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domingo, 8 de noviembre de 2015

También en San Juan hace aire, no nomás en Cazadero


Del Cazadero a la Avenida Juárez.

No se tiene constancia cierta de la fecha de llegada de los españoles a San Juan del Río. Se sabe por una de sus Cartas de Relación, que en 1526 Hernán Cortés tuvo noticias de que “entre la costa del norte y la provincia de Mechoacán hay cierta gente y población que llaman Chichimecas” por lo que envió hacia allá 60 gentes a caballo, 200 peones y muchos indios. Supo que había también en esa zona algunos pueblos civilizados que habían sido vistos por españoles. No se tiene noticia del resultado de la expedición, ni quiénes eran los españoles que ya habían visto dichos pueblos.
Conformación del territorio a la llegada de los españoles. Nótese que en la zona de San Juan del Río no se registran pueblos, solo la leyenda "Salvages chichimeques y otomites"

Cazadero 1

Aunque ya para esas fechas el mismo Cortés había otorgado la encomienda de Jilotepec a Juan Jaramillo, consistente en el tributo de los  habitantes indios de todo su territorio, incluida la zona que hoy es San Juan del Río, era la frontera con los dominios chichimecas, razón por la cual, al menos inicialmente no resultaba un lugar atractivo. (En realidad aquí no había verdaderos chichimecas, eran otomíes y pames, algo indómitos y semi-nómadas pero no gente de guerra) Es hasta el año de 1528, cuando, según un testimonio de un juicio de 1536, Juan Jaramillo, explorando las tierras de su encomienda llega al pequeño asentamiento llamado Iztacchichimeca, encontrándose con unas cuantas casas de chichimecas, a los que obliga a retirarse. El motivo de la visita, según el mismo testimonio, fue por motivo de una cacería.

Cazadero 2
Entre Jilotepec y San Juan del Río, se localiza una gran zona plana (por su altitud superior no forma parte del hoy llamado Plan de San Juan) que abarca los actuales límites entre los Estados de Hidalgo, México y Querétaro. En la actualidad es primordialmente árida y solo poblada por unos cuantos mezquites y matorrales, pero que se supone, en esa época, con un clima más templado, sin llegar a ser un bosque, albergaba mayor cantidad de árboles.

A los espacios planos los españoles le llamaron “sabanas” y en este, cercano a nuestra actual ciudad ocurrió un hecho que por su magnitud se convirtió en noticia en todo el incipiente virreinato y ha perdurado por ya casi cinco siglos.

En el año de 1540, estando de Visita en Jilotepec el primer virrey de la nueva España, Don Antonio de Mendoza, recibió la invitación para participar en una montería y cacería al modo en que los indios lo hacían, eligiéndose para ello “unos muy cumplidos y extendidos campos que están entre Xilotepec y San Juan del Río”. Por ser una zona despoblada, se tuvieron que hacer aposentos para el personaje, criados y todos los empleados que con él viajaban.
La cacería inició muy de mañana, cuando casi 15,000 indios cercaron unas seis leguas del monte y haciendo ruido con manos y arcos avanzaron, reduciendo en cada paso la circunferencia inicial. Cuál sería la abundancia de animales en aquellos tiempos, que en esa simple maniobra, quedaron encerrados gran cantidad de ellos. Para el mediodía, el círculo se había hecho muy estrecho y por ello los indios fueron poniéndose unos detrás de otros. En ese momento llegaron los cazadores. Indistintamente arcos, flechas, arcabuces, ballestas, perros y jinetes, dieron cuenta de los animales que a su disposición se encontraban, incluso  hubo necesidad de en algunas partes abrir el cerco humano para que salieran muchos de los animales, al no darse abasto las armas.

Para ese momento, entraron en acción muchos cocineros que inmediatamente llevaban las piezas muertas a sus asadores, “llegándoles la caza a la cocina”.
Cuenta el cronista que a la puesta del sol, se había dispuesto de seiscientos venados de distintas clases, la mayoría berrendos, cien coyotes y una gran cantidad de liebres, zorrillos y conejos, muchos consumidos ahí mismo, otros más se repartieron entre los participantes, igual muertos que vivos, para todos hubo lo que quisieron y pudieron comer y/o cargar. Fue tal el frenesí de aquel día, que entre el círculo quedaron atrapadas gran cantidad de aves, que aturdidas, al final ni siquiera podían volar.

Fue tan renombrada esta cacería, más bien un “cazadero” que a partir de entonces la zona se dio por llamar “la sabana del Cazadero”. Le gustó tanto al virrey que programó otra para dos años después, 1542. No fue posible, en esa fecha, los verdaderos chichimecas, nómadas de los territorios entre Jalisco y Zacatecas se rebelaron contra la autoridad virreinal y Don Antonio tuvo que dirigir hacia allá su ejército. 

Muchos años después de ocurrida, su repercusión continuaba, seguramente, los viajeros del camino Real, trazado en uno de los extremos del llano donde había ocurrido, cuando pasaban por el lugar eran enterados del acontecimiento, constituyéndose en un referente del lugar. La primera noticia escrita de la cacería data del año de 1615, cuando Juan de Torquemada la incluye en su obra “Los Veintiún libros de la Monarquía Indiana” de donde proceden todas las referencias modernas, incluida la de Rafael Ayala.

Mapa del siglo XIX. incluye el "LLANO DEL CAZADERO"
Las casas construidas para el Virrey seguramente fueron el antecedente de la hacienda del Cazadero y hoy comunidad y Delegación Municipal, que conserva su singular nombre.

Cazadero 3
Se dice que durante todas las épocas continuaba la abundancia de animales, sobre todo de venados, que por razón del tráfico de personas se recluyeron hacia los montes y cerros cercanos. Hasta hace apenas unas décadas, en lugares tan cercanos como el Sitio, Rancho de Enmedio, Paso de Mata y otros, cercanos a los Llanos del Cazadero, se hablaba de que todavía existían.

Y prueba de ello, es la siguiente fotografía. Según la persona que me permitió reproducirla, es de los años cincuenta del siglo pasado, captada nada más ni nada menos que en plena Avenida Juárez, esquina con Allende.  En ella, posan un grupo de personas, entre ellas el exgobernador Saturnino Osornio, y parece que su pariente Don Palemón Ríos. Detrás de ellos, pendiendo de cuerdas está un grupo de ¡7 venados! seguramente producto de uno de los últimos cazaderos, y muy probablemente de los cerros cercanos al Sitio, comunidad de donde fue originario don Saturnino, próxima al Cazadero.

Fotografía de colección particular. El segundo de derecha a izquierda es el ex gobernador Saturnino Osornio, el cuarto parece ser don Palemón Ríos.
Del porqué en la avenida Juárez, solo puedo decir que en esa esquina, hoy moderno comercio, tenía su vivienda el ex gobernador. Fue una casona antigua, que seguramente él remodeló. Muchos años después, ahí se instalaron la popular cantina “la Cucaracha”, otra llamada “El León Dorado”, luego una funeraria y después una sucursal de la “casa Gabriel”. Hace un par de años, el local se remodeló a como lo vemos en la actualidad. Quien me permitió reproducir la foto es descendiente de él y fue quien me dio los detalles. Presento algunas fotografías modernas  del lugar.
Fotografía personal. Si los datos son exactos, sería el mismo lugar de la fotografía antigua, ¿Serán los mismos árboles?

Fotografía personal: La antigua casa de don Saturnino, en Av. Juárez.  Detrás del letrero rojo, la puerta ostenta una especie de celosía, con las letras S O,  sus iniciales.

Referencias:
Cortés Hernán, Cartas de Relación.

Torquemada Juan, Monarquía Indiana.
El título de esta entrada es un antiguo refrán local, que ya casi no se dice completo, solo la parte inicial.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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Por andar con las prisas, en la pasada entrada omití una importante obra, dada a la luz por la mencionada editorial Librarius en el año 2013.

DICCIONARIO BIOGRÁFICO, GEOGRÁFICO E HISTÓRICO DE QUERÉTARO

Nominalmente trae por autor a don Rafael Ayala, como obra póstuma. Supongo que la dejó empezada y su hijo la completó, igualmente tengo la idea que la fue formando con muchos de los datos sueltos que iba hallando en sus investigaciones. No es exclusiva de San Juan del Río, pero como fue hecha por un preclaro hijo de esta tierra, debe ser parte del  retorno de la historia Sanjuanense.
Por su temática, es una obra voluminosa, en 703 páginas contiene muchísimos datos de personajes. Lugares y hechos olvidados, así como referencias modernas, incluso enlaces a Internet, que son difíciles de hallar en un solo tomo.
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No me lo van a creer, pero la entrada de las poquianchis ya rebasó las 2,000 visitas, no creo que sea la mejor que haya presentado, pero así es el público. Para los nuevos lectores que no la han leído, dense una vuelta a verla y… ¿Ya qué? Aumentar su rating.
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Había prometido conseguir algunos precios.
Les comunico que en la oficina del Archivo Histórico municipal, todavía están  a la venta:
La Edición 2006 de San Juan del Río, Geografía e Historia de Don Rafael Ayala, la más completa de las tres ediciones, a solo 100 pesitos. Obra fundamental e insuperable.

El libro de la Señora Marimar Santana, referente al Archivo Histórico y los monumentos coloniales de San Juan del río. Solo vale 50 pesos y ese precio incluye la oportunidad de platicar con la autora (ella es la encargada del Archivo Histórico Municipal) y de paso que les dedique el libro.

domingo, 11 de octubre de 2015

El jardin de la familia, final (o casi)

De jardín de la Familia a multifamiliar.

La carretera Panamericana
A partir de la instalación de la carretera Panamericana en la década de 1940, trazada en nuestra ciudad en plena avenida Juárez, sobre el viejo Camino Real, la sección de esta arteria cercana al jardín del Sacromonte tuvo un repunte, dado que algunas de las líneas foráneas de autobuses establecieron paradas cercanas.

No se crea fue una central camionera en forma, cada línea tenía, por algún convenio comercial o simple comodidad, un espacio asignado en cualquiera de las  aceras, en el tramo comprendido entre las calles 2 de abril y 16 de septiembre. Para las necesidades de alimento de los viajeros de paso y de llegada o salida, se establecieron algunos restaurantes de primer orden, otros de regular calidad, además de simples puestos y vendedores ambulantes. Para todos había trabajo. Mientras tanto, el jardín, a causa del abandono, fue perdiendo árboles y plantas.

Restaurantes
En la década de  1960, en él se estableció aquí una extraña simbiosis de espacio público y comercial, por varios factores:

Por entonces y desde muchos años atrás,  afuera del Portal de Reyes, existía una especie de tianguis formado por puestos diversos para el abasto diario, el cual fue desinstalado completamente al abrirse el Mercado Reforma en 1963, ubicándose ahí los comerciantes, algunos de los que no cupieron, sobre todo expendedores de alimentos optaron por trasladarse en la ancha banqueta afuera de la cuadra de la cárcel, aumentando la oferta para los usuarios de las líneas de camiones que por comodidad, habían abandonado las aceras y empezaron a ocupar como terminal común, el espacio anexo al jardín, afuera del llamado Mesón de San Pablo, (hoy tienda de telas, esquina de Allende y Juárez) lo que le valió para que después de cuatro siglos mereciera ser empedrado.
Unidos en un mismo espacio, los proveedores de alimentos y los autobuses, el punto de reunión y espera de los viajeros fue el pequeño y descuidado jardín, que continuó en tal estado unos años más.
Fotografía de la década de los 60s de José Velázquez, tomada de los calendarios de la Canaco, el jardín, en su tamaño original, el resto  el paradero común de autobuses.

A pesar que desde 1957, ya funcionaba la autopista México - Querétaro, trazada por las afueras de la ciudad y se había abandonado como principal la carretera Panamericana, el grueso de autobuses siguió entrando a la ciudad, ocupando ya oficialmente como paradero, el espacio mencionado, que sería básicamente un cuadrado, sin embargo, con la posibilidad de ahorrar tiempos sobre todo en viajes largos,  algunas de las líneas más importantes ya no hacían parada por el centro, lo que implicó el declive de los servicios restauranteros. Supongo que hubo muchísimos, se recuerda especialmente el Layseca, junto a la iglesia, el Prado, en la Esquina con Hidalgo, el Montes, frente al jardín, el Patio, el Parador, los tacos sudados, los Cocoteros, solo sobreviven de esa época, La Bilbaina y los tacos ahora conocidos como “vaporizados”.

Mención especial merecen dos más, también desaparecidos, que funcionaban como hotel-restaurante: el Valenzuela y el Avenida, una cuadra más al poniente del Jardín, hoy convertidos en los bancos más grandes de la ciudad. Incluso eran parada obligatoria de un servicio de automóviles de alquiler, con ruta México- Querétaro, era de lujo, solo utilizado por unos cuantos.

Al disminuir el tráfico de vehículos de lujo y particulares por el centro de la ciudad, comenzaron a proliferar fuera de la cárcel y en toda la acera los puestos populares. Entre ellos, uno de tamales consistente en una hornilla y un bote alcoholero, que se instalaba exactamente a la mitad de la acera y según se dice fue al que originalmente se llamó “el Tragadero”.

Juárez en San Juan

En el año de 1969, se acercaba el centenario de la muerte de Benito Juárez y la capital del estado decidió establecer una estatua monumental de él en el cerro de las Campanas, para sustituir la que se tenía en Av. Zaragoza, que fue donada al Municipio de San Juan del Río. Ante la circunstancia, se decidió dignificar el ya para entonces llamado Jardín del Santuario y en su extremo poniente, sobre un pedestal blanco, se colocó la estatua del benemérito, rodeado por una jardinera muy simple, sin árboles, solo empastada, todo circundado por franjas de tierra.

Inicio de la década de 1970, monumento a Benito Juárez, una jardinera rodeada por tierra, fotografía tomada de las postales de Ugalde.

Tratando de que la dignificación fuera integral, se desalojaron los ya numerosos puesto de la acera frente a la cárcel, que acostumbrados a los cambios, se ubicaron casi todos en estructuras metálicas en la calle Allende, ocupando todo el arroyo de la misma en una hilera de puestos de comida, que llegaba casi a la esquina con la Plazuela Guadalupe Victoria, quedando en el frente que daba a Avenida Juárez, todo el espacio disponible para los autobuses, cuyos usuarios cuando el hambre arreciaba, tenían una amplia gama de alimentos en el singular comedero popular. El segundo puesto de la fila tenía un letrero de neón con la leyenda “el tragadero” que se extendió para todo el espacio, incluyendo también vendedores a pie, que hasta las propias ventanillas de los camiones llevaban a ofrecer gelatinas, tortas, dulces, refrescos y demás. Varios de los puestos funcionaban hasta altas horas de la madrugada. En una ciudad mal iluminada, y en un espacio techado por láminas metálicas, el letrero de neón hizo famoso el lugar.

No duraron mucho ni Juárez, ni el Tragadero ni la pomposa central de camiones. Para finales de la década de 1970, la central camionera se trasladó a un tejaban ubicado en el B. Hidalgo, los puestos fueron desalojados de Allende en 1977 y Benito Juárez fue a dar con sus, en este caso metálicos huesos, a la cárcel, es decir, se le bajó de su pedestal y se guardó en el cercano edificio de la cárcel, donde permaneció varios años y solo salió de ahí, hasta que fue erigido su monumento actual, unas cuadras arriba. No salió ileso, creo que ahí perdió el bastón que originalmente ostentaba.

El proyecto no concluido

La razón del desaire al prócer, fue explicada porque nuevas autoridades tenían un gran proyecto para el jardín: hacerlo un espacio digno (nótese que en cada cambio siempre se  esgrime ese argumento) que incluía, para hacer juego con los arcos del portal del Diezmo,  otros en la acera del frente, incluso, habría otros en la bocacalle de Mariano Jiménez. Entre otras maravillas, el proyecto incluía piso de adoquín, fuente central, jardineras y balaustradas.

Imagen tomada de revista proyección, mediados de los setentas, el ambicioso proyecto.

Creo que por falta de recursos y permisos de los particulares, no fue posible tanto lujo. No se aumentaron los arcos en el lado sur, incluso se derribaron los que ya existían en el portal de la Comandancia y, seguramente para evitar el regreso de los ambulantes, durante un breve tiempo, la acera ancha fue abierta al tráfico de vehículos, se dijo que para aliviar el tráfico por Av.  Juárez, cuando se dieron cuenta de que no era tanto, se volvió a cerrar.


Imagen tomada de internet, lo que se logró del proyecto.

Del ambicioso proyecto inicial, solo pudo salvarse el piso de adoquín, la fuente y las jardineras, adornadas con vistosos arbustos de piricanto, que luego resultaría que eran venenosos y fueron sustituidos por los árboles que se ven actualmente.

Un par de años después los piricantos habían crecido y no tardarían en ser quitados.

Para evitar el regreso de los autobuses, el espacio que habían ocupado, se cerró con una banqueta del lado de la carretera y se destinó para estacionamiento de vehículos.

Remember el Tragadero

En años posteriores, ese mismo espacio se utilizó para ampliar la superficie del jardín, aumentando en algo su dimensión. En la década de los noventas, en un pedestal se colocó una malograda estatua, creo que de concreto, en color blanco,  que representa la unión familiar, impulsándose por la administración municipal en turno el cambio de nombre del espacio a “Jardín de la familia”, que creo que es el oficial. Casi simultáneamente, se ocupó el último espacio restante, llegando hasta la bocacalle de Allende, que son las dimensiones actuales. Como resabio de su anterior topografía, el jardín presenta cuatro niveles diferentes.

Para más información del llamado "Tragadero" dar clic en los siguientes vínculos:

"La familia" fotografía personal, 2014.

También es reciente la ocupación del frente de la casa cural, al costado sur de la reja atrial, que siempre fue un espacio público, y un buen día amaneció acotado por una lujosa reja, no se sabe en qué condiciones se tomó el espacio de todos para un beneficio personal.

Imagen anterior a la última remodelación, ya con su extensión completa. Fotografía tomada de internet, el asta no duró mucho.

Habiendo estudiado muchos años la historia del municipio, he encontrado varias situaciones que se repiten en diferentes épocas, los he llamado Karmas locales, el último del que me di cuenta tiene que ver con el hecho de que hace medio siglo, fueron retirados de la acera frente a la antigua cárcel, los comerciantes de alimentos. Desde hace varios años, de manera casi imperceptible, no en la acera, pero sí en el costado inmediato del jardín, llegó una solitaria vendedora de tacos de canasta, que por su éxito animó a otros, que al grito de  ¡Remember el Tragadero!, han ocupado casi todas las jardineras, con instalaciones volátiles, que colocan por las mañanas y recogen en las tardes.

Las familias
Desde inicios del presente año, el jardín sufrió otra remodelación, consistente básicamente en una mano de gato: renovación de adoquín, agrandamiento de jardineras y como sorpresa, en un sitio no excavado en siglos, se colocó una cisterna subterránea para servicio de una fuente, adornada con estatuas de bronce de “otra familia”. Ignoro cómo se va a llamar ahora: jardín de las Familias o jardín Multifamiliar.  Terminando con ocupar todos los niveles: el más alto, por la vieja fuente, el de en medio, por la blanca familia, y el más bajo por la familia modernista. Por estar la última a ras del suelo, con surtidores subterráneos y las figuras alrededor de ellos, es muy visitada, en poco tiempo se ha vuelto un espacio cotidiano para la toma de fotografías, como siempre ha sido este lugar, el más retratado por las lentes, ahora predominando las de los celulares y tabletas.
Fotografía personal, 2015, la familia original, viendo a las recién  llegada, no vayan a ser paracaidistas.

Fotografía personal, el nuevo espacio para fotografías, 2015.
El final? 
Solo me resta hablar del edificio que ha visto todos estos cambios, que con remodelaciones de más de cuatrocientos años, llegó a nuestro siglo, la vieja cárcel de la que paradójicamente, fue Benito Juárez su último interno, es decir su estatua. Tal vez el destino es patriótico y tras el chusco episodio la cárcel desapareció como tal y el edificio quedó semi abandonado. Comenzó un deterioro que afortunadamente fue reversible. En la década de 1980 se le habilitó un poco para una Casa de Artesanías fallida que cedió después el lugar, previo a una remodelación que respetó lo que quedaba de original del edificio, para actividades culturales. Hoy, acumulando años, como Centro histórico y Cultural, alberga un pequeño museo, una sala de historia, el Archivo histórico Municipal, la biblioteca pública y las oficinas de los encargados municipales de la cultura. No hay duda que este edificio perdurará muchos años, tampoco la hay de que todavía verá muchos cambios en el jardín: físicos y de nombre.
No estoy seguro qué poner aquí: Fin o continuará…   (algo ha de faltar que merezca otra remodelación, alguna otra estatua o …)

Fotografía personal, la vieja cárcel, que en días recientes, como el edificio del Centro Histórico y Cultural, recibió nuevos ocupantes, encargados de las actividades culturales por los próximos tres años, a los que solo nos compete dar la bienvenida y esperar que su labor, en tan icónico recinto sirva para el engrandecimiento de la rica historia de nuestra ciudad.

domingo, 4 de octubre de 2015

Un vistazo francés a San Juan del Río

Preludio

Apenas unos meses hacía, que en las afueras de la ciudad de Puebla, las armas nacionales se habían cubierto de gloria en la batalla del 5 de mayo de 1862, ante el ejército francés.

La afrenta que significó la derrota que el mejor ejército del mundo había recibido, ante un, si no improvisado, por lo menos mal armado, ejército mexicano, obligó su emperador a aumentar en al menos treinta mil hombres, la fuerza invasora que mantenía en nuestro país.

Ante tan impresionante fuerza, no fue posible ya la defensa, de manera, que casi un año después, el 17 de mayo de 1863, la misma heroica Puebla, se rinde tras un sitio de dos meses. Siendo la guarnición mexicana que  la defendía, la única fuerza más o menos importante, el hecho significó la casi disolución física del ejército mexicano y que los invasores tuvieran paso libre a la capital de la república.

El gobierno de Benito Juárez, desprotegido, decidió abandonar la ciudad de México el 30 del mismo mes,  iniciando un periplo que duró cuatro años, en los cuales, como decían los viejos escritores, “la República viajó en un carromato”. Inicialmente, junto con muchos otros políticos, el presidente planeó llegar solo hasta San Luis Potosí, pero el avance del ejército francés, para ocupar todo el territorio en una rápida operación de pinzas, le obligó constantemente a ir más al norte, llegando dos años después, solo acompañado de su familia y unos pocos allegados, al punto más septentrional del país: Paso del Norte, (hoy Ciudad Juárez, Chihuahua) donde en agosto de 1865, solo el río Grande lo separaba de abandonar la patria. Las noticias que hasta ahí le llegaron del inicialmente lento retiro del ejército francés, por orden de su emperador, que después se hizo visiblemente rápido, dejaron a los nacionales que apoyaban el gobierno monárquico de Maximiliano de Habsburgo, por su número, casi en igualdad de fuerzas que los republicanos partidarios de Juárez. Así, solo fue cuestión de tiempo para que, primero en bandas, luego en guerrillas y finalmente, con ejércitos completos, los republicanos iniciaran el avance hacia el centro del país, seguidos por su presidente, en un viaje diametralmente opuesto en circunstancias, al anterior, estableciendo como sede de su gobierno, ahora sí, la ciudad de San Luis potosí, donde a distancia contempló el sitio de Querétaro y cómo, otra vez en el mes de mayo, del año 1867, la ciudad caía y Maximiliano se rendía en el cerro de las Campanas, donde sería fusilado un mes después, terminando la aventura imperial al sonido de la última bala del pelotón que le dio fin junto a Miramón y Mejía.

Habiendo Porfirio Díaz acabado con la escasa resistencia al sur de la República, y tomado la ciudad de México, Juárez regresó a ella. Terminaba la República itinerante, iniciaba la República restaurada.
 JUÁREZ EN SAN JUAN DEL RÍO.

Decíamos al inicio que, el 30 de mayo, con poderes plenos otorgados antes del viaje por el congreso, Juárez inició la retirada. Los poderes que le investían poco o nada le sirvieron dado que casi en cada lugar que llegaba tenía apenas unos cuantos días sin zozobra, porque el ejército francés y sus aliados, los conservadores mexicanos siempre le pisaron los talones, incluso hasta las lejanas Chihuahua y Paso del Norte.

Apenas 3 días después, el 2 de junio la entonces nutrida caravana llegó apresuradamente a la ciudad de San Juan del Río, cuyas autoridades locales eran declaradamente del bando conservador y aunque era poca la fuerza armada que acompañaba a Juárez, por si las dudas, no entablaron confrontación, optando por ignorarlo.

Según Rafael Ayala, (2006:160) pidió pernoctar esa noche en casa de uno de los imperialista, Ignacio Uribe, en la calle Real, (hoy por supuesto, Av. Juárez) pero le fue negado el acceso, así que tuvo que alojarse en otra de la calle de Don Esteban. (Actual 16 de Septiembre) En el viaje de regreso, en julio de 1867, Juárez se acordó del asunto y ahora sí, a fuerzas, se hospedó en la casa que quería. Su propietario había huido a Querétaro.

Las casas aún existen, aunque con arreglos, son las originales. Una es un banco, la otra, centro comercial. Placas en sendas fachadas, colocadas en 1906, centenario del natalicio de Juárez, recuerdan su estancia. Aunque dice Ayala que, según las fechas, se colocaron erróneamente y cada una corresponde a la otra. (En su tiempo, Ayala debió conocer incluso a testigos presenciales de ambos hechos, por lo que seguramente el detalle es cierto)
Fotografía personal. Casa de la calle 16 de septiembre, a la izquierda del zaguán y la primera ventana, las placas.
Fotografía personal. Placas en la casa de la Av. Juárez.

Para más información de las familias imperialistas de San Juan del Río, dar clic en los siguientes enlaces:

El 3 de junio, partió Juárez rumbo a Querétaro y más allá, mientras tanto el ejército francés ocupó la capital de la República e inició la operación de invasión por varios frentes, lentamente al principio, cuando la fuerza expedicionaria era muy numerosa, y después muy rápida, cuando los destacamentos se iban separando para alcanzar ciudades específicas.
El avance por el centro de país estuvo a cargo del 99 de línea, brigada que salió de la ciudad de México el 4 de noviembre de 1863, y llegó a San Juan del Río el día 15 del mismo mes, bajo el mando del General L´Hériller.

Tomada la ciudad sin sobresaltos mayores y con el decidido apoyo de las autoridades locales, el grueso del 99 avanzó al norte, dejando aquí un pequeño destacamento, que tuvo como cuartel algunas casas de la ciudad, la parte trasera del convento de Santo Domingo y finalmente, se estableció lo que se llamaba el Curato viejo, antiguas casas curales, en la Plazuela de San Juan Bautista.
De la actividad que tuvieron los franceses establecidos en la ciudad, hay poca documentación. Uno de ellos, Mr. Chambeau, elaboró en 1864 un plano de la ciudad.

Ver :    Un plano en francés
Hace un par de años, obtuve otra imagen de esa época, aparecida en un semanario francés, que creo que es una de las que digo que a lo mejor ningún sanjuanense vivo ha visto y prometí presentar al cumplir las 100 entradas del blog, como siempre, para su difusión y aumentar el acervo histórico local.

Siendo la intervención un acontecimiento mundial, los periódicos franceses aprestaron sus páginas para recibir las noticias desde México. Para ello, enviaron corresponsales en la capital y establecieron convenios para que oficiales les allegaran informes y datos de los lugares que iban ocupando. (No había, como hoy, corresponsales de guerra en la línea de acción, por el peligro solo llegaban después de pacificada la plaza)
Supongo que por medio de uno de esos convenios M. Laurent, sargento mayor del 99 de línea, elaboró, de la entrada de los franceses a la ciudad, un croquis, que sería enviado a Francia, donde un grabador la convirtió en placa y se publicó en el semanario “LE MONDE ILUSTRÉ”  (El Mundo Ilustrado) el 30 de enero de 1864.

Aunque ya existía la fotografía, aún no se ideaba el modo de llevarla a la imprenta, por lo  que los periódicos y en este caso el semanario, obtenían los apuntes y croquis y con ellos, un grabador los trasladaba a placas de acero para impresión.
Por ser esos grabados vistas de segunda mano, los artistas que los plasmaban, según las necesidades técnicas, se daba ciertas libertades. En el caso de la imagen que hoy se presenta, notamos algunas inconsistencias, pero su  real valor radica en que fue la vista que los franceses de la época tuvieron de nuestra ciudad.

Presento el grabado comentado. Lleva como pie de imagen “ le colunee du genéral Duay arrivant á San-Juan del Río, par les hauteurs dominant la villa du cóté de Mexico”. (La columna del General Duay llega a San Juan del Río, por las alturas dominado la villa, del centro de México)   Entre el dibujo se notan dos nombres distintos: Bourcher y Bertrand, deben ser los grabadores.

 DESCRIPCIÓN DE LA IMAGEN
Por el espacio que abarca, se dibujó desde el cerro de la Cruz, probablemente encima de la pirámide, así, en primer plano abajo, se destaca el terreno que hoy es el par vial Juárez o Boulevard Alfonso Patiño. Al centro, el río; detrás de éste, los edificios de la ciudad y al fondo, los cerros de los Alrededores.

 
 El primer fragmento nos muestra el puente de Piedra,  lo ilustran roto, lo que parece que no ocurrió, y le agregaron varios ojos. A orillas del río se distinguen las tiendas de campaña del ejército francés. Se ve una cúpula en lo que sería el panteón 1 y muy estilizada, la iglesia de San Juan de Dios. Al fondo se distingue un cerro, supongo que es el de la Llave.

En este fragmento se adivina  a la izquierda, lo que sería el Beaterio y/o Santo Domingo, se distingue claramente la planicie alta (cerro de la Cruz) desde donde se encuentra apostado el autor. En medio se observan las iglesias del centro.

Esta sección nos muestra, parte del campamento destacado en el cerro de la Cruz, debajo, lo que sería el Molino del Barreno, junto al Río y detrás, perfectamente distinguible, entre las Peñitas, el templo y panteón de la Santa Veracruz.

El último fragmento nos muestra, al fondo lo que supongo es el cerro del Pedregoso, de donde descienden soldados, al centro, una torre, supongo alguna instalación de la Huerta Grande  y del lado del río, la continuación del Barreno.

El grabado y los detalles de la ocupación, como muchos otros aspectos de la historia, supongo fueron conocidos en su tiempo y luego olvidados. Igual creo que hay muchos testimonios como este que ojalá salgan a la luz.

EPILOGO

Fotografía personal, placa en la casa de Av. Juárez, de 1972.
En 1972, declarado, “Año de Juárez” en recuerdo del centenario de su muerte, en las casas donde pernoctó en nuestra ciudad se colocaron otras placas, esta vez metálicas,  iniciadas con la frase “ … PERO HAY UNA COSA QUE ESTA FUERA DEL ALCANCE DE LA PERVERSIDAD, Y ES  EL FALLO TREMENDO DE LA HISTORIA, ELLA NOS JUZGARÁ." Aclara la misma que es parte de una carta enviada por Juárez a Maximiliano en respuesta a otra donde le pedía reunirse para discutir la situación del país. Obviamente no se reunieron.

Lo extraño es que al parecer la frase (y la carta) no fue escrita por Juárez. Apareció en periódicos de la época, con algunas variantes. Seguramente al Presidente le pareció que así hubiera contestado él y no la desmintió. Nunca se supo quién y porque la redactó, se supone que fue un periodista que aprovechó el momento. La historia lo juzgará.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Vida, pasión, muerte y clonación de un espacio público. El jardín de las familias en San Juan del Río.

Recuento de la anterior entrada.


Continúo con la historia de las transformaciones que ha sufrido el espacio público, oficialmente llamado Jardín de la Familia en San Juan del Río.

Aunque el templo que lo preside fue el último construido en el centro de la ciudad, en razón de ubicarse junto al lugar de llegada de los viajeros en todos los tiempos y otros detalles que se irán mencionando, le dieron, a partir de la popularización de las cámaras  fotográficas, una característica que las demás iglesias, más antiguas, señoriales e importantes, no tuvieron: Es junto con su área circundante, el espacio más fotografiado de la ciudad. Por lo menos hasta fines del siglo pasado.

Con la observación de dichos testimonios gráficos es que, ante la ausencia de una historia escrita de nuestra ciudad, podemos hacer este recuento, salvo lo escrito por Rafael Ayala, se carece de otro tipo de datos, que puedan auxiliar.

Decíamos que a partir de la construcción del Templo del Sacromonte en la década de 1830,  al costado oriente del espacio abierto fuera del pequeño atrio quedó una gran explanada que por extensión recibió el mismo nombre. No hay datos de si se le realizó alguna obra. Todo indica que no, simplemente, se aprovechó el espacio y en razón del desnivel de la calle, era más alta en la parte cerca del templo que en su extremo final. A pesar de estar “de bajada” no era un espacio árido,  bajo la banqueta del portal del diezmo había una línea de árboles y otra igual en la acera sur. Por su irregular forma, se le dio categoría de “Plazuela”, adoptando su nombre oficial que traspasaría el siglo: Plazuela del Sacromonte. Su extensión a lo ancho era más o menos la misma que la actual, entre la av. Juárez y la acera “ancha” del lado sur, frente a la cárcel;  terminaba en la bocacalle de Allende. Como puede verse en el plano de 1864.

(Para más información sobre las “plazuelas” de la ciudad dar clic en el siguiente enlace)
Juana la Loca


Plano de  Guadalupe Perrusquía, de 1864, el templo, su pequeña barda atrial y la plaza llana.


Imagen del AGN. Una estampa como esta originó el culto al Señor del Sacromonte en nuestra ciudad. Es del año de 1782. Supongo que así era la originalmente venerada en el templo. Unos dicen que desapareció, otros que está en la sacristía.

El Señor del Sacromonte original, en su santuario del Estado de México.

INNUENDO

La plaza, como toda la pequeña Villa, languideció durante varias décadas, sin más novedad que la llegada de carruajes y diligencias, que provocaban el momentáneo barullo de comerciantes y lugareños, para regresar luego a su letargo, interrumpido también por las muchas procesiones religiosas que por la calle Real hacían su aparición  fugaz, diluyéndose hacia otros rumbos de la ciudad.
Solo unos pocos días al año el lugar cobraba vida con la aparición de los danzantes indios que en sus últimas fiestas paganas, hasta la década de 1850, hacían acto de presencia en el lugar, como queriendo hacer sentir a los cada vez más numerosos mestizos, que toda la tierra que pisaban, muchas leguas a los cuatro vientos, había sido suya. Estas danzas, por lo profanas, fueron luego prohibidas por la iglesia y las limitaron a las efectuadas en los templos del centro, con control estricto de manifestaciones no convencionales.

De igual manera, por ser sitio de tráfico constante de lugareños y foráneos, por el año de 1875, correspondió a la torre del templo el honor de contar con el primer reloj público de la ciudad, donado por el entonces Gobernador Benito Santos Zenea, quien murió antes de la inauguración, efectuada el 16 de abril de 1877 con grandes fiestas.

EL ESPLENDOR

El siguiente cambio visible y que determinaría para siempre la fisonomía abierta de la plaza, se dio a partir de otra obra pública que cumplió el sueño centenario de sus habitantes, contar con un acueducto que le abasteciera de agua potable.

Gracias a donativos y presupuesto público, se logró construir una presa, cuyo único propósito era, dado lo intermitente de la corriente del río San Juan, contener un volumen permanente que permitiera surtir a la ciudad durante todo el año del vital líquido. La presa se construyó al sur de la ciudad, en la cañada de San José, y por un ducto de mampostería, su trayecto concluía precisamente en la Plazuela del Sacromonte.
Ahí, dado que el agua llegaba por gravedad, se construyó con cantera morena, una caja de agua, para liberar presión y a su lado una fuente pública.

Es en este momento, cuando la plazuela, llana y a ras de suelo, se transforma, nivelándola con la entrada del templo en un pequeño espacio cuadrangular, rodeado por un pretil, de unos 50 cm de altura y adornada en tramos por blancas columnas de mampostería. Tenía entrada por sus cuatro costados.  Frente a la barda atrial del templo, una angosta calle lo separaba del jardín. Este nuevo espacio verde era en verdad pequeño. Su piso, aunque ya nivelado, seguía siendo de tierra y no cubría toda el área actual, llegaría apenas al extremo poniente de la actual fuente y a su lado, frente a la puerta de la cárcel, se encontraba la caja de agua.
De nueva cuenta, con solemnes fiestas, se inauguró el acueducto el 19 de marzo de 1886. Agregando a los tipos urbanos que ya existían, los incontables aguadores que desde la fuente, llevaban, a pedido, el vital líquido a diversos rumbos de la ciudad.

El concepto de acueducto como fuente de abastecimiento de agua potable, casi llegando al siglo XX, a pesar de ser orgullo para los habitantes, en realidad ya era anacrónico, máxime que el costo de conducción, vigilancia y reparación debía ser pagado por los particulares y era caro. Apenas unos años después, el sistema debió ser transformado con la llegada de tuberías metálicas, además de la famosa conseja popular de que esa agua era “gruesa” y provocaba enfermedades por lo que mucha gente se abastecía en pozos  y norias, lo que le quitó su carácter popular.
Para la segunda década del siglo XX, el sistema del acueducto se combinó con tuberías, la caja de agua fue movida de su lugar, al costado sur de la barda atrial, no sé porque motivo. Su antigua ubicación la marcaba otra pila hoy desaparecida, más pequeña que la actual.

El volumen de agua que llegaba del acueducto, por falta de mantenimiento adecuado, fue disminuyendo poco a poco, pero me dicen que al menos hasta la década de 1950 todavía daba servicio. La ciudad comenzó a surtirse de  agua bombeada del subsuelo, a través de pozos, el primero realmente funcional, estaba en la actual calle Aquiles Serdán, donde está el edificio del sindicato de la Presidencia.

La bella plazuela se fue deteriorando, el pretil se deformó, las columnas que lo engalanaron,  ahora incompletas -los jarrones que las presidian fueron robados- solo la afeaban, terminando por convertirse otra vez en un espacio llano, solo la presencia de algunas plantas le salvaba de ser un vulgar baldío.

Otra vez, casi en la década de 1950, el gobierno, aprovechando el mismo espacio plano, quitó los últimos restos del pretil que le rodeaba, acondicionó jardineras y trazó algunas callecitas transversales. Asimismo, se decidió demoler la caja de agua y con su cantera erigir, en el extremo poniente del nuevo jardín, un monumento a la bandera. La pequeña callecita frente al atrio se amplió para el paso de vehículos.

De la original plazuela del Sacromonte hoy solo sobrevive, con algunos arreglos, la  fuente, que es la antigua, solo que rodeada por otra de mayor tamaño, formando una jardinera interna y en el vestíbulo de la antigua cárcel, hoy Centro Histórico y Cultural, dos de las piedras de cantera de la caja de agua, con datos técnicos del acueducto. (Y no estoy seguro, pero parece que dos de las columnas blancas fueron a dar al “Salón de Actos”, un pequeño teatro que tenía la cercana escuela “Mártir de Chihuahua”, estaban a los lados de la escalera que subía al escenario)
Para la década de 1960, ya plenamente constituido como jardín moderno, la parte de la calle no ocupada por él se convirtió en el paradero semioficial de autobuses. Es la sección de la Av. Juárez frente a los edificios que le siguen a la antigua cárcel hasta la esquina con Allende. Este espacio hoy está ocupado por parte del moderno jardín, pero anteriormente estaba a nivel de la calle. Desde la construcción de la carretera panamericana, en la década de 1940, todos los alrededores... 

Continuará… (otra vez)

Presento a Ustedes las imágenes comentadas:
La más antigua, nos presenta el jardín que con motivo de la inauguración del acueducto se construyó en 1886. Puede observarse la pequeña barda que le rodeaba, las columnas blancas que le adornaban. Al centro, la fuente y a su derecha, la caja de agua en su ubicación original. Puede verse al lado de la columna grande, la entrada poniente al espacio. Fotografía tomada de los calendarios de la CANACO, crédito a quien corresponda.
Fotografía del archivo histórico Municipal, probablemente de un año cercano a la anterior, pueden observarse las columnas blancas ya sin jarrones y la entrada norte al jardín. 
 
Fotografía sin autor, parece ser de las de don Crisanto Álvarez, apenas unos años después, las columnas y la barda perimetral se deterioraban, se observa todavía la entrada sur. Elegí esta imagen, a pesar de ser de poca calidad porque en ella puede observarse, al centro la fuente original y a la izquierda ya no está la caja de agua, en su lugar se observa otra fuente más pequeña. El tubo me dicen, que venía de la caja de agua en su nueva ubicación, al sur de la barda del templo. Se observan varios aguadores.
Para 1928, el jardín comienza a desaparecer. Fotografía tomada de Internet, crédito a quien corresponda.
Pocos años después, a lo lejos, se observa que el jardín casi ha desaparecido. Esta fotografía parece ser de las de don Jesús Layseca. 
Llegan nuevos aires, el jardín se remoza, se pueden observar las callecitas internas. Ni resto del anterior.
 
Casi por los mismos años, en otra fotografía de Layseca, se puede observar la fuente que permanecía, el extraño objeto triangular con decoración de ajedrez, unos me dicen que fue el primer monumento a la bandera, otros, que era una antena de radio comunicación.
La siguiente fotografía, de José Velázquez, nos muestra el monumento a la bandera construido con la cantera de la caja de agua, corresponde al año de 1960 y se observa que el jardín ha sido rediseñado.

Fotografía tomada de Ayala, 1981, la caja de agua en su última ubicación. El agua llegaba por debajo y salía por el orificio superior. La siguiente fotografía, personal, muestra las únicas rocas que le sobrevivieron.







Difiero de Ayala en el punto de que él dice que la ubicación original de la caja de agua era a un costado de la Iglesia. Me apoyo en las fotografías antiguas: estaba frente a la entrada de la cárcel, a un costado de la fuente, aunque no duró mucho ahí.
Finalmente, presento este recuerdo familiar, mi bisabuelo, uno de los últimos aguadores de los muchos que se ganaron la vida acarreándola de la fuente o la caja, a las casas que se la encargaban. La tarjeta le fue otorgada en 1942, para, por su edad, no recibir instrucción militar. (Era la segunda guerra mundial y nuestro ejército alistaba a todos los posibles)

 No tengo constancia exacta de los años en que ocurrieron las transformaciones enumeradas, me baso en los daños colaterales.
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