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martes, 8 de agosto de 2017

Los viejos edificios públicos de San Juan del Río

Los viejos edificios públicos de San Juan del Río.


En el transcurso de su historia, nuestra ciudad ha tenido diversos edificios para las funciones de la autoridad local. Se distinguieron todos por haber tenido al menos durante los últimos dos siglos, en la parte alta de su fachada frontal, un pedestal con asta para lucir la bandera nacional. Esta costumbre fue establecida a partir de la independencia nacional, aunque en los que aquí se mostrarán, la evidencia mencionada es de una época posterior, el Porfiriato.

ANTECEDENTES

Habiendo nacido la actual ciudad a mediados del siglo XVI como pueblo de indios, es de suponerse, por las disposiciones vigentes, que los locales públicos (del gobierno indígena y la administración virreinal) iniciales se ubicaran alrededor de la plaza de la fundación, es decir la actual plaza de los fundadores. Si los hubo, no se conservaron registros de ellos.

El PRIMERO.

Al trazarse el camino Real, cuyo paso por el pueblo fue determinante para su desarrollo, aparece a su vera lo que fue el primer edifico público documentado: lo que antiguamente se llamó casas Consistoriales o de administración virreinal. Documentos mencionan que dichas instalaciones se dedicaban sobre todo de la administración del tránsito de personas y mercancías rumbo al norte. Ahí despachaba el Juez de registros (de ganado) que parece ser fue la primer autoridad que tuvo el pueblo. Constaba el lugar por entonces de corrales para  ganado, oficinas para el juez y una cárcel formada con tablas, que por cierto era muy flexible, ya que se podía salir de ella casi libremente. (El concepto de cárcel para entonces era algo distinto que el actual, los presos estaban ahí esperando sentencia, de tal manera que si esta tardaba y se les presentaba algún asunto de urgencia, salían de ella a resolverlo para después volver)
Fotografía personal,  la vieja cárcel, con el pedestal y el emblema retro
Su ubicación era en la actual acera sur de la Av. Juárez, ocupando toda la mitad de la manzana entre Reforma y Allende (Antiguo camino Real y calles de Leñadores y del Canal, respectivamente)

Con el paso de los años las instalaciones se fueron haciendo de cal y canto, ocupando el mismo lugar. Al declinar el paso de ganado, los corrales fueron innecesarios y se convirtieron en predios particulares pero se conservó el espacio de la cárcel, ahora sí en concepto moderno y oficinas de administración virreinal de las diversas autoridades que tuvieron funciones durante esa etapa, sobre todo el tenientazgo, incluso hay evidencias que ahí sesionó el ayuntamiento y fue local para la prefectura en parte del siglo XIX. Estos funcionarios cambiaron de sede, sin embargo, el edifico conservó hasta fines del siglo XX, su función como cárcel.

Según Ayala, en tiempos virreinales el edificio tenía en la parte de fuera un portal con varios arcos en la parte exterior. A inicios de la década de 1970, aunque no era antiguo, (seguramente una remodelación del original) un portal llamado "de la Comandancia" se mantenía, en la parte poniente de la fachada, pero fue derrumbado para un malogrado proyecto  de calle.

Fotografía de inicio del siglo XX. El águila porfiriana
Con muchas remodelaciones, antiguas y modernas, la parte de la antigua cárcel se conserva. Hasta hace poco se empleaba para actividades culturales, hoy solo están algunas oficinas. En su fachada subsiste el pedestal, adornado con una imagen retro. Supongo que tuvo una original de la época independiente, pero la evidencia gráfica que presento, es de inicios del siglo XX, ostentando dibujada una de las variantes del escudo nacional empleadas en el porfiriato, que se distingue por el águila viendo al frente y la serpiente sobresaliendo de la cabeza de aquella.

EL SEGUNDO

En la plaza de los fundadores, ocupando toda la acera poniente, desde tiempos inmemoriales se encontraban las instalaciones del llamado Curato, es decir la vivienda de los sacerdotes. No hay registros de cómo era la construcción pero sí evidencia que tenía en su extremo norte un portal e incluía una huerta, ubicada, calle de por medio, en la acera norte de la  plaza. En razón de ubicarse ese edifico ahí, la calle se llamaba “del Curato”.

En alguna fecha anterior a 1820, los sacerdotes cambiaron de vivienda, con lo que el local pasó a ser conocido como “el curato viejo” y de ese modo la calle se llamó a partir de entonces del “Curato Viejo”. En el año mencionado, el edificio fue solicitado por el ayuntamiento (aún virreinal) para sus funciones, y sin poder precisar desde cuándo pero seguramente ya en la época independiente, la administración municipal pasó a dicho local, y se llamó desde entonces “Casas Municipales”. Funcionaría hasta su traslado a la actual presidencia municipal, en la década de 1860.  El edificio quedó en el abandono y fue deteriorándose.  Fue derrumbado a finales del siglo y el predio dividido en lotes que se vendieron a particulares.

Imagen de Google Earth. actual acera poniente de plaza de los fundadores, abarcando la extensión del Curato.

De algún modo, la srita. Rafaela Díaz, benefactora de la ciudad, se había hecho desde décadas atrás de la propiedad de las antiguas rejas de las ventanas del viejo curato y tras algunas vicisitudes, las donó a la iglesia. Creo que son algunas de las que están en el edifico conocido como “la Academia”, en la calle Morelos y la acera oriente de la plaza de los Fundadores. (Casualmente, frente a su ubicación original) Serían estas el único vestigio del Curato, que seguramente en su etapa como Casa Municipal” ostentó en su fachada un pedestal para bandera.


EL HOSPITAL

Imagen de Google Earth, época actual, El local del viejo hospital. 
En la época en que inició su construcción el convento de San Juan de Dios, se encontraba apartado del área urbana del pueblo, pero en una ubicación estratégica, a orilla del camino Real y junto al paso del río San Juan, lo que le permitió a la orden de los juaninos, establecer, además de la casa conventual y su huerta, un hospital anexo que le permitía cumplir uno de sus preceptos:socorrer a los enfermos. El conjunto incluyó al Convento propiamente dicho,  iglesia, el hospital y portería, los que actualmente se conservan en su totalidad, salvo remodelaciones y adaptaciones modernas.
Fotografía de inicio del siglo XX, el hospital con el pedestal sobre la puerta principal, pintada, una perfecta águila porfiriana.
Como hospital religioso funcionó durante varios siglos, aunque en etapas tuvo que cerrar temporalmente por falta de recursos, de enfermos y hasta de religiosos. Durante el siglo XIX, cuando las propiedades del clero pasan a poder del estado, se establece ahí mismo, el flamante hospital municipal, con sostenimiento local y atendido por personal voluntario y religiosas. En dicha situación  funcionó hasta mediados del siglo XX, cuando el gobierno federal, a través de la secretaría de Salubridad y Asistencia, toma su control, no sin antes haber tenido que convencer a las damas sanjuanenses que lo administraban.

A partir de entonces se adaptan las viejas instalaciones coloniales con modernos aparatos. El proyecto gubernamental incluía en el patio trasero, la construcción de instalaciones modernas, inició pero nunca fue concluidas, ya que en la década de los sesentas, se construyó en la misma calle, pero frente al Beaterio, el moderno Centro de Salud.
Fotografía de inicio del siglo XX. El viejo hospital con el pedestal entre la segunda y tercer ventana. Al otro extremo, el anfiteatro.

El viejo edificio se destinó entonces para albergar la incipiente preparatoria San Juan, la escuela Normal y creo que hasta el Conalep. Recordarán los estudiantes que en algunas aulas se encontraban empotrados grandes aparatos médicos, que por sus dimensiones no fueron retirados y permanecieron ahí muchos años, asimismo, junto a la cancha de básquet bol las inconclusas instalaciones “modernas”. Al cambiarse la preparatoria a la calle Corregidora, conservó la propiedad del edificio hasta que fue facilitado y luego donado a la Universidad Autónoma de Querétaro donde funcionan actualmente instalaciones de Bellas Artes.

Como detalle curioso mencionaré que en el extremo poniente del conjunto conventual estuvo hasta la década de 1980 el viejo anfiteatro del pueblo, es decir la Morgue. Era un local adaptado, que hasta ventanas tenía hacia la calle y cualquiera podía ver el macabro espectáculo de los cadáveres colocados en improvisados estantes adosados a las paredes, no se diga cuando había accidentes fatales en la autopista, del olor ni les platico.

En su etapa como edificio público, el hospital ostentó en su fachada un pedestal que lo distinguía como tal, extrañamente tuvo dos ubicaciones distintas. Actualmente no lo tiene, pero la evidencia fotográfica muestra, otra vez, una de las variantes del águila porfiriana. Seguramente en tiempos de Maximiliano, estuvo el águila Imperial.

LA PRESIDENCIA MUNICIPAL

No tengo el dato exacto de la fecha en que el ayuntamiento tomó posesión del antiguo convento de Santo Domingo para su uso como edifico público, pero igualmente debió ser posteriormente a las leyes de Reforma.

Fotografía actual. Presidencia Municipal, el pedestal de cantera.
En diversas etapas construido, el conjunto conventual incluía iglesia, atrio, portal de peregrinos, capillas anexas y huerta.

Para la época de Maximiliano, en ese edificio fue la recepción oficial, por lo que es de suponer que para entonces el municipio había tomado posesión de él. Con diversos agregados, la presidencia municipal ocupa la parte que fue el convento.

Este edificio tiene un pedestal, con la salvedad de ser el único que tiene el motivo principal labrado, en cantera rosa, que se nota agregado a la parte que lo rodea, que es de la tradicional morena sanjuanense.

No tengo seguridad de si lo que se ve en la actualidad es antiguo, una adaptación de algo anterior o fue realizado especialmente para el uso público pero al menos es posterior a 1864. Además, la observación de lo labrado deja más dudas. la pura descripción merecería una entrada aparte, trataré de enumerar los elementos que le hacen “diferente”.
Fotografía actual. Presidencia Municipal, el pedestal de cantera y la alegoría.
 -    Por la posición que guarda el águila, podría datar desde la época de la constitución de 1857 hasta el porfiriato. (O simplemente una fallida adaptación moderna).
-     -  ¡No tiene serpiente! Supongo que por la dificultad para esculpirla por su delgadez este elemento se hacía en metal y se colocaba de algún modo en su posición.
-     - Las alas, que por la posición deberían mostrar su parte interior, en realidad enseñan la parte de la espalda del ave, es decir, están al revés.
 -     El nopal, es único en todo el país: tiene dos ramas de cada lado.
 -    La base sobre la que desplanta el nopal sí es típica del escudo del segundo imperio.

La iconografía que rodea al águila, igualmente esculpida en relieve es completamente extraña. La inclusión de banderas indica que hay naciones que reconocen a la del escudo, lo que podría indicar que son las que reconocieron al imperio de Maximiliano o a la república restaurada de Juárez (1867). Otros elementos ubicados al lado inferior izquierdo parecen sacados de un cuerno de la abundancia y no todos se reconocen: tambor, espada, uvas ¿coyote?, vasijas… hasta pareciera que el grabado original es de tipo religioso, con los símbolos de la pasión y adaptado para el caso.

Tengo la impresión que el cuadro plástico esculpido aquí lo he visto en algún lado. A este tipo de expresiones, más que un escudo, se les llama alegorías, en este caso sería de la nación mexicana, si lo encuentro prometo dárselos a conocer. Forma parte de este edificio desde el año de 1967 o 68 ya que anteriormente estuvo en un adaptado monumento a la bandera en el jardín de la familia, sin saber desde cuando estuvo ahí, pero fue en fecha posterior a 1940.

Como todos los conventos, el mencionado estuvo a la vera del camino Real, actual Av. Juárez. Se conserva el templo, el convento hasta el día de hoy es la Presidencia Municipal, denominación que le viene desde 1917, anteriormente albergó al Ayuntamiento y a la Prefectura.

EL CORREO

Es uno de los edificios públicos antiguos menos conocido. Ignoro si fue construido especialmente para ello, lo cual no parece, en lo que se ve en la actualidad o es una adaptación de un domicilio particular. Se ubica en la calle 16 de septiembre (antigua del Curato, del curato Viejo, de Don Esteban, de Iturbide)
Fotografía actual, esquina de 16 de septiembre y Aldama
 Por las evidencias del sistema de correo en el país en general y por la arquitectura del edificio, esta oficina de local data del porfiriato y se conserva hasta la actualidad, aunque una parte de ella, donde estaba la entrada principal a la oficina fue modernizada. Por lo que se ve en la actualidad fue parte de una casona antigua que en la época mencionada se modernizó sobre todo en la fachada para colocar ornamentación afrancesada, en boga a inicios del siglo XX. 

Fotografía de la década de 1920, en el pedestal, sobre fondo oscuro se distingue la leyenda CORREOS.

El pedestal que le identificaba como edificio público es el único de la ciudad que no es frontal, se colocó en la esquina y tiene forma redondeada. No hay evidencias si ostentó un escudo en él, lo que sí se sabe es que tenía la leyenda “CORREOS”.
Actualmente es casa particular, su parte trasera ha sido ocupada como escuela y diversos usos.
Imagen de Google Earth, actual. Edificio, también porfiriano de la oficina de telégrafos que ya no alcanzó pedestal, solo un asta. Calle Vicente Guerrero.
Durante el porfiriato se construyó una oficina de telégrafos en la calle de las Estaciones, actual Vicente Guerrero, donde ha operado ininterrumpidamente y a donde se trasladó en la década de 1970 la oficina de correos.


LA OFICINA DEL TIMBRE.

De esta oficina se tienen poca información. Al parecer durante gran parte del siglo XIX la recaudación de impuestos se efectuaba en la llamada “Casa de las Diligencias” de Av. Juárez, que era propiedad particular y a finales de ese siglo se cambió a la vuelta de la esquina, a un local que había formado parte de las propiedades de la familia Quintanar, en la actual calle 16 de septiembre.
Calle 16 de septiembre no. 6, antigua recaudadoría

La oficina del timbre cumplía las funciones  de la actual Hacienda, se le llamó así porque los documentos debían legalizarse con un timbre de costo variable que debía pegarse en él e indicaba el pago del impuesto.  
Fotografía de mediados del siglo XX (detalle). En el pedestal se alcanza a apreciar  lo que parece ser un águila pintada.

Durante durante muchos años el encargado fue el Sr. Manuel Perusquía, incluso ya entrado el siglo XX.

Pie de un documento emitido en la Administración subalterna del timbre en el año de 1900, por el administrador Subto. (subalterno) Manuel Perusquía.
Muy modificado, el local se conserva hasta la época actual, se le han dado varios usos, incluso fue un gimnasio. Hoy se encuentra desocupado y puede observarse su modificada arquitectura interior. El pedestal está completo pero no se distingue la ornamentación que debió tener por haber sido repintado muchas veces.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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AGRADECIMIENTO SENTIDO.

Como creo que quien debió hacerlo no lo ha hecho, en lo personal,a través de este medio manifiesto mi profundo agradecimiento a la Lic. Marimar Santana, por los invaluables servicios prestados durante años a este blog, pero sobre todo por la calidad humana que siempre manifestó con todos quienes alguna vez acudimos con ella a su local de archivos.

EL CHICHIMECA EN EL PORTAL DEL DIEZMO 3   (Ó CUATRO?)
Pues resulta que el pasado julio, se exhibió como pieza del mes un plano del cinelandia  y los datos históricos del emblemático edificio, antiguo teatro y sala cinematográfica, incluyó además la crónica escrita por un servidor, aunque de nuevo se les olvidó poner el nombre del autor. Como siempre, le recortaron, así que si asistió a verla y desea leerla completa, de clic en el siguiente enlace:

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Al anónimo que solicitaba datos del libro de las poquianchis, ya envié a su correo lo prometido, favor de confirmar que lo recibió.  
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Reponiendo algo del tiempo perdido, aviso que hay eventos relacionados con la historia local en el portal del Diezmo durante este mes de agosto, referentes al Camino Real y además prometen contar, ora sí, la verdadera historia del Puente de la Historia. (así dice el programa)  Consulten la cartelera. 
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 SECCIÓN COMERCIAL.
Igualmente, para un lector, no pude complacer lo que solicitaba, pero le dejo este recuerdo, del mismo tema.

Es un anuncio, de los sesentas, de la mítica cantina y tienda de abarrotes del centro de la ciudad, en su última época, uno  de los remanentes de cuando la plaza y calles aledañas servían los domingos como zona comercial. 

domingo, 21 de agosto de 2016

El nocturno a un Sanjuanense

El nocturno a un Sanjuanense

Manuel Domínguez
Solo la exactitud de aquella teoría que postula que los opuestos se atraen puede explicar el hecho de que dos personalidades tan disímbolas hayan podido coincidir y cultivado una amistad que trascendió sus vidas.

Así, lo reflexionaba el Doctor Miguel Domínguez Quintanar el aciago 6 de diciembre del año de 1873, cuando presa de la incertidumbre subía la escalera que le conducía al segundo patio de la Escuela de Medicina de la capital de la República, donde se desempeñaba como docente, para cerciorarse de la fatal noticia  que le habían enterado minutos antes.

Todo lo que temía en los instantes previos a trasponer la puerta, se confirmó al abrirla. Adentro se encontraba el cadáver  de un querido discípulo y a la vez poeta, Manuel acuña. Debió resultarle un dilema cuál de sus deberes debía prevalecer, el de Médico, para hacerle una revisión o el de amigo, para leer la carta póstuma que el bardo dejó.
Sin embargo, no titubeó, primero realizó la auscultación del cuerpo y luego tomó la misiva, precisamente dirigida a él, en la que el alma atormentada del poeta, le solicitaba que evitara que se le practicara la autopsia y extendiera una disculpa al director de la Escuela.

Había temido un listado de encargos incumplibles, no fue así, lo que en ella se le pedía era fácil de realizar, aliviado, empezó a recordar a cómo conoció al estudiante un par de años atrás. Le llamó la atención desde el primer momento por ser diametralmente opuesto en carácter, personalidad, temperamento y creencias a lo que fue él cuando tenía su edad. Ese recuerdo le trajo otros y pronto se halló repasando su propia vida, tratando de encontrar en ella algún detalle que lo uniera con Acuña.

Biografía

Manuel Domínguez Quintanar, nació en Querétaro, el 5 de Agosto de 1830. Sus padres fueron el General Juan Domínguez y Gálvez e Ignacia Quintanar.
Ignacia pertenecía a una encumbrada familia cuya casa se encontraba en la entonces calle del Curato, barrio de San Miguel, en San Juan del Río. Lugar que concentró desde décadas antes y casi durante todo ese siglo a las familias de mayor poderío económico del entonces pequeño pueblo. (Era sobrina del General José Luis Quintanar, de todas las confianzas de Agustín de Iturbide)

Fotografía Personal. La casa de la Familia Domínguez Quintanar, luego de Manuel y su esposa. Muy remodelada.
Por la profesión de su padre, militar y político de altos vuelos, incluso  a nivel nacional, la familia debía viajar con él a los distintos lugares donde era comisionado, hasta que por los vaivenes de la política, (el General quedó desprotegido por una vieja enemistad con Santa Anna quien lo remitió a puestos menores) decidió por el retiro y se asentó de manera definitiva en San Juan del Río.

Por ser de familia acomodada, cuando llegó el tiempo de ello, no tuvo impedimento para trasladarse a la ciudad de México donde estudió Medicina, recibiéndose en 1854. De inicio decidió ejercer su profesión sin el apoyo familiar, lo que lo llevó a distintos lugares de la república, con poco éxito. Pobre, fracasado y falto del amor familiar, regresó a San Juan del Río, tomando el ofrecimiento de don Guadalupe Perrusquía, otro médico con el que su madre se había casado tras enviudar del General, quien le ofreció compartir su clientela.

La decisión le fue favorable, la clientela llegó y además, a través de la familia, el joven médico calzó como guante en la élite que componían sus vecinos, de tal manera, que a pocos años, inició además una carrera política que le llevaría muy lejos, profesional y geográficamente hablando.  Sus vecinos de la calle del Curato, eran nada menos que los descendientes de Don Esteban Díaz González, Don Agustín Ruiz Olloqui, los Uribe, los Perrusquía, los Berruecos y demás, casi todos entrelazados, además de la clase social, por los matrimonios.

No fue difícil que algunos años después de su llegada, tanto Manuel como su hermano Ángel, comenzaran a ocupar puestos políticos locales. Les ayudaba la posición económica y su familia, pero sobre todo el hecho de ser personas preparadas. En una ciudad que apenas una década atrás había dejado de ser Villa pocos tenían ese privilegio.
Tampoco lo fue, dada la posición de los habitantes de la calle, ya para entonces llamada “De don Esteban”, que ante la disyuntiva nacional que se presentó en la década de 1850 de decidirse entre los dos partidos resultantes de las leyes de Reforma, optaron por el conservador, y siendo autoridades locales, también la ciudad lo fue.

Una cosa llevó a otra. Al arribo de Maximiliano, auspiciado por los conservadores,  se declararon imperialistas. Y para que no quedara duda, Manuel, como Prefecto Político, apoyado por familiares y vecinos tomó acciones para granjearse a las graciosas majestades, entre ellas, la erigir una columna en la plaza principal, para colocar un busto de la Emperatriz Carlota (que ella misma sugirió se dedicara mejor a la Independencia, y así nació un año después la columna que hoy vemos en el centro de nuestra ciudad) declarándola además Patrona y especial protectora de San Juan del Río. También se dio la propuesta de celebrar como día nacional el 7 de junio, aniversario de la emperatriz y ofrecerle un cetro de oro.

Durante la Visita de 1864 de Maximiliano a San Juan del Río, Domínguez declaró el día como fiesta nacional,  hizo liberar a los presos de condenas leves y organizó  todas las fiestas habidas y por haber ante tan fausto acontecimiento, incluso, al venir Maximiliano sin Carlota, en el baile de honor, fue la hermana del Prefecto, Paz Domínguez, quien bailó con él. (Carlota nunca estuvo en San Juan del Río,  todos los ofrecimientos y honores que se le hicieron y su gentil declinación fueron a distancia, vía carta)

La situación para los imperialistas sanjuanenses en la época fue de jauja, pero solo duró  un suspiro, al cabo de apenas tres años, Maximiliano regresó a San Juan, esta vez en circunstancias adversas, rumbo a Querétaro, en un viaje del que no retornaría con vida. La suerte de espaldas que portaba no impidió que los habitantes de la vieja calle le reiteraran su apoyo, y aún más, en marzo de 1867, ya en la ciudad de Querétaro tuvo entre su ejército a tres “sanjuanenses”, los tres sobrevivirían  a la derrota, no así el emperador. Ellos eran:

Celestino Díaz Domínguez, nieto de Don Esteban, nombrado abogado del Imperio, nacido en San Juan pero refugiado en la ciudad de Querétaro desde antes del Sitio. Al no ser militar pudo salvarse. Se dedicó a la política, el periodismo y el comercio en esa ciudad, no volvió  a  San Juan.

Agustín Ruiz Olloqui: Médico radicado y casado en San Juan. En 1867, hallándose refugiado en Querétaro fue nombrado Director del Hospital de sangre durante el Sitio. El 12 de mayo de 1867, de manos Maximiliano recibió la condecoración de Caballero de la Orden de Guadalupe. No tuvo mucho tiempo para lucirla, apenas tres días después cayó la ciudad en poder del ejército liberal. Se salvó  por su profesión y el hecho de haber atendido por igual a los heridos de ambos bandos, en el Hospital. Pudo en poco tiempo regresar a San Juan del Río.

Manuel Domínguez Quintanar. En 1867 disfrutaba de su familia, ( apenas el año anterior se había casado con Adelaida Girón) posición y profesión en su casa del no. 6 de la Calle de Don Esteban cuando Maximiliano lo nombró Prefecto político de la ciudad de Querétaro durante los meses que duró el Sitio de ella. Al ser derrotados, se salvó de ser fusilado gracias a su comportamiento humanitario con los prisioneros liberales, quienes abogaron ante Escobedo para que lo perdonara, con la condición que regresara su pueblo y entregase los archivos de la Prefectura a quien se nombrara en ese puesto.

El perdón solo fue momentáneo y al aparecer su nombre entre los candidatos a ser fusilados se refugió en la Ciudad de México, donde se presentó ante el ministro de Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, de quien obtuvo el perdón definitivo, consistente en una prisión domiciliaria en la capital. Lugar donde en sus años iniciales sufrió penurias económicas que provocaron varias veces la separación con su familia. La situación se estabilizó cuando empezó a hacerse de una clientela como médico particular y obtener el  puesto de Prefecto de la Escuela Nacional de Medicina en 1870 además de algunas cátedras en el mismo lugar. No volvió a radicar en San Juan, su vieja calle había cambiado otra vez de nombre, ahora se llamaba Iturbide.

Es en esa época, cuando conoce a Manuel Acuña, un poeta nacido en 1849 en Saltillo Coahuila, donde vivió sus primeros años, para trasladarse  en 1865 a la Ciudad de México ingresando al Colegio de San Ildefonso de donde pasó  a la Escuela Nacional de Medicina en 1868.
Manuel Acuña, el malogrado poeta.
Era muy joven, cuando en 1869, a la par de sus estudios inició una carrera como dramaturgo y poeta, en esta última a pesar de su corta producción logró consolidarse como destacado representante del Romanticismo, aquella corriente que buscaba redimir a la humanidad  por medio entre otras cosas del arte, la enseñanza y la ciencia. Publicó su obra en muchas revistas y periódico de la capital. Miembro y fundador de muchas sociedades literarias, fue muy conocido por sus contemporáneos y supo de las mieles del éxito a temprana edad.

Sin embargo, a la par de su éxito literario, su vida personal fue diametralmente opuesta. Era revolucionario y contestatario, protestaba por todo y le amargaba enormemente no obtener los resultados de sus luchas. En el terreno sentimental fue igual, romántico hasta el tuétano, se hizo de una musa real pero inalcanzable, Rosario de Peña y Llorente, su “santa prometida” a quien idolatró en sus sueños pero quien lo rechazó en la realidad, haciéndole perder la cabeza y la vida.

Este hecho, recibido por una personalidad impulsiva y balbuceante y una naturaleza enfermiza determino su destino. Decidió despreciar la gloria que sus escritos le auguraban. No deseando una vida privada del amor anhelado, toma por propia voluntad el destino fatal de los héroes románticos: Morir joven y por un ideal. Su suicidio ocurrió el 6 de diciembre de 1873.

El Doctor Domínguez nunca pudo encontrar las razones que le acercaron a aquel joven impulsivo, ateo, liberal y ¿Cómo pudieron compaginar esos rasgos caóticos con los de un hombre maduro, conservador, profundamente católico  y mesurado en sus acciones ¿Sería por llamarse igual?.
Mortificado por no haber podido impedir que un grupo de médicos de la misma escuela le practicaran la autopsia, asistió al sepelio en el Campo Florido, no pudo dejar de recordar la tormentosa fascinación que la muerte ejercía en el poeta y le llevó a escribir un poema que trágicamente  calzaba al fúnebre momento. 

ANTE UN CADAVER
¡Y bien! aqui estás ya... sobre la plancha
donde el gran horizonte de la ciencia
la extensión de sus límites ensancha.

Los años pasaron, el médico fue envejeciendo, continuó con sus cátedras y volvió a su otra pasión, la política, fue Diputado al congreso de la Unión, senador y Regidor del ayuntamiento de la capital, correspondiéndose el honor en 1878 de ser  orador del acto oficial del 16 de septiembre.
Publicó varias obras entre las que destaca el capitán fantasma, Leyendas Históricas y Fátima. Murió en México el 15 de Marzo de 1910.

El Doctor Manuel Domínguez Quintanar 
Al unísono, la obra de Acuña se revaloró. El poema que dedicó a la imposible mujer, rebautizado ya como “El nocturno a Rosario” se convirtió en el emblema del amor trágico y elevó a Rosario de la Peña, “Rosario la de Acuña” a la categoría de musa por excelencia de las letras mexicanas. Sus restos estuvieron en la Rotonda de los Hombres Ilustres antes de ser trasladados a Saltillo en 1917.

Rosario, "la de Acuña"
De la amistad entre el Médico y el poeta que no llegó a serlo, se conserva un soneto que le dedicó..
  A MI QUERIDO AMIGO Y MAESTRO MANUEL DOMÍNGUEZ

Sabiendo, como sé, que en esta vida
 Todo es llanto, tristeza y amargura,
 Y que no hay ni siquiera una criatura
 Que no lamente una ilusión perdida.

 Sabiendo que la dicha apetecida
 Es la sombra y no más de una impostura,
 Y que la sola aspiración segura
 Es la que al sueño eterno nos convida:

 Mi voz no puede levantar su acento
 Para desearte, á más de los que tienes,
 Otros años de lucha y sufrimiento;

 Pero mi voz te da sus parabienes,
 Porque sé que hasta el último momento
 Brillará la honradez sobre tus sienes.

Manuel Acuña
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Aunque el poema lo tenía desde hace varios años no se había dado la oportunidad de redactarla una entrada.La circunstancia la dio el estar trabajando en algunas biografías. Creo que esta es la mejor manera de entrelazarlo con la historia local. .Aclaro que todos los datos son reales y comprobables. Obviamente solo hice la recreación literaria de los pensamientos del Dr. Domínguez. Hoy su calle se llama 16 de Septiembre, en el centro  de San Juan del Río.___________________________________________

sábado, 14 de mayo de 2016

La casa de Don Esteban Díaz González en San Juan del río.

La casa de Don Esteban Díaz González en San Juan del río

Fotografía de la década de 1990, todavía tenía el letrero original de la joyería "La Guadalupana"
RETRATO HABLADO

Era como un gato, siempre caía bien parado. Sin ser un político de profesión, logró ser un auténtico camaleón de esa disciplina, de tal manera que siempre aparecía en el bando triunfador o en el que le convenía. Funcionario público local, solo por el placer de serlo, ocupó todos los puestos del Ayuntamiento local, lo que le permitió ser abajofirmante en casi todos los documentos públicos oficiales de San juan del Río, durante dos décadas. Dirigente municipal sin necesidad de serlo, en una época en que los puestos públicos significaban solo la posibilidad de no morir de hambre. Empresario de polendas, incursionó en casi todos los rubros habidos y por haber, además de inventar algunos, siempre que produjeran dinero. Exitoso hacendado, llegó a poseer casi una cuarta parte del valle de San Juan. Pestañeo siempre al poder político, que muchas veces fundió con el económico. Solo tuvo un anhelo insatisfecho:un título nobiliario, se ignora porqué; el poder económico que detentaba y le abría cualquier puerta, fácilmente le pudo acceder a las de la nobleza, lo que no ocurrió, a lo mejor no lo consideró políticamente correcto o no vio ganancia en ello.

Firma de Don Esteban,  en  un manuscrito de 1806, en el que extrañamente rechazaba un puesto público. Tomada de Suárez, 2001.

LA BIOGRAFÍA

En los primeros años del siglo XIX, llegó a nuestro entonces pequeño pueblo el militar español Esteban Díaz González de la Campa; Capitán de la Segunda Compañía del Cuerpo de Infantería urbana del pueblo de San Juan del Río. Puesto con algo de importancia, entre el poder militar y civil de la época. Su biografía está marcada por varias lagunas en momentos importantes de su vida. Se intenta esta semblanza con lo poco que de él se conoce.

Nacido cerca de 1867 en Santander España, se desconoce si su fortuna provenía de abolengo familiar, la adquirió por herencia o fue producto de su trabajo. El caso es que apenas a  10 años de su llegada ya se le consideraba  una de las personas más acaudaladas de la región en esa época. (Y a decir de muchos, de todos los tiempos) También existe la posibilidad de que sus caudales provinieran del pago de una dote. (Eran tiempos en los que la familia de la novia debía contribuir con una elevada suma de dinero para el buen desenvolvimiento del matrimonio por venir)  El caso es que al menos, desde 1809, ya en nuestra ciudad, era poseedor  de un gran caudal económico  que le permitió incluso adquirir el grado de Teniente Coronel, el máximo  posible de obtener sin intervención en batalla.

NO DE AZULEJOS, PERO SÍ DE CANTERA

Dado su privilegiado status, en un pueblo en el que la aristocracia era inexistente, decidió crear su propio feudo. Para ello adquirió un enorme terreno en el barrio de San Miguel, en la entonces llamada calle Del Curato. (Hoy 16 de septiembre) en el centro de la población, perteneciente a la Cofradía de Ánimas. Supongo que el terreno tenía al frente una vieja casona, misma que derrumbó para construir “desde sus cimientos” una enorme mansión en el año de 1810. Baste decir de ella, que a su lado tenía otra apenas menor en majestuosidad y tamaño, en la que solo vivía la servidumbre.
Aunque se dice que fue diseñada por el mismísimo  Francisco Tres Guerras, el arquitecto mayor del virreinato, los documentos indican que no aunque por su majestuosidad no habría desmerecido con otras obras del celayense. Seguramente para distinguirla de las demás, de rústicos aplanados de argamasa, ésta fue ornamentada en toda su fachada con la hasta entonces ninguneada cantera morena sanjuanense, que solo se usaba como relleno de muros. El resultado de cubrir completamente su parte frontal con placas de ese material fue una soberbia casona, ya de por sí sobresaliente  por su tamaño, lo fue más por su atrevida estilización.

La privilegiada ubicación de esta calle permitía a todas las casas que la componen, tener el servicio del agua corriente de la acequia. Así que la  reluciente casa  tuvo, además de la casa principal y la del personal del servicio, una huerta en la parte trasera (aproximadamente lo que hoy es el Fraccionamiento las Fuentes).

Los románticos dirán que por amor, pero creo que más bien en una de sus calculadas jugadas de ajedrez, contrajo matrimonio en 1808, nada menos que con Doña Ramona Torres y Arroyo, casualmente  hija del comandante realista de la región, don  José Torres y Campo, con jurisdicción en las poblaciones de lo que hoy son los estados de México, Querétaro e Hidalgo y por entonces dueño de la hacienda de Santa Rosa.

No hay imágenes de Don Esteban. Esta pintura retrata a su Esposa, Doña Ramona y a su hijo Rafael, nacido en 1809. Tomada de Suárez, 2001.
Militar de profesión, al parecer fue una comisión de su oficio lo que lo trajo a este pueblo, le gustó tanto que en 1817 solicita su baja del servicio activo para permanecer en él. (Algunos dirán que no quiso participar, al desatarse la guerra de independencia, en las acciones bélicas que su puesto conllevaba, aunque él siempre se declaró Realista… bueno hasta que le convino)
Seguramente por su parentesco, los términos en que se dio su baja le permitieron conservar el título de teniente Coronel  y poder utilizar de por vida el uniforme del cargo.

LAS PROPIEDADES

Llegó a ser poseedor de varias haciendas y ranchos  en la zona del Plan de San Juan: San Clemente, Cerritos, el Muerto, el Ahorcado, Santa Rosa y muchas más propiedades compartidas.  Ante la imposibilidad de administrar tan vasto emporio él solo, decidió buscar un administrador, para poder dedicarse de lleno al oropel de la vida pública, decidir, influir y gobernar desde lo oscurito el pequeño pueblo, tan pequeño que ni siquiera un administrador decente encontró, así que optó por, ofrecer el empleo al recién llegado encargado de la oficina de alcabalas que despachaba apenas a unos metros de ahí, en la “casa de las diligencias”, don Manuel Casabal. Seguramente el incentivo monetario fue suficiente para convencerlo.

SALTO AL VACÍO

Dado que la guerra de independencia casi no impactó en San Juan del Río, creyó tener su vida resuelta, su vida transcurría tranquila, pacífica, de vez en cuando cambiaba de puesto en el ayuntamiento, de vez en cuando firmaba  alguna disposición, el tiempo le sobraba, así que decidió dedicarse a la usura, supongo que con éxito y a administrar un Mesón. La tranquilidad le permitió a la familia contar con muchos hijos: Joaquín (1809-1861), Dolores, Concepción, Esteban, Rafael, Antonio (1820), Refugio (1823), Ignacio (1824) y Rafaela (1829-1860). La calle, su calle mientras tanto,  adquiría mayor alcurnia y familias acomodadas se establecieron en ella, para acompañar a la familia Díaz y a los Quintanar, desde antes habitantes de la acera de enfrente. Tan determinante fue, que desde que estaba en vida y hasta muchos años después la calle se llamó “de don Esteban”.

Todavía en 1820, el ayuntamiento local, confirma su adhesión al Rey y entre los integrantes del cuerpo de Gobierno, de nueva cuenta se coló don Esteban.

A veces llegaban al pueblo noticias de tierras lejanas, donde pequeñas gavillas de revoltosos aún luchaban por eso que llamaban  “independencia”, ni siquiera se preocupó, qué podía pasarle si  su suegro era el encargado de la seguridad  de los alrededores. Quizá cuando aquel fue removido del cargo se preocupó un poco, pero la suerte estaba de su lado, el nuevo jefe realista era nada menos que su vecino de enfrente, Don José Luis Quintanar.

Lejos estaba de imaginar que apenas en el transcurso de un año, el máximo jefe de las tropas del Rey, Agustín de Iturbide, pactaría con los lejanos rebeldes, para consumar la independencia nacional, y uno de sus aliados más importantes para el proyecto, en el centro del virreinato fue nada menos que don José Luis Quintanar.
Lo impensable se hizo realidad, todo el antiguo ejército Realista se unió al movimiento de Iturbide y en Junio de 1821, un numeroso contingente se presentó a sitiar el pueblo de San Juan del Río.

Casi no se ha escrito sobre este episodio, lo poco que se ha dicho es que el pueblo se rindió después de sostener  varios combates, lo cierto es  que efectivamente, un numeroso ejército al mando de Quintanar se aposentó en terrenos de la Hacienda de la Venta (casualmente propiedad de  don José Luis) sitiando el pueblo y solicitando su rendición a la causa independentista.
Efectivamente, ambos bandos formaron barricadas y se dispusieron al combate, pero solo se dispusieron, alegremente, los del pueblo, supuestamente sitiados, pasaban al otro lado a saludar a sus conocidos y viceversa. Lo único que estaba prohibido era permanecer en los pocos metros entre ambas barricadas. La fuerza sitiadora era numerosa, bien armada y contaba incluso con artillería. La fuerza de defensa del pueblo se componía de  algunos batallones realistas y algunas decenas de vecinos.  Muchos cruzaron el río para unirse a los sitiadores hasta que el pueblo casi quedó solo. No hubo lucha, el único disparo que se dio dentro del pueblo solo mató a un perro. Ante la insostenible situación, se acordó la rendición con la condición de dejar salir a los pocos integrantes de los cuerpos realistas que no habían desertado, quienes abandonaron por el camino a México, mientras el numeroso ejército de Iturbide cruzaba el Puente de piedra para entrar a él.

El ayuntamiento, que un día antes declaraba su adhesión al rey, instantáneamente se convirtió a la causa de Iturbide y se formó un ayuntamiento integrado... exactamente por las mismas personas que el anterior, pero correspondiendo el grado de alcalde de primer voto nada menos que a… Esteban Díaz González quien  seguramente lo primero que hizo fue guardar su uniforme “vitalicio” para  tomar su nueva vestimenta independentista.

EL DECLIVE

FOTOGRAFÍA PERSONAL. LA CASA EN LA ACTUALIDAD
Otra vez volvió a ser el camaleón de la política, solo dejó para siempre su faceta realista y su sueño de un título nobiliario, lo demás era salvable. Completó la década, como siempre, en la palestra pública.
Sus grandes reflejos para cambiar de bando, se fueron haciendo lentos por la edad hasta llegar a la década de 1830, durante los frecuentes cambios de gobierno, en los que seguramente no calculó en que bando caer y a pesar de su gran opulencia, en 1833, fue hecho preso en la cárcel de la Acordada, en la capital del país, de la que no salió bien librado y murió cerca de 1834, (En ese año, en la boda de uno de sus hijos, se específica que es difunto)  aunque dos años antes, sintiendo cercana la muerte “después de diez meses de padecimientos en la salud por el desgano de alimentos…”  dicta un testamento en el que, previendo casos que había conocido, de familias propietarias que  al disgregar los bienes o dejarlos en manos de administradores, nombra algunos albaceas para sus herederos universales.


Fotografía personal. La entrada principal.
No sirvió de mucho tal disposición, su viuda, Doña Ramona, en diciembre de 1834, se casa con… el administrador, Manuel Casabal, quien al enviudar quedó como propietario de los bienes, precisamente lo que no quería Don esteban y los herederos disgregaron el resto.
La opulenta casa se conservó  en poder de la familia, hasta fines de ese siglo,  por entonces, se repusieron la mayoría de sus pisos, con un para entonces novedoso material, el cemento, de tal calidad que se conserva hasta la fecha y no ha podido ser igualado con el mismo material moderno, cuando ha requerido una reparación. Como todas las de su época, se caracteriza por tener amplias habitaciones, servicios y un sobrio patio con arcadas de cantera. Curiosamente, los cuartos están señalados  con signos en los arcos del exterior. Ha persistido hasta la actualidad, casi intacta.

La mansión tiene el raro honor de que en ella se alojaron los dos malogrados emperadores que ha tenido México, en 1821 Agustín de Iturbide y en 1864 Maximiliano de Habsburgo. (Respecto de Iturbide, tengo mis dudas, creo que sí se alojó en una casa propiedad de Don esteban, pero no ésta, de cualquier manera, por dicha estancia, también se le dio el nombre de Iturbide a esa calle, hasta principio del siglo XX que cambió al actual )
Conocida con los  nombres de “la Guadalupana”, (por una joyería así llamada  que funcionó ahí muchos años, cerrada ya, conservaba en la fachada hasta hace poco el letrero que la identificaba y hoy lo hace, como plaza), “la casa de cantera” (por estar cubierta la fachada con ese material) y antiguamente “la casa de Don Esteban”.


EL LEGADO
Los hijos Díaz Torres destacaron en muchos ámbitos, especialmente Esteban, que fue jefe político de la ciudad y Rafaela, gran benefactora local, tanto en vida como a través de los legados dejados a su fallecimiento. La familia emparentó con otra de no menos  caudales con  residencia en  la misma calle, los Domínguez Quintanar, formada por Juan Bernardo Domínguez y Gálvez e Ignacia Delgado Quintanar, sobrina del General José Luis Quintanar, en cuya casona vivía.  

De la ya familia Domínguez Quintanar, dos hijas se casaron con sendos de don Esteban y sobresalieron Manuel y Ángel como jefes políticos de la ciudad durante el imperio de Maximiliano  el primero fue prefecto político de Querétaro durante el sitio en 1867.  Hasta muchos años  después, se desempeñaron  además  en  labores académicas  y cívicas en la ciudad de México.  Ángel fue después diputado y co-redactor con su par Veítez, del proyecto de lo que sería la tercera constitución de Querétaro,  miembro de sociedades científicas a nivel nacional. Fundó un instituto para la enseñanza primaria y  secundaria en el pueblo y publicó varios libros.  Otra hija,  Soledad fue a su  vez casada  Antonio Díaz Torres y madre de Celestino Díaz Domínguez.

Fotografía, debe ser de mediados del siglo XX. Crédito a quien corresponda. Uno de los patios.
Celestino, nacido en San Juan del Río, con su familia sentó residencia en Querétaro,  de profesión abogado, fue además poeta, escritor, periodista y diputado por san Juan, ministro y magistrado de justicia. Publicó la Guía del viajero en Querétaro. Maximiliano le expidió el título de abogado del imperio en 1865. Casado con Dolores Vallejo, su hijo Felipe llegó a ser dueño de las Haciendas de Carrillo, Tlacote y Mompaní en Querétaro, casado con Elodia Ramírez Llaca, fueron padres de Padre de Felipe, María Eugenia, Guadalupe, Guillermo, enrique y Fernando Díaz Ramírez, quien fuera fundador y rector de la Universidad  Autónoma de Querétaro hasta la década de 1970.

A casi dos siglos de su nacimiento, Don Esteban aún mantenía su legado a través de sus descendientes. Es el único “sanjuanense”, junto a Luis Romero Soto, cuyos documentos se encuentran en el Archivo General de la nación.


Fuentes:
Díaz Ramírez, María Eugenia, 1990 Memorias de una niña Queretana
México,  Gobierno Del Estado De Querétaro
AGN. (Archivos de particulares. Colecciones, Colección de Esteban Díaz González.
Cano Sordo, Víctor
1999 De la Luisiana a la Nueva España. La Historia de Juan Bernardo Domínguez y Gálvez  (1783 – 1847)
Ayala Echávarri  Rafael, 1981 San Juan del Río, Geografía e Historia (segunda Edición)
México, Manuel Ayala Valenzuela.
García Ugarte Marta Eugenia, 1992 Hacendados y Rancheros queretanos (1780 – 1920)
México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

Interesados en el tema, hay más datos de las familias Díaz, Quintanar y Domínguez en diversas entradas, búsquenle.
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Válgame Dios, no me lo van a creer, pero la entrada de las Poquianchis, seguramente hoy llegará a la escalofriante cifra de 3,000 visitas, si no la han visto también dense una vuelta, a descubrir porqué de su popularidad.
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Solo para sanjuanenses: Yo también tengo una prima bien guapa, no es de San Juan, es de Quiotillos, Amealco, ¿Porqué a ella no la fueron a visitar?
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  SECCIÓN COMERCIAL:  De vez en cuando pondré alguna publicidad de negocios antiguos.
  

 Esta es de la década de los 30 o 40s, cuando el fotógrafo sanjuanense Jesús Layseca Bermudez tenía su estudio en la capital del estado.