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domingo, 28 de mayo de 2017

Enrique Nalda en la UR 85

Enrique Nalda en la UR 85

Enrique Nalda en los 90s, Fotografía Tomada de Internet, crédito a  quien corresponda.
Como un recuerdo ancestral de la época de su fundación, se tenía el conocimiento de que en el barrio de la Cruz, específicamente en la parte alta del cerro del mismo nombre había existido un asentamiento prehispánico.

Seguramente los primeros pobladores coloniales conocieron esos elementos que aunque tenían siglos de abandono, debieron estar completos, sobre todo la pirámide principal. En el transcurso de los siglos, ese conocimiento persistió, aunque el lugar fue deteriorándose. El montículo principal debió conservar por entonces gran parte de las lajas que recubrieron la última etapa, luego utilizadas para la construcción de la actual capilla cristiana, lo que precipitó su deterioro. Igualmente se utilizó piedra de otros elementos existentes para un par de construcciones coloniales que aún existen, con igual resultado.

Para la década de 1970 poco relacionaba a la pequeña meseta con un sitio arqueológico, la pirámide principal era un uniforme amontonamiento de piedras que pocos reconocían como artificial. Las plazas habían sido invadidas por la maleza, y en el lado poniente incluso, se sembraba maíz. La calzada de acceso quizá era lo único que se adivinaba como perfectamente delineado.

Fue don Rafael Ayala en 1971, quien se encargó de recordarnos que ese montículo era prehispánico, aunque erróneamente señalaba que tenía forma semicircular y recordaba a la pirámide de Cuicuilco. (Erróneamente porque la forma que tenía era producto de haberse retirado las rocas que recubrían la última etapa, dejando visible solo el relleno, que poco a poco colapsaba hacia abajo por lo que los habitantes modernos del lugar apilaron algunas de esas rocas, seguramente ya en el siglo XX, para evitar más desgajamientos, dándole la forma redondeada en la base, que observó don Rafael, no era esa su forma original)

Por 1975, se esparció el rumor por la entonces pequeña ciudad, de que un arqueólogo estaba trabajando en el Barrio de la Cruz y ya había encontrado una pirámide enterrada y varios túneles. Incluso el periódico local dio cuenta de ello.

Por esos años, en el barrio, sobre todo en la parte baja, era muy común encontrar caritas, cerámica y flechas de obsidiana, máxime si realizaban excavaciones para la construcción de casas. En la cima, los restos superficiales eran  abundantes pero muy fragmentados. El hecho de que ahí no hubiera viviendas no había permitido descubrimientos mayores.

Quienes nos enteramos de la noticia, de inicio no concebíamos cómo podía haber enterrada una pirámide en un cerro que sabíamos era completamente de roca, a lo mejor los túneles que se mencionaban, decíamos que les habían llevado a algún lugar donde se habían encontrado restos arqueológicos.

Imagen Tomada de González, 2009
Con el tiempo supimos que la pirámide mencionada sí estaba enterrada, pero debajo del montículo de rocas, no en el cerro mismo y que los túneles en realidad eran las trincheras de excavación que los arqueólogos realizaron para buscar etapas anteriores de construcción.

La excavación dio como resultado descubrimientos aún más inesperados. Para empezar, como dije, se desechó la conseja de que la pirámide era circular y que había sido realizada solo amontonando rocas, debajo de ella, se descubrieron intactas, al menos otras dos etapas constructivas, que remontan incluso al periodo Formativo.

Se descubrió que la cima del  cerro no era completamente plana de manera natural, sino que había sido nivelada utilizando relleno traído de otras partes, arena, rocas de río y desperdicios de otras construcciones, lo que explicaba los restos fragmentados.  En la meseta resultante, se construyó un centro ceremonial en forma, que en su etapa final tuvo dos montículos piramidales, dos plazas, una calzada de acceso y un camino de ronda que circunda todo el conjunto.

Se dató además, la temporalidad del lugar, resultando que la primera fase constructiva tenía elementos cercanos al año 500 A.C. y que sus constructores tenían al menos influencia de Chupícuaro, una de las culturas madre en Mesoamérica.

El arqueólogo encargado de realizar esta prospección, fue Enrique Nalda Hernández, (Logroño, España, 1936, México D.F., 2010) quien,  buscando en la región elementos de un trabajo de investigación para su tesis de Maestría, llegó en el mencionado año de 1975 a San Juan del Río. 

Aunque se tiene la idea de que solo exploró el barrio de la Cruz, en realidad registró casi 200 sitios arqueológicos.

Uno de los postulados de su tesis consistía en que cada asentamiento con evidencias líticas, cerámicas o constructivas tenía interrelación con otro ubicado a cierta distancia,  así que a pie, entre los cerros y valles recorrió toda el área circundante al municipio y los vecinos. En algunos lugares solo encontraba restos superficiales, en otros, elementos mayores e incluso arquitectura visible. Al conjunto de sitios interdependientes le llamó UA (Unidad Arqueológica) Así aparece el concepto de la UA San Juan del Río, con un área de 1000 KM2. Los sitios en particular (en total 182) fueron denominados UR (Unidad de Recolección)

A  partir de cada una de esas UR, localizadas por él con una técnica novedosa, la fotografía aérea, pasaba a recorridos a pie,  preguntando a los vecinos, localizaba el siguiente.

Obviamente documentado, sabía por los escritos de Ayala, de la existencia del cerro de la Cruz, y por otros arqueólogos de la existencia de los yacimientos de la Estancia, Xajay y El Rosario en San Juan del Río, además de La Trinidad y los Cerritos en Tequisquiapan.  Clasificados también como Unidades Arqueológicas.

Figura Chupícuro, Barrio de la Cruz, Imagen tomada de Crespo, 1992.
En el cerro de la Cruz, por la magnitud material y temporal de lo ahí encontrado, puso el énfasis principal de su trabajo, ya que su existencia le permitió cuestionar algunos de los mitos de la historia oficial.

Hasta esa fecha,  se tenía la idea de que la región formaba parte de Aridoamérica, y que había sido dominio de los chichimecas, por encontrarse ellos en la región a la llegada de los españoles y que por lo mismo en la zona no se habían establecido civilizaciones en la antigüedad. La existencia de un sitio con ocupación continua hasta casi el Postclásico, ponía en duda donde había sido la frontera entre ambas regiones.

Algunos de sus maestros en la Escuela Nacional de Antropología e investigadores que le precedieron ya habían postulado que la frontera entre las dos regiones no había sido fija, sino fluctuante debido a cambios climáticos flotante, pero los descubrimientos de Nalda, aunaron otra variante: En San juan del Río no había evidencia de que un cambio climático hubiese empujado a los habitantes a huir a otros lugares como postulaba la teoría inicial. Cierto que los centros ceremoniales se abandonaban, pero la población no parecía disminuir.
El cerro de la Cruz y sus alrededores, recreación tomada de Crespo, 1996

El hecho de que se pudiera construir y mantener aunque fuera por etapas, un centro ceremonial de las dimensiones del barrio de la Cruz, con la dificultad para llevar los materiales necesarios hasta la cima, implicaba una sociedad bien organizada, con autoridades de cualquier tipo y una numerosa población disponible como mano de obra.

Por su importancia, los resultados del proyecto U. A. San Juan del Río, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, coordinado por Nalda, fueron presentados en 1975 en la tesis de Maestría del mencionado arqueólogo con el Título  “UA San Juan del Río: trabajos arqueológicos preliminares”.

Por sus novedosos conceptos, las técnicas empleadas, su posición contraria a las hasta entonces vigentes teorías, el proyecto dio como resultado la búsqueda y exploración de gran cantidad de sitios arqueológicos en los estados aledaños, algunos ya conocidos y a los que se les había restado importancia, otros completamente desconocidos o ubicados en zonas que la consideraría no aptas para la civilización mesoamericana, incluso a la fecha. Todos ellos ubicados en el hoy llamado CENTRO NORTE que comprende principalmente los estados de Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes y otros aledaños en menor medida.

Pirámide principal, la parte de arriba da una idea de como se encontraba toda en los años 70s, la parte de abajo, es la parte reconstruida. Fotografía personal, 2016.
Igualmente, desde su publicación, la tesis de maestría de Nalda y otro escrito derivado, llamado “la Contracción de la Frontera Mesoamericana” un año después, son de consulta obligatoria y referencia bibliográfica en cientos y quizá miles de trabajos de investigación, libros, artículos y tesis relacionadas con la arqueología y la historia de gran parte de los estados de la república.

La importancia de su investigación y sus resultados, proyectaron a Nalda a las grandes esferas de la arqueología nacional: Publicó varios libros en lo personal, además de los informes de investigación de sus trabajos arqueológicos, cada vez de mayor importancia, fue docente e investigador de la Escuela Nacional de Antropología de donde había egresado, líder sindical y al final de su vida llegó a ser reconocido por muchos de sus colegas como uno de los mejores arqueólogos del País.

A partir de su titulación, su trabajo se concentró en el área maya, donde fiel a sus principios, además de la exploración arqueológica, otra vez revolucionó las teorías establecidas para esa área. Nunca volvió a San Juan del Río, es difícil establecer los hilos del destino, y todo lo que debió conjuntarse para que alguien no predestinado para ello, ya que había nacido en España, pero su familia llegó a México huyendo de la Guerra civil; que se había titulado de Ingeniero; que abrazó tardíamente la arqueología, hubiera desenterrado, en la cima de un promontorio tan cercano en distancia al centro de San Juan del Río, pero del que realmente hasta su llegada, se desconocía completamente lo que contenía y su importancia arqueológica e Historia.

Posteriores investigaciones y más exploraciones  han aumentado los conocimientos que sobre el centro ceremonial iniciaron con Nalda. Actualmente no hay trabajos en él, pero puede observarse una reconstrucción de la etapa anterior al promontorio explorado por Nalda, aquella que apareció en las calas efectuadas en 1975, la “pirámide enterrada” en la que entonces  solo era la U.R. 85. Como dije, nunca volvió, pero qué bueno que vino una vez.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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Creo que no tarda en salir impreso el programa cultural de Feria, no se lo pierdan, habrá sorpresas.
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miércoles, 12 de febrero de 2014

FOTOS DEL ¿MARCADOR SOLAR?

Por problemas técnicos, ayer no se publicaron todas las fotografías del ¿marcador solar? del barrio de la Cruz, hoy solvento esa falla.



FOTOGRAFIA PERSONAL: EL POSIBLE MARCADOR EN EL CAMINO DE RONDA DEL CERRO DE LA CRUZ, DEBAJO, EL RIO.
 
FOTOGRAFIA PERSONAL: ACERCAMIENTO


FOTOGRAFIA PERSONAL: EL POSIBLE MARCADOR
Aprovechando el espacio de esta nueva entrada, agrego algunos datos históricos interesantes:

Aunque en el mapa de 1590, ya reseñado aquí, se mencionan algunos montículos con la leyenda "estos son cues" en la zona del Barrio, en realidad no sabemos si se refieren a los de la cima o a otros que pudieron existir en ese tiempo en la parte baja, donde hoy está la zona habitacional.

Cabe mencionar que el sitio fue ocupado de manera casi ininterrumpida desde el siglo V  a.C. en lo que se refiere a la cima y sus estructuras, inicialmente por gente de la cultura Chupícuaro. (Cuyo centro estaba cerca de la población actual del mismo nombre, junto a Acámbaro, Gto.) Posteriormente parece haber sido ocupada por pobladores diversos, que fueron ampliando las estructuras. Debió ser siempre el principal sitio religioso de la región y el más grande. (Aunque fue opacado algunos siglos por los cercanos "el Rosario" y "La Estancia", del primero solo se ha rescatado una mínima parte, pero es mucho más extenso, además de que se desconoce si formaba uno solo con la Estancia, o este fue independiente. Quizá nunca se sepa, la mayor parte de él ya había sido cubierto por la construcción de la Hacienda Grande de la Estancia Y en el siglo pasado ambas fueron inundadas por la Presa Constitución de 1917)

De acuerdo a los restos cerámicos encontrados, en años cercanos a la conquista el lugar fue ocupado por grupos de influencia azteca, son la referencia documentada del pequeño grupo multiétnico de otomíes, aztecas y chichimecas que tuvieron el encuentro inicial con los españoles.  


¿Qué significa cués? 


Es una corrupción de la palabra náhuatl  CO que significa lugar, y se aplica a extensiones grandes. Por alguna razón,  los españoles la escuchaban como CÚ  y la aplicaron a los lugares donde había estructuras o montículos.

Así, castellanizada la palabra como montículo, aparece cués= montículos y cuisillo= montículo pequeño.

En nuestro estado hay un ejemplo de toponimia en el municipio de el Marqués: una comunidad llamada "Los Cués" y en Guanajuato otra llamada el Cuisillo.

La primera mención en documentos del Barrio de la Cruz (sin determinar si es la parte baja o la cima" la denominan como el  de cuchilobos en el año de 1536, aclarando que no se refiere al nombre del poblado, sino a una estructura que en él había.

¿Qué significa tal nombre?

aclaro que cuichilobos o huichilobos era la manera en la que los españoles corrompieron el nombre de Huitzchilopotchtli, el dios de la guerra,  por tanto se refieren que en esa población había un templo dedicado a ese Dios, el relato, que luego transcribiré referenciado, nos habla de que los españoles colocaron una cruz encima de dicho templo, lo que parece ser el antecedente de la pequeña capilla situada en la cima de la pirámide principal del cerro. El nombre original del asentamiento donde estaba el templo siempre fue IZTACCCHICHIMECA, (no Iztacchichimecapam, como se cree) aunque no fue el que pasó a la posteridad. Aclararé en entradas posteriores. 

sábado, 24 de agosto de 2013

SAN JUAN DEL RIO PREHISPÁNICO II

Dado que la entrada anterior fue muy visitada, (ahora sí, sin caza blogs) presento un artículo similar, como podrán darse cuenta al leerlo, éste sí está completamente referenciado ya que es parte de un libro de próxima publicación y protegido por el derecho de autor, aclaro esto por si alguien requiere utilizarlo deberá dar el crédito.  Así, solemnemente declaro ante la comunidad bloguera que el artículo es de mi autoría y se comparte como primicia de la obra. (Antecedentes de la fundación de San Juan del río, Hernández Peña José Luis, 2013, y los datos del blog)
 

Antecedentes de la fundación de san Juan del Río

Por ser la antigüedad máxima para los huesos encontrados por Cyntia Irwin en 1960 en la cueva 8 del cerro de San Nicolás, Tequisquiapan, se puede ubicar que el ser humano se encontraba ya en el estado de Querétaro aproximadamente en el año 2300 a. C. Y aunque no existe un estudio específico de los grupos que desde esos remotos tiempos han ocupado el territorio de lo que hoy es San Juan del Río, es posible, de diversas publicaciones independientes pendientes desprender la siguiente cronología, aunque solo se ha explorado una parte mínima y de ella todavía menos se ha publicado:
 En lo que parece ser la primera exploración relatada, aunque no propiamente arqueológica, en noviembre de 1827, una  Comisión de límites, a su paso por  San Juan del Río informa: “Al N.O. del pueblo, y del otro lado del río, visitamos un cerrito, que encontramos formado de pórfido, también de base de piedra pez. Encontramos un solo fragmento de obsidiana; pero no habiendo hallado otros dudamos que el criadero de esta sustancia esté en dicho punto” (1)
En 1872 Mariano Bárcena, Director Sustituto para la Práctica de Mineralogía y Geología de la Escuela Especial de Ingenieros, como resultado de un recorrido por el estado, elabora una memoria con una descripción de la Sierra Gorda, en temas de su especialidad y en un apartado, en cuanto a vestigios menciona “a inmediaciones de San Juan del Río, y principalmente en las ruinas de San Sebastián  hay  muchos coesillos semejantes  a los anteriores, y que también contienen ídolos de esmaragdita y otros objetos curiosos”. (2) (se refiere a San Sebastián de Las Barrancas)
En 1939 se elaboró el Atlas Arqueológico, obra de alcance nacional por parte del INAH, reportando gran cantidad de sitios en el estado, en San Juan del Río, de manera muy escueta menciona que hay “sepulcros, esculturas aisladas. Cerámica.” (3)
 Específicamente para el municipio, el primer arqueólogo en trabajo formal fue Roberto Gallegos, quien hizo excavaciones en la hacienda de la Estancia en 1958, llegando por referencias orales hasta la hoy más conocida zona Arqueológica de El Rosario. (El resto de lo que exploró yace hoy bajo la Presa Constitución de 1917).
Enrique Nalda, arqueólogo, trabaja en 1975 en el barrio de la Cruz, confirmando la existencia de etapas constructivas anteriores bajo el montón de piedras que para entonces era la pirámide principal y hace además un reconocimiento general del valle. Señala en su tesis un total de 118 sitios con evidencias diversas de ocupación humana, fechando el más antiguo en 500 A. c. que corresponde a la etapa de los cazadores- recolectores o bien con los primeros centros sedentarios.
Desde entonces se inició una serie de esporádicas investigaciones en la zona y a partir de 1986 de manera continua en el barrio y cerro de la Cruz, (4) incluyendo una inconclusa pero ilustrativa reconstrucción de una de las etapas finales de la pirámide de la cima, que concluyó con la exposición y posterior  re enterramiento de otros elementos de la plaza. Cabe destacar además las recientes exploraciones hechas en 1995 por Enríquez en El Rosario (Donde se preservó el único ejemplo de pintura mural asociada a un edificio prehispánico en el estado) (5) y las Peñitas.
Es de entenderse que la facilidad para la pesca, caza y recolección en un clima más benigno y  estable que  el actual con  el río como centro,  favoreció el auge poblacional  en  los  abrigos  rocosos de las cañadas y posteriormente, la aparición  de los primeros asentamientos agrícolas que derivaron en el establecimiento de aldeas y pequeños recintos urbanos o ceremoniales en las partes planas adyacentes o bien en algún sitio en las alturas con algún significado religioso o astronómico.
De distintas etapas, los sitios con restos de ocupación humana sin arquitectura visible son: laderas del cerro de la Cruz, parte final de las Peñitas, las escuelas Rafael Ayala y ex Preparatoria San Juan, la colonia Fátima, Guadalupe de las Peñas y abrigos rocosos en las Peñas del río, además de una cueva con pinturas rupestres a orilla del río en la cañada de San José. En Rafael Ayala (6) se menciona también a “la Curva” y  la colonia de los “Paracaidistas” (7)  (Hoy Benito Juárez) sin aclarar a que se refiere, probablemente restos hallados casualmente, ya que carece de los datos técnicos como en los otros lugares que detalla.
En el terreno donde hoy está el Mercado Juárez hubo muchos restos superficiales, que por los arroyos llegaban hasta la calle de 5 de mayo. Personalmente encontré navajas de obsidiana, tepalcates y “caritas” de barro en todos esos lugares, lo cual era común hasta hace unos 30 años, también vi figuras más grandes encontradas en construcciones, en las Peñitas y cuevas del río y los restos encontrados en las dos escuelas mencionadas, exhibidos en sus respectivas direcciones y consistentes en figuras de cuerpo entero de aproximadamente 25 cm e incluso cráneos.
La mayor colección de dichos objetos, propiedad de particulares, se reunió para una exhibición temporal en una casona de la calle  de 16 de  septiembre durante la feria de  1976, que sería  la punta de lanza para  la  posterior  instalación del Museo de la Santa Veracruz en 1981, que al tematizarse luego como “De la Muerte” fueron a dar parcialmente al breve pero completo “Iztacchichimecapan” del Centro Histórico y Cultural de la ciudad, quedando en él solo algunos objetos relacionados o como simple referencia.
Un importante vestigio de este tipo fue un marcador solar ubicado en la parte central de las Peñitas, dado a conocer por Porfirio Díaz Oviedo en los años noventa del siglo pasado (8) cubierto después, en un claro ejemplo de arqueología al revés, -común en el municipio- para hacer un mirador y emparejar una calle en la que casi nadie circula por no haber quedado pareja. (Por cierto, exactamente frente a éste, en el Cerro de la Cruz hay otro marcador, por si alguien quiere hacer otro mirador)
Ya en nuestra era, alrededor del valle y en el mismo inició la construcción  de centros ceremoniales con arquitectura visible y en algunos casos, monumental; pirámides, cuisillos y plazas. Los principales son: Cerro de la Cruz, El Rosario, la Magdalena, la Estancia, Santa Rita y San Sebastián de las Barrancas (aunque hay restos en casi toda la extensión del municipio, no explorados formalmente, muchos quizá con construcciones sepultadas). Todos influidos sucesivamente  en mayor o menor medida por las culturas Chupícuaro de Guanajuato, Teotihuacana, Tolteca y Azteca.
El colapso de cada civilización dominante, por la pérdida del control administrativo, significaba el abandono de los centros ceremoniales, periféricos o menores como es el caso de los existentes en la zona, situación que se repitió hasta el fin del período post-clásico cuando declina la construcción monumental, aunque la gente continuó su vida cotidiana  en aldeas y cañadas del río, a la vera de los antiguos edificios  que  poco a  poco fueron cubiertos por los elementos naturales y en algunos casos por el olvido.
Casi todos los espacios ceremoniales conocidos en el municipio, además de varias fases de ocupación, tienen la particularidad de nunca estar en un lugar relativamente plano; o es sobre una barranca o en ladera de un cerro, la excepción es el barrio de la Cruz, abajo y al oeste del cerro, donde sí existieron plazas y zonas de habitación, aunque no se trata de alguna construcción monumental, sino viviendas comunes. La razón de esos emplazamientos no es clara, pudiera parecer que se construían ahí para facilitar la defensa, pero sin elementos constructivos que pudieran servir para ello como bardas altas o entrada estratégicamente defendible, además, situarlos en partes altas obraría un efecto contrario, los hacía completamente visibles.
Por su ubicación en la frontera de Mesoamérica, entendida esta, dadas las circunstancias de los habitantes, no como acotamiento físico y estático sino cultural, y por lo mismo fluctuante, la región fue paso obligado y a veces asiento temporal de tribus chichimecas del norte, estableciéndose una relación entre éstos y los pobladores sedentarios que debió ser cambiante, con etapas de paz y confrontación alternadas.
A partir del postclásico, durante el imperio azteca, la región estuvo ubicada en los imprecisos confines septentrionales del reino otomí con cabecera en Jilotepec, mismo que fue conquistado de manera definitiva en 1487 por el emperador Ahuizotl anexándose desde entonces y hasta la caída ante los españoles, a los dominios de la Triple Alianza. (Siendo vecinos ambos reinos, desde tiempos remotos habían tenido una historia de confrontaciones aisladas, casi siempre con resultado favorable a los primeros, aunque el dominio ejercido hasta entonces había sido intermitente)
Por ser la ruta del norte la menos importante para el comercio y la guerra para el imperio azteca,(el tráfico de personas, mercancías y relaciones se daba por Michoacán, Jalisco y Colima al oeste, y por la Huasteca y Veracruz por el este) la región de San Juan del Río ni siquiera mereció  ser invadida ni tuvo el mérito de que se fundara un poblado, lo máximo que llegó a ser fue un baluarte defensivo contra los tarascos, habitado por unos cuantos aztecas, otomíes y chichimecos, al que llamaron Iztacchicchimeca, que es lo que había en la época de la conquista. Al pequeño asentamiento formado sobre las Ruinas del Centro ceremonial del Cerro de la Cruz llegaron después de la caída de Tenochtitlán, algunos cuantos otomíes de Jilotepec y lugares vecinos para escapar del pago de tributo a los encomenderos, siendo así, este lugar el primer antecedente de la hoy ciudad San Juan del Río en la época colonial.
José Luis Hernández Peña
 Referencias
 1) La comisión, a cargo de Manuel Mier y Terán se dirigía a reconocer la frontera con Texas. El cerro referido es del de la Venta. Específicamente el  Barrio de la Cruz fue visitado antes por el embajador estadounidense Joel R. Poinsett, en 1822, aunque sólo para admirar desde ahí la vista del valle. Ver Fernando Díaz Ramírez Dieciséis relaciones de Querétaro. Siglos XVII-XVIII Y XIX y una relación del siglo XX . Querétaro, Ediciones Culturales del Gobierno del Estado, 1977 pp. 165 y 166.
2) Mariano Bárcena, en Margarita Velasco Mireles, La Sierra Gorda: Documentos para su historia vol. II, México, INAH, 1996, p. 216.
3) Ibid.  p. 298.
4) Respecto a esta zona arqueológica existe un completo trabajo de Juan Carlos Saint Charles y Miguel Arguelles “Cerro de la Cruz. Persistencia de un centro ceremonial ” en  Ana María crespo y Rosalba Brambila, Querétaro Prehispánico, México, INAH, 1991.
5) Cfr. Juan Carlos Saint Charles, et al, “La Arqueología en Querétaro El reto ante un nuevo milenio”, en Guadalupe Zárate Miguel, Cinco miradas. Memoria del Primer encuentro de Estudios queretanos. Balance y perspectivas, México, Centro INAH Querétaro, 2005. pp. 131 a 159. En 2009 el sitio fue re-redescubierto por una lluvia y en atención al estilo observado en las pinturas no tardó en ser bautizado como “Teotihuajuan.” Oficialmente  ahora se llama “el lugar de los cuchillos curvos” Aunque apenas se ha explorado uno de los edificios, resultó ser el único asentamiento teotihuacano (o sea un lugar no con influencia teotihuacana sino hecho por teotihuacanos y habitado por teotihuacanos, no fuera del valle de México
6) Cfr. Rafael Ayala Echávarri, San Juan del Río, Geografía e Historia 2ª. Edición, México, Manuel Ayala Valenzuela, 1981, pp. 21 a 24. Dato agregado a esta edición, tomado sin cita de Cuauhtémoc Chávez Trejo, Vestigios arqueológicos de las culturas indígenas en San Juan del Río, Qro. San Juan del Río, Escuela Preparatoria de San Juan del Río, 1976, en Presentación. 
7) También agregado a la 2ª edición. No se si sea un error, no hay restos  documentados en dicha colonia.  Sí los hubo en la cercana colonia Fátima, a orilla de la vía, sin construcciones visibles, al parecer parte del asentamiento ubicado en las Peñitas hoy cubierto por la escuela “Rafael Ayala”, perfectamente identificado aunque no estudiado formalmente. La fecha que da Chávez es cerca al inicio de construcción moderna en ambas colonias.
8) Ver Gregorio Rangel Otero, “Marcador Solar Prehispánico descubierto en San Juan del Río”, en Margarita Velasco Mireles et al, Testimonios para la Historia. San Juan del Río, Qro. Sin d.e. 1993, compilación de artículos de diversos autores relativos al municipio, originalmente publicados en  la revista “Querétaro”  del  Gobierno del Estado, al carecer de datos se citan los del artículo inicial. pp. 77- 83.