La
actual calle Ignacio Allende se llamó antiguamente de varias formas; partiendo
de Av. Juárez, su primer cuadra era la calle "del Canal "por ser la primera donde
se veía la acequia viniendo del centro, la sección siguiente se llamó calle
de la Viña, por estar frente a la barda de esa huerta. Al terminar esta y
hasta el río se conocía como calle de los Aguadores por ser ahí transitar estos con sus cántaros o botes desde el río o el pozo de Guadalupe.
También se llamó a su primer tramo calle de las Tamboras.
En
ella termina la meseta del pueblo e inicia el descenso al río. Originalmente un arroyo venía del cerro del Calvario, pasando por Fernando de
Tapia y la plazuela Guadalupe Victoria, al unirse con Allende iniciaba el declive
que terminaba hasta el río, luego de pasar por el pozo de Guadalupe y el
cruce con la Calle Galeana, desfogando junto al Sabino Quemado, exactamente al
terminar las últimas construcciones del
pueblo; el Rastro y el Molino.
Sirvan
estos antecedentes para ubicar un folclórico lugar de nuestro viejo pueblo; el Tragadero (no, no es una mala
palabra, hubo un lugar así llamado)
Para
ello también debemos ubicar históricamente a una sección de la acera sur de la Av. Juárez,
situada entre las calles de Reforma (antigua de los
Leñadores) y la citada Allende; donde hoy se ubica el Centro
Histórico y Cultural, edificio que fue casi desde la fundación del pueblo, la
cárcel local y al parecer, tuvo a su lado, las Casas Consistoriales, es decir
de gobierno virreinal. En razón de ello, era el sitio donde acudían inicialmente
los viajeros, a registrar su carga y
documentos y se revisaban los hatos de ganado. No he podido ubicar el tamaño original de este
edificio pero debió ser muy grande, quizá todo el resto de la cuadra. En razón
de esas actividades, la calle era muy ancha en ese
tramo.
Con
la construcción del Camino Real a su vera, el tráfico aumentó y siempre fue el sitio de llegada al pueblo de todos
los que transitaban por él.
En
algún momento del siglo XIX, las Casas Consistoriales desaparecieron (no así la cárcel) y sus
funciones se distribuyeron en otros edificios, pero quedó la costumbre a los viajeros de detenerse ahí y seguramente siempre hubo puestos de
comida, para proveerlos.
Con
la llegada del ferrocarril, durante algunas décadas del siglo pasado, el lugar
bajó en importancia comercial ya
que muchos de los vendedores “ambulantes” de comida se trasladaron hacia allá.
Esto
cambió en la década de 1940. El trazo de la carretera Panamericana pasó
por la ya para entonces Av. Juárez frente a la vieja cárcel (que seguía en el
mismo lugar, como lo había sido desde casi cuatro siglos antes) tomando desde
la Curva, el viejo trazo del camino Real, trayendo un nuevo flujo de
viajeros, en autos particulares y autobuses de línea, que tuvieron diversos
paraderos desde las calles 16 de Septiembre hasta 2 de abril.
Ni
tardos ni perezosos, tal como lo hicieron siglos antes, los habitantes, ante la
necesidad de alimento de los viajeros, se instalaron en los alrededores. Para los de cierto nivel económico, hubo
restaurantes, casi
todos en la acera norte, (excepto el Layseca, atrás del Santuario) y en la acera
sur, puestos populares para quienes descendían de los autobuses económicos, instalados desde afuera de lo que hoy es moderno hotel, casi hasta el edificio de la
cárcel; ofrecían comida diversa en puestos de madera, y solo con unas cuantas
mesas, sillas y anafre u hornilla. Esta
pequeña zona fue el original “TRAGADERO“, duró varias décadas. (me dicen que
en ese lugar expendían originalmente dos
de nuestras legendarias vendedoras de tacos dorados, “Doña Cleofas” como dueña y “Doña Mary” como ayudante, que
luego se instalaron sendos locales, una se fue a 27 de septiembre, la otra se
independizó en la calle Reforma, hoy en 2 de Abril)
Con
la construcción de la Autopista, en 1957, el transito disminuyó progresivamente
y algunas líneas dejaron de tener paraderos exclusivos, concentrándose con las
líneas económicas en una “terminal” común
en la acera sur ( la mitad del hoy jardín de la familia, afuera del Mesón, hoy moderno Hotel).
En
un inconcluso proyecto modernizador, un día el ayuntamiento decidió que esa
acera era demasiado ancha y se proyectó abrir una calle paralela a la avenida
Juárez para aliviar su tráfico (luego se dieron cuenta que para calle quedó angosta y que el tráfico en Juárez no era tan abundante, por lo que se
convirtió en la actual banqueta ancha, de Reforma hasta Allende, previa
demolición del portal de la Comandancia. Para
entonces los puestos habían sido reubicados en la calle de Allende, casi sin circulación
de automóviles, ni locales de comercio, por tanto ocuparon todo lo largo y
ancho de la cuadra inicial. Donde se hicieron famosos y donde su popular nombre
se institucionalizó en el recuerdo de los sanjuanenses. Estamos hablando ya de la
década de 1970.
El nombre de este comedero popular o parián
fue siempre “el Tragadero”, por un anuncio de neón con esa leyenda que tenía
uno de los locales y era lo primero que detectaba la vista en la penumbra del
lugar (sí tenían luz eléctrica, pero por el amontonamiento de estructuras de los techos de lámina no había buena iluminación). Aunque no se conciba hoy, no eran
simples puestos, sino verdaderos locales completos con construcciones sólidas en
los que se cocinaba, lavaba y se tenía mesas, sillas y mostradores para
atender al público, es decir en toda forma, pero en plena calle, de lado a
lado. Solo se podía circular a pie, por la banqueta poniente, la otra, la ocupaban
como patio de servicio. La mayoría eran fondas populares; tacos dorados, enchiladas,
pambazos, gordas, quesadillas y los nutritivos huevos cocidos etc. También estaba el puesto de carnitas del popular
“Puleyo“, solo al final, casi para llegar a G. Victoria había dos
puestos de frutas, verduras y semillas, estos sí solo de estructura y paredes
de lámina. (Dice Gustavo Nieto Ramírez que fueron en total 12 puestos)
La entrada era por la banqueta poniente, y desde el fondo, tras las mesas y el mostrador, las cocineras lanzaban a los viajeros o transeúntes su grito de guerra: (de venta en este caso) PASE USTED, TENEMOS ...
Lo
que hoy es el hotel era una vieja casona, de dos pisos donde había
funcionado años atrás el mesón de Don Pepe de la Torre, oficialmente llamado
“la Luz”, rebautizado popularmente “de los burros”, uno de los últimos en
funciones como tal, casi en ruinas, tenía varios locales comerciales en las
accesorias del frente, entre ellas, en la esquina de Allende, el Bar “Jalisco”.
Poco antes de desaparecer el Tragadero se derribó completamente, levantándose el moderno
edificio y los arcos laterales que se ven actualmente con locales comerciales donde,
inicialmente, lo que hoy es un negocio de telas fue el entonces flamante y
hoy desparecido banco Serfin. (A donde la gente, si necesitaba un servicio
bancario iba a verlos)
Los
locales bajo los modernos arcos cobijaron muchos rubros, entre ellos el primer (y creo único)
“Delicatessen” del pueblo. Después, por 1985 el primer local que hacia copias
fotostáticas a precios accesibles, negocio que persiste en la
acera de enfrente, ahora con la competencia de negocios similares en servicio y
precio. Se recuerda especialmente porque en esa época muchos estudiantes al no
haber libros de texto, recurrían al nuevo truco de las fotocopias que por lo
numerosas hubiera sido difícil adquirir a los precios que las daban las
copiadoras “de marca” que apenas
unos cinco años antes habían llegado a
la ciudad.
En
la otra esquina con la Avenida Juárez, para estar acorde con la nomenclatura,
existía el popular bar “la Cucaracha”, no sé si en alusión a la clientela o al
estado en que salían, mismo que al desinstalar el Tragadero se modernizó
llamándose pomposamente “El León
Dorado” que sin embargo, ya no duró
mucho, se cerró por 1990, estuvo también una funeraria y un restaurante de comida rápida. (1)
Un
poco más al sur de la calle, en el patio de una casa junto a la Viña, había un
manantial, ignoro si de escurrimientos de la acequia o de las Peñitas, pero era agua limpia. Cuando se “iba” el agua entubada la gente acudía a
pedirla en cubetas, eran tiempos en que el vital líquido no se negaba a nadie
(menos se le vendía embotellada) y los dueños la proporcionaban sin costo a todo aquel que la solicitaba.
Casi
llegando al río, junto a la casona del Molino está la fuente de aguadores o
Pozo de Santa María de Guadalupe, su pequeño espacio, entremetido en las
fachadas, se dice fue donado por sus propietarios, la familia Guerrero, para
uso del pueblo, ignoro si fue antes un manantial natural, tenía
aproximadamente 5 metros de profundidad, con una viga en la parte superior para
descolgar los cántaros o cubos. Al frente ostentaba un nicho con imagen de la
virgen de Guadalupe que después desapareció, igual que una cruz sobre la esfera
de piedra. Su adorno era revestimiento de estuco. Tenía una inscripción en la
parte superior que decía “foso de María Stma de Guadalupe año de 186...” (2)
Muchos
años después de dejar de ser funcional, seguía teniendo agua pero muy sucia y
comenzó a acumular basura. Aunque no recuerdo que haya resultado algún ahogado, hace unos 20 años
el municipio decidió no dar paso al refrán, colocando una reja al frente, además se remozó y pintó todo lo posible mostrando un magnífico
aspecto. Estando en el completo abandono, solo visitado a veces por el tranvía
turístico, en 2010 se volvió a remozar, modificando en algo su forma original.
Volviendo
a la historia del Tragadero, un buen día, en el trienio 1976-1979, el gobierno
municipal, decidió desaparecerlo. Tras varios
intentos formales de desalojo rechazados por los locatarios, una mala noche, se
apersonaron en la Av. Juárez camiones de limpia al servicio del municipio, dos soldadores y los presos de la cárcel chica desarmaron y cargaron con todos y cada uno de los puestos, los locatarios
por la sorpresa (funcionaban día y noche, pero no todos) ni pío dijeron. (bueno,
en palabras de el Presidente municipal, Gustavo Nieto Ramírez, la líder sí dijo
“ya me chingó, presidente” pero eso fue todo) Acabó así el legendario sitio, donde parroquianos y transeúntes, habitantes y fuereños comían y bebían la vida, vida tranquila de un pueblo que comenzaba a ser ciudad y ya no los requería.
El detalle surrealista de esa madrugada, a tono con el lugar fue que el desalojo estuvo amenizado de principio a fin por el acordeonero local Justino Arriaga, "el dedos de oro", no he podido averiguar el repertorio que interpretó.
El detalle surrealista de esa madrugada, a tono con el lugar fue que el desalojo estuvo amenizado de principio a fin por el acordeonero local Justino Arriaga, "el dedos de oro", no he podido averiguar el repertorio que interpretó.
Viviendo
apenas a una cuadra de ahí, no estuve presente, fue muy de noche, (de 2:00 a 5:00 A.M., Según don Gustavo) la mañana siguiente,
fui testigo de lo que semejaba un paisaje lunar. Solo quedaba lo construido con cemento,
mostradores, paredes, “drenajes” etc. Y una vez más, desde Av. Juárez, se
podía ver, al frente de la Viña, el canal de la acequia (bueno, en realidad ya no se veía,
había sido entubado años atrás)
Algunos
de los desalojados fueron a dar al entonces tianguis del mercado Reforma (la parte donde hoy está el estacionamiento subterráneo, entonces sin techo y solo a nivel de piso) otros se instalaron en el por aquellos días deshabitado Boulevard Hidalgo, camino
a la nueva “Central Camionera” (en realidad un tejaban de láminas construido
junto al arroyo Cano) algunos persistieron ahí algún tiempo, otros abrieron
locales en casas, y un par de ellos, como el ave fénix, hoy expenden en los puestos nocturnos del jardín Independencia.
2) Ibid. p. 78
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