miércoles, 18 de noviembre de 2020

La torre de vigilancia

 

Retomo actividades tras breve receso por asuntos profesionales.

En entradas pasadas, he dado cuenta de algunos elementos arquitectónicos presentes en la ciudad, cuyo sentido no se explica en la actualidad sino al conocer su historia antigua, se les llama testigos del tiempo.

La avenida Juárez, testigo mayor del tiempo.

El más visible que por cotidiano nunca notamos está en el centro histórico, en la que es su principal arteria, la avenida Juárez. Nadie se explica porque tiene curvas si se supone que fue de las primeras que se trazaron, es decir había espacio suficiente para hacerla recta y sin embargo tiene cambios extraños de dirección.

 Aunque algunos suponen alegremente que es así porque el Camino  Real se trazó sobre un antiguo arroyo, la realidad es parecida, pero no exactamente. No se puede construir un camino sobre un arroyo, porque cada vez que el agua bajara por él lo destruiría o al menos dejaría inutilizable por un tiempo. La solución fue sencilla, en lugar de ir por los arroyos, se decidió hacerlo a su lado.  

 


Imagen modificada personal, de un calendario comercial
La línea gris es el trazo del antiguo camino Real desde su entrada a la zona urbana (A) hasta su salida en el puente de la historia (B)
Las líneas azules son los posibles trayectos rectos que no se tomaron por los accidentes orográficos.
Desde la carretera a Tequisquiapan (ab)
Desde la curva (CB)
Desde la cárcel (DB)


Después de la indeterminada fecha de creación del centro del pueblo, pero que con seguridad ya estaba en la década de 1550 y que el trazo definitivo de dicha avenida, como parte del camino Real fue en la década de 1580, la población era mínima y de haber querido hacerlo recto, lo más que se hubiera afectado eran algunas milpas, no había impedimento legal y sí la obligación de las autoridades de garantizar el paso libre y espacio para comerciantes y proveedores dentro de un pueblo de indios .

Puestos ante el panorama de llegar a la parte más vadeable del río, que es la zona del actual Puente de la Historia, los constructores optaron por atravesar los arroyos en alguna parte plana y seguir el camino a un costado, cuando ese arroyo se acercaba al río, se pasaba a otro, se cruzaba e igual se seguía a un costado y así sucesivamente, la ventaja es que eran temporaleros y poco profundos por lo que se podían atravesar fácilmente y por ser solo unos metros sobre ellos el paso, era relativamente sencillo nivelar esa parte.

Localmente el camino iniciaba en una garita ubicada a mitad del actual Boulevard Juárez, entonces una especie de barranca no muy profunda, seguramente se rellenó solo en las partes más necesarias. Al llegar lo que hoy es “la Curva”, había un arroyo que ya casi no se nota por arreglos modernos, sobre todo el peralte de la vieja carretera panamericana, arroyo que iba hacia Mariano Jiménez y Reforma, se libró simplemente haciendo el camino a su lado.

 Después aparecían otros dos, uno esencialmente la hoy calle de Allende y otro que bajaba por Galeana, ambos superados pasando igualmente el camino a un lado de ellos, al llegar cerca de la antigua Presidencia Municipal, que era donde terminaba la meseta del centro, había otro que iba a desembocar al río cerca de San Luis Montañez (antigua Manzanares) que también se cruzó y bordeó. Es la razón de las curvas antes y después de la cuadra donde está dicho edificio, si se hubiera seguido recto se llegaba al río, pero en un lugar no vadeable.


Fotografía personal, Avenida Juárez, una de las inexplicables curvas.


Muchos de esos arroyos aún existen, no con la corriente ni pendiente de antes, por rellenos y nivelaciones a las calles. Se pueden observar siguiendo la ruta del agua durante las lluvias. Contrario a otras calles de la ciudad, esas sí trazadas sobre los arroyos o encauzándolos para permitir el paso del agua enmedio, en el camino Real se pasaron de lado, ya que, aunque ninguno era caudaloso, los escombros dejados por la lluvia podían impedir el paso a las carretas, así que, atraviesa varios, pero el agua no corría sobre él sino a un lado, por los cauces naturales, muchos ya obstruidos.

Casi al final de la actual avenida desembocaban al río dos últimos arroyos, uno cerca de las actuales calles del Pasoancho y callejón del Olvido y otro que iba a dar cerca del hoy puente de la Historia, es la razón de la última curva, cerca de Jesusito. Ambos tuvieron el tratamiento descrito.

Y dentro de la Avenida como testigo, hay otro: 

La torre de vigilancia

También ya he mencionado que la cárcel local se ubicó por casi cuatrocientos años en el mismo lugar, el edificio, con muchas modificaciones, aún se encuentra en pie. En plena avenida Juárez.

Fue edificado, según menciona Ayala, en un terreno perteneciente a la República de Indios y cercano al camino Real, detrás de él, en un inicio se encontraba un terreno en desnivel sin utilidad por ser parte de las Peñitas, hoy ocultas bajo las construcciones, pero aún se percibe que hay algo ya que el nivel del suelo al sur de la manzana esta casi seis metros debajo del de la avenida.

 Tiene una historia curiosa esta cárcel, porque las primeras referencias de ella, que serían de finales del siglo XVI y principios del XVII, la describen como una especie de corral circundado con tablas, que no debieron ser muy altas o muy cerradas porque, no existiendo aún para la mayoritaria población indígena el concepto de cárcel como lugar de reclusión sino donde esperaban a que se les diera sentencia, frecuentemente la abandonaban para ir a hacer cosas importantes, el colmo está en un documento de un proceso seguido a un indígena sanjuanense en Querétaro por esos años, atrapado en un delito, cuando se le preguntó dónde vivía, contestó que en… la cárcel de San Juan del Río, otros decían que se salían porque tenían que trabajar y otros motivos similares. Así que cárcel, cárcel, no era.



Imagen tomada de Google 2020. la manzana de la cárcel.
lo delimitado en amarillo es el área probable de las casas consistoriales o de administración virreinal, dentro de ellas, en rojo, el edificio de la cárcel. En blanco, la parte trasera, antes zona de peñas en descenso, seis metros por debajo. Las delimitaciones las marcan los tipos de bardas.


Para los siglos siguientes, cambiado el sistema de justicia, la cárcel, ocupando el mismo predio se construyó de cal y canto, las instalaciones de administración debieron ocupar toda la cuadra (excepto la línea de casas que están en Reforma, que son más recientes. Observando la barda trasera, se puede documentar que era muy alta y llegaba hasta la zona donde hoy es el hotel y el negocio de telas. Posteriormente esa parte pasó a manos particulares como casas y en la esquina con allende un mesón de los muchos que tuvo el pueblo.


Fotografía personal, fachada de la vieja cárcel cuando era Centro histórico y Cultural.

Por la parte de atrás de la cárcel, como ya mencioné casi a la mitad de la manzana, el nivel descendía hasta donde de inicio era parte de la Plazuela de los Trabajos, pero no había construcciones mayores por estar las peñas de cantera a flor de suelo.

A pesar de tener ya una construcción sólida, la cárcel generalmente se encontraba en estado lamentable, son innumerables las veces que fue reparada y rediseñada por frecuentemente derrumbarse paredes, deteriorarse otra y, por el método constructivo, piedras unidas con lodo, la continua horadación de los internos para hacer boquetes por donde escapar, unas veces por el frente, pero más frecuentemente por atrás.

 


Imagen de Google 2020 esquina con Reforma, en lo alto se ve la barda de la cárcel, la franja de casas en esa calle son de época posterior.


Parece que, a partir de la desaparición de la República de Indios, que la mitad sur de la manzana pasa a particulares y al menos se le ponen bardas, insisto en que no era terreno de cultivo y empiezan a edificarse algunas casas. Es la actual acera norte de la Plazuela Guadalupe Victoria. De esa manera se circunda por fin la manzana, del lado de la avenida, completamente edificada, por el lado sur, completamente bardeada.

No sé si era el destino de la cárcel ser porosa o el carácter indómito de los habitantes que los instaba a la fuga, creo que la mala construcción era lo que losa incitaba porque en la época independiente sigue habiendo reportes constantes de fugas, incluso los extranjeros lo hacían.

A mediados del siglo XIX un viajero anglosajón, quedó en el centro del país durante la guerra del 47, las autoridades los detuvieron y trasladaron a la ciudad de México. Como no iba preso lo hospedaron en Jesusito, al principio lo trataron bien porque arguyó que no era norteamericano y sí católico, incluso era invitado a las fiestas de la sociedad sanjuanenses, hasta que se le descubrieron dos delitos, era norteamericano y protestante y fue a dar con todos sus huesos ... ahora sí a la cárcel y como no podía ser menos que los nacionales, se fugó, brincando la barda trasera, lo más extraño es que sin recursos ni posibilidad de ir a otro lado, regresó y se entregó de nuevo.

Para el siglo XIX, la cárcel, entre derrumbes y horadaciones intencionales, seguía siendo objeto de constantes fugas, Salvador Barrera en sus Testimonios menciona una de tiempos de Villa, cuando  ocupada la ciudad por sus tropas, a las autoridades locales, se les ocurrió presentarse ante los jefes villistas  con el resultado de que fueron mandados a la cárcel para ser fusilados. Se salvaron gracias a la fragilidad del lugar que ellos bien conocían y por la parte trasera, saltaron la barda y escaparon por la Plazuela, donde incluso ya les tenían prevenidos unos caballos y pudieron huir.

Solo mencionaré que las reparaciones y deterioro del edificio continuaron, son constantes las solicitudes de apoyo del gobierno municipal al estatal con tal fin. Para la década de 1950  existió en la ciudad un personaje del solo he hallado algunos datos, pero al parecer era muy conocido y popular, supongo que no era un criminal peligroso, pero sí travieso, el caso es que constantemente caía a la cárcel y constantemente se fugaba, incluso en los reportes de la policía ni se menciona su nombre, solamente su apodo: “el chapulín”, que parece ser le venía por su facilidad para saltar las bardas, esencialmente las de la cárcel. La última ocasión en que se le menciona, en la década descrita, junto con otros presos  volvió a escapar, ya habiendo más casas en la parte trasera de la manzana, tomaron las azoteas a los lados, bajando en la esquina, en el patio del Mesón de San Pablo, donde había un velador que estaba dormido y despertado por los ruidos le dijeron que acababan de entrar al baño y salieron por el amplio portón hacia la avenida Juárez.

Otro de los motivos por los que esta fuga fue lateral es que ya existía el que hoy es otro de nuestros testigos del tiempo: la torre de vigilancia.


Fotografía personal,  interior de la cárcel, la torre, en el límite trasero original.


Producto de tantas fugas, sin tener fecha determinada, las autoridades decidieron colocar lo que se conoce como la torre de vigilancia, que en realidad es una atalaya o parapeto, con solo dos orificios lineales para sacar los rifles, se encuentra al fondo del edificio original, aunque detrás siempre hubo una zona de amortiguamiento, no ocupada, hasta el siglo XX, cuando en la última reconstrucción se amplió el edificio hacia esa parte, se ocupó como biblioteca municipal. Se supone que ahí había un vigilante permanente para, en caso de fuga, disparar hacia el baldío que por estar metros abajo, facilitaba el accionar de las armas. Hoy, en caso de hacer algún disparo desde ahí, chocaría con una pared, pero Considérese el hecho de que hoy lo que era la parte peñascosa está ocupada por casas y así cobra sentido este testigo.



Fotografía personal, desde lo alto, la torre de vigilancia.
 

Su material es muy rústico y es muy pequeña. Supongo que no cualquiera aguantaba ahí en tan incómoda posición el lapso de guardia, lo que aumentaba las posibilidades de huir.

El lugar dejó de ser Cárcel municipal a finales de la década de 1960, se remozó y amplio de alguna manera, dándosele uso cultural, se conoció como Centro Histórico y Cultural  y todos los espacios se dedicaron a actividades culturales a nivel municipal; Un pequeño museo, una biblioteca, salones de clases, salas de exhibición, oficinas.



Fotografía personal,  del antiguo patio de la cárcel

 Hace unos 5 años, el  lugar fue desocupado, falto de mantenimiento como siempre, se deteriora a paso acelerado, no parece haber interés por arreglarlo, o parece ser el interés que no se arregle, no sería de extrañar que algún día aparezca en su lugar una plaza comercial o un set de aparatos de ejercicio. Su sistema constructivo mayoritariamente de piedra y lodo que no ha cambiado en siglos no ayuda mucho, sin mantenimiento poco a poco cae por su propio peso, pero si durante cuatro siglos se pudo mantener, ¿por qué ahora no?


Si deseas conocer otros testigos del tiempo, da clic en el siguiente enlace

Testigos del tiempo


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Los viejos edificios públicos

El tragadero de San Juan

El tragadero en gráficas

Camino real de San Juan

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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD    ______________________________________________________________

Un saludo a la maestra Marimar Santana, antigua encargada del Archivo histórico Municipal, quien fue, en su oficina, ubicada en el mismo edificio, vecina de la torre de vigilancia y quién me informó qué cosa era eso que ya había visto, nunca había sabido qué era.

La historia del americano la encontré en un libro en inglés, donde él mismo narra su aventura, dedicando muchas páginas a su estancia en San Juan del Río, creo que merece una entrada aparte, prometo escribirla pronto.