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domingo, 2 de octubre de 2016

Presentación de un libro (1/11 de mi autoría)

Presentación de un libro (1/11 de mi autoría)
Patio Principal del Convento de San Francisco, junto con San Agustín los más bellos de Querétaro, éste además majestuoso. Fotografía del blog del Museo Regional de Querétaro.
Como anduve avisando y promocionado, muchos sabrán que el pasado día 21 de septiembre, tuve el honor de hacer la presentación del libro “San Juan del Río, Zona de monumentos”  en la ciudad de Querétaro.

Dicho evento se llevó a cabo en el auditorio del Museo Regional, en el patio de los Naranjos del antiguo convento de San Francisco, por su carga histórica, tal vez el edificio más emblemático de la ciudad.

Siendo uno de los representantes de los escritores sanjuanenses que en él intervenimos, y considerando que una semana antes, en la presentación en San Juan del Río, el Lic. Francisco Pájaro, lo había hecho, de manera emotiva, realicé lo procedente, arropado por los cuadros de queretanos ilustres que enmarcan el sobrio espacio.

Por obvias razones, la asistencia al evento fue  menor que en San Juan, lo cual se compensó por el solemne lugar y la asistencia de la plana mayor del personal del INAH, en esta que es su sede laboral.

El moderador fue el Director de Monumentos del estado, Jaime Front Fransi,  quien realizó la introducción general de la obra y semblanza de autores que ahí nos encontrábamos, la Dra. Guadalupe Zárate Miguel y un servidor, además del comentarista Dr. Jaime Nieto Ramírez.

Fotografía personal,  la mesa de presentación.
Inicié con un escrito preparado para la ocasión que podrán leer al final.

Dado que ya había mencionado mucho de lo que la Dra. Zárate, para no repetir, basó su intervención en la riqueza del patrimonio sanjuanense, con énfasis en el peligro en que se encuentra  ante los embates de la modernidad y lo mucho que se ha perdido en los últimos 15 años, significando cada modificación de los espacios señalados, irreparables, no solo para la ciudad, sino para el patrimonio Mundial, al cual pertenece. Profunda conocedora del tema de monumentos, incluso sobre ello versa su tesis de Doctorado en Historia, Abordó además ejemplos de espacios no mencionados en el libro, los cuales  ha visitado plasmándolo en varias obras publicadas.

Fotografía personal, vista del auditorio al Patio de los Naranjos.
Entremezcladas con tópicos del moderador, las conclusiones finales corrieron a cargo de Jaime Nieto, Expresidente Municipal de San Juan del Río, investigador y escritor de la historia local, quien hizo una reflexión sobre los apartados que contiene el libro, aderezándolos con experiencias personales de su ciudad natal y residencia en gran parte de su vida, rematando con una alocución poética tomada de uno de los juegos florales, que reseña las vicisitudes de San Juan del Río, en sus casi 500 años de existencia.

La imagen para el Periódico Noticias, que nunca salió. Fotografía personal.
Un agradecimiento a las personas que me acompañaron, en un evento de gran significación, por tratarse de una obra de alcance nacional, dado que todos tuvieron que trasladarse hasta allá, mi familia, mis compañeros docentes de la zona 40, a los amigos de Querétaro, a los amigos y maestras de San Juan del Río, los de Santa Rosa Jáuregui, al personal del INAH, al grupo de estudiantes Sanjuanenses de la capital del estado, al Lic. Manuel Suárez, que estuvo en San Juan como comentarista y apoyó en esta como asistente, a mis compañeros de mesa, por por acceder a firmarme los libros de su autoría que llevaba, al Director del museo, que estuvo presente y al pendiente y a la encargada de logística, la Srita. Lupita, quien tuvo todo a la mano.
La Lic. Sara, quien acudió desde Bernal, y de paso conoció la pintura de su antepasada, Esperanza Cabrera. 
Presento a el texto de mi intervención, resumido por su extensión  El mejor comentario es de Ustedes.

Buenas tardes                          
Con el permiso de las autoridades que nos acompañan y la venia de mis compañeros de esta mesa.

Hace más de un año, recibí una invitación del Centro INAH Querétaro, para participar en un proyecto editorial, parte de una serie llamada “Patrimonio”, en que se dan a  conocer las ciudades, que por la riqueza de su patrimonio material, cuentan con Declaratoria de Zona de Monumentos, y dado que San Juan del Río está entre ellas, propusieron a escritores locales presentar ensayos relativos al tema. Decidido a aprovechar la oportunidad, elaboré y un trabajo que tuvo la fortuna de ser aceptado para su revisión.

No abundaré en los pormenores de lo que se sufre bajo el tenaz yugo de los correctores de estilo, seres poco visibles para los que siempre escribes mal. Modernos némesis, especializados en acabar con cualquier asomo de ego literario, especialistas natos en el estira y afloja, siempre y cuando los favorezca y actúan armados de conjuros que dicen así. “quita esto”, “eso va adelante”, se lee mejor así, de dónde salió… A esta lucha sorda, se agregaba el paso del tiempo y la esperanza de resultados se diluyó varias veces. Afortunadamente, se llegó a feliz término con la publicación de la obra que hoy nos ocupa y permite, reunidos en este histórico recinto, presentarla  a ustedes para su consideración.

El tema que elegí fue la acequia del pueblo, un canal de riego construido en el siglo XVI, para las sementeras del incipiente asentamiento de Indios, cuya área nuclear al paso de los años, cambió su vocación agrícola cuando nuevos habitantes, españoles y mestizos trazaron casas, calles y templos, respetando siempre el trazo del canal principal y sus derivados, ahora para uso doméstico y de las huertas que dieron fama a la población.
La acequia, junto con el ya para entonces trazado Camino Real, constituyeron los ejes sobre los que se edificó  el san Juan del río virreinal. y, a la vera de ambos, los principales edificios públicos y privados. Tras cuatro siglos en servicio, en 1977 dejó de correr por ella el vital líquido. Casi totalmente enterrada, entubada y oculta en túneles, solo persiste su recuerdo. Pero de su grandeza, dan constancia los monumentos que junto a ella se  alzaron y constituyen hoy el corazón de la zona de monumentos.

Tras de la fachada de significativas casas, como la de las Poquianchis, la de Don Ignacio Reyes Rayón, de Don esteban Díaz Gonzáles, la de los Berruecos, el obraje y muchas más, estuvo y estará siempre la acequia, no como un monumento  visible, pero sí del ingenio humano.

Paso a dar un somero repaso del contenido del libro, en el que confluyen las plumas de 12 investigadores que en once apartados, nos adentran en la zona de monumentos históricos, declarada así en 1986 por  decreto presidencial.

-En el artículo inicial, la zona de monumentos, Pablo Trujillo nos centra en la importancia de la declaratoria y su significación.
-La Dra. Guadalupe Zarate Miguel, aporta un recorrido cronológico del gran legado cultural de la ciudad.
-Ricardo Jarillo  nos habla de la población india que la habitó en la época virreinal, acercándonos a las viejas costumbres del lugar.
 -Mauricio David Castillo, presenta el análisis de dos viejos planos, que enmarcan los años iniciales de la población, en el siglo XVI, base de la actual ciudad.
--Un servidor, presenta el apartado la Acequia del pueblo, persistencia de una obra utilitaria, ya reseñado.
-El colegio de niñas educandas, mejor conocido como el Beaterio, merece la atención  de Fernando González que a la par de la descripción del edificio, nos ofrece una hipótesis sobre su evolución constructiva.
-La plaza de la independencia, principal espacio público de la ciudad, es abordado en sus distintas épocas  por Tania Padilla, quien nos pasea por lo que llama  el patio de la ciudad, y sus transformaciones.
-Escucharemos gritos desde el purgatorio alrededor del Museo de la muerte, referido al Panteón de la Santa Veracruz, narrado en conjunto por  María del Mar Santana y Oscar García. Un paseo entre lo necrológico y la poesía que encierra el neoclásico edificio.
-La devoción Mariana de un pueblo, reflejada en su patrimonio, por Francisco Pájaro, versa sobre un vital componente de la zona de monumentos, la religiosidad de los habitantes, cuyo legado visible son sus templos católicos.
-Importante acto cultural son los Juegos Florales. Adolfo Rojas nos da recuento de esta verdadera tradición Sanjuanense, celebrada durante la Feria anual.

Concluye el libro la investigadora Norma Contla, quien entra a los hogares sanjuanenses, para describir sus tradiciones y dar voz a personajes actuales  a través de entrevistas.

“San Juan del Río Zona de Monumentos Históricos es el 7°de la serie editada por la Secretaría de Cultura y el INAH, como invitación a conocer los edificios de la ciudad. Para ello, es fundamental, el material gráfico que incluye: imágenes actuales a cargo de Susana Casarín, contrastadas con fotografías antiguas, provenientes de diversos archivos, todas realzadas con la magia de los claroscuros que el blanco y negro predominante les otorgan.

Las obras de la serie ya editadas, dedicadas a otras ciudades, nos dan idea de la importancia  del patrimonio sanjuanense, equiparable con Cuautla, Santa Clara del Cobre, Pátzcuaro, Real de Catorce, Taxco y Veracruz.

Aunque el libro está dedicado a las construcciones materiales, no debemos olvidar que las piedras, piedras son, que el barro es humilde y la cantera tosca, pero unidas por el hombre se convierten en edificios, templos y hogares que albergan sus actividades. Son los actos que en su interior se desarrollan, los que dan a esos materiales, la categoría de monumentos y el tiempo su significación histórica.

La zona de Monumentos, parte del actual Centro Histórico, abarca 48 manzanas, y contiene un total de 334 elementos, entre casonas, edificios, conventos, iglesias y ornamentos. Algunos de los más emblemáticos se describen y abordan aquí. Imposible en 87 páginas incluir siglos de construcciones pero que lo presentado les motive y acerque, además de los edificios, a sus habitantes y los hechos memorables que ahí ocurrieron:

-Conozcan la casa de Don Esteban, antepasado del notable queretano Celestino Díaz y del antiguo rector de la Universidad de Querétaro, Fernando Díaz Ramírez, recorran en solo 200 metros por la calle de 16 de septiembre, las casas natales de 2 gobernadores de Querétaro y el primero  de Jalisco.

-Traspasen las puertas que se abrieron para alojar a dos emperadores: Agustín de Iturbide y Maximiliano de Habsburgo, y se cerraron al más republicano de nuestros gobernantes, Benito Juárez.

-Disfruten los mismos portales que recorrió Guillermo Prieto en su destierro y enmarcaban la casa del licenciado Ignacio Reyes, único firmante por Querétaro de la constitución de 1857.

-Conozcan, en pleno centro de la ciudad, la columna que iba a ser dedicada a la Emperatriz Carlota, y que a petición suya terminó dedicada a la independencia nacional, en plena ocupación imperial, hace 150 años.
-Caminen por la calle principal y entérense que están en sobre el antiguo camino real, donde pasó casi toda la historia nacional y los personajes que la formaron.

A pie, suba por las calles empedradas del viejo Barrio de los Indios, hagan un alto solemne en el panteón de la Santa Veracruz, última morada  de muchos forjadores del  viejo San Juan, y entren a uno de los siete templos coloniales a los que acudían en su tiempo, igual que las capillas de indios.

-Disfruten la rica historia sanjuanense, no acotada solo en lo material. 5 siglos han dejado hechos perdurables como las tradiciones Marianas, la peregrinación de los farolitos, los rituales del viacrucis, la hermandad del Santo entierro, con más de trescientos años de existencia, costumbres que reviven día con día, alentadas por gente común y corriente, orgullosa de su pasado y que sin olvidar  sus ancestros y su legado construyen día con día  San Juan del Río, el de hoy, el de siempre.

Un agradecimiento a quienes hicieron posible mi participación en la  obra, al Instituto nacional de antropología, el Centro INAH, Querétaro, al equipo editorial, a mis compañeros redactores por permitirme figurar entre ellos, a Margarita Magaña, para nosotros enlace y cabeza visible del proyecto, a la correctora de estilo. A todos, mi gratitud por estar con ustedes al lado de 2 grandes investigadores, Guadalupe Zárate y Jaime Nieto, cuyas obras son  fundamentales en mi labor de difusión de la historia de San Juan del Río.   Gracias


Aclaro que el tema que elegí fue el de la Acequia del pueblo, porque cuando inició el proyecto, recién había presentado el libro de mi autoría, precisamente sobre ella y la Maestra Juana Ávila quien fue quien me invitó inicialmente le comento de él a la coordinadora, a quien le pareció un tema novedoso pidiéndome incluirlo, enlazando su importancia por atravesar el canal de riego la zona de monumentos y ser parte primordial para su existencia.

Fotografía personal, cazando autógrafos.
Me tocó en suerte hacer esta representación, pero debo hacer un reconocimiento a mis compañeros del no constituido grupo “San Juan” que participamos en la obra, asiduos asistentes a las viejas y nuevas instalaciones del Archivo Histórico Municipal, donde muchas veces manifestamos entre nosotros lo que vimos solo como un anhelo: la publicación del libro. Espero haberlos representado con la dignidad que merecen los integrantes del no grupo, que sin más incentivo que el difundir el pasado de la nuestra ciudad, participamos en la obra: María del Mar Santana Calderón, Adolfo rojas Garfias y Francisco Pájaro Anaya. Que sea para bien y haya más proyectos a futuro.

Fotografía personal, apagándose las luces del histórico patio.

Los derechos de publicación pertenecen al INAH, y son ellos quienes lo comercializan, en la presentación en San Juan su precio fue de $185.00 y se acabaron todos los ejemplares que trajeron. En Querétaro costó $200.00 y también se agotaron. Supongo que ahora se venderá en la tienda del museo, ignoro cuánto costará y a partir de cuándo, en cuanto tenga noticias aviso.    
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Creo que hubo un problema con el video, en cuanto lo resuelva lo subo.

domingo, 24 de mayo de 2015

Las Poquianchis Reloaded


Hace poco más de un año, en marzo de 2014, subí a este Blog una entrada relacionada con la llamada “Casa de las Poquianchis” de San Juan del Río, Qro. 

Para ver la entrada mencionada,  da clic aquí: Las Poquianchis en San Juan del Río, Qro. 
Fotograma tomado de la película: el inexistente letrero.

Subtitulada “Las Poquianchis en San Juan del Río, Historia de un mito”, refería más que nada a recuerdos de los burdeles de la ciudad, sobre todo el instalado en esa casa, que fue el más duradero. Ahí sostenía que la participación de las verdaderas Poquianchis en la casa era incidental y que en realidad nunca fue parte de los negocios de las hermanas González. Aun así, la mencionada entrada acaba de cumplir solita, 1000 visitas, lo cual para un blog de historia local, es un número bastante aceptable, en razón de ello, me permito dar a conocer a Ustedes algunos datos relacionados que complementan lo ya publicado, esperando tenga el mismo éxito que la anterior. Como no hay modo de desligar lo que yo llamaría las “Poquianchis históricas” de Guanajuato con la mal llamada “Casa de las Poquianchis” de San Juan del Río, entremezclo las dos historias.

ANTECEDENTES
Extraño caso este de la nota roja mexicana, que cincuenta años después sigue suscitando curiosidad entre quienes vivieron en esa época, quienes solo la conocieron de oídas y aún entre los jóvenes, que la conocen de segunda y tercera mano. Es uno de los temas más leídos en México. En gran cantidad de páginas de internet, policíacas, de nota roja, superchería, asesinos seriales, blogs, foros y  redes sociales, todo aquello que al menos insinué la palabra Poquianchis, incluso lo que aquí presenté, en el que de entrada aclaraba que solo era una conseja popular, derivada de una relación indirecta, tiene lectores.


EL LOCAL
La que se conoce como Casa de las Poquianchis, en San Juan del Río, fue un burdel instalado en la calle de Melchor Ocampo 38, anteriormente la calle se llamaba Cóporo y en la numeración antigua le correspondía el número 30, en razón de ello, el lugar era conocido popularmente como “el 30”  o “el burro”. Aunque se ha mencionado que el lugar se llamaba “Río Rita” en realidad aquí nunca fue conocido así, parece ser que fue la razón social que se le puso en sus últimos años, como requisito legal y solo existió en documentos, nunca en voz de clientes, trabajadores ni vecinos del sitio.
Fotografía personal: la casa en la actualidad.

Hasta fines de la década de 1940, la prostitución a nivel local había sido ejercida en casas particulares, supongo que desde el establecimiento del pueblo siempre hubo quien se dedicaran al vetusto oficio, pero era de manera individual o lo que entonces se llamaba “casas de citas”, de acceso restringido. El establecimiento del burdel de Cóporo cambió diametralmente esa práctica, con un local abierto a todo público, enclavado en una zona entonces marginal de la ciudad, pero relativamente cercana en distancia al centro de la misma. (Distaba la casa apenas dos cuadras de la calle principal, la Av. Juárez y tres de la Plaza Principal, el Jardín Independencia)
Entre las novedades que trajo el establecimiento fue que en el entonces amplio edificio (no he podido confirmarlo, pero hay evidencias que para su construcción se tuvieron que derribar un par de casas viejas, que en ese lugar, eran muy estrechas, para obtener un área mayor de construcción) se tenía un salón de baile donde se podía observar plenamente a las damas, amenizado por una sinfonola y se presentaba esporádicamente lo que se llamaba la “variedad” más que nada consistente en cantantes y bailarinas, casi nunca con desnudos completos, pero que en la semipenumbra insinuaban o enseñaban lo suficiente para enardecer al público que podía consumir una amplia gama de bebidas etílicas, la más popular, la cerveza, pero había brandy, ron y hasta coñac. También se vendía el entonces considerado muy corriente Tequila. En la parte trasera se encontraban los llamados “dormitorios” que en realidad eran pocos pero usados toda la noche, el resto lo completaban las propiamente viviendas del personal.


 EL PERSONAL
En aquel tiempo, casi todas las mujeres que trabajaban en esos establecimientos se habían iniciado en la prostitución de manera forzada, víctimas de las redes de tratantes de blancas, que operaban en todo el país, quienes a través del rapto directo o engaño de posible empleo, las sustraían de sus hogares para venderlas en calidad de mercancía a los dueños de los burdeles que de igual manera las vendían o intercambiaban a establecimientos similares.  Esta especie de esclavitud era una norma con la que operaban los negocios de ese tipo, incluido el de San Juan del Río. Rara vez regresaban a sus lugares de origen, sobre todo porque su oficio las estigmatizaba y aunque su ingreso a él había sido involuntario, la moral de aquella época las marcaba, impidiendo la vergüenza que volvieran a sus casas en las pocas ocasiones en que eran dejadas en libertad. Las más de las veces transcurría su vida hasta su vejez en esa prisiones que en una extraña dicotomía también eran lo único que conocían como hogar, esas paredes siempre cambiantes, ya que por edad se les pasaba a locales cada vez de menor categoría, fueron también la tumba de muchas.  


Fotografía personal: las rejas protegían las posible fugas

El Burdel de San Juan del Río, en sus años iniciales operó de ese modo, pero a partir del conocimiento público del juicio contra las hermanas González, donde se ventilaron algunas ramificaciones de venta o intercambio en el que estuvo implicada su dueña, María Montes, se tuvo que abandonar dicha práctica, esto es a partir de 1964, aunque el Burdel continuó algunos años más en el mismo sitio, atendido por un empleado. Al parecer es entonces cuando se le nombra “Río Rita”. Muchas de las antiguas pupilas siguieron viviendo en el local, en la misma ciudad, con la misma gente y con el mismo oficio, algunas regresaron a sus hogares, las menos, otras se casaron y pocas se quedaron, pero la casa siguió atrayendo hasta cerca de 1980 a mujeres que dedicadas al oficio llegaban a nuestra ciudad, aunque los locales que sustituyeron a este, ahora denominados centros nocturnos, se encontraban en otros rumbos de la ciudad.
De la primera época del burdel, solo tenemos algunos testimonios orales. Por estar encerradas todo el día, las mujeres casi no salían y cuando lo hacían era bajo estricta vigilancia, me dicen que mensualmente acudían a revisión médica a un local de la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia (dicha visita era rigurosamente cumplida porque de ella dependía el poder laborar, ellas y el negocio) que tuvo varias ubicaciones, todas en av. Juárez. Algunos días a la semana. Le cuentan a Don Jaime Nieto que a las siete de la noche salían en comitiva a dar una vuelta por la av. Juárez y a su regreso “se llevaban a medio pueblo masculino; así como los circos hacen su paseo a medio día, así salían esas señoras”. El mismo informante menciona a algunas de las más conocidas: “Lourdes, la Torera, Nacha y la Cartucha”. El encargado les proveía de todo lo necesario para su vida cotidiana.

LA FAMA
En 1964, con una lista impresionante de cargos, son encarceladas las Poquianchis de Guanajuato, al perder el favor de algunas autoridades que antes las solapaban. Quizá el juicio hubiera sido intrascendente, como muchos parecidos, solo que este tuvo la característica de haber sido cubierto desde su inicio por el semanario Alarma! que lo dio a conocer a nivel nacional. Para quienes no conocieron dicha ¿revista? comentaré que era de nota roja, pero su logotipo y diseño de páginas tenía color amarillo, caracterizado por publicar, sin ningún pudor, además de textos, fotografías escalofriantes, de asesinados, ahorcados, cuerpos desmembrados y todo aquello que oliera a sangre, aderezados siempre con encabezados lapidarios y soeces adjetivos hacia los implicados. De ella viene el término “amarillista”en México. Sé que aún hay revistas de ese tipo, el problema era que esta llegó a hacer circular a veces hasta 750,000 ejemplares semanales a nivel nacional, en una época en la que el país tenía la mitad de habitantes que hoy, lo que explica la difusión del caso. Pocos de los contemporáneos lo vivieron directamente, pero muchos lo hicieron a través de la revista que semanalmente durante años dedicó varias páginas al avance del caso y testimonios varios, entre ellos la ya mencionada relación indirecta del burdel de San Juan con “Las poquianchis históricas”. Fueron sus reporteros quienes contribuyeron a que se asociara la  palabra Poquianchis con todo lo relacionado a maldad.

Imagen tomada de Internet, uno de los primeros números de la revista ALARMA! Nótense los textos, al interior era peor.

Imagen tomada de Internet, 30 años después, la notica seguía siendo primera plana.

Algunos años después, en 1976, se estrena la película “Las Poquianchis” de Felipe Cazals, basada en parte en las  novela de Jorge Ibargüengoitia y notas del juicio, (digo en parte, porque al unísono, el director hace una demoledora crítica social del problema del campo mexicano, enlazando los temas con el padre de una de las víctimas del clan, que sufre ambos agravios) en una de las escenas, una mujer llamada Beatriz hace trato con una de las hermanas González para adquirir mujeres para “doña Mary”, (el nombre de la dueña del burdel de Cóporo) quienes son llevadas según se ve por un letrero a orilla de la carretera, a San Juan del Río, específicamente al bar “Río Rita” igualmente reconocido por un anuncio de neón. De la escena, unos cuantos segundos, parece provenir todo lo que posteriormente se ha dicho y convirtió en leyenda la casa de Melchor Ocampo 38, y le dio su nombre actual “Casa de las Poquianchis” y la faramalla que la acompaña y que la ha llenado de historias de aparecidos, ruidos, lamentos, malas vibras etc. En su tiempo, todo palidecería ante las vejaciones a las mujeres que a la fuerza la habitaban y cuyo silencioso padecer, no fue escuchado por nadie, mucho ahogado bajo la penumbra y música de un sórdido salón de baile.

Portada de la edición moderna de la película.

Fotograma tomado de la película, única referencia a nuestra ciudad.

Fotograma de la película, el anuncio de neón del bar.
Hago la aclaración de que mucho de lo relatado lo vi de propia mano, pasé mi niñez a pocos metros de la casa. Muchas cosas no las entendí entonces, hoy con apoyo de personas mayores, supe de algunos  detalles, como los que ahora les narro.


LAS SECUELAS
Posterior al escándalo de las Poquianchis, la dueña del local de San Juan del Río lo dejó a cargo de un administrador, quien lo continuó algunos años, ya con empleadas en régimen libre, mujeres que a pesar de su oficio, no eran mal vistas por los vecinos del barrio, máxime si se toma en cuenta que contribuían con efectivo, a través de empleos indirectos, a la exigua economía vecinal, incluso el administrador, a quien le tocó la reubicación a otros rumbos, hacía una vida normal en las calles del pequeño barrio, se recuerda que en una ocasión, donó los uniformes del equipo de futbol del barrio, el “Victoria”. La casa quedó solo como habitación de las antiguas empleadas, pero la explosión demográfica y la lejanía con los centros de trabajo poco a poco las fue desplazando y se convirtió en una vecindad de tercer patio, a donde llegó especialmente gente humilde, gelatineros, tamaleros, estudiantes pobres etc. Incluso llegaron inicialmente ahí, en la década de 1980, la primera ola de salvadoreños, desplazados por la guerra en su país.


Fotografía personal, la casa vista desde el Museo de la Muerte.

 También fomentó la leyenda actual de la casa su inclusión en el recorrido del  que yo llamo “taxiván de leyendas” que en realidad es un tranvía turístico que hacía una parte peatonal. En el Museo de la Muerte, ubicado en lo alto, frente a la vecindad, mostraban la casa, llamándola “un antro” y soltaban la historia del sacerdote, que desde la cercana iglesia tenía un túnel entre la peña que lo llevaba hasta la casa para no ser visto. Entiendo que hay que aderezar la historia para hacerla atractiva a los visitantes pero siempre aclarar que es un relato, no la realidad. En la actualidad, el paso al interior es restringido; con toda razón los habitantes se quejaron de que hasta cuando estaban comiendo, se les aparecían un montón de desconocidos, mirándolos como parte de la escenografía de un relato, en la que ellos no tenían nada que ver. Para cada persona su vivienda es su castillo, y debemos respetarla, por ello no he entrado recientemente.
Fotografía personal, frente a la Casa, las peñas del Calvario, arriba a la derecha, el Museo de la Muerte.

EPILOGO

En la actualidad la casa se deteriora día a día; el salón de baile, que tenía piso de madera y un entresuelo lo ha perdido y se dividió para albergar más inquilinos, ya no están las grandes macetas con helechos del recibidor, igualmente el piso de terrazo, que recuerdo reluciente, hoy luce desgastado. Hace algunos años se habló de una remodelación para hacerla atractivo turístico, solo fue la declaración, nadie hizo nada, excepto los grafiteros, que en su fachada han dejado su huella.
Tras cincuenta años, además de las viejas paredes, de las dos épocas del burdel solo queda al frente, el socket original del único foco que en la penumbra de una calle sin alumbrado público, indicaba a los parroquianos que ahí se encontraban aquellas que alguna vez fueron tachadas de “carne de placer y foco de infección pública”.    

Fotografía Personal, al centro, el socket, único vestigio tras medio siglo.

La película aún hoy está a la venta y se puede ver en You Tube, aclaro nuevamente que no fue filmada en San Juan del Río ni en el local de Cóporo. Para la bibliografía relacionada pueden acudir al siguiente enlace de este mismo blog:


Dar clic para ver: Bibliografía de las Poquianchis

Todo lo escrito es de manera personal, no puntualizo en los nombres por no afectar a personas de la actualidad, por hechos de hace muchos años, en los que no intervinieron.

Del  autor mencionado, Jaime Nieto, tome  datos de su libro "Del Hacendado al Empresario" UAQ, 2000, que ya no está a la venta pero puede consultarse en las bibliotecas de la ciudad, aunque de este tema solo tiene unas diez líneas.

Continuaré la siguiente entrada con la descripción de los viejos barrios, mil vistas bien valen una pausa.

martes, 25 de marzo de 2014

LAS POQUIANCHIS EN SAN JUAN DEL RIO


 LAS POQUIANCHIS EN SAN JUAN DEL RIO, HISTORIA DE UN MITO 
    
Descansemos un poco de la historia y pasemos al terreno de la crónica:

Prácticamente desconocida por el público, la historia de las casas de citas en nuestra ciudad está nutrida solo por la tradición oral, obviamente propalada por quienes a ellas asistían. Supongo que siempre hubo en el pueblo quienes se dedicaran a la antigua profesión, pero de la ejercida al interior de locales solo he escuchado que a mediados del siglo pasado existía uno en la Casa Colorada de la Estación del Ferrocarril  y por los años 70s y 80s,  algunas casas particulares clandestinas en las calles de Allende y Morelos, aunque nunca he podido saber su ubicación exacta. (Estos datos también los consigna Jaime Nieto, pero igual, no da ubicación)
Fotografía personal: Fachada

Intermedio de los anteriores, en la década de 1940 abre sus puertas un local de manera pública, a vistas de todo mundo, en la entonces alejadísima calle de Cóporo (hoy Melchor Ocampo)  con servicio de salón de baile, bar, damas de compañía y "dormitorios".
Cándidamente las madres de familia de entonces  trataban siempre de alejar a niños y jóvenes de semejantes lugares, inventando mitos hoy motivo de risa pero que en aquellos años eran creíbles. Recuerdo vagamente que en la Casa Colorada se decía que vivía... el ¡Vampiro!  También decían que en la calle de Cóporo  salía... ¡La llorona! Yo que viví cerca de esta última, nunca la vi ni oí y por tanto me siento en condición de darles a conocer la presente crónica, ya fue publicada en  “San Juan del Río en el Tiempo” pero como fue segmentada, no se entiende totalmente, aquí se las presento completa, de la autoría de un servidor:

En el viejo barrio del Calvario, en la todavía más vieja calle de Cóporo, antes  Camino Real al Rodeo, subsisten, tal vez desde la época colonial, varias descuidadas y ruinosas casas, sin el menor atractivo. La más famosa de todas, aunque sin el mínimo valor arquitectónico, que lo es hoy por su historia y antes por su contenido, es una enorme construcción de medianos del siglo pasado, que se hizo aprovechando elementos de unas más antiguas a las que se adosaron nuevas secciones. Aún existe, marcada con el número 36  y fue conocida popularmente hasta la década de 1970 como “el Burro” o “el Treinta”, por la numeración de entonces. El nombre  “Río Rita, que si existió sería solo el oficial y no era usado.
Hoy es simple y falsamente llamada “Casa de las Poquianchis” (1)  y la fama, que le viene de aquel entonces  se debía a que en ella vivían y trabajaban mujeres jóvenes (cuidado, en ese tiempo no había maquiladoras) que se decían eran de mala nota (tampoco se dedicaban a la música) es decir eran “carne  de  placer  y foco  de  infección  pública”, razón de que en un lugar,  entonces tan  marginal del pueblo se haya invertido en una construcción tan grande y costosa. Ahí, para evitar visitas indeseables, dado que no tiene huerta y si alguna vez la tuvo se le quitó, fue la única casa colindante entonces con la acequia de riego, que tenía barda trasera, para separarla de esta, (obviamente ellas no regaban) barda que para más seguridad se hizo doble, a ambos lados del canal y muy alta, de tal manera que la encajonaba totalmente. Aún persiste la vieja casa completa. Si el morbo lo llama, puede usted ir al balcón del panteón de la Santa Veracruz y justo bajo él, podrá observar estos detalles a plenitud, corroborando lo que aquí se dice. Si acaso siente que tal sentimiento lo domina plenamente, puede asomarse a la casa con pretexto de que busca rentar algún cuarto y entrar, ya que actualmente es una vecindad dividida en varias secciones: Inmediatamente después de la puerta de acceso hay un amplio recibidor que conduce al patio central, no muy grande pero rodeado de  habitaciones.

La administración  presentaba  espectáculos  musicales y de  baile ciertos  días de la semana, conocidos como “la variedad” en el gran salón, pero generalmente el ambiente lo daba una sinfonola. Al fondo y laterales hay más habitaciones y patios, suficiente para albergar bastantes personas durante el día, que era la población permanente y a la flotante, mucho más numerosa que se apersonaba por las noches.
Me dicen que llegaron a haber señoras instaladas en la entrada de la calle, es decir en la Plazuela Guadalupe Victoria, vigilando que sus maridos no fueran a la casa aquella y efectivamente, nadie pasaba por ahí, pero el local siempre estaba lleno, los lúbricos parroquianos daban la vuelta por la parte de arriba (calles de Pino y Panamericana, entonces desoladas) y bajaban por el callejón detrás del panteón, otros más recatados daban vuelta casi hasta Guadalupe de las Peñas. 
Cuentan a don Jaime Nieto (2) que de la casa salían por las tardes a partir plaza las damiselas, dándose una vuelta por la avenida Juárez (de ahí el conocido refrán de la que no enseña no vende) y regresar seguramente a preparar las herramientas de trabajo para el tercer turno.  El horario era, ahora  sí que del crepúsculo al amanecer.

Alrededor de la casa habían creado una pequeña microeconomía, al ser un barrio pobre y ellas las únicas que disponían de efectivo, no faltaron vecinos que aprovecharan  los empleos  indirectos  que  generaban: el  aseo del local,  cuidar a los hijos, sirvientas, lavanderas, etc. A pesar de su profesión, la mayoría de ellas eran personas bien vistas por todos. (Hoy esto es de lo más normal, pero considérese que hablamos de hace 50 años) De las dueñas o administradoras se dice alguna relación tenían con las tristemente célebres y famosas Poquianchis  y al ocurrir la detención de éstas en 1964 también declinó este negocio, aprovechando las autoridades municipales para trasladar el giro a un local ubicado allá por la Estación.(aunque bajo otra administración)

En la poco a poco decadente casona quedaron viviendo algunas de las trabajadoras originales y durante años siguieron habitándola las damas de esa profesión que por azares del destino llegaban al pueblo, además de estudiantes pobres, migrantes nacionales e internacionales, etc. Hoy en día, cada vez más abandonada, la vieja vecindad languidece, alguna vez se habló de una remodelación con fines turísticos ...
Fotografía personal: la casa
Jamás en mi niñez escuché todas las historias que hoy se cuentan: que espantan, que se siente mala vibra, que se oyen en las noches gritos de niños o sonidos macabros, etc. Seguramente los únicos gritos que se escuchaban era cuando el encargado iban a cobrar la renta, lo demás son inventos modernos, también es una vil mentira la historia que cuentan los del taxivan de Leyendas; que el cura que vivía en el la capilla del Calvario tenía un túnel que desde lo alto de la peña, iba a dar al burdel. (Nunca vivió un cura en dicho iglesia, que no tiene ni tuvo casa cural)
Falsa también es la creencia que la película "las Poquianchis" de Cazals se grabó en la casa de Cóporo, la única referencia a San Juan del Río en la película es un letrero de la carretera, con el nombre del entonces pueblo, que se ve un par de segundos.
Después de su caída, vinieron a sustituir el giro el Foco Rojo, (en dos locales) la Escondida, el Zafiro  y algunos más, semi-clandestinos, todos arrasados, no por la Liga de la Decencia, sí por el temor al VIH, luego vinieron la modernidad y los Tables. Algunos de los parroquianos de aquellos ayeres todavía tienen gratos recuerdos (literalmente hablando) de los locales aquí mencionados.
Fotografia Personal: vista superior de la casa
 

1) “La maldiciencia así las bautizó” En 1964 en el rancho del Ángel, Municipio de San Francisco del Rincón, Gto., donde funcionaba un burdel propiedad de las Hermanas Delfina, María de Jesús y Eva González, se descubrió que estas asesinaban a sus empleadas cuando intentaban escapar, se rebelaban o resultaban embarazadas por los clientes. Se hallaron varios cuerpos enterrados. El escándalo fue mayúsculo, más si tomamos en cuenta que el largo juicio fue cubierto de principio a fin por el culto semanario ALARMA! Que las inmortalizó como las “Poquianchis” llegando sus ventas a la escalofriante cifra de 2 millones de ejemplares semanales. La relación de porque se le llamó “Casa de las Poquianchis” al burdel de Cóporo no la he podido encontrar, se menciona como dueñas del local a las González, que algunas de sus trabajadoras llegaron aquí antes y después del escándalo, etc. Todo sin base comprobable, lo que parece ser cierto fue  que siendo tratantes de blancas, vendieron mujeres para trabajar aquí. Cualquier coincidencia con el Clan Trevi - Andrade no es pura semejanza. Se hizo una multipremiada película en 1976 del director  Felipe Cazals  llamada “Las Poquianchis” de donde provienen las negritas del texto y los  libros  “Las Muertas” en 1978 de Jorge Ibargüengoitia y el casi autobiográfico “Yo, la  poquianchi, por Dios que así fue” de Elisa Robledo. Casi todas las González tuvieron un final trágico.
2) Nieto, 2000, op. cit. pp. 109 y 110. Testimonio de Restituto Rodríguez Camacho
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ACTUALIZACIÓN  29 DE MAYO DE 2014
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BIBLIOGRAFÍA DE LAS POQUIANCHIS

 
Acomodando algunos de mis libros, encontré casi junta la bibliografía de la que hablé en la entrada de las Poquianchis en San Juan del Río, hoy se los presento aquí

1.- Guión original de la película de Felipe Cazals de 1973. Este libro es raro, lo encontré en una librería que está en Av. Juárez  arribita de la Curva, posiblemente todavía estén ahí algunos ejemplares.







2.- Las Muertas, de Jorge  Ibargüengoitia.  Ora sí que la novela de la vida real, únicamente los nombres fueron cambiados para proteger a los... ¿inocentes? Esta edición es parte de unas obras completas pero creo que todavía se puede hallar en stock en muchas librerías.




3.- Yo, la poquianchis, por Dios que así fue. De Elisa Robledo, con base en entrevistas con una de las actoras principales del drama. Es difícil de conseguir. Siendo la autora periodista, no se conforma solo con lo que le dicen y agrega una investigación personal, quizá lo más apegado a la realidad. Incluye muchas fotografías.








Continuo insistiendo en que la relación de las Poquianchis verdaderas con la llamada "Casa de las Poquianchis"  de San Juan del Río es incidental, limitada únicamente a que algunas de las trabajadoras de aquellas mujeres llegaron también a trabajar en San Juan del Río, sea por voluntad propia o a través de las redes de tratantes de blancas. Aunque en entrevista realizada por Armando Guerra en "El tiempo de Querétaro" a Doña Irma Villa, dueña del antiguo centro Nocturno "La escondida" ella afirma que la Señora Montes, propietaria del Río Rita fue hermana de las Poquianchis;  solo que fuera parentesco político porque Doña María montes ya andaba administrando negocios de ese tipo cuando las poquianchis todavía eran niñas.
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AVISO: Si deseas conocer algo más del tema, no te pierdas algunos datos más en este mismo blog. Da clic en la siguiente liga:

Las Poquianchis Reloaded