martes, 30 de abril de 2019

UN CULTO INSÓLITO EN LA ESTANCIA SAN JUAN DEL RÍO, QRO. EL NIÑO MANUEL


(Tercera entrega del especial dedicado a esa localidad)

Fotografía personal, 2017. El  Niño Manuel.

Comentaba la entrada pasada que recibí la invitación a ese lugar para asistir a un evento religioso, la conmemoración de la muerte de uno de los últimos dueños de la hacienda de la Estancia Grande, antecedente de la actual población.

Invitación al evento, 2017.


Manuel Jesús Campos Loyola fue su nombre completo, descendiente de la familia del 2° Marqués de La Villa del Villar del Águila, el constructor durante la colonia del acueducto de Querétaro y en línea directa del 6° Marqués y la todopoderosa familia del porfiriato, los Fernández de Jáuregui. Nació en la ciudad de México el 24 de noviembre de 1904 y fue bautizado el 26 de febrero de 1905, hijo de los señores Pedro Campos y Luisa Loyola, fue el último de seis hermanos, Carlos, Luisa Javiera, Pedro José y Gonzalo Juan de quien fue gemelo. Fue también nieto de Bernabé Loyola, en quien se concentraron finalmente las vastas propiedades de la familia ya mencionada.

Entre los repartos correspondientes de propiedades familiares, correspondió a su madre, Luisa Fernández de Jáuregui, quien había enviudado joven, al menos el usufructo de algunas haciendas, a través de la sociedad Carlos Ma. Loyola Hnos. En San Juan del Río, pertenecían a esa sociedad algunas propiedades urbanas y la completa extensión de las haciendas La Venta, Ojo de Agua y la Estancia Grande, un total aproximado de 75,000 hectáreas.

Al piano, la Señora Luisa Loyola Fernández de Jauregui, mamá del niño Manuel, Fotografía de 1908, tomada del libro de Esteva, 2011.

A Luisa, en 1920, al deshacerse la sociedad, le correspondió en propiedad la Estancia Grande, que fue administrada por sus hijos, tras su reparación  ya que por entonces estaba abandonada y solo servía como bodega de la sociedad, ahí vivieron incidentalmente los mayores y participaron de una u otra manera en su manejo, aunque finalmente recayó en Gonzalo, Carlos y Manuel, luego solo en los dos últimos y a partir de 1925, el administrador único fue Manuel, haciéndose cargo de los por entonces 1500 habitantes.

Con su abuelo, Bernabé Loyola, los dos niños al centro abajo, son  Carlos y Pedro Campos Loyola, hermanos de Manuel. Fotografía de 1908, tomada del libro de Esteva, 2011.

Como todos sus hermanos, Manuel había recibido una sólida educación religiosa aunque no abrazó el sacerdocio, como si lo hizo su hermano Benito, tuvo siempre una gran inclinación hacia las obras pías, de pastoral y de organización religiosa, influido por las enseñanzas de su guía espiritual, el Pbro. Zacarías Gómez, discípulo a su vez de Florencio Rosas.  

Sabiendo que la propiedad correspondía a su madre, los hermanos fueron llamados por los trabajadores “los niños” aunque ya eran adultos y él en especial, a pesar de haberse ya convertido de facto en el patrón, siempre fue llamado “El Niño Manuel”.

Desde sus primeras incursiones en la hacienda, se convirtió en fuerte guía y consejero espiritual para los trabajadores, de inicio como padrino religioso en todo lo posible, de tal manera que estableció con ellos lazos perdurables. Incluso, se dio el lujo de prohibir el alcohol y el baile en las fiestas. Fue promotor, benefactor y hasta voluntario en el viejo hospital de San Juan del Río (el que funcionaba junto a Jesusito) donde muchas veces se le vio velando el sueño de sus trabajadores en apoyo a las religiosas que lo administraban. Siendo dueño de un automóvil, no pocas veces lo utilizó para el traslado de los enfermos y de manera insólita, era capaz, en aras de dar un consejo, de dormir a la intemperie con sus trabajadores o pasar la noche en el suelo en las rústicas habitaciones de estos tras la consabida plática y el rezo de oraciones. Por las noches, afuera de la casa grande, terminaba su jornada alfabetizando a los trabajadores.

Fotografía tomada del libro de Benito Campos, en la fachada de la vieja hacienda, junto al portal, la ventana del cuarto del Niño Manuel.

Pero resultó que esa gran labor social y sobre todo su labor pastoral que tanto cariño le ganó entre sus allegados, lo puso de pronto en conflicto con las autoridades civiles. Era la época de la prohibición religiosa y un gobierno de política anticlerical cuya acción más visible fue el cierre de templos, lo que llevó al niño Manuel a realizar acciones que rayaban en lo clandestino ya que con el total apoyo de su gente, organizaba misas en los ranchos de sus propiedades, disfrazados de charreadas, y otra vez el útil vehículo estuvo disponible para el traslado de los sacerdotes que las ministraban y los suministros necesarios para las ceremonias. La posterior política agrarista oficial, también chocó con su labor humanitaria y espiritual.
Obviamente todas sus acciones eran ocultas, pero en lo público nunca renegó de su fe y esto dio como resultado que su suerte fuera decidida, algunos dicen que lo buscaba, otros que simplemente esperó su destino, el caso es que nunca se movió de la hacienda, aún ante los claros indicios de que algo se planeaba en su contra. Su familia le pedía que se trasladara a Querétaro: nunca les hizo caso, sus trabajadores le pedían que se escondiera: más salía a los campos.

Decidido todo, el 16 de mayo de 1935, en las inmediaciones de su propiedad, cerca del Camino Real y de una vía de servicio, montado en una yegua fue abordado por un asesino a sueldo con el pretexto de comprar algunos animales. Una vez asegurado de que era él, le dio varios disparos que segaron su vida, cayendo de cara a uno de los rieles.

El caso nunca se aclaró por completo aunque el asesino material fue conocido y a su vez murió asesinado. Igual que su víctima, sabía lo que le esperaba.

Su madre, al enterarse de los hechos no quiso que fuera enterrado en San Juan, el cuerpo fue velado en su propia hacienda y sepultado en Querétaro. Se dice que de la cama donde yacía escurrió sangre y con ella se impregnaron trapos que fueron guardados como reliquias por muchos años.

En el sitio en que murió, se instaló un monumento a su memoria, coronado por una cruz, cerca de lo que pocos años después sería la carretera panamericana y luego autopista México Querétaro, en una de cuyas ampliaciones hubo que trasladarlo al centro del nuevo poblado. (ya inundada la hacienda)

Poco después de su muerte, la Sociedad familiar fue disuelta de manera definitiva, la hacienda pasó a otras manos, pero nunca pudo recuperar su grandeza, la familia, que había dominado por siglos la escena aristocrática y política queretana, contando incluso con un gobernador del estado, jamás volvió a poner un pie en el lugar.

Pareciera que por los años transcurridos, todo lo narrado no pasaría de ser un apunte histórico. Pero resulta que no: el recuerdo de este gran hombre permeó en el tiempo entre sus protegidos de la vieja hacienda, quizá por ser la antítesis del hacendado porfiriano, que apoyaba a la gente en lo material, dándole trabajo y préstamos monetarios, pero también en lo espiritual y personal, a través del consejo y la presencia cercana. Y ese recuerdo ha llegado hasta sus descendientes, los pobladores del actual poblado de la Estancia, más de tres generaciones han pasado desde entonces y nadie  ahí ignora quien fue el que siguen llamando “Niño Manuel” y el monumento que recordaba su muerte, hoy ocupa un lugar especial en el atrio de la moderna Parroquia del lugar.

Fotografía personal, 2017.  El antiguo monumento, hoy en el atrio de la Parroquia.

En un caso insólito, muchos años después, los descendientes de sus trabajadores se acercaron a los iguales de la familia de Manuel (él no tuvo descendencia, nunca fue casado) para pedirles le obsequiaran alguna parte de sus restos como recuerdo para conservarlo en la comunidad, grande fue su sorpresa porque les fueron entregados completos.

En correspondencia, la comunidad los colocó en un nicho especial de madera con cristales en los costados, celosamente guardados, posan ahí los restos óseos del recordado patrón, junto a una fotografía de gran tamaño y excelente resolución que supongo también fue proporcionada por la familia. (Además del hecho sentimental, es impactante la visual, pocas veces se puede observar tan cercanamente la dualidad entre la vida y la muerte de una persona, como lo hacen en este caso los restos óseos y la nítida imagen de cómo fue en vida)

Fotografía personal, 2017.  Nicho con los restos óseos.

El nicho y su valioso contenido se conservan con esmero en la iglesia del lugar, recientemente se construyó un templo más amplio en el terreno aledaño y lo primero que se pidió fue que se construyera un sitio especial para la urna.

Fotografía personal, 2017.   La procesión del recuerdo.

Y así, cada año, en el domingo más cercano a la fecha de su muerte, la comunidad rinde homenaje a su antiguo protector con una procesión desde las afueras del poblado, en que participan todas las generaciones que lo recuerdan, me dicen que originalmente partía del lugar del crimen, culminando con una misa. Insólita, otra vez porque es de cuerpo presente, nunca mejor dicho. Cada año, el niño Manuel vuelve, quizá para extender de nuevo su halo protector a los bisnietos y tataranietos de aquellos con quien convivió.

Por obvias razones, al integrarse a la comunidad gente de otros lugares, que no recibieron de boca de sus mayores la historia, el número de asistentes que lo conocieron fue descendiendo, pero se mantuvo en las nuevas generaciones, incluso todavía pudo verse este año a uno de los descendientes de don José Fernández de Ceballos, amigo y vecino de Manuel  y cuya familia ocupó posteriormente la hacienda.

Fotografía personal, 2017.   En el atrio.


Defino como insólito este culto, porque deben ser poquísimos los lugares en que a más de ochenta años, todavía sobreviva el recuerdo de los antiguos hacendados, menos aún de la forma en que se hace aquí, creo que influyó el hecho trágico de su muerte, pero más el que mantuvo hasta el final sus convicciones y que aunque en teoría  los trabajadores estaban a su servicio, en la realidad fue él quien les sirvió y trató como semejantes por encarnar al prójimo que la religión pide socorrer, y algunos lo hacían, pero nadie como el Niño Manuel. Así lo hizo en vida y hasta en su muerte.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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Para quien esté interesado en mayores datos sobre el tema, existe un libro: MANUEL J. CAMPOS LOYOLA UN APOSTOL DEL CAMPESINO, escrito por su hermano Benito J. Campos, Contiene una descripción completa de su vida, hechos, muerte y reacciones posteriores, Es difícil de conseguir porque se editó de manera independiente, aunque hay varias ediciones. Doné un ejemplar a la biblioteca del Archivo Histórico Municipal, ahí debe seguir. De él tome algunos datos para la redacción.

Además hay otro libro referido a un tío de Manuel, casualmente se llama “FERNANDO LOYOLA Y FERNÁNDEZ DE JAUREGUÍ, APÓSTOL DE LA MÚSICA” del autor Ángel Esteva Loyola, que creo fue donde recopiló datos J. Luz Chávez Araujo, para la sección donde habla de él en su libro LA ESTANCIA SAN JUAN DEL RIO  QUERÉTARO DE LA HACIENDA A INICIOS DE LA MODERNIDAD que ya he mencionado, es la obra más completa en todo lo relacionado al lugar. Está a la venta en la comunidad, con la Señora María Jaramillo y existe un ejemplar en la biblioteca ya mencionada, donado por su autor.

Otro libro reciente, editado por la diócesis de Querétaro llamado MANUEL CAMPOS LOYOLA MÁRTIR, del Pbro. Alejandro Buenrostro. En realidad es el acomodo de los datos del primer libro mencionado a la luz del pensamiento moderno de la Diócesis de Querétaro. No aporta datos nuevos, pero por ser de reciente edición seguramente es más fácil de conseguir en las librerías religiosas de Querétaro.

Fotografía personal, 2019. Bibliografía.
El tema ya había sido tratado por otros escritores, incluso por los vecinos, pero traté de dar una visión propia, incluyendo datos recopilados en la comunidad, espero sea de su agrado, recuerden que aquí se redacta original y no encontrarán aquí monografías del SUNRISE o recortes de Wikipedia.
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En el libro de Benito se menciona un par de veces como fecha de construcción de la hacienda el año de 1646, seguramente lo tomó de documentos que conservaba la familia.

viernes, 26 de abril de 2019

LA ALUCINANTE PLAZA DE LA ESTANCIA

Imagen Tomada de Google Earth 2019. A la derecha, el parque, con su quiosco al centro, a la izquierda, la Parroquia y el nuevo edificio.

LA ALUCINANTE PLAZA DE LA ESTANCIA
(Segunda entrega del especial dedicado a esa localidad)


Como se mencionó en la entrada anterior, al inundarse la vieja capilla anexa al Casco de la hacienda de la Estancia Grande, los servicios religiosos en pleno pasaron a la nueva capilla instalada aguas arriba, en pleno centro del nuevo núcleo habitacional, interrumpiendo una continuidad de cuatro siglos) lo único que sobrevivió para el recuerdo, es una placa de piedra, empotrada en los muros de la nueva iglesia.
Fotografía personal.  La placa sobreviviente de la vieja capilla, hoy en la pared trasera de la Parroquia- " SE ACABO A FIN DEL MES DE JUNIO DE 1663. 

La actual parroquia de Nuestra señora de Guadalupe enmarca uno de los extremos de la plaza principal del nuevo entorno, hoy despojado de apellidos y grandeza, simplemente es llamado la Estancia. Por cierto, la orientación de la iglesia da la espalda a la presa, como no queriendo recordar, sola la vieja placa mira a su antigua ubicación, como no queriendo olvidar.

Fotografía personal.  Interior de la Parroquia..
Hace un par de años, tras muchos de no estar en el centro de la comunidad, por una invitación a un evento religioso, tuve la oportunidad de regresar, a la escuela, donde trabajé esporádicamente, a la iglesia y a la plaza.

Recordaba, al dejar la autopista para dirigirme al poblado, la diferencia que había entre las instalaciones militares rodeadas de verdor que es lo primero que asoma, con las calles polvosas y las construcciones rurales de entonces. Hoy, la diferencia es mínima, las calles, (eso sí, por ser un desarrollo nuevo, siempre estuvieron perfectamente trazadas) hoy tienen al menos empedrado y algunas pavimento, las guarniciones y banquetas aunadas a la modernidad de las casas, dan cuenta del progreso de los habitantes y forman ya un agradable entorno urbano.

En la Plaza principal, por ser domingo, tenía lugar un incipiente comercio y como en casi todo México, la vida social de los entornos pequeños se hace a partir de la misa dominical y sus actividades aledañas: el catecismo, las pláticas, los eventos para las obras del templo etc.


Todo parece normal, al ingresar a la plaza en dirección al templo; algunos puestos alrededor por los que la gente deambula y en algunos se detiene, en el ambiente se escucha a través de bocinas, la voz de un sacerdote dirigiendo una rifa, rápidamente te atrapa su discurso, porque sin soltar nunca el micrófono, llama a todo por su nombre, dirige su evento, se ríe y hace reír, cuenta chistes alguno que otro chisme corto y hasta canta.

La narración del sacerdote te envuelve y sin querer ya estás avanzando en la plaza, todo parece normal, incluso notas que al centro hay un quiosco de cemento. El sacerdote, dicharachero como el que más, sigue al dominio del micrófono dándole voz a la plaza.

Fotografía personal. 
Llegas al quiosco y resulta que no es uno normal, lo que a lo lejos te parecieron algunos adornos o grafiti común y corriente en sus paredes, incluye consignas políticas en toda su circunferencia, no políticas de partidos, como esperarías en un quiosco normal, éste no lo es.





Fotografía personal. 

Cuando te das cuenta ya lo estás rodeando para leer que más dice y resulta cuenta de que contiene además frases hasta filosóficas, aforismos y hasta mensajes anarquistas, que más parecen de los de Acción Poética, pero usando sus grafías.

Fotografía personal. Basta de Genocidios.  Ayotzinapa  Oaxaca (sic)

Tras la vuelta involuntaria, te das cuenta de que las fachadas de los costados también contienen mensajes de tenor parecido y no se crea que son simples grafitis, que también los hay en exceso como sería en paredes normales, aunque no son profesionales, estos parecen haber sido hechos con toda calma, de ahí su visual tan llamativa

Fotografía personal. ! Y porqué no quedamos esta tarde  y tomamos algo; una calle por ejemplo.

Una de las bardas de la escuela, domina otro costado de la Plaza y como en todas, ellas es normal que se aproveche la superficie con un mural que la adorne, pero como ya escarmentaste, vuelves sobre tus pasos y resulta que su temática está de acuerdo con el entorno.
Fotografía personal..

Una vez que ya te percataste de que lo normal en esta plaza es la fuerte ideologización visual, terminas por volver a tu camino inicial hacia donde se ubica la reja de la iglesia, única que está libre de escritos.

Fotografía personal. El arte es un arma cargada de futuro. Revoluciona tu mente. Como me dueles méxico. Inzizte nuevamente.

Una vez en el atrio, a un costado, donde hay una enorme construcción casi por terminar, (es una nueva iglesia, la anterior, ya está quedando chica) conoces al dueño de la voz que te ha acompañado desde que llegaste y resulta que, sin conocerte, hace que te den un buen plato de mole y hasta pastel, -ha de ser normal aquí, piensas antes de disponerte a consumirlos. ¿De la rifa, quién sabe quién haya ganado?

Fotografía personal. La juventud no es el futuro, es el presente..

Y para acabarla de amolar, siguiendo tu mismo camino, entre todos los mensajes, ves aparecer entre cantos y rezos, una procesión que logra el mágico efecto de callar al padrecito quien tiene que irse a preparar la misa, motivo de mi presencia en esta alucinante plaza, en una fecha tan significativa para la comunidad.
Fotografía personal rumbo a la parroquia, una procesión.

Como había mencionado, esta entrada la tenía preparada desde hace algún tiempo y no había podido publicarla, no sé si en la actualidad la plaza siga igual. Yo la dejaría así.

Fotografía personal, desde la reja del atrio, la Parroquia y su nuevo edificio.
¿Y a qué fui?   Eso ya se los contaré en otra entrada.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD


Como es costumbre del blog, no se emiten juicios de valor, no es una crítica a los mensajes, solo se hace constar su extraña ubicación, que le da características únicas, Nunca he visto una igual, supongo que ni la plaza de Ayotzinapa tiene algo así.

miércoles, 24 de abril de 2019

ESPECIAL DE LA ESTANCIA 1


Única fotografía que se conoce de la fachada de la Casa Grande de la hacienda de la Estancia Grande, sin fecha pero debe ser anterior a 1969, tomada del libro Manuel J. Campos Loyola,  un apóstol del campesino, del autor Benito J. Campos


Creo que ya es repetitivo mi comentario de no contar con el tiempo que me gustaría dedicar a este espacio, sirva hoy para explicar que algunos temas que ya tengo trabajados se van rezagando así que cuando me es posible trato de sacar los más atrasados ya que algunos van perdiendo vigencia. Es el caso de algunos temas seriados que he ido acumulando sobre una localidad de San Juan del Río, que ahora inicio a publicar. Espero sean de su agrado.


Apuntes históricos a manera de introducción.

Imagen Tomada de Google  Earth 2019  al centro, la presa  Constitución de 1917.  En un Perfecto Triángulo, arriba a la derecha, la Estancia, abajo a la izquierda, Galindo, abajo a la derecha, el Rosario. Durante cuatro siglos fueron haciendas, hoy modernas localidades.  Justo Junto a la actual Estancia. Hoy dentro de la presa, la  Estancia Grande. 
  
Apenas a 10 km al poniente de la cabecera municipal de San Juan del Río, existe una comunidad de gran importancia por haber tenido, guardadas las proporciones, un génesis y desarrollo paralelos incluso históricamente ya que casi al mismo tiempo que documentalmente aparecen las primeras menciones del pueblo de San Juan durante el siglo XVI, también lo hace el lugar que hoy nos ocupa, como un sitio agrícola que hasta hace pocos años conservaba su esencia rural, hoy, en pleno desarrollo urbano, es una de las localidades más grandes del municipio, pero no deja de tener una rica historia.

EN LA OSCURIDAD DE LOS TIEMPOS

Las primeras menciones del lugar hablan de él como la “Estancia de …” (al cambiar de propietario, su apellido completaba el nombre) en algún momento entre el siglo XVII y XVIII “La Estancia Grande” que conservaría como hacienda hasta mediados del siglo XX cuando desaparece (o casi) el poblado de nombre “la Estancia", aunque derivado de esa hacienda y asentado en sus antiguos terrenos, tiene hoy una ubicación cercana a lo que fue el núcleo de la hacienda.

En el siglo de inicio, la denominación “Estancia” equivalía a un sitio casi despoblado, aunque con alguna actividad. Iniciaba a través de una merced de tierras (especie de permiso para utilizarla) otorgado a un español que la destinaba a alguna actividad primaria. En el terreno se elegía el más adecuado para estar los trabajadores, aunque solo fuera de manera temporal y por eso se les llamaba estancias. Dichos lugares podían tener actividad ganadera, minera o agrícola, como fue el caso de la que hoy nos ocupa. Por lo anterior, las instalaciones que tenían estas estancias eran muy básicas y no alcanzaron nunca el tamaño y refinamiento de las que desde un inicio fueron haciendas (Igualmente, el significado antiguo de este término se refería a los lugares donde se “hacia” algo, generalmente con los insumos traídos de las estancias. Las mercedes de tierras, es decir el permiso para usarlas, fueron cambiadas posteriormente, otorgando la propiedad a sus poseedores.

Por su importancia, algunas estancias tornaron luego en haciendas, como lo fue la hoy relatada, que terminó como Hacienda de la Estancia Grande.

Imagen tomada del libro Mercedes Reales en Querétaro, de Juan Ricardo Jiménez Gómez. En 1584, otra vez en perfecto triángulo, las tres localidades mencionadas, sin presa.

Aunque mucha gente ubica a la Estancia como un segregado de la hacienda de la Llave, en realidad no es así, como tampoco lo fue la vecina hacienda de Galindo y todo viene de una de esas distorsiones históricas que la gente y muchos historiadores toman como cierta y que trataré de explicar.

LOS JARAMILLOS (O XARAMILLO, EN LA ESCRITURA ANTIGUA)

En la década de 1520, consumada la conquista, Hernán Cortés otorga a su soldado Juan Jaramillo Salvatierra, esposo de “La Malinche” la Encomienda de Jilotepec, lo que significaba que tenía para su servicio el trabajo gratis de los habitantes indios de la demarcación. Para aprovechar la mano de obra, solicita varias mercedes de tierra que le son concedidas, entre ellas lo que después sería la Llave. Al morir Jaramillo, la viuda Beatriz de Andrada, nuevamente casada, aumenta las propiedades y forma en conjunto con otras de familiares el mayorazgo de la Llave, para que no pudieran ser enajenadas por separado.

Pero resulta que la Malinche y Juan Jaramillo habían tenido una hija, María, que a través de su esposo Luis de Quesada inicia un juicio peleando la mitad de la Encomienda, le fue otorgado al final, un tercio. A través de contratos y arreglos entre las dos familias parece que recibió algunas tierras en las inmediaciones de La Estancia y Galindo. Por estos datos ciertos, se originó la leyenda posterior falsa de que Cortés le regaló la última a la Malinche, y que eran parte de la Llave, pero no se refieren al grueso de los terrenos de las dos mencionadas haciendas, solo a algunos límites. El verdadero origen de las haciendas de Galindo, la Hache y la Estancia es el siguiente.

La historia como siempre, enlaza nombres lugares y personajes de modos que se van olvidando y convirtiendo en leyendas, en la época que sucede, todo es claro, pero al paso de los años se va disolviendo y los pocos datos sueltos que persisten para las generaciones posteriores alimentan la leyenda.

El encomendero de Jilotepec, esposo de la Malinche y soldado de Cortés que acabamos de mencionar, tuvo como nombre completo Juan Jaramillo Salvatierra, pero tuvo un sobrino, que no había intervenido en la conquista. Resulta que ese sobrino tenía el mismo nombre, Juan Jaramillo, para distinguirlos en sus tiempos, este fue llamado “el Joven” y al tío “el Viejo”

Juan Jaramillo el Joven también obtuvo mercedes de tierras en la zona, que a su muerte pasaron a sus hijas y como se estilaba en aquellos tiempos, fueron administradas por sus maridos.

El Joven acumuló en su vida gran cantidad de tierras, que, ya como propiedad en 1588, fueron divididas por sus hijas Ana y Beatriz Xaramillo. Estas fracciones son lo que posteriormente fueron tres poderosas haciendas sanjuanenses de la H, Galindo y la Estancia.

Por el nombre del esposo de Ana Xaramillo, Diego de Villapadierna, consignado en algunos mapas antiguos, sabemos que es este el origen de la Estancia.

La extraña confluencia de datos parecidos, es lo que ha dado lugar a la confusión  y la leyenda: La existencia de dos Juan Jaramillo, el que el Viejo fuera esposo de la malinche, el apellido Xaramillo del tío, la hija y el sobrino, el juicio, la cercanía con la Llave, el hecho que una hija del Joven se llamara igual que la esposa del Viejo, que la esposa del Joven fuera familiar de la esposa del Viejo, que aunque los esposos sean solo administradores, y las mujeres las dueñas casi nunca se les menciona etc., dio lugar a las confusiones hasta entre los historiadores, más en la gente del pueblo, que ante el olvido de datos trascendentales, optó por  la leyenda, pero la Estancia nunca perteneció a la Llave, Cortés nunca le regaló una hacienda a la Malinche, porque en los años en que vivieron los protagonistas iniciales, estos lugares solo eran estancias, etc. etc.

EL LUGAR

Los terrenos que conformaron la Estancia, por su ubicación privilegiada contribuyeron a acrecentar su importancia durante toda la era colonial, convirtiéndola rápidamente en hacienda.

Sus límites eran, al norte, la hacienda de la Lave, luego fraccionada en otras, al sur, la Hacienda de Galindo, al este, la hacienda de la Hache (hoy El Rosario) y al oeste, las haciendas de Lira y San Clemente. Incluía como ubicaciones periféricas la Cuadrilla de Enmedio, el rancho las Palomas o las Palomitas, hoy Senegal de las palomas y otro rancho más o menos ubicado donde hoy es la comunidad moderna.


El casco estaba situado cerca de la confluencia de los ríos Galindo y la Hache, que unidos y con corriente permanente, discurrían en un leve descenso por el grueso de las tierras de cultivo ya con el nombre de el Caracol, lo que permitió, a través de bordos y pequeñas presas, que gran parte de ellas tuvieran riego la mayor parte del año.

OTRO PASADO OLVIDADO

La ubicación privilegiada del sitio no había pasado desapercibida para los habitantes prehispánicos de la región, en toda la zona hay evidencias al menos de un asentamiento teotihuacano que por la extensión de los vestigios debió de ser muy grande, digo al menos porque pudo haber otros anteriores o posteriores a esa cultura, en toda el área circundante hay innumerables vestigios a flor de tierra, de cerámica y obsidiana y artefactos completos en poder de los modernos habitantes.

Incluso, creo por no haber depósitos de roca cercanos, el casco de lo que fue la hacienda debió hacerse con los restos de edificaciones prehispánicas. (a pesar de la abundancia de restos, no se ha localizado ningún edificio, lo que pudiera indicar que estuvieron ahí) Igualmente se desconoce si el asentamiento de este lugar fue parte de la también teotihuacana ciudad de el Rosario (la antigua hacienda de la Hache, que al menos por unos siglos eclipsó al Cerro de la Cruz, origen del san juan actual) donde si hay edificios o fueron desarrollos aparte. Creo que jamás se sabrá por lo que se narrará a continuación.


LOS CAMINOS, LAS PERSONAS.

Mapa de  la zona de San Juan del Río de finales del siglo XIX o principios del XX. Tomada de Internet, crédito a quien corresponda. La línea Roja doble, marca el primer camino carretero, la línea roja normal, el viejo camino, que de la cabecera, pasando por la  H (hoy el Rosario) pasaba por la Estancia  rumbo a Galindo y a Huimilpan.

Como estancia y después como hacienda, su importancia es evidente cuando nos damos cuenta de que todos los caminos siempre pasaron a su lado, desde el viejo camino prehispánico, que, del Barrio de la Cruz en San Juan del Río, pasaba por el Rosario, llegaba aquí y se dirigía a Huimilpan para terminar en el Pueblito y después a Querétaro. El nuevo camino Real desde aquí tomó su trayectoria por Pedro Escobedo, directo a Querétaro. Llegado el tiempo, también pasaron el primer camino moderno, la primera carretera pavimentadas, la carretera Panamericana y la autopista México – Querétaro. De todas fue testigo el cercano casco de la hacienda que nunca fue faustoso como algunos de sus vecinos, más bien utilitaria, pero incluía una iglesia del siglo XVII. Hoy ya no hay cruce de miradas entre los viajeros y la hacienda. En la década de 1970 la presa Constitución de 1917 la anegó bajo sus aguas, junto a muchas de sus parcelas, la zona arqueológica y la vieja capilla, que era uno de los templos más antiguos del municipio y del estado.

Fotografía tomada desde la casa grande a la antigua capilla, sin fecha pero debe ser anterior a 1969, tomada del libro  Manuel J. Campos Loyola,  un apóstol del campesino, del autor Benito J. Campos. Hasta poco antes de su hundimiento, dio servicio a la comunidad
Tuvo muchos propietarios, todos de renombre, era necesario gran poder económico para serlo, incluso hay todavía quienes juran haber visto en sus patios a Diego Fernández de Ceballos, cuando su padre estuvo al frente de ella en la década de los cuarentas. A Partir de entonces, se abandonaron las actividades agrícolas y el casco cayó en deterioro

Pocos años antes de su hundimiento, la Casa Grande se había convertido en  un cuartel, que al elevarse las aguas se trasladó al oriente de la presa, a un costado de lo que hoy es el núcleo habitacional del moderno poblado de la Estancia, con acceso por el Kilómetro 170 de la Autopista México Querétaro.
De inicio, la población del cuartel competía en número con la localidad, fiel a sus orígenes, los soldados están ahí atendiendo, además de sus deberes castrenses, una granja avícola y lechera y viven en las mismas instalaciones en un conjunto habitacional con sus familias.

La confluencia en la década de los setentas del siglo pasado, de los dos núcleos habitacionales, dió al lugar características propias, conformando la actual idiosincracia de los habitantes, algunas de las cuales trataré de incluir en las siguientes entradas.


Fotograma de la película "El Extensionista"  de 1980. Desde la cortina de la presa, la torre y algunas instalaciones, al fondo, dentro del vaso, los puntos negros marcan el viejo curso del Río, son los cadáveres de centenarios Sabinos que estaban en sus márgenes.

Hay en el blog, más entradas relacionadas, si le interesa el tema puede dar clic en los siguientes enlaces. 


La presa de la Estancia o el hundimiento de la fe

Hombres lobo en San Juan del río...



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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

Hay un libro, de reciente edición, de un originario de la Estancia, J. Luz Chávez Araujo, que trata muchos aspectos de la localidad además de los históricos, todavía se puede conseguir  con la Señora María Jaramillo Vega, en domicilio conocido en  ese mismo lugar.  No tomé datos de él, porque ya tenía armada esa entrada, pero es por demás interesante por la gran cantidad de temas locales que aborda.  

Creo que hay muchos lectores del blog en la comunidad, una de las entradas relativas a él, está en las más vistas.