La huerta de don Serafín
Iniciamos el recorrido por las antiguas y no tanto, pero todas
productivas huertas sanjuanenses.
Un poco de historia.
En el mapa de San Juan del Río de 1590 se identifica en la esquina
sureste de la barda que rodeaba al pueblo lo que hoy sería Guadalupe de las
Peñas.
Es necesario reiterar que todo al interior de esa cerca fue de inicio propiedad de los indios y por algún arreglo o figura jurídica virreinal, pronto hubo al sur una zona entreverada entre españoles e indios, lo que supuestamente no debía ser.
Perímetro aproximado de la cerca del pueblo, sobre una imagen de Google Earth 2021 con base en el plano de 1590. |
Sostengo, como explique en la pasada entrada, que todo derivó de la venta del Molino de los Indios a Pedro de Quesada y que, al retomarlo después por alguna razón, se generó un pleito y reparto del terreno adyacente en el que lo correspondió a españoles fue lo que yo denomino la original “Huerta Grande” que después de dividiría en partes menores, que formarían algunas de las míticas huertas sanjuanenses, que se detallaran en esta serie. (Aunque siempre se mantuvo un predio con ese nombre, incluso en la actualidad, pero hubo huertas más grandes, por eso considero que el nombre era de un predio más extenso, no lo que se conoció así en el siglo XX).
Perímetro aproximado del terreno en litigio al sur de la ciudad mixto, al sur de la ciudad, sobre una imagen de Google Earth 2021, incluye todos los sitios narrados. |
Ya desde el siglo XVII, aparece documentalmente la Huerta Grande mencionada, como parte del Mayorazgo de la Llave. Esta hacienda, de las más grandes del estado en todos los tiempos, además de su predio original al norte del municipio, en la comunidad aún llamada así, incluía otros aislados ya que se unieron las propiedades de los integrantes de las familias Lara-Gómez-Andrada- Velazco- Cervantes, conformando el mayorazgo, lo que básicamente significaba que no se podía enajenar en partes y la administración, usufructo y derecho de sucesión del conjunto se establecían entre ellos. Entre las propiedades externas, estuvieron en distintos tiempos La Guitarrilla, El Pedregoso y Guadalupe de las Peñas, hacienda en cuyo extremo, llamado Lomo de Toro se encuentra la huerta que hoy se relatará. Ambos lugares, por su cercanía al río, tuvieron ocupación desde la época prehispánica, por no haber estudios al respecto, se ignora si fueron parte del asentamiento del clásico en el barrio de la Cruz, al otro lado del río o bien fueron parte del teotihuacano localizado en “las Peñitas”.
El caso es que, para la época colonial, aparece como hacienda Guadalupe del Rincón, (por estar en un rincón del fundo del pueble) aunque tuvo apelativos distintos según la época y sus propietarios: Guadalupe Helgueros, Guadalupe Quintanar y que terminó hasta la actualidad como Guadalupe de las Peñas. Al parecer fue la primera partición de la Huerta grande Original, ya para principio del siglo XIX se encontraba en posesión de otra familia de renombre local, los Quintanar, sin relación de parentesco con los propietarios de la Llave.
Detalle en vista superior en el año 2007 de la huerta y los lugares circunvecinos. sobre una imagen de Google Earth de ese año. Todavía se conservaba parte de los aguacates. |
Aunque en la actualidad casi está absorbida por la mancha urbana (flanqueada por la autopista, un Mac Donald y su acceso a unos metros de la central camionera de la ciudad, hasta hace pocos años, era un pequeño núcleo ejidal, completamente rural, originado a partir de la repartición de la hacienda en la Reforma Agraria posterior a la Revolución. Junto a los restos del viejo casco de la hacienda, apenas unas cuantas casas de teja integraban el poblado y detrás, la silueta de las peñas del río, de la ocupaban una ladera. Al otro lado, encaramados en las alturas de las peñas, sobre el río, estaban algunas casas más: “Lomo de Toro”.
EL ORIGEN DEL NOMBRE
Por lo menos desde 1865 ya existía ahí una presa conteniendo el río, le decían “el lomo de toro” por ser de cortina ancha y redondeada que, vista desde las alturas, parecía eso, un lomo de toro. Era una presa rustica, que distribuía el agua a dos canales con compuertas de tablas a sendos lados, el de la orilla poniente se dirigía al molino del Barreno y la Venta del Refugio, del oriente salía otro llamado “de la población” era la acequia que se dirigía a la ciudad. La presa inicial debió ser de piedra y lodo y después de mampostería, se le menciona en funcionamiento todavía en 1894, luego vino la actual, de construcción moderna. Todas estuvieron en el mismo lugar y al tener la misma función y forma, todas se llamaron igual.
Fotografía personal, tomada desde la orilla del río, frente a la huerta. Presa Lomo de Toro al sur de la huerta. |
Este singular sitio de la ciudad, habitado desde tiempos inmemoriales (Ayala
dixit) se sitúa en la ladera oriente de las Peñas del río, donde emergen al
valle. Se desconoce si tuvo nombre indígena. Está distribuido en tres niveles
bien diferenciados físicamente:
1.- El río y su ribera, una sección plana adyacente que al parecer antes fue parte del cauce, pero que, al modificarse por la construcción de la actual presa, dejó de serlo y ya no se inundó o anegó convirtiéndose en terreno seco semi – permanente de cultivo y finalmente en huerta. En tiempos anteriores, estando todavía en funcionamiento la presa antigua, el trayecto del río posterior a ella formaba un remanso conocido como “Sabinos de Guadalupe” por la abundancia de dichos árboles, que fue sitio de paseo familiar.
2.- La ladera, en su parte superior y algunas secciones bajas con grandes paredes rocosas, completamente verticales y en el resto con pronunciadas inclinaciones, de manera que no tenía un solo espacio considerable de terreno plano. Sin embargo, el ingenio humano hizo posible la construcción de viviendas y hasta un camino o calle en torno al cual se alineaban hasta hace algunos años la mayoría de ellas.
3.- Las Peñas, casi planas en su parte superior y suelo enteramente de roca sólida, se extienden por muchos kilómetros, de vez en cuando cortadas por alguna barranca o un arroyo. Se dice, sin confirmación veraz que fue aquí, donde Nicolás de San Luis, sobre su yegua “la Valona,” al mando del ejército conquistador de 25,329 hombres llegó desde Jilotepec para la fundación del pueblo. (También pudo ser en las Peñitas, un poco al norte, ambas coinciden con la descripción)
En la ribera, podemos ubicar hoy un gran terreno plano, conocido como la huerta de don Serafín (por don Serafín Suárez, el propietario más recordado por los habitantes del lugar, aunque también se menciona al Sr. Romualdo Mejía) con entrada al finalizar la prolongación del B. Hidalgo, delimitado en un lado por el río, del que lo separa una barda de piedra de construcción reciente, por otro con la parte más vertical de las Peñas. La parte trasera, también con barda de piedra que asciende desde la presa hasta el camino entre las Peñas. Como se dijo, el predio no era extenso, el río ocupaba parte de él, inundándolo al menos temporalmente, situación que cambió al construir las presas, modificando levemente el cauce y le evitó ser anegado. Además, se ganó espacio limpiando los derrumbes de las Peñas y cortando un poco la ladera hasta formar una pared vertical de casi 400 m de largo y en algunos tramos con casi 20 m de altura.
El terreno resultante, sumamente fértil, fue ocupado por limas, manzanos y cultivos menores, principalmente alfalfa, hasta que aproximadamente en 1970 se plantaron los aguacates finos que se ven actualmente. En la orilla de la huerta, junto al río estuvo hasta cerca de 1990 el manantial termal que desde siempre fue abastecimiento de agua potable para los habitantes. Cuando se construyó la actual barda de piedra, por pasar exactamente encima, se adaptó un nicho dejando libre acceso al mismo por el lado del río. El nicho todavía existe, ya sin agua. Se bombeaba agua del manantial a una cisterna para riego de los árboles. Como los vecinos tenían acceso libre a la huerta, por cualquier lado, la única función de la barda era evitar que el agua del río entrara durante las crecidas.
Luego de siglos, al parecer éste fue el último en secarse de tantos grandes y famosos manantiales que tuvo el río, quizá fue uno de los mencionados por Nicolás de San Luis Montañez en su Relación de Méritos como “ojo de agua”, aquel junto a grandes sabinos, en un terreno tepetatoso, tierra dura, y un río caudaloso, tal vez este barrio fue el pueblo de Mexici. Hoy, sin manantial ni sabinos gigantes, el terreno no es nada duro ante las máquinas y la tierra tepetatosa desaparece poco a poco bajo cemento y asfalto, nos consolamos con tener un río, nada caudaloso, por cierto, pero algo es algo.
La huerta, en la década de 1980 tenía la plantación de aguacates en pleno crecimiento. Como lugar de esparcimiento era muy agradable por la abundancia de agua, el paisaje de la enorme pared de peñas y la cercanía del río. Siendo otros tiempos, aunque estaba completamente delimitada, se podía ingresar libremente por casi todos los extremos, incluso había pequeños resquicios que llevaban de lo alto a lo bajo de la peña, seguramente muy antiguos, ya que la única calle del lugar fue excavada con maquinaria. Regularmente había convivios de admisión reservada con amistades de don Serafín.
Posteriormente, el empresario español, cambió algunos de sus giros y dejó
de atenderla, en esa misma década, estuvo concesionada un tiempo a la familia
Silva que centró su actividad a la cría de ganado lechero para venta, lo que al
parecer se mantienen en la actualidad por los actuales poseedores. Tenía
construcciones que permitían que pudieran habitar ahí los dueños, arrendatarios
o cuidadores.
Del paso de la acequia dentro de la huerta no hay restos visibles, ya que se cubrió haciéndola subterránea, aunque siguen ahí. Al frente de la propiedad, arriba del portón de acceso hay restos de construcción que a decir de los vecinos eran la salida antigua al valle, justo en la entrada de autobuses de la central camionera de la ciudad.
________________________________________________________________________
EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
__________________________________________________________________________
Ante la escasez de abundancia de documentos históricos del periodo colonial, respecto a nuestra ciudad, tengo que recurrir a algunos supuestos, de ellos algunos son lógicos y otros de acuerdo a los datos que se tienen, se establecen como posibilidades como es el caso del presente.
En lo que respecta a la descripción de lugares, lo que se detalla es exacto, muchas veces entré a esta huerta y a muchas de las que se irán publicando, son vivencias y observaciones de primera mano.
________________________________________________________________________
De los aguacates de la huerta, aclaro que eran aguacates finos, como los que en la actualidad vemos en los supermercados, en aquel tiempo eran novedad, porque en las múltiples huertas de la ciudad y casas particulares había árboles de aguacate criollo, mucho más pequeño, menos carnosidad y una piel, muy delgada, a grado tal que eran difíciles de pelar de modo que se comían con todo y cáscara (no sabía mal) tenían un sabor muy diferente al actual, pero fueron los que predominaron en el mercado local durante siglos.
El aguacate moderno, es producto de una campaña emprendida por el gobierno mexicano para introducirlo en la década de 1960, consistía en que en ciertos lugares se regalaban las plantas y se brindaba asesoría permanente para su plantación y desarrollo. La campaña tuvo diversos resultados, la mayoría de las veces malos, en otros aun en la actualidad hay poblaciones que aun conservan los remanentes de esa plantación. El caso más exitoso, es el de muchos lugares de Michoacán, que gracias a esa campaña en la actualidad son referente mundial en cuanto a calidad y producción. Ignoro si los plantados por don Serafín eran parte de la campaña o una iniciativa particular.
De cualquier manera, ya casi no hay aguacates en la ciudad, ni los finos ni los criollos, pocos árboles quedan de ambos.
_________________________________________________________________________________
SECCION COMERCIAL
______________________________________________________
A quinientos metros de la huerta, rumbo al centro en la esquina del boulevard Hidalgo, y la autopista estuvo el primer local de la Volkswagen, cuyo concesionario era precisamente don Serafín. justo frente a donde se encuentra la actual concesionaria.
Abrió a mediados de la década de 1970. la fotografía corresponde a la presentación de los modelos 1978. tomada de Versión de Provincia. Flanqueado el auto por bellas damitas, todavía no se les llamaba edecanes.