sábado, 25 de abril de 2020

La leyenda que no fue

LA LEYENDA QUE NO FUE


 






Siendo niño, esporádicamente escuché en el entorno familiar, la historia que voy a tratar en esta entrada.

Por lo que de ella se relataba, me pareció siempre una leyenda con ubicación temporal y geográfica muy lejana, tanto que, con el tiempo, la olvidé… o casi.

En fecha reciente, creo que unos cinco años, entre algunos relatos de manufactura reciente que me fueron proporcionados por una amiga, de varios autores que los presentaban como leyendas sanjuanenses, casi todos me parecieron adaptaciones de pasajes de Rafael Ayala, cuentos o relatos más que fantásticos, otros se limitaban a la simple descripción, sin formato o motivo de leyenda, sin embargo, uno de ellos hizo saltar mi memoria a años pasados; destacaba por tratar un tema completamente diferente y además era, casi letra por letra, lo que yo había escuchado desde niño.

Con ese antecedente, acometí a leer de inmediato. Por la magistral forma en que la redactó su autor llevaba su lectura, en primera persona a veces, otras en segunda y otras solo como relator, a identificarme con él, ya que no se limitó al hecho en si, sino que recreó completamente la atmósfera del espacio y tiempo en el que transcurre y a su vez, yo como lector empecé a identificar esos lugares como algunos conocidos o escuchados siendo niño.

Así, en la fascinación que produce la lectura de algo que te hubiera gustado escribir, me di cuenta que lo que había supuesto de niño, no era tan lejano en tiempo ni lugar, incluso, todo discurre a unos cuantos metros del lugar donde transcurrió la primera etapa de mi vida. El autor firma únicamente como Joaquín Fonseca, y aunque he tratado de averiguar de quién se trata y si todavía vive, no he tenido éxito. Parecía que hasta ahí iba a llegar todo, pero vino en mi auxilio la musa Clío, de la manera más  inesperada.

Resulta que una tía mía, de rebote, porque el destinatario original era otro, me encargó que le platicara un relato que ella quería que conociera él, y que me dijo era la versión real de la “Llorona Sanjuanense”, real porque ocurrió cuando ella era niña y fue testigo de los hechos, incluso que el protagonista vivía en casa de su familia, en la calle 2 de abril en los años 40s del siglo pasado.

Y cuando me comenzó a describir los hechos acontecidos y el protagonista, resulta que la leyenda que mencioné al inicio, “Reyes“  de Fonseca, y lo que me decía, eran lo mismo, peor aún, Reyes tenía además de ese nombre, apellido y una vida real. Mí tía ubica los hechos en la década de 1940, y zas, resulta que encontré un relato que debió hacerse leyenda, pero no lo logró y resultó en una serie de recuerdos, pero que tenían todos los elementos para constituirla.


Imagen tomada de Google Street Viewer 2020. A la izquierda, en el actual numero 35, la casa donde vivía la familia de mi tía y el protagonista. A continuación, las otras 6 casas entonces de la misma dueña.

Datos de la vida Real.

Vivía ella, siendo niña, con su familia, en la tercera cuadra de la calle dos de abril, también conocida como la de la santa Veracruz casi al inicio de la subida del Calvario en el número 19.

Su casa, ubicada en la acera oriente, como varias de sus vecinas, tenía una entrada independiente y un solo cuarto grande como construcción, pero en la parte trasera, había un patio común con las de los vecinos, inquilinos todos (eran 7 casas) de los dueños entonces, don José Becerra y doña Merceditas Ballesteros que vivían en la calle Guerrero.

Sus padres, sin tener una relación de parentesco directa, habían, “recogido”, es decir daban alojamiento en su vivienda a un par de adultos, hermanos ellos, ambos habían sido abandonados por sus esposas, uno por haber quedado ciego y otro por su afición a la bebida. Sus nombres son respectivamente Filemón y Reyes Miranda.

Imagen tomada de Google Street Viewer 2020. Tomada desde el ángulo contrario, aproximadamente después del árbol  sobre la calle, a la derecha, el conjunto de casas .
El invidente, sobrevivía de la caridad, trabajos ocasionales y los cuidados de la familia, apoyando en lo que podía a don Pedro, (el papá de mi tía) de oficio carpintero, Reyes en cambio, cuando la tomadera se lo permitía era trabajador como pocos, cuando no se lo permitía de todos modos trabajaba. Pocas cosas no cabían en su repertorio, ayudante general, cargador, peón y todo aquello que requiriera la fuerza necesaria de un sanjuanense de los de antes, al que mi tía describe como moreno, alto, bien parecido y a veces hasta con ínfulas de galán. Lo poco que le dejaban sus eventuales trabajos en el entorno del mercado, las fincas cercanas, la estación del ferrocarril y la incipiente carretera panamericana lo dedicaba sobre todo a su vicio y contadas veces, a apoyar a la familia que lo había recogido (no necesariamente en ese orden)

En uno de esos días de trabajo, ya medio encandilado por los tragos, accedió al entorno de su vivienda, se ignora si venía por las primeras calles de Dos de Abril o subiendo de la Plazuela, el caso es que al llegar a la encrucijada de ambas calles, donde metros arriba existía un pequeño pozo de agua con brocal circular de piedra, Reyes vio que estaba ocupado por una mujer, al parecer joven, vestida de blanco, con una larga cabellera negra y a  la que adivino guapa.

Imagen tomada de fotografía antigua, probablemente de layseca, aproximadamente en la época del relato así lucía la calle. La línea muestra el conjunto de casas de la misma dueña. Donde vivía reyes sería la última.
No eran esos lugares como ahora, que bullen de autos, ni siquiera había espacio para que circularan los pocos que había en la ciudad y ningún vecino estaba afuera, el mundo era solo de él… y la dama.

Se acercó y sintiéndose aceptado se sentó junto a ella, el sentir que no era rechazado, le dio valor para acariciar la sedosa y azabache cabellera, incluso se atrevió a decirle lo mejor de su repertorio en piropos, pidiéndole que volteara para verla, no creía en su suerte y eso lo volvía atrevido.

Imagen tomada de Google Street Viewer 2020.  la cuesta, actual Fernando de Tapia, en su cruce con 2 de Abril. El  punto azul señala la antigua ubicación del pozo de la aparición.
El caso es que al hacerlo, la mujer que supuso de bello rostros, resultó que tenía cara de caballo y la cabellera que se deslizaba entre sus dedos no era más que sus crines.

Se desconoce lo que pasó en los momentos posteriores a la aparición, el caso es que Reyes llegó a la casa relatando el hecho y estuvo enfermo muchos días.
¿Fue una alucinación de Reyes o de verdad vió a la auténtica Llorona Sanjuanense? Supongo que jamás lo sabremos.

Como ven, el relato con todos los merecimientos para convertirse en una leyenda al menos local, se fue perdiendo con la dinámica poblacional del barrio, los vecinos fueron mudándose y pocos se conservaron en el lugar, muchos menos conservaron el recuerdo, años después, el pozo fue tapado y la calle urbanizada en la medida de lo posible. (Como su nombre lo indicaba, antes de ser Fernando de Tapia, era una cuesta, el último rescoldo de las Peñitas, antes de que se internen debajo de las calles del centro histórico, toda la subida estaba salpicada de obstáculos, la roca viva y muchas piedras sueltas,  y sobre ellas apenas bajaba un serpenteante caminito en el que solo cabía una persona, de tal manera que si  a lo lejos se veían alguien que quería subir y alguien que quería bajar, uno tenía que esperar. A las orillas, los vecinos, en el transcurso de siglos habían instalado sus viviendas sobre la peña o armando pequeñas terrazas con rocas suelta. Ya todo ha desaparecido, la Cuesta sigue siendo cuesta, tan empinada que los autos deben subirla a gran velocidad para no pasar sustos,en un trajín que no se detiene en el día,  es la vía alterna, en sentido contrario de la Avenida Juárez, la principal del centro)

Imagen tomada de una pintura de Armando Otero, La cuesta en su recuerdo, unos 20 años después del relato. Muy favorecida, le falta el caminito sinuoso, muchas piedras sueltas y varios desniveles. No cambió en siglos hasta su compostura a la apariencia actual al final de la década de 1960. Donde sube la señora estuvo antes el pozo, a su izquierda, "el Mashin" personaje popular,  contemporáneo de Reyes.
Como los vestigios, en pocos años la historia se desvaneció entre las calles de la ciudad a donde fueron a dar quienes conocieron a Reyes, la familia Hernández vivió muchos años en ese lugar y en calles del entorno. Mí tía se fue de ahí soltera y al casarse regresó. Hoy vive, apenas a unos 30 metros debajo de donde Reyes recibió la lección de su vida.

¿Murió Reyes a causa de la aparición? Fonseca dice que sí, pero que no había sido el único, que otros vecinos ya habían tenido la misma aparición y fatal destino, mi tía dice que no lo recuerda, pero al menos no murió de pronto y sí dejó la borrachera. Hoy solo el relato de Fonseca, la narración de mi tía y el recuerdo de los pocos contemporáneos que quedan, son sus únicos testimonios.  La leyenda ya no fue, no permeó a los tiempos modernos, que ya son otra cosa, o difundiéndola, a lo mejor. Será cosa de hacérsela conocer al conocido contador sanjuanense de leyendas y ocasional lector de este blog, Juan Carlos Zerecero, el Diablito del taxiván de leyendas.

Aclaro que en la ciudad, aparte de las religiosas, no hay leyendas, todas son acomodos de las genéricas del imaginario colectivo mexicano o las suburbanas que trajo la modernidad. No se sí por los hechos que he narrado, o por alguna otra cuestión, se contaba, también hace muchos años, que la Llorona normal, es decir sin la cara de caballo, (o quién sabe, creo que nadie salía a verla) bajaba del callejón de la Santa Veracruz y la calle 2 de Abril, rumbo al centro, emitiendo no el particular grito, sino un fuerte chillido. Mi mamá que también vivió en la calle unos veinte años después continúa contándonos como lo más horrible que oyó.

Ignoro porqué y si algunas de las espirituosas bebidas que se tomaban en esos tiempos, o la combinación de algunas, el caso es que es muy común en todo México, incluso en Latinoamérica y España desde hace  siglos las apariciones a los alcohólicos de esa mujer con cara de caballo, incluso en la literatura fantástica tiene un concepto particular, “la Llorona Mula”. Casi siempre encarnada en una mujer, la muy repetitiva cara de caballo y un entorno en que el tomador cree tener una oportunidad con ella. Supongo que la relación con la llorona es por la vestimenta blanca- y no es tan sanjuanense como mi tía lo supone.

Menciono las bebidas espirituosas, porque don Cándido Pérez, vendía a los borrachitos, en su botica (todavía no había farmacias) “la Guadalupana” un elixir llamado “espíritus” según muy bueno para reanimar, y cómo no, si era alcohol del 96 con anilina, vaya usted a saber qué efectos tenía en la gente.

La próxima entrada presento el relato íntegro, escrito por Fonseca, creo que necesitaba de un antecedente como el de hoy, para que se entienda mejor, en lo personal lo considero una joya literaria, perfectamente acabada como tal, pero describiendo su entorno, se mejora.

Los relatos que lo acompañaban, eran parte de un concurso de leyendas sanjuanenses que no tuvo continuidad, creo que todos son valiosos, pero como dije, no entran en categoría de leyendas.

COLOFON

De Reyes, ya no tuve más datos, Filemón creo que finalmente volvió a integrarse con su familia cercana porque al separarse los padres de mi tía, devolvieron el favor y vivió ahora ella, al cobijo de esa familia durante algunos años en una vecindad de la calle Ezequiel Montes.  Filemón fue abuelo de un conocido Sanjuanense de épocas recientemente pasadas, don Ramón de la Isla, que fue agente y comandante de la policía judicial cuando las oficinas de esa corporación estaban en el ya desaparecido portal de la Comandancia, en la esquina de la Avenida Juárez y Reforma, junto a la vieja cárcel, después Centro Histórico y Cultural, hoy casi sin uso y sí en el abandono.


BONUS TRACK

Ya sin muchos detalles, hay otra historia, ocurrida a Filemón, por los mismos años y mientras residía en la calle 2 de Abril. Como ya se mencionó era ciego, pero como todos tenía necesidades en las que no se le podía ayudar, así que una noche, como a las tres de la madrugada, salió a la calle a hacer pipí, (en esos años, la calle no tenía drenaje, en el patio común los vecinos hacían algunos precarios baños pero él había tomado costumbre de salir a la calle,  desolada de día, más de madrugadas, por ser un trayecto más corto, varios de los integrantes de la familia lo sintieron salir, pero no regresar.

En las mañanas, de la parte alta de las Peñitas, muy temprano bajaban algunas personas al molino, y pasaban por el callejón de la Santa Veracruz. Serían las 5 de la mañana cuando pasó la primera que lo conoció, estaba en la puerta del Panteón, sentado junto a la reja, dijo que al salir a la calle, una mano lo jaló para allá, y como no supo dónde estaba, se quedó donde lo dejó. Lo fueron a entregar a la casa de la familia, no se supo más.



jueves, 16 de abril de 2020

No solo una escalera


Una escalera

Fotografía personal, 2007. La Escalera de la Discordia en su apogeo.


Durante pasadas semanas, en redes sociales se dio a conocer que una escalera pública que comunicaba una calle en la parte alta con la baja de la ciudad, había sido destruida por los vecinos, aduciendo que por ella llegaban y era vía de escape de malhechores a sus casas. Lo que dio paso a comentarios a favor y en contra: que si se estaba violando un derecho de paso, que sí era propiedad del fraccionamiento… Como siempre, la última palabra la tiene cada uno, me limitaré en esta entrada a dar el aspecto histórico del lugar, para mejorar sus puntos de vista.

Fotografía tomada de Internet, crédito a quien corresponda.  La  ex escalera en la actualidad.


Anteriormente he comentado que cuando no se sabe de un tema, es mejor quedarse callado o de plano decir “no sé” y no andar inventando historias o decir lo que uno supone. En este caso es lo contrario, si se sabe, debe darse a conocer y digo en este caso porque resulta que la zona en cuestión, la conocí perfectamente, cuando era completamente de huertas, incluso cuando no existía ninguna casa (y no soy tan grande, la ciudad creció más rápido que yo) y era un espacio de juegos, por estar apenas a unos metros de la calle donde vivía.

UBICACIÓN

La escalera unía las calles Melchor Ocampo, (antes Cóporo, más antes Camino Real al Rodeo) con otra del fraccionamiento el Molino que comunica con el bulevar Hidalgo, una de las principales de la ciudad. Se requiere una escalera de unos 10 metros de altura porque la primera está en la ceja de las llamadas Peñitas, un saliente rocoso y la segunda, en la parte plana. Es el único acceso peatonal para salvar el desnivel.

Imagen tomada de Google Earth 2020. Calle Melchor Ocampo, al terminar las viviendas. inicio de la escalera en su parte alta. Al fondo, el antiguo camino Real al Rodeo.

El área donde estaba la escalera era el antiguo límite entre la calle de Cóporo y dos de las más famosas huertas antiguas sanjuanenses, la Viña y el Molino, específicamente, la escalera estuvo toda en el Molino.
Por estar la escalera, precisamente encima de lo que fue la antigua acequia del pueblo, los datos que presento los había escrito en el libro “La acequia del pueblo” del que los extracto, aclarando que no hay otra descripción detallada de cómo eran además de esta.

 LA HUERTA DEL MOLINO

Al abrirse el Bulevar Hidalgo en 1969, se afectaron 3 emblemáticas huertas sanjuanenses: la Viña, el Molino y la Huerta Grande, cortándolas casi por el centro, así, fueron conocidas por la gente común, ya que, aunque habían sido mucho antes terrenos casi públicos, para entonces ya eran propiedades completamente cerradas, a las que solo se accedía por invitación o robo, una de ellas es el enorme terreno que detallaremos a continuación, la huerta del Molino, con los límites siguientes:

Imagen tomada de Google Earth 2020. Vista aérea de el fraccionamiento el molino, la vía pavimentada es el B. Hidalgo, arriba a la izquierda, la zona de la escalera.
Al poniente una barda de piedra junto al río, sobre el dique que se hizo para ganar terreno firme y fértil ya que la corriente inundaba parte de la huerta. Esta sección estaba en promedio 3 m bajo el nivel actual de la calle, que es precisamente la del dique, aparentemente hoy las construcciones tienen el mismo nivel, pero puede constarse que varias de las  mueblerías ahí instaladas tienen sótano, la primera, de comerciantes españoles de apellido Da Luz sufrió todavía inundaciones cuando el río tenía creciente y se filtraba el agua a través del dique.
Al oriente por la barda de contención de las Peñitas o del camino Real
Al sur por el arroyo Cano y una pequeña barda de piedra suelta.
Al norte por la barda de la huerta de la Viña.

Recreación  personal, casi la misma de la imagen de Google, la huerta del Molino, como estuvo hasta la década de los 80s. Arriba, las Peñitas, abajo a la izquierda, la barda poniente, junto al río.
2.- Barda Oriente del Molino o de contención de las Peñitas o del Camino Real al Rodeo.
3.- Camino Real al Rodeo. Bajo la barda, la única casa antigua de la zona.
4.- Final de la parte urbanizada de la calle Melchor Ocampo, antiguo basurero.
5.- La casa Canal.
6.- Barda divisoria entre la Viña y el Molino.
7.- La acequia. La línea azul marca todo su recorrido en la huerta
8.- Compuerta y rampa de la acequia, aquí se ubicó muchos años después la escalera.
9.- Declive de las Peñitas, compuerta, el sabino y la Noria.
10.- Huerta de la Palma.
11.- ubicación actual de la Escuela comercial, en el B. Hidalgo.
12.- Arroyo Cano.
13.- Terreno de la antigua Central Camionera, entre las décadas de 1970 y 80.
14.- Trazo del B. Hidalgo.
18.- Terraplén artificial, hoy parque del fraccionamiento, solo quedan las piedras.
Donde está el logo del blog, fue la antigua zona de duraznos y luego pista de mini motos.

La extensión de la huerta se dividió por el pavimento, de norte a sur en dos secciones, su acceso original estaba en la calle Allende, en la casona llamada precisamente el Molino, frente al Sabino Quemado al costado del pozo de Guadalupe, hoy instalaciones de la P.G.R., inmediatamente luego se distinguían en la barda ventanas y puertas tapiadas, aunque no había restos de habitaciones. La barda, rústica, de piedra de río y cantera, sin aplanado continuaba por la ribera del río hasta el arroyo Cano. Al interior hubo gran cantidad de árboles frutales: aguacate, pera, mora, uva y el único del pueblo de granadas chinas; bajo las Peñitas había carreras de duraznos además de moras y aguacates dispersos que poco a poco se fueron secando por falta de riego, de bardas, y el abandono de los propietarios, quedando terrenos baldíos e inútiles.



Imagen personal. Al final de la Calle de Allende, antigua casona conocida como el Molino, entrada original a la huerta.

Distribuidos a lo largo y ancho, había canales de riego derivados de la acequia. Exactamente hacia atrás de lo que hoy es una escuela comercial,en el B. Hidalgo, casi bajo las Peñitas había un sabino, el más grande de la ciudad exceptuando los del río, a su sombra estaba una compuerta, consistente en dos piedras de cantera con una canaladura para poner una tabla o lámina metálica, movible a voluntad. Este canal secundario que conducía agua terreno abajo. (cuando lo conocí, al llegar al pavimento del Boulevard, cruzaba por un pequeño túnel pasando intacto a la otra sección, donde ya casi no se utilizó porque solo quedaban algunos duraznos que igual se secaron) Junto al sabino, a ras de suelo, estaba un pequeño pozo de orificio cuadrado de aproximadamente 20 cm por lado, formado con piedras al que le llamábamos “la Noria”, aunque por su tamaño difícilmente sirviera para sacar agua, tenía bastante profundidad. No he podido encontrar quien pudiera decir su verdadero uso y antigüedad.

Imagen personal, época actual. Ribera y  Paseo del Río La línea azul marca el final de la barda poniente de la Huerta,  abajo, el puente Cano sobre el arroyo del mismo nombre, que era el límite sur de la huerta. El edificio azul es la escuela comercial, en el B. Hidalgo.

 Nace Boulevard

El Boulevard Hidalgo fue la primera avenida moderna de la ciudad, planeada por el gobierno municipal y los comerciantes para facilitar el acceso al centro de la ciudad a los autos que transitaban por la Autopista México – Querétaro, se trazó y construyó en una sola etapa y tiempo récord con todos los adelantos modernos de entonces;  doble carril y sentido, pavimento, guarniciones, colectores de  lluvia, alumbrado de luz mercurial, nombre francés, camellón y varios etcéteras, a partir del año de 1967. El cúmulo de maravillas sin embargo, a los supuestos visitantes les importó poco, de manera que era difícil que un auto transitara al interior de la ciudad y en sentido contrario menos, los pocos autos no tenían razón de ir a la nada, así que durante años sobre el costoso pavimento fue posible escenificar largos encuentros de fútbol callejero, a veces dos simultáneos, (práctico uso de los dos sentidos) siendo las porterías piedras que rara vez había que quitar dado el poco tránsito.

Solo ocasionalmente se veían por ahí a los estudiantes del seminario Javeriano que tuvo la primera entrada hecha en esta calle, después se construyó junto al Seminario la ahora vieja clínica del Seguro Social y un negocio de venta de autos (MAGUESA) junto al arroyo Cano. Desde entonces, no ha pasado un día en que no haya al menos una obra en construcción. Sin embargo, el detonante real para su desarrollo fue cuando el Municipio a fines de la década de 1970 decidió acabar con el popular comedero llamado “El Tragadero” de la calle de Allende y trasladar la Central de autobuses que sin local funcionaba en Av. Juárez, al terreno ubicado luego del arroyo Cano, colindante con la huerta del Molino. Varios de los desalojados se instalaron en el tramo entre Allende y la flamante Central Camionera, (no hubo problema como hoy con los comerciantes fijos porque no había ninguno, estaba vacío). Su primera clientela fue la que obligadamente debió caminar del centro a la terminal y viceversa. Aunque ya había una línea de transporte urbano, Delfines de San Juan o Circuitos, eran poco usados, la gente prefería ir al trabajo o de un lado a otro a pie, solo cuando se quería matar el tiempo, no se tenía qué hacer o prisa, usaban los camiones.

Los para entonces pocos árboles del Molino se fueron acabando por la pizca inmoderada de los transeúntes, quedando sus dos secciones como amplios baldíos, propicios para toda clase de actividades no agrícolas. En el lado oriente (precisamente donde está hoy el fraccionamiento) funcionó incluso una pista de mini motos de alquiler, un año se instaló la feria de junio, y en la sección junto al río, cuando llegaban al pueblo las caravanas de gitanos o las mal llamadas “húngaras” se les permitía poner ahí sus carromatos, lejos del centro ya que tenían mala fama; que eran brujas, que robaban niños, que perdían a los hombres etc. Sin embargo, su principal actividad consistía en leer la palma de las manos, “la buenaventura” decían; No debieron ser tan temibles ya que durante los meses que estaban siempre había gente esperando sus servicios fuera de los vagones.

La Casa Canal

Aún dentro del Molino, en el límite con la Viña, bajo la barda de contención de las Peñitas, en el declive, existía adosada una extraña construcción, que aparentaba ser una casa normal de dos plantas, aproximadamente de 10 por 8m con puertas y ventanas Ya estaba en ruinas en 1973, invadida por maleza y carrizos que crecían dentro y salían por todos los huecos posibles. Un poco arriba, la acequia tenía una compuerta de desvío a una rampa de ladrillo que conducía a otro canal que desembocaba en el segundo piso de la casa. Tenía visibles dos fachadas, la de la ladera semicubierta por derrumbes, la otra era la barda que limitaba con la Viña. Creo que nunca tuvo techo la primera planta y el de la segunda se derrumbó, ahí llegaba el descrito canal a un túnel vertical adosado a la pared. (como una chimenea) Al interior parece que había un sistema de compuertas para controlar el paso de agua a varias direcciones (la maleza y basura acumuladas no dejaban ver el piso). No he podido saber si fue casa habitación adaptada para distribuir a las huertas o se hizo exprofeso.
Recreación  personal ampliada, La Casa Canal junto a lo que después sería la escalera. puede verse la desviación de la acequia al techo de la casa.

Al instalarse la central Camionera en el B. Hidalgo y ser común que las personas llegaran caminando, algunas optaron por tomar un atajo por la calle de Cóporo, al terminar las viviendas, justo sobre la casa que se acaba de detallar, donde iniciaba la barda del camino Real. Este muro, ya muy deteriorado, conservaba hasta un metro de altura que era necesario saltar, una vez al otro lado, con ayuda de un guayabo, descender por la ladera, saltar la acequia, llegar al terraplén, cruzar la ex pista de motos y por fin al Boulevard. Al principio era dificultoso, pero con el paso constante, la barda fue desapareciendo, dejando acceso libre y se formó un sinuoso caminito.

Recreación  personal, la  misma zona, pero vista desde la calle Melchor Ocampo, casi al centro, la Casa Canal, a la izquierda, las Peñitas.

Cabe mencionar que la ladera y el terraplén ya no existen, se retiraron con maquinaria para nivelar el terreno para el fraccionamiento, solo quedó lo que estaba sobre la casa canal.

El municipio, como siempre previsor, advirtió el sufrimiento de la gente y construyó entonces, para evitar accidentes, una escalera de piedra y una casi calle, de Cóporo al B. Hidalgo, en que la gente bajase cómodamente, sin brincos, vueltas ni apoyos en el guayabo, talado sin miramientos.

Parte de lo removido, sobre todo piedra, tierra, la compuerta de cantera y la rampa de ladrillo se tiraron sobre la casa canal que posteriormente se derrumbó, enterrando su misterio. La escalera cortó para siempre el ya escaso caudal de agua que corría por la acequia, solo de lluvia y secó para siempre media docena de árboles de mora que estaban casi para llegar al Boulevard.  Al costado de la casa, todavía en 1980 quedaban restos de un canal que los derrumbes no permitían ver si provenían de su interior o directamente de la acequia.

En 2006, junto a la escalera todavía seguían los restos de la compuerta y la rampa. Siendo la casa solo un montón de piedras y basura, se removió y pudo verse en lo que fue la parte baja del muro, restos de mampostería que parecen ser un canal y junto a la viña, vestigios de canales y compuertas internos. Se ven combinados elementos antiguos de cantera y recientes como ladrillo rojo. Algunas veces entré y pude ver que en el lado que colindaba con la viña, había ventanas, seguramente para vigilar la distribución de agua.

Fotografía personal, 2007. Terreno donde estuvo la casa canal, solo queda la parte baja de su pared  oriente. La barda de piedra encima de ella es moderna, para evitar derrumbes. La barda bajo el ladrillo es lo único original que queda de la que dividía la huerta del Molino con la Viña.

En sus Viajes de Orden Suprema, Guillermo Prieto relata un paseo a las huertas, por la descripción, llegó por Allende, Galeana y la ribera del río, donde se maravilló por la cantidad de árboles, fruta y las actividades sociales que al interior se efectuaban. Menciona una particularidad; no había bardas y sobre la calzada entre el río y las huertas había bancas de piedra para descanso. El acceso era libre y refiere que había jacales y casas. Nadie recuerda tales, el plano de Ignacio Pérez de cerca de 1885 marca varias dentro de la huerta del Molino antes del puente Cano, seguramente sus restos se cubrieron por el B. Hidalgo, en la ladera solo hay ruinas de una. A las que estaban en la unión del río y el arroyo se les conocía como “el Infiernillo.

El nombre de la huerta y el actual fraccionamiento derivan de la existencia de un molino, pero para ello, hay que ir a historia más antigua.

La República de Indios

En casi todas las poblaciones novohispanas existían dos cuerpos de gobierno, uno para españoles y otro para los indios, estos llamados por entonces “naturales”, cuyos actos tenían cierta independencia, sobre todo en la administración de justicia y trabajo comunitario, respetando los españoles sus determinaciones. Tenían tierras propias llamadas comunales. La mención más temprana de la República de indios de San Juan del Río es de 1582 en la Relación de Querétaro, ya segregada de la de la Provincia de Jilotepec y Huichapan. Respecto a su territorio, se menciona que tenía grandes dimensiones; habiéndosele concedido en 1558 por fundo 2,000 varas a todos los rumbos. Para el siglo XVIII, los indios poseían tierras de riego: caballería y media y que los terrenos comunales se habían ido perdiendo a manos de los hacendados. El pueblo se componía de 8 barrios; San Miguel, San Juan, San Marcos, el Calvario, la Concepción: Santa Cruz, San Isidro; y el Espíritu Santo. Los 3 primeros en el centro, de traza urbana y pobladores diversos, el resto en las afueras, exclusivamente indígenas. Se mencionan en los terrenos comunales unos muy productivos debido a regarlos la acequia,  llamados el Triángulo, Bodó y el Carrizal, ubicados “en la ceja del Calvario”. Considerando que la huerta Grande y Guadalupe de las Peñas en esa época eran parte del mayorazgo de la Llave, son los terrenos bajo las Peñitas, al oriente del actual B. Hidalgo, desde el río hasta la plazuela Guadalupe Victoria es decir el Molino y la Viña. Reitero que toda la extensión del pueblo originalmente fue propiedad de los indios y al vender tramos a los españoles, pudieron existir en el pueblo las huertas, incluso desde el siglo XVI.

Desde 1638, había en los bienes comunales una hacienda de riego de labor de trigo, exclusiva para ayuda de la iglesia. Documentos coloniales hablan o dan como referencia un molino propiedad de los indios, ubicado en esas tierras, movido por agua de la acequia, otorgado en 1569 por el virrey Martín Enríquez y estuvo en uso hasta 1582, cuando se vendió. En mi investigación no pude determinar con certeza su ubicación o vestigios, solo es seguro que fue en terrenos comunales y junto a la acequia. Debió estar cerca de la huerta del Molino y de ahí su nombre, dentro de ella, hay dos lugares posibles que desgloso a continuación:

Por la disposición del terreno, lo que llamo la Casa-Canal pudo ser un molino accionado por la caída de agua, lo que explicaría el canal vertical en la pared y por estar en su terreno, la huerta se llamó así, aunque por ya tener partes de ladrillo rojo es dudoso sea el de la República, pudo estar sobre sus ruinas. Al lado de la casa, donde estuvo la escalera, se observaban restos semienterrados de muros antiguos de piedra. Lo innegable es que en ese punto mayor diferencia de altitud se podía obtener de la acequia, casi 8 metros y por razones prácticas, los molinos se ubicaban en lugares así, el agua, apenas con un volumen frontal de 1.5 m. cúbicos por segundo podía mover la rueda de madera (noria) que acciona las piedras de moler, pero mejoraba con una caída, lo que no hubo en otra parte de la acequia, y permite, suponer que ahí pudo ser el original molino y/o alguno posterior. Como no hay documento antiguo del nombre, supongo que inicialmente pertenecía a la Viña o a la Huerta grande que sí son mencionadas tempranamente.

Por otro lado, la tradición ubica un molino al otro extremo de la huerta, en Allende, casi frente al árbol llamado “sabino quemado”, de ahí el nombre más común de la casa, cuyos propietarios más conocidos fueron de la familia Guerrero. Cumple lo arquitectónico para ser. Si el líquido llegó ahí de la acequia atravesaba casi 300 metros en plano, otra posibilidad es que la rueda fuese semi enterrada, o estuviese en el predio de enfrente, donde luego fue el rastro y se moviera directamente por agua del río, aunque no sería el de los indios. Este Molino fue de carácter público, pero funcionó desde el último tercio del siglo XIX. Creo que los dos estuvieron en la huerta y el nombre de la zona siempre fue ese.

AÑORANZAS.

No estuve presente en la década de los ochentas, cuando el municipio construyó la escalera, (como sí estuve años antes cuando quitaron el terraplén y la ladera) así que al enterarme hace días de su remoción, fui en busca de algún resto o al menos señas de la acequia y tomar fotografías. No había acabado de tomar la primera cuando ya tenía dos vecinos preguntando porqué lo hacía, hube de dar el consabido discurso, afortunadamente, fueron amables y cuando empecé a platicar algo de lo que sabía, como que se convencieron de que no era de los que habían criticado la acción de quitar la escalera, creo que la cosa era sería porque hasta un policía hacía guardia en las cercanías.

Como ya mencioné, lo que contenía esa esquina, donde jugué con mis amigos, ya no existe, de la huerta del Molino, muy recordada por nuestros padres, nos tocó poco; en lo que hoy es la calle que descendía de la escalera, había moras y arriba casi llegando a Cóporo: el guayabo, del que como todos los que pasaban cortaban era difícil hallar alguna madura. Diseminados algunos aguacates y las granadas chinas. El terreno donde están todas las casas del fraccionamiento a pesar de lo plano, no pudimos usarlo varios años porque entre el pasto pies de de duraznos, la última producción en forma de la huerta, esa plantación fue cortada por el Bulevar, pero originalmente llegaba casi a la barda a orilla del río, donde hoy están las mueblerías. Solo cuando una máquina hizo la pista de mini motos, quedó utilizable para futbol. La parte del terraplén, también plana, no sé para qué servía, era artificial y delimitada por mampostería de piedra, solo tenía carrizos, todavía cuando estando en la secundaria, hicimos una kermes por 1980, los puestos se hicieron de carrizos traídos del lugar, era el carrizal más grande del pueblo, aparte del río.

Fotografía personal, 2007. sobre lo que fue la huerta canal. los restos de la rampa y la compuerta de la acequia, todavía están ahí, semienterrados, se movieron unos metros de su ubicación original, cuando se hizo la escalera, pero están a la misma altura de donde eran.

Tan poco queda que de la casa canal, apenas hay parte de una pared, de la barda que dividía la Viña y el Molino, solo un tramo original. La acequia se fue cuando se cortó el desnivel de las Peñitas, junto a la noria y el sabino, aunque creo que deben estar todavía junto a lo que quedó de la escalera, los restos de la compuerta y la rampa. 

Por el lado de Cóporo, el terreno junto a la escalera, por su declive no ha sido construido, aunque antes era más pronunciado. Uno de mis primeros recuerdos es cuando era un basurero y fui a tirar por la ladera algunos desechos que caían hasta la acequia, todavía con agua y se la llevaba la corriente.  
Como vecino del lugar, disfruté durante mucho tiempo esos lugares en compañía de amigos de juegos y vagancia constante. Algo que ya no conocieron muchos fue la libertad de andar de un lado a otro, pizcar fruta, o simplemente ir a por la sombra del sabino y acostarte en el pasto sin ningún temor, porque no había peligros, hago mención de ello porque en esos tiempos, sin inseguridad y sin supervisión adulta podíamos andar por ahí René Santana Rico, Gustavo Trejo Castillo, Manuel Romero Chávez y Fernando Soto Martínez. (a veces el grupo era de más de 20, pero menciono los más allegados más o menos por edad, aunque también muchas veces anduve solo) hoy creo que ni siquiera los vecinos permitirían a sus hijos andar ahí solos. 

Extrañamente, como una característica propia del fraccionamiento algo persiste a pesar de  cuarenta años: los carrizos, que aparecen por donde quiera, signo que no han podido borrar siglos de la vocación agrícola del terreno, porque solo crecen donde hay agua, señal de los antiguos canales y la acequia que conocí y quizá de muchos más antiguos de los que no quedó memoria.

Imagen tomada de Google Earth 2020. Vista desde Melchor Ocampo, la escalera y el "punto ciego". (no  se ve , o veía si había alguien)


Imagen tomada de Google Earth 2020. El baldío, antigua ladera, antes muy pronunciada y que fue basurero. Abajo, los infaltables carrizos, que denotan el antiguo paso de la acequia.

Así que tomen su decisión; ya mencioné que la escalera es de la década de los ochentas, no se trata de un derecho de paso de siglos, el terreno donde se asentaba era parte de la huerta del Molino y las bardas la delimitaban con Cóporo y la Viña. No sé qué arreglo se hizo con los propietarios del terreno del hoy fraccionamiento, esa parte no se alineó por el riesgo que se derrumbara la calle Cóporo. Cuando la central estaba al otro lado del arroyo Cano era muy frecuentado, ya poca la gente la utilizaba, sí es un gran atajo. Conocedor del lugar, estando en Cóporo, ya un par de veces me dio miedo bajar la escalera. (tiene una parte que no se ve desde arriba y no fuera a ser)

Imagen tomada de Google Earth 2020.  La última imagen de la escalera, se me había olvidado mencionar los daños colaterales, también se fue un mural sobre ella.

Como dije, no me inclino por ninguno de los bandos, pero para mí, no era solo una escalera.


Fotografía personal, 2007. Tomada desde la parte media de la antigua escalera,  se observa lo que era la barda de contención, y la parte de ladera que fue alineada.  El nivel bajo de la barda, muestra el original camino, el nivel alto, el camino tras su arreglo a finales del siglo XIX.

Fotografía personal, 2007. Un poco al sur, el último tramo de barda, tenía unos 300 metros de extensión y su altura, de más o menos un metro y medio sobre el camino, iba  haciéndose menor, porque la ladera también disminuía. Terminaba cerca de lo que hoy es el B. Luis Romero Soto.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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Creo que iba a ser un texto corto, pero fueron saliendo recuerdos, espero no les moleste.

Ante la contingencia, no creo tener autoridad para dar recomendaciones, creo que cada quien tomará las medidas que juzgue convenientes para su persona y su familia, apelando siempre a su sentido común.

Lo único que puedo ofrecer es poner algunos escritos, dado que en lo personal, estoy en reclusión, pondré algunas entradas más de lo normal.

No se olviden de recomendar y dense sus vueltas.