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miércoles, 13 de abril de 2016

El Hotel de Tripulaciones de la Estación de San Juan del Río.

El Hotel de Tripulaciones de la Estación de San Juan del Río.

Fotografía Personal, 2007 El hotel de tripulaciones en la calle Álvaro Obregón. Los postes de concreto marcan el antiguo paso de la acequia. Tomada del libro "La acequia del pueblo"

PRESENTACIÓN

No es una construcción tan vieja ni entrañable para casi nadie, pero representa uno de los cada vez más escasos vestigios de una importante etapa de la vida de nuestra ciudad.

Por su ubicación alejada, y el hecho de que hasta hace pocos años la parte frontal del predio donde está ubicada tenía una línea de frondosos pirúes la ocultaban algo de la vista, casi no es conocida. Fue hasta hace pocos años, cuando la prolongación de la calle Álvaro Obregón fue ampliada y pavimentada hasta el Barrio de san Isidro y los nuevos asentamientos del norte de la ciudad, que al derribarse algunos de los mencionados árboles se pudo observar de manera casi completa el edificio que hoy comentaré para Ustedes. Para los viejos habitantes del barrio, acostumbrados hasta antes de la década de 1990, a trasladarse a pie al centro de la ciudad, era habitual el poderlo ver. Hoy la modernidad y el pasar por esa vía casi siempre en vehículo solo nos da una fugaz visión de una grandeza hoy perdida.

Desde hace algún tiempo tenía por ahí la información del mismo, pero por uno u otro motivo se fue quedando por ahí, en la bandeja de futuros artículos. Solo hasta en días pasados, en las redes sociales algunos usuarios comentaban sobre el mismo y su deterioro, ilustrando con una fotografía su estado actual, que recordé que por ahí tenía la información que hoy se la presento.


ANTECEDENTES

A finales del siglo XIX, se instaló aquí el complejo de las instalaciones ferroviarias del Ferrocarril Central, cuya parte más visible  era su estación. Pocos años después, por la importancia de la ciudad para la actividad mercantil y el consecuente uso del nuevo medio de transporte, se pudo dar el caso de que en dicho complejo confluyeran las dos línea más importantes del Ferrocarril;  México - Laredo, y México -Ciudad Juárez.

La parte más visible de esas instalaciones fue siempre la Estación, sin embargo, para el adecuado funcionamiento de la misma, en el amplio terreno que la rodeaba, hubo otras construcciones, algunas ya absorbidas por el crecimiento urbano y otras abandonadas desde hace muchos años. Hoy solo me ocuparé de una de ellas: El hotel de tripulaciones.

Como toda estación original, la de San Juan del Río se construyó en un amplio terreno en las afueras, al norte de la ciudad. Aunque tenía algunos otros edificios aislados más céntricos, podemos ubicar en la actualidad sus límites de la siguiente manera:
Al Sur: El Bulevar Pablo Cabrera.
Al Norte, la calle Salvador Carrillo.
Al Este: La Calle Álvaro Obregón.
Al Oeste: El Río San Juan.

Dentro del rectángulo resultante, se levantaron las instalaciones mencionadas y en los espacios vacíos se plantaron grandes cantidades de eucaliptos, árbol de rápido crecimiento  cuya madera era usada para la fabricar los durmientes de las vías.

Por la ubicación estratégica del terreno, aprovechando que una desviación de la acequia del pueblo pasaba por un lado, se tomó el agua de ella y se hicieron otros dos canales derivadores, de tal manera que los árboles tuvieron riego por tres de sus límites; Álvaro Obregón, Salvador Carrillo y Pablo Cabrera. El resultado fue un abundante bosque de Eucaliptos que rodeaba la  estación y cuyos últimos ejemplares sobreviven hasta nuestros días, son ya muy pocos pero de gran tamaño. En el transcurso del siglo XX se fueron talando poco a poco principalmente para la construcción de campos deportivos. En ese bosque se ubicó el mítico campo de Beisbol y futbol “La estación”, en el lado de Pablo Cabrera y el “San Isidro” al extremo contario, ambos ya desaparecidos.

Recreación personal del año 1970. La zona de la estación. El # 16 indica el hotel de tripulaciones, el 14 la Estación del Tren. Muestra todos los elementos mencionados en el artículo. Tomada del libro "La acequia del pueblo"
Con la privatización de los ferrocarriles en la década de 1980, el amplio terreno y lo que quedaba de bosque pasó a manos particulares y fue circulado casi por completo, impidiéndose el acceso a ambos campos.

EL EDIFICIO

Casi como consolación, en el extremo oriente del predio, donde quedaba algo del bosque de eucaliptos, se instaló recientemente un nuevo campo de futbol. Colindante con el Hotel de Tripulaciones.

Decía al inicio que no es tan viejo, data de inicios del siglo XX, pero su arquitectura es completamente diferente a cualquiera de la ciudad, ya sea moderna o antigua.
Su construcción es totalmente de ladrillo rojo, de altas paredes y techos de un material entonces desconocido en el pequeño pueblo de techos de teja: láminas de zinc de dos aguas, sostenidos por extrañas vigas lo que nos da una reminiscencia a algún edificio inglés.
Fotografía INAH , lateral del edificio circa 2000.

En sus tiempos, la construcción debió de ser de alto lujo. Considerando que siendo el ferrocarril, el vehículo más moderno de la época, las personas que lo conducían se ubicaban en una alta posición del sector laboral, de ahí que para su alojamiento, merecieran una instalación de gran costo. Inicialmente, la tecnología e infraestructura necesaria para los trenes y sus estaciones, se importaban principalmente de Inglaterra, de ahí no es difícil deducir que viene la arquitectura del de nuestra ciudad.


Fotografía INAH , lateral del edificio circa 2000. Notese atrás, la barda de adobe

EL LUJO

Esta especie de abadía, cuyo material, ladrillo rojo, se utilizó hasta en la fachada,  está como dije en el mismo terreno, pero algo alejado de la estación y las vías, seguramente para evitar el ruido de las máquinas y el bullicio de la gente. En él se alojaban tripulaciones enteras en descanso, listas para relevar a otras que ya venían con muchos kilómetros encima o para abrir corridas extras.


Fotografía INAH , Interior del edificio circa 2000, Nótese el techo de madera.
Por dentro tenía lujos impensables y hasta desconocidos en la pequeña ciudad. Incluía pisos y plafones de duela y ornamentaciones artísticas. Aunque parezca ocioso de mencionar, incluía otro aditamento entonces de superlujo: servicios sanitarios interiores.

El porqué de este tipo de construcciones se justificaba en su época por las largas distancias que recorría el ferrocarril en los yermos terrenos, con solo pequeñas poblaciones que  carecían de algún espacio regular para alojar a los por entonces importantes operarios. El progreso del país con el transcurso de las décadas y del mismo sistema ferroviario con tiempos más rápidos, hizo innecesarias este tipo de instalaciones, que poco a poco fueron descuidándose.

Fotografía INAH , Planta del edificio.
En su etapa de grandeza, el edificio incluía un patio que le rodeaba completamente . delimitado por una barda de adobe de la que quedan pocos tramos, con adornos de cantera. Seguramente tuvo un jardín que la hermoseaba. Otro de sus lujos era tener a un lado agua corriente de la acequia, para las labores de limpieza.


EL DETERIORO

No hay constancia de cuando se dejó de usar por completo, me dicen que para la década de 1960 ya estaba abandonado. La intemperie acabó pronto con el adobe de la barda perimetral, hoy solo hay pocos restos de él y sus adornos y remates de cantera.El edificio, por ser de una sola pieza de ladrillo, sufría ya de cuarteaduras y la oxidación del zinc provocó daños en el plafón de madera, el piso creo que ya había desaparecido por completo.

Hasta hace unos diez años, se mantenía completo, solo con el ofensivo grafiti, poco después, los dueños del predio lo destinaron a taller mecánico y  avanzó el deterioro hasta llegar a su deplorable estado actual.

Repito, creo que no es entrañable para nadie, sus fugaces habitantes un día se fueron y no volvieron, el bosque de eucaliptos que lo rodeaba cada día es más raquítico, por su frente dejó de correr el agua hace muchos años, es un monumento registrado pero nadie se ocupa de él, ni de las otras instalaciones que hace ya 130 años formaron la vieja estación, se está desintegrando, como la Casa Redonda, como la Garza, como el Aljibe…
Fotografía tomada de la pagina de Alfredo Flores, 2016. Graffiti y óxido avanzan
   
Tomo la fotografía actual de la página del Lic. Alfredo Flores,  (por cierto, vecino mío de la niñez) quien la dio a conocer y manifestó su preocupación por el edificio.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
Las fotografías del INAH proceden de un archivo en un formato muy antiguo, por lo que hay que convertirlas a otro que no permite mayor calidad.
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Para aquellos que en el aire las componen, ya salió la convocatoria para los Juegos Florales. Solo una cosa puedo asegurar, Roque lo intentará nuevamente.
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Se sigue invitando a dar sus comentarios, adiciones, rectificaciones, contesto a todos. Una disculpa a los que me han contactado por Facebook, pero casi no ocupo esa red, aquí sí reviso seguido. 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

La capilla de la Cruz, del barrio de San Isidro. Un tesoro escondido



La capilla de la Cruz
 
Hasta hace algunos años, en lo que era el desolado espacio entre la ciudad y el barrio de San Isidro, sobresalía por solitaria, a escasos 200 metros del centro del poblado, una semi- oculta construcción. Digo que estaba así porque su acceso no daba a la calle, sino que había que acceder por su parte lateral. A quienes transitábamos por el antiguo camino nos parecía extraño que en medio de la nada estuviera dicha construcción. Dado que no había casas en los alrededores, se podía acceder fácilmente, incluso, de niño recuerdo haber entrado al terreno y observar a través de la cerradura, su interior en penumbras.


Se trata de uno de los escasos ejemplares sobrevivientes de las llamadas capillas familiares, que sustituyeron a los antiguos oratorios otomíes. Según las personas mayores, antes eran muy numerosas en todo el viejo perímetro del pueblo. De inicio, siendo toda  la población autóctona, se respetaban como espacio religioso pero conforme fue creciendo la parte urbanizada fueron absorbidas. Muchas se integraron a construcciones modernas, otras simplemente fueron derruidas.  Hoy apenas quedan unas cuantas,  según el Lic. Pájaro, estudioso de estas cuestiones, son siete, personalmente conozco la mayoría, cada una tiene un elemento que la distingue, pero creo que la que hoy presento, es la más bella de todas en su interior y la única que conserva todos los elementos arquitectónicos que las caracterizaban.

Apenas hace algunos meses, por una casualidad del destino (y siempre andar contando historias) tuve acceso de nueva cuenta a ella. Desde que inicie este blog, una de mis intenciones era ir a visitarla. Desgraciadamente el terreno desolado que había apenas hace unos cuarenta años en la calle de acceso al barrio, hoy está completamente urbanizado, siempre tuve la esperanza de que detrás de alguna de esas fachadas se conservara algo de dicha construcción, afortunadamente, resultó que no solo seguía ahí, sino que su estado de conservación, pese a los años es muy aceptable y completo.

 Su nombre oficial y popular hasta hace algunos años era la capilla de la Santa Cruz.

Como todas las de su tipo,  esta capilla, además del edificio conserva un pequeño atrio rodeado por una barda  y un calvarito o humilladero.
Fotografía CONACULTA-INAH plano del conjunto.
A diferencia de las iglesias normales, a estas capillas, no se accedía por el frente, sino por una entrada lateral, que conducía al atrio. No tenían entrada frontal, porque ese espacio se ocupaba por el calvarito,


Fotografía CONACULTA-INAH. Arco de acceso lateral.

En la tradición otomí de las capillas de Tolimán, Qro., el calvarito es una construcción que si bien era parte del conjunto, por estar inmediatamente fuera del atrio, ya no se consideraba dentro del espacio sagrado y en ella se depositaban los restos de sus antepasados que no habían sido bautizados y por ello no podían yacer dentro.  Creo que aquí no se les dio esta utilidad, y el calvarito o humilladero era solo un lugar intermedio de oración antes de entrar a la capilla. También se les llama “humilladeros” porque dada su pequeñez, había que agacharse un poco para estar a la altura de la imagen contenida en él.

Fotografía personal. El Calvarito o humilladero
El calvarito de esta capilla, se conserva completo, solo ha perdido su cruz de piedra y una cantera de su base.  Ignoro si su constructor lo copió de uno que se encontraba por aquellos años en el acceso al Santuario de Ameca, en el estado de México, son idénticos.
Al lado del Calvarito están los restos de unos “poyitos”, seguramente para los que  no alcanzaban lugar al interior.


Fotografía personal: El arco de entrada visto desde adentro, a la izquierda un "poyito"

Frente al Calvarito, se encuentra el atrio o patio, de unos 40 metros cuadrados y la entrada a la capilla, que como todas las antiguas, daba frente al poniente.

Estas capillas eran edificadas por los integrantes de una familia, para tener un lugar donde depositar sus imágenes religiosas y a ella accedían los vecinos en ocasiones, pero legalmente nunca fueron públicas, siempre fueron propiedad particular. La que hoy se detalla, fue hecha a “costimización” del más antiguo propietario conocido, el Sr. Anastacio de la Cruz, como consta en  un letrero al interior y de quien desciende la familia que actualmente es la dueña del predio.
Fotografía Personal. Pared interior de la fachada, la inscripción dice:

" SE A CABO ESTA HOBRA EL DIA CUATRO DE MAYO DE
MIL OCHOSIENTOS HOCHEINTA YDOS A COZTIMICION
DEL SEÑOR DON ANASTACIO DE LA CRUZ"

De acuerdo a datos proporcionados por la familia, se recuerda que los propietarios, ya en el siglo XX, fueron los padres adoptivos de la señora Anastacia Paz Reséndiz, a quien le donaron la propiedad, Ella fue la mamá del señor Ciro, tío de la familia hoy poseedora, quienes amablemente nos permitieron el acceso y nos dieron la información que hoy se detalla.

Se ignora sí la capilla se dedicó a la Santa Cruz por el apellido del propietario en el siglo XIX, por el culto a la forma o una combinación de ambos, pero fue acabada el 4 de mayo de 1882. Las bóvedas ya había sido completada el año anterior, el 11 de junio.

Por la acción del tiempo, las imágenes antiguas se apolillaron y despintaron. Máxime que durante la persecución religiosa, el espacio fue utilizado como bodega de maíz en mazorca, incluso, a decir de las informantes, en la pared se conserva la huella de un balazo. Igualmente durante esa  época  seguramente por su lejanía, se menciona que un sacerdote de apellido  Reyes, vestido de paisano, oficiaba misa en este lugar a pesar de la prohibición.  
Fotografía personal. Algunas imágenes.

Una característica muy importante de este lugar, es que, en conjunto con las otras capillas familiares cercanas, albergaron y conservaron el culto y la imagen del Santo Entierro en los años en que les tocaba quedarse en este barrio.  A partir de 1944 se pidió la misa de entrega - recepción en estos locales. Desde 1968  la imagen ya no se alojó de manera itinerante en estas capillas, sino  de manera fija en la parroquia del centro del barrio. La última misa fue para un evento familiar en el año de 1989.

 Pesar de sus vaivenes, la capilla, su barda atrial y el calvarito se conservan completos,  aunque deteriorados. No hay muebles ni imágenes antiguas, las que actualmente ostenta el altar o trono, son relativamente recientes.
Fotografía CONACULTA INAH detalle del interior, la pintura y adornos arquitectónicos son originales. Aquí todavía tenía las esferas.
La capilla, propiamente dicha se compone de dos cuerpos, su aplanado y pintura son originales. Asimismo, se conservan completos todos los adornos de estuco.

El altar contenía una imagen de un cristo de bulto con una cruz de madera que fue robado en épocas recientes, cuando el acceso por los alrededores era libre, lo que motivó a proteger la entrada, conservando intacto todo el espacio. La cruz de cantera que se observa es reciente, instalada por la familia bajo los arcos del  trono que estaba adornado por unas esferas de cristal  que hoy se han desprendido, igualmente se desprendió el candelabro original.


Fotografía personal, con más de 60 años, un antiguo calendario nos muestra a Juan XXIII al interior de la capilla, de cigarros Delicados.
Prefiero no describir todo el interior, les invito a que observen los detalles en las fotografías, todos originales, tras de por lo menos 130 años, la pintura resplandece y el aplanado solo tiene pequeños raspones. 

Fotografía personal: Detalle del pórtico del altar
Detalle curioso es que la fachada tiene una cruz suajada en el muro, que  seguramente tiene un efecto de luz y por la posición de la casa, en las tardes producía una hierofania, es decir, los rayos del sol, al cruzar el hueco de la cruz de la fachada, se dirigían al altar, formando en él una cruz de luz. Este tipo de detalles los tienen muchas iglesias, pero permanecen ignorados, o  está obstruido el paso de la luz. Desafortunadamente cuando se me permitió el acceso era una tarde nublada y acababa de llover  y no pude confirmarlo, además de que creo que una alta barda vecina lo opacaría. Por la misma razón, las fotografías no son muy buenas, pero no iba a desaprovechar la oportunidad.
Fotografía personal. Fachada, nótese el hueco de la cruz suajada.


Fotografía personal: El altar
Fotografía personal: Detalle del estucado en las columnas

Fotografía familia Ramírez, El calvarito, hace 30 años, con su cruz original.





Fotografía personal, la simétrica puerta, elaborada con una sola hoja de sabino, por eso hasta los detalles de la madera son iguales. Material que ya no trabaja ningún carpintero y ha soportado más de un siglo de intemperie.

Es reconfortante poder observar este tipo de construcciones, el cariño con el que los propietarios la conservan íntegra hasta el último de los detalles, qué triste que hayan tenido que restringir el acceso, obligados por los daños causados por los vándalos, cuántas oraciones y lamentos no habrán escuchado las imágenes hoy perdidas del Calvarito y del altar. Porqué la modernidad nos impide disfrutar de estas obras maestras de nuestros antepasados, que con los pocos recursos que disponían, nos legaron este tesoro, hoy oculto, por desgracia.

La capilla de la Cruz, está catalogada como monumento histórico, su fecha de construcción como se dijo arriba, es del año de 1882, aunque contiene elementos de siglos anteriores, por lo que se supone, sustituyó a otra más antigua.


Un agradecimiento a la Maestra Martha y a su apreciable familia por permitirnos el acceso, pero sobre todo porque gracias a ellos, aún la podemos ver. Una de las viejas familias, originaria de este Barrio de San Isidro, orgullosa de lo que sus antepasados les dejaron y la conservan de la mejor manera posible. Gracias por permitirnos la sensación de, apenas a unos metros del mundanal tráfico, poder regresar más de 100 años en el tiempo, cuántas más de éstas no se perdieron por falta de una identidad y un amor por el pasado.
Para mayor información del barrio dar clic aquí:     Barrio de San Isidro

domingo, 14 de junio de 2015

San Isidro Labrador, pon la lluvia, quita el sol. Los viejos Barrios 4


 San Isidro, el barrio de siempre

Imagen de Google Earth. Iglesia del barrio de San Isidro.
 Antecedentes

Quizá como el último resabio de un ancestral rito, hasta mediados de la década de 1970, muchas familias sanjuanenses emprendían durante la segunda semana de mayo, una caminata con dirección norte hasta un asentamiento, entonces plenamente rural, pero separado de la ya para entonces ciudad: el llamado “barrio de San Isidro”.

Supongo que era una tradición de siglos por el hecho de que no se efectuaba por el camino más corto, que para entonces sería a partir del centro, de manera directa por la calle Álvaro Obregón, sino por otro, extrañamente más alejado y extenso, que sería el siguiente:

Imagen de Google Earth. La línea verde señala el viejo camino, hoy entre calles, la línea naranja, la vieja barda.
No importaba mucho el lugar de la ciudad donde se viviera, el punto inicial era la estación del tren, situada al finalizar Hidalgo Norte, de donde se cruzaba la vía y se tomaba rumbo norte un camino entre milpas que recuerdo  era de terracería pero plano y ancho, es decir, un camino en forma, no una vereda improvisada, que continuaba con algunas ligeras curvas por una distancia de aproximadamente un kilómetro. Ahí se encontraba con una de las curvas del río, donde el camino doblaba a la derecha. Trecientos metros adelante se llegaba a la plaza del barrio, en esas fechas completamente de tierra.
La intención original de la visita, que supongo era religiosa, se perdió hace muchos años, al menos de lo que recuerdo, la motivación principal era el espectáculo de la fiesta de San Isidro Labrador, el patrono del barrio, que incluía danzas y xitás,  además de juegos mecánicos y el tradicional estruendo de los cuetes. Los juegos eran muy rústicos, pero divertidos y baratos, y por las fechas que menciono, las danzas y Xitás  todavía eran muy auténticos, lo cual era un espectáculo aparte, ya que en la ciudad, esos elementos se habían modernizado y perdido su esencia.

Imagen de Google Earth. Extensión aproximada del Barrio.
Elementos

El Barrio es descrito por Ayala, (1981, p96) con información que tomó de Martínez de Salazar de 1793, de la siguiente manera:

"El Barrio de San Isidro, se halla a espaldas del de San Marcos, más al norte sobre la orilla del río, situado sobre un plan de tierras delgadas, en que tienen señalados sus solares los indios, que ellos mismos cultivan. Se han abierto calles trazadas por magueyes por donde transitan coches y todo género de gente de a pie o de a caballo. Hay una Plazuela amplia, donde se encuentra una capilla, y algunas casas bien acabadas."

Como los demás barrios del pueblo, se desconoce su verdadera antigüedad, pero es de suponer que desde el inicio del pueblo, en el siglo XVI, algunos habitantes otomíes se asentaron en él aprovechando la fertilidad de sus terrenos y con un pequeño núcleo habitacional alrededor de lo que hoy es la su plaza. Se puede distinguir su ubicación en el plano de 1592, en su parte inferior derecha, justo donde la acequia del pueblo volvía al río.

Se llamó así por su santo Patrono, San isidro Labrador, a quien está dedicado su templo. Dado que la santificación de este ocurrió en 1622, se supone que su establecimiento debió darse años después de ese acontecimiento.
Ya avanzado el siglo XVII, la situación original del pequeño pueblo de indios cambio, con la llegada de habitantes diversos, sobre todo en el centro, en razón de lo cual, los otomíes, se desconoce si voluntariamente o por alguna disposición se relegaron a algunos barrios donde podían mantener su exclusividad étnica. Así, quedaron en tal categoría la Cruz, el Calvario, el Espíritu Santo y San Isidro.

Fue en este último, uno de los en donde más tiempo se mantuvieron las costumbres y tradiciones indígenas, hasta casi finales del siglo XIX, aún había muchos habitantes de raza pura. A diferencia del vecino barrio del Espíritu Santo, muy pequeño, aquí desde siempre hubo un núcleo habitacional de regular tamaño, rodeado de áreas cultivables, que siempre estuvieron claramente delimitadas como propiedades indias. Además, por su relativa lejanía con el centro del pueblo, tuvieron mayor influencia o relaciones con el cercano pueblo de San Pedro Aguacatlán,  también originalmente Otomí.


Los límites
No sé desde cuándo, pero unos metros después de la estación del Ferrocarril, existe una barda de piedra que siempre me dijeron que era el límite de San Juan con San Isidro. Por extraño que parezca, semi enterrada y derribada, aún existe, en la actual calle Jesús Ma. Martínez y sería el límite sur del Barrio. Por  el lado oriente, el límite original, sería el antiguo camino a Tequisquiapan, hoy Av. Constituyentes, aunque parece que después se recorrió a la Calle Álvaro Obregón. Al norte, finalizaría en los límites con las tierras de San Pedro Aguacatlán y al poniente, el límite natural indiscutible, el río.

Imagen de Google Earth. A la izquierda, bajo los postes en la Calle Jesús María García, los restos de la vieja barda.
Plano de 1590, ubicación aproximada del Barrio.


Recuerdos

Al morir la República de Indios, en el siglo XIX, como en todos los demás barrios, las tierras comunales de este, se desamortizaron, pero en este caso, por la lejanía y el encierro geográfico fueron poco deseables para aquellos que no fueran indios y estos los conservaron como terrenos particulares.

Imagen de Google Earth. La Guitarrilla, durante muchos años, la única propiedad no indígena de la zona.
A pesar de lo anterior, desde el inicio del pueblo, las tierras del barrio se vieron favorecidas por el riego de la acequia del pueblo, que hasta aquí llegaba luego de atravesar el pueblo. A la orilla del camino a Tequisquiapan pasaba el canal principal, y tras cruzar el rancho de la Guitarrilla,  (que nunca fue parte de este barrio, sino propiedad de españoles) discurría cerca de la Plaza Principal. Metros adelante volvía al río. Además, en los alrededores se trazaron varios canales secundarios que estuvieron en funcionamiento hasta cerca de 1970, lo que permitió que el área siempre fuera de cultivo.

A finales del siglo XIX, cerca del barrio se construyó la estación del Ferrocarril, principalmente en terrenos de la Guitarrilla y el Carrizo, pero afectando también algunos predios del barrio  vendidos por los lugareños, sin embargo, su aislamiento no se vio perturbado sino hasta mucho después.

Imagen de Google Earth. La iglesia de San Isidro, algo modernizada, dicen que así era la fachada de la iglesia de Guadalupe en el centro de la ciudad, antes de que se le pusiera la actual portada de cantera.
En la década de 1970, un fenómeno invadía a San Juan del Río, la explosión demográfica, lo que significó un aumento de habitantes que requirieron de viviendas, es cuando comienza a crecer la ciudad por varios frentes, principalmente la zona oriente. El Barrio resistió el embate constructivo unos años más, pero para la década de 1980, con la construcción del Infonavit San Isidro, empezó la invasión de milpas, al inicio lentamente -por ser tierras completamente fértiles- ya que su precio era elevado y frenó a los constructores. Pero el segundo aumento de población tras el año de 1985 sí lo tocó e inició la urbanización que por tres de sus lados hoy le rodea. Llegó así la modernización de los viejos caminos vecinales, transformados en calles y avenidas que hoy nos llevan fácilmente en transporte público y privado a fraccionamientos, zonas residenciales, incluso un club de Golf, que hoy ciñen al viejo barrio, antes tan solitario, hoy es paso a lugares a los que antaño casi nadie se atrevía a entrar.

Imagen de Google Earth. Vieja plaza, moderna apariencia.
Sin embargo, entre el concreto y el asfalto, conserva vivas algunas ancestrales tradiciones y elementos, su iglesia, la original figura de San isidro labrador, el paso del Santo entierro, mayordomías, cargos y especialmente, al menos dos de las viejas capillas familiares otomíes, último recuerdo de las muchas que tuvo el pueblo en toda su extensión, cuando cada familia o grupo de ellas, tenía un espacio religioso para su culto particular. Desaparecieron casi todas en los barrios, solo quedan unas pocas, dos de ellas aquí.

EPÍLOGO

Hoy, el camino que recorrí de niño, está rodeado de viviendas, en él, ya no se adivina a lo lejos el río, solo al final, un sucio hilo líquido nos recuerda que ahí estuvo. Cada vez quedan menos de los sabinos que circundaban su paso e indicaban que había que dar vuelta a la derecha. Hoy, llego a la vieja plaza, ya modernizada, sin el polvo de aquellos ayeres, ya no están las viejas chozas, los corrales, el verde de las milpas de los alrededores ni la acequia con agua corriente. Casi todo se ha ido, sin embargo, entro a la iglesia y en el altar me recibe una extraña Trinidad, en un mismo nivel, veo a la izquierda un cuadro de la Virgen de Guadalupe, al centro un Cristo y a la derecha, la efigie de San Isidro Labrador, tan querida por los campesinos, solo eso me recuerda que estoy en el viejo Barrio de San Isidro, el Barrio de siempre.

Plano de 1885, arriba, con el número 7 y línea morada, el extremo sur del Barrio, solo para observar su relación con los otros.