pero siempre con características propias:

Un osario, igualmente creo que el único que he conocido, que no está en tierra, sino que igual  que las tumbas se excavó en la roca viva.
Osario

Tiene una pequeña capilla interior, que también por falta de espacio, una de sus paredes, es el contorno de la peña, y tiene la característica única de que en tres de sus paredes contiene… más nichos.

Capilla interior, el mural perdido.
Otra característica que lo distingue de la mayoría de los panteones  es que gran parte de los entierros que se efectuaron en él fueron secundarios, es decir, habían sido enterrados en las iglesias y los otros camposantos de la ciudad y pasado el tiempo los restos fueron trasladados aquí. Solo así se explica el pequeño tamaño de algunas tumbas.  Es el caso de algunos personajes importantes de aquellos tiempos como Rafaela Díaz, benefactora de la ciudad, que fue trasladada como un homenaje a su labor al nicho No. 1, o el del General Juan Domínguez y familiares, quienes originalmente estaban en el panteón ubicado frente a las iglesias del centro, y se trasladaron inicialmente a una tumba superficial de este panteón y luego a un nicho.
Entierro secundario. Nicho no. 1 
El hecho de que los cadáveres de este panteón no se “enterraban” (porque no había tierra) sino que se depositaban en la roca y sobre el orificio una lápida, los resquicios y orillas de ambos se sellaban con mezcla que el tiempo se encargaba de fracturar, lo que ocasionaba que los olores se dispersaran. Al paso del tiempo, en el mismo siglo de su construcción, el hedor llegó al grado de que si mis fuentes no me fallan, fue clausurado un par de veces, hasta que la situación fue solventada, es decir se volvían a sellar los orificios generados por el desgaste de la mezcla, igual ocurría en los nichos, cuyas lápidas caían y a veces no tenían detrás un muro que sellara el espacio. La situación debió ser repetitiva durante muchos años, y solo se resolvió cuando, a causa del espacio, fueron disminuyendo los moradores que al panteón ingresaban.
Pared de la roca contigua,, sobre la peña, y en ella, más tumbas.
Esto determinó su destino, en pocos años se llenó completamente de tumbas y ante la imposibilidad de hacer nuevas, solo se volvían a utilizar  aquellas en las que una familia había pagado la perpetuidad y podía depositar en nuevos difuntos.

La natural movilidad social, el olvido de parientes, el envejecimiento y dispersión de las familias hizo que poco a poco fuera menos utilizado, visitado y mucho menos remozado, aunque siguieron entierros esporádicos hasta después de la segunda mitad del siglo XX.

Ornamentación, en el mirado. La muerte siempre presente.
Un elemento que no ha sido estudiado y que supongo influyó en que este panteón cayera en desuso, es la tremenda dificultad que significaba que cualquier cortejo fúnebre llegara del centro, lo que significa subir la empinada cuesta de la hoy calle dos de abril. Con el difunto a cuestas debió ser una penosa labor.

Ornamentación, otro diseño, la misma presencia.
Otro elemento que distingue a este de cualquier otro panteón es que durante su construcción, al nivelar en lo posible la peña, la misma roca que se iba extrayendo, se utilizaba para ir levantando las paredes, y a lo mejor hasta la ornamentación.

El edificio fue diseñado por  el Dr. Guadalupe Perrusquía, sanjuanense distinguido quien a pesar de su profesión, tenía inclinaciones artísticas y nos legó un  elegante edificio, perfectamente adaptado al espacio, utilizando como piedra de muros la cantera morena sanjuanense y con ella misma, la ornamentación alusiva a la muerte. Varios de los espacios tuvieron murales, de los cuales solo se conserva la pintura al interior del osario. Se perdieron el de la fachada de la capilla y algunos que  tenía en su interior. Adicionalmente en  varias paredes, se pintaron poesías de tema necrológico, que creo que tampoco hay en ningún panteón.

Y como colofón al uso de la cantera morena, originalmente del mismo material fueron las lápidas de las tumbas, las más modernas ya incorporaron otros materiales. La facilidad de moldear este tipo de piedra justifica su popularidad, pero a la vez le hace presa fácil de la erosión, por lo cual muchas de ellas lamentablemente han pedido sus inscripciones.

Pintura al interior del osario.
Mis recuerdos personales del lugar son de mediados de la década de 1970, para entonces, al ser ya muy pocos los descendientes de los ahí sepultados, permanecía cerrada casi todo el año la reja de entrada que supongo era la original, porque era forjada.

Como casi todos los niños del barrio de la época, cada vez que pasaba por ahí, me asomaba a través de la reja para leer el poema que desde ahí era visible en la amarillenta pared,  y subido en ella, vislumbrar las tumbas de las partes bajas.

Por una casualidad pude entrar al lugar, dado que un vecino de la Plazuela Guadalupe Victoria, don Guadalupe Trejo, tenía la llave de la reja, y en un mes de noviembre de esa década nos envió a su hijo y a mí a abrir el panteón y estar al pendiente por si se presentaban familiares de los ahí sepultados a arreglar algunas de las tumbas y conseguirles agua para las flores y obtener una gratificación.

Fotograma de la película "las vírgenes locas" de 1972, patio inferior 
Dado que fueron realmente pocas las personas que se presentaron ese día, el monetario fue igualmente exiguo, pero todo el panteón fue nuestro durante varias horas. Hago mención de que el abandono era total: muchas filtraciones de agua de los techos; el osario contenía aún huesos y mucha basura; las palomas que lo habitaban habían acumulado bajo sus nidos gran cantidad de desechos; bastantes lápidas estaban rotas y el polvo acumulado permitía que la vegetación creciera en paredes, techos y en el suelo entre las tumbas y sobre ellas; Los murales aún se distinguían pero ya muy deteriorados; Varios nichos habían perdido su lápida frontal  y se asomaban los restos humanos, incluso ropas. Todas las paredes perdían su pintura  y las del mirador mucho del aplanado.

Fotograma de la película "las vírgenes locas" de 1972, interior de la capilla.
A pesar del abandono o quizá por eso mismo, la capilla era el lugar más impresionante, al no haber luz eléctrica, al entrar en ella y ver que de los nichos sobresalían huesos verdaderos incrementaba el ambiente sobrecogedor.

Una década después, en 1980, el edificio se destinó para albergar el primer museo de la ciudad, bajo administración municipal, sobre todo para albergar el gran acopio de material arqueológico de la zona vecina, es entonces cuando un grupo de sanjuanenses remozó en lo posible el edificio. Aclaro que desde entonces muchas lápidas cambiaron de lugar, ante la imposibilidad de hallar su ubicación original, a donde se pudiera, otras se acumularon en el vestíbulo y se trató de al menos cubrir todas las sepulturas con una. Se conservaron casi todas, aun las que no tenían ya inscripción. Varias de las tumbas "altas" se reubicaron.

Poesía alusiva en las paredes.
Poco después se decidió que la museografía cambiara  y  se destinara como “Museo de la Muerte” como permanece en la actualidad, con su única sala dedicada a la temática referida, respetando el resto de edificio, es decir, el viejo panteón de la Santa Veracruz, en la cornisa natural, en la que los viejos sanjuanenses ahí sepultados, contemplan el crecimiento de la ciudad que los vio nacer, vivir y morir. Sea para bien esta nueva remodelación que nos permita conservar muchos años más  uno de los edificios más más emblemáticos y bellos de nuestro patrimonio histórico.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
Todas las fotografías presentadas son de antes de la remodelación, espero asistir pronto a tomar algunas actuales. Todas son personales, excepto la de Turismo y los fotogramas.
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Les recuerdo que el próximo sábado 12 de noviembre, en el Portal del diezmo, a las 7:00 p.m. Fernando roque presentará su libro En mi viejo San Juan... del Río. Ahí nos vemos. Estaré apoyando a Fernando en la venta de libros, a un precio irrisorio. No compre un libro, recupere sus recuerdos. La venta no tiene fines lucrativos, sino apoyar al autor en nuevas publicaciones.
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domingo, 16 de octubre de 2016

En mi viejo San Juan… del Río.

En mi viejo San Juan… del Río.

Portada
Tal como acostumbra, uno de los más emblemáticos escritores sanjuanenses de la actualidad, emerge, esta vez de las sombras que le dejaron los últimos juegos florales, para presentarnos lo que es su más reciente producción literaria:

En mi viejo san juan… del Río.

Con el evocador título, Fernando Roque Soto Martínez, hace una retrospectiva de su vida, escribiendo sobre un pasado, tan cercano en el tiempo, tan lejano ante la transformación de aquel viejo pueblo de puertas abiertas, en el que todos se conocían, en el que todo era común e interactuaba en la formación de los nuevos sanjuanenses. Esa vuelta a la semilla, tuvo como producto, un conjunto de relatos, dice él que personales, yo diría que de muchos,  en los que tal vez sin quererlo, rasguña a una narrativa que raya en el romanticismo, pero a la vez, es cruda y real descripción de un, para muchos ya mítico tiempo que se nos escurrió entre las manos, sin darnos cuenta,  digo nos porque casi todos los que somos cercanos a su edad, tuvimos vivencias similares. Quizá a todas las generaciones les ocurre lo mismo, quizá esa nostalgia es común y se da por el  simple paso de los años y nuestra transformación personal y física. El caso es que no se explica cómo cambió tanto el cálido entorno de nuestra niñez, cómo han ido desapareciendo entre la modernidad espacios icónicos y cómo a veces es necesario que alguien nos los regrese, aunque sea a través de un libro. 

La publicación, de breves páginas, casi apenas un folleto, contiene la narración y la explicación de una vida, la evolución de la mentalidad infantil, a una casi adulta, en anécdotas tan sencillamente relatadas, que hasta parecen candorosas pero que significaron tanto en una vida, en un grupo, en una generación, de la cuál es Fernando fiel representante. Hablo de la generación que nació en la pequeña ciudad y despertó a la edad adulta en la gran urbe actual.

Difícil imaginar, que una de las cabezas de los diversos grupos del actual underground sanjuanense, de la narrativa cruda, de la crítica mordaz, de los no oficiales, es decir la contracultura, de esos peregrinos infatigables de los lugares non sanctos de la ciudad, amantes de holocaustos citadinos y no duraderos, pueda describir el paso de los sueños infantiles a la  nebulosa adolescencia  y despertar al llegar las realidades de la edad adulta.

Si quienes lean el libro, encuentran similitudes con muchas de las crónicas de este blog, no se extrañe, fuimos vecinos del barrio y aunque es algo mayor que yo, nuestros referentes de aquella época son los mismos. (En descargo mío, puedo decir que en algo de lo escrito estuve en segundo plano y no aparezco directamente en ninguno de los relatos…¿O sí)

Podrán encontrar ahí lugares comunes, más comunes que lugares, escenarios en los que nos desarrollamos y hoy añoramos: el río, las poquianchis, el tragadero, la ESFAC, en los que ubica su encuentro casi paralelo con la literatura y el erotismo, el paso de la contemplación de lo escrito a la producción propia.

Escribe recuerdos que muchos tenemos, pero pocos podemos hacerlo de manera tan literaria, ya que es poseedor de una de las prosas más educada de la ciudad, paradójicamente producto de una vida dedicada a la poesía en dos bandas, a la crónica, a la contemplación y transfiguración a letras de la realidad y su amor por el cine mexicano y mundial, que también se asoma en las páginas, a través de la fugaz realidad plasmada en la pantalla del viejo Cinelandia, magia de la luz que lo atrapó para siempre y forjó parte de su personalidad.

El hoy libro ya lo conocía en su totalidad, me fue entregado hace tiempo, según para una revisión, ortográfica y de los datos. Resulta que no encontré detalle para corregir, salvo su breve extensión, que creo que sería de lo poco que se le puede reclamar. Al parecer todos los que tuvimos el escrito con anterioridad hicimos esa misma observación.  A todos nos hizo caso omiso y quedó tal como él quiso desde el principio.

Contraportada
La portada ejemplifica lo que narro al inicio, espacios tan comunes se han ido desvaneciendo, no halló ninguna fotografía contemporánea a él, de las calles donde vivió en el tiempo narrado; Allende, Pino Sur y Cóporo, eligiendo una emblemática de ésta última.

Aunque no es amante de la historia propiamente dicha, sí lo es del recuerdo, la nostalgia, el detalle y las personas, resultando ser su texto una especie de historia sin fecha de San Juan del Río en la década de los setentas.

Casi todos los nombres mencionados son reales, creo que solo ocultó algunos que pudieran comprometer a alguien.

Quizá otro detalle es que para disfrutarlo a cabalidad es necesario haber vivido en aquel viejo San Juan, lo que no pueden hacer muchos de los que llegaron o nacieron después, pero si eres parte de los afortunados, la propuesta es que hagamos elitista nuestra melancolía y regresemos a aquellos lugares comunes, recordemos, rememoremos.

Los que no lo vivieron, dispóngase a disfrutar un texto que no parece ser real  por pasar de manera sublime de la inocencia a la grosería, del candor a lo erótico, del miedo a la acción, y todo aquello que  transcurre en una infancia, en una adolescencia, en una vida.

Nos queda a deber su paso por la Dirección de Cultura, cuando fue cácaro oficial de la dependencia teniendo a su cargo las proyecciones fílmicas en la rudimentaria etapa previa a la era digital, su inicio en el underground local, de cuando Fernando se convirtió en Roque,  de su afiliación perenne a los grupos culturales, de sus colecciones, de sus gustos, en fin es obligada una segunda parte de su vida, de la de todos nosotros.

Fotografía tomada de la Página de Roberto Cárdenas, Crédito a quien corresponda.

Solo cuesta 30 pesos en la librería de la plaza los Faroles. No compre un libro, viaje a su pasado, hágase de la esencia mágica del recuerdo y regrese al viejo San Juan … del Río.

Las presentaciones serán:
Viernes 21 de  octubre bar Casino
12 noviembre, Portal del Diezmo.

En cuanto tenga el cartel y horarios se los presento.

Si quieres saber más de  Fernando, da clic en el siguiente enlace.

Fernando Roque, la biografía no autorizada

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ACTUALIZACION  17 DE OCTUBRE
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Aquí el cartel, no falten.
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¡Viva San Juan del Río!

¡Viva San Juan del Río!
Río San Juan, al sur de la Ciudad.
El asunto era pleito casado desde muchos años antes, así que no fue extraño para nadie un roce más.

Casi desde su creación, San Juan del Río gozó de derecho al agua del cercano río, lo que le permitió canalizarla para el riego de las parcelas que en una primera época componían el fundo del originalmente pueblo de indios.

Con la recomposición que se dio en el siglo XVII, algunas secciones se destinaron como área urbanizada para esos mismos habitantes y además, mestizos y españoles que de una u otra manera se hicieron de predios.  A partir de entonces, el área agrícola propiamente dicha se relegó al cinturón circundante del pequeño pueblo y los aún amplios espacios del centro se constituyeron como huertos domésticos, aunque ya delimitados dentro del área de las viviendas particulares.

Fueron, hasta el siglo pasado, legendarios los espacios dedicados exclusivamente como huertas, además de las más pequeñas que tenían la mayoría de las casas desde el siglo XVII. Aunque al fraccionarse los predios originales se perdieron algunas, muchas se conservaron hasta hace poco.

Para su sostenimiento, huertas y sembradíos dependían del agua de lluvia, que un régimen pluvial más estable que el actual les subsanaba. Ya fuera por lluvia directa o canalizada  en los varios sistemas hidráulicos que aprovechando el cauce de los antiguos arroyos tuvo el pueblo, Este sistema era efectivo, pero esporádico, solo funcionaba después de las lluvias, por lo que no era confiable.

Aclarando de antemano que el río San Juan nunca tuvo una corriente permanente respetable, como dicen algunos nostálgicos, sí era impresionante su caudal en época de lluvias y conforme esta pasaba, se conservaba un paso mínimo.

Para evitar que las avenidas de agua se perdieran, desde el siglo XVI  se canalizó parte de su corriente por medio de una acequia, que atravesaba todo el pueblo, y permitía que los sembradíos de las afueras y las huertas del centro subsistieran.

Aunque al llegar al pueblo, el río es uno solo, en realidad, está compuesto de varios afluentes  que desde su nacimiento, en la presa de Huapango, en el estado de México, va recogiendo en un poco más de  40 km.

Dicha presa, data de finales del siglo XVI, cuando los indígenas de Jilotepec, con apoyo del encomendero Pedro de Quezada, aprovechan un área pantanosa alrededor de unos ojos de agua,(manantiales) que la formaban, desbrozan el terreno convirtiéndola en un área susceptible de almacenar gran cantidad de líquido.

Imagen de Google Earth 2016. Hacienda de Arroyo Zarco, estado de México.
El represamiento dio a los habitantes de San Juan del Río, el derecho de disponer del caudal aunque una parte se destinó específicamente en favor del encomendero para sus propiedades. (Aunque Ayala deja entrever que la porción otorgada a Quezada se destinaba a sus propiedades alrededor del pueblo, parece que en realidad, la destinaba a labores en  la Hacienda de Arroyo Zarco, en el estado de México, punto intermedio entre el nacimiento y San Juan del Río, donde seguramente a través de una represa tomaba su parte y dejaba correr la restante)

Una vez concluida la presa, el hecho de estar confinado el líquido permitió regularizar el riego y disponer de él líquido en periodos convenientes, aún en tiempos de sequía, se tenía al menos de la indispensable.

El hecho de que durante muchos años no hubiera asentamientos de importancia en el trayecto del río, hizo que la situación de disfrute casi total del agua almacenada en la presa de Huapango, que llegó a tener más de 28 km de largo y 4 de ancho, además de la que se le iba agregando por sus tributarios en el recorrido, hizo pensar que  la situación sería así por siempre.
Los tiempos cambian, los propietarios también, la costumbre más. A finales del siglo XVIII, La hacienda de Arroyo Zarco, comienza a disponer de manera total del caudal, para uso propio e incluso la distribuye por cuenta propia a algunas haciendas y nuevos asentamiento afectando con ello al pueblo de San Juan del Río, que a partir de entonces jamás dispuso ya de la totalidad del líquido.

Existe gran cantidad de documentos relativos a los pleitos que emprendió San Juan por recuperar ese derecho, contra las Hacienda de Arroyo Zarco, Cazadero, la Llave, etc, durante más de un siglo, solo hacer constar que el estira y afloja, a veces favorecía a San Juan, a veces a los otros, pero poco a poco se tuvo que ceder e ir otorgando a los nuevos asentamientos parte del vital líquido, de tal manera que desde inicios del siglo XIX, lo que llegó a San Juan cada vez fue menos. La  situación no derivó en una catástrofe para el pueblo, porque a pesar de todo, había, delante de la hacienda, más afluentes del río, el más importante, el San Ildefonso que permitieron, en condiciones más precarias que sobreviviera la agricultura y las huertas de San Juan del Río. Parece que con lo que nunca estuvieron de acuerdo habitantes y autoridades, fue en tener que ir a Arroyo Zarco, a solicitar a los diferentes dueños, que abrieran las compuertas y dejaran correr el líquido a San Juan.

Como dije, los dimes y diretes fueron constantes, y cada vez se llegaba a acuerdos que casi nunca se cumplían por la otra parte o bien los de San Juan nunca estaban satisfechos por lo que les tocaba en las negociaciones. Hoy solo narraré uno de ellos, que tuvo repercusión a nivel nacional y requirió la intervención del mismísimo Maximiliano de Habsburgo para dirimir la cuestión.

Luego de salir de su nacimiento en la Presa de Huapango, cerca de Jilotepec, el río cruza los terrenos frente a la Hacienda de Arroyo Zarco. Adelante existía un punto cercano al Camino Real, llamado La Soledad, donde se ubicaba un puesto de remuda de para las diligencias que lo transitaban. Originalmente solo era una casucha en medio de la nada, donde se cambiaban caballos y se daba alimento a los viajeros, más adelante, el río entra a terrenos sanjuanenses, por San Sebastián de las Barrancas.

Fotografía de 1918,crédito a quien corresponda, El salto o Cascada de Taxtó y la poza .
Resulta, que a principios del siglo XIX, alrededor de la Soledad, comenzó a establecerse un poblado. Entre sus habitantes predominaba el apellido Polo, por lo que se decidió llamarlo Polotitlán. El lugar creció de manera rápida y requirió de un abastecimiento de agua. Por un acuerdo decidieron tomarla del río San Juan, que no pasa cerca de la población mencionada, pero sí en terrenos que le pertenecían, específicamente en San Nicolás de los Cerritos, en donde se forma un pequeño Salto de unos 5 metros de altura llamadó Taxtó, y tras él, un depósito natural  o poza, donde se había hecho una represa que desviaba, a través de un acueducto de piedra, el agua necesaria para Polotitlán.

Dibujo de 1864, la presa destruida por los sanjuanenses. La letra c indica la salida a Polotitlán..
Algo no debió parecerles a los habitantes de San Juan o  fue un año de escasez del líquido, el caso es que alguno o algunos de ellos (nunca se supo quién) a inicio de 1864, destruyeron el dique y todavía se atrevieron a escribir con letras blancas  a un lado de la cascada “Viva San Juan del Río”. Cesando así el paso de agua para la población mexiquense.


Extracto del informe de Jiménez, detallando  el salto, la presa , el acueducto y el Viva San Juan del Río, y el "carácter de venganza que tanto lo afea"
Ante la natural queja de los habitantes, tuvo que intervenir el gobierno imperial. Nombrando al “Sr. Ing. D. Francisco Jiménez, inspector general de caminos” para zanjar la situación. Y así, en la Prefectura de San Juan del Río, el 28 de abril de 1864, se reúne este con “los Sres. Don Ángel M. Domínguez, síndico 1°  del M. I. Ayuntamiento de esta ciudad y el Sr. Lic. Juan M. Díaz Barreiro, comisionados por dicha Corporación para conferenciar sobre la cuestión de aguas que existe con el pueblo de Polotitlán, y los Sres. D. Fortunato Garfias y D. Miguel Polo, como representantes del Sr. José María Garfias comisionado por Sr.  Prefecto de Tula como representante de dicho pueblo de Polotitlán” También estuvo presente el Prefecto Político,  Ramón Macotela.


Informe de Jiménez trás la primer reunión, puntos irreconciliables.
La función de Jiménez desde el inicio era proyectar una obra que repartiera el líquido en partes equitativas y solicitaba opinión de ambas partes. Por ser posiciones encontradas, la reunión debió ser muy ríspida, cada uno alegaba su derecho, los de San Juan consideraban excesivo, por el poco número de habitantes, lo que le tocaba a Polotitlán, y estos pedían la tercera parte del caudal y se ofrecían incluso a costera la obra. Los de San Juan alegaban que al estar la presa más cerca de los otros, habría abusos y desavenencias como “siempre ha habido”. La tensión por las cantidades que corresponderían a las partes, llegó a tal grado que al no haber acuerdo, se atuvieron a lo que dispusiera el comisionado.

El mencionado, hizo una exhaustiva medición de las cantidades de agua que llegaba a cada uno de los afluentes, gasto por evaporación, velocidad, la cantidad por habitante que tocaba y muchos detalles técnicos más. Realizó varios recorridos entre Taxtó y San Juan del Río, en la presa Lomo de Toro, inspeccionó las acequia del Pueblo y la del Barreno, siempre acompañado de los representantes de ambas partes. Por San Juan, además de los ya mencionados, estuvieron don Guadalupe Perrusquía, infaltable en esos años, Miguel Silis y Juan V. Legarreta.
  
Finalmente, en junio de 1864 se construyó un nuevo dique, con las especificaciones que determinó el representante imperial, a un costo de 105 pesos, pagados por Garfias, con la promesa de reembolso. Jiménez da a entender que a pesar de todo no convenció a nadie, que los de San Juan insistían en ser dueños absolutos del agua y los de Polotitlán  que era poca la que les había tocado. Incluso, se retiraron de la reunión para la firma  y muchos de los habitantes  de las dos partes no firmaron, sin embargo, el acuerdo  tuvo validez legal… seguramente solo hasta la siguiente desavenencia.
Fotografía de 1918, crédito a quien corresponda. La presa, probablemente parecida a la reconstruida en 1864. 

La presa, sobrevivió muchos años, del acueducto, en alguna ocasión, andando por San Nicolás de los Cerritos, pude conocer una parte, en la ladera de una cañada, era una zanja, excavada en la roca y cubierta por lajas. Por estar despoblada aún esa parte, supongo que todavía existe.
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Creo que me ando metiendo en los terrenos de don Javier Lara Bayón, bloguero mayor de Aculco, a ver si no me regaña.