Como muchos se habrán enterado, el pasado viernes 30 de
Enero, hice la presentación de mi libro, “La acequia del Pueblo” lo que
significó la culminación de un propósito que me había fijado desde hace
tiempo, escribir un libro, darlo a conocer y precisar algunos datos históricos
sobre nuestro pueblo. Agradezco a través de este medio a todos y cada uno de
los que asistieron por acompañarme a pesar de las condiciones
climáticas
Corresponde a otros hacer la crítica, hoy solamente les
presentó el guion preparado para la presentación, aclarando que lo que expuse fue discurso libre, les dejo el texto íntegro por algún dato que haya quedado
confuso (ya en vivo ya es muy difícil ceñirse a algo preestablecido,
considerando la gran cantidad de datos que debía manejar) creo que solo me
faltaron un par de cosas y una fecha que enredé, sirva esto como
aclaración. Todo es sintético, los detalles completos, solo leyendo el libro.
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LA ACEQUIA DEL PUEBLO
Hace muchos años, un puñado de otomíes de Jilotepec llevaron desde el río, a través de un canal, el agua necesaria para un nuevo asentamiento, el pueblo de Indios de San Juan del Río, después villa y hoy ciudad, que creció y se transformó alrededor de esa acequia, de la que varios de sus tramos, ocultos y enterrados por el crecimiento urbano, se conservan sobre todo en los recuerdos de quienes la conocimos.
Esa acequia es el motivo de este libro, inicialmente pensaba escribir mis
recuerdos de ella, además de algunos
testimonios. Creí que unas cuantas páginas serían suficientes y que bastaría
para una pequeña bibliografía de apoyo.
Ese fue el problema inicial, casi no hay libros sobre sobre nuestro
pueblo. Por alguna razón, en todas las épocas casi no hubo historiadores
locales, tuve que buscar fuentes indirectas, en las que sí hay mucho aunque
disperso, un nombre por aquí, unas líneas allá, una foto, una fecha.
En la revisión documental encontré datos poco conocidos de la historia
temprana de San Juan del Río, así que además del relato de la acequia, incluí un
cuerpo histórico, explicando con nuevas investigaciones, los pormenores y
realidades de la fundación de nuestra ciudad, hasta hoy conocida por mitos y
leyendas sin sustento, pero que siempre hemos dado por ciertos y se han
repetido en muchas publicaciones.
Algunos se abordan en el libro, indicando su procedencia, la parte que
es cierta y lo que es mentira. Comento que desde hace unos 25 años hay en Querétaro
un grupo de escritores críticos de las leyendas de la fundación, que con documentos
de esa época que demuestran que las fechas, personajes y hechos de 1531, son una
bonita leyenda, pero nada tienen de históricos, menciono solo a tres, cuyos
estudios centré en San Juan del Río: David Wrigth, Lourdes Somohano y Juan
Ricardo Jiménez Gómez.
Inicio con la fecha de fundación, se nos ha dicho que el 24 de Junio de
1531,Nicolás de San Luis Montañez, al mando de un ejército de 25 mil indios,
pactó con Juan Mexici la fundación pacífica
de un poblado y luego partió para un mes después fundar Querétaro. Diré que no hay ningún documento de ese siglo ni el siguiente que mencione esa fecha. Ni siquiera se puede
demostrar que Nicolás de San Luis haya vivido en ese tiempo. Existió alguien llamado así pero hasta 1605, era
gobernador de los Indios de Querétaro. Sus descendientes hicieron falsos
escritos en que lo mencionan como fundador para obtener privilegios del gobierno
español. Se han localizado decenas, todos similares, en algunos solo cambia el
nombre del pueblo fundado, en otros los protagonistas. Se hacían a pedido en Jilotepec y eran usados para
librar algunos impuestos o la obtención
de tierras, del llamado Relación de San Luis procede la narración de la
fundación de San Juan y Querétaro.
Al iniciar el siglo XVIII nadie tenía idea de cuándo se habían fundado
Querétaro y San Juan del Río, los frailes
del convento de la Cruz en 1717 pidieron a los indios documentos antiguos al
respecto, obtuvieron dos, uno es la Relación mencionada, que narra esas
fundaciones pero en un año imposible, 1502. El otro documento era auténtico, de
1571, en él algunos españoles declaraban
haber conocido a Fernando De Tapia, Conín hacía 40 años. Al hacer sus cuentas dio
la fecha de 1531. Así se estableció la fecha de fundación de Querétaro y San
Juan del Río, que repetida desde entonces quedó como cierta. Juntando ambos
escritos nació la leyenda de la fundación, incluida la aparición del
apóstol Santiago en Querétaro durante la
batalla a puños entre los españoles y los indios. Se ha demostrado que la Relación
de San Luis está formada por varios escritos diferentes y en parte escrito por un europeo, no un indio, mucho
menos Montañez.
Igual se dice que antes de 1531, Mexici había llegado de Jilotepec al hoy San Juan, con él se entrevistó Montañez y pactaron la fundación, tampoco es cierto, ningún documento respalda
ese encuentro, lo dedujo erróneamente Ayala y así lo escribió.
Mexici es mencionado en la Relación Geográfica de Querétaro de 1582,
indicando que el nombre quiere decir poquito, en otomí. Él si existió, pero el
nombre es náhuatl y significa otra cosa. Para esa fecha los pocos que
recordaban años pasados lo tenían
presente porque hablaba náhuatl, Mexici
deriva de Mexi, mexicano y la terminación tzin que tiene varias
acepciones, una de ellas es el diminutivo o poquito, pero lo que significa en
este caso es, el que habla mexicano, es decir náhuatl. No era apellido sino su investidura; Juan el
Nahualato. En un lugar de otomíes y
chichimecas, debió destacar por hablar la lengua dominante.
Hace pocos años, se encontró en el Archivo de Indias de Sevilla la
copia de un Juicio del año 1536, de un pleito de los indios y el encomendero de
Jilotepec contra el de Acámbaro, Hernán
Pérez de Bocanegra, cada uno se decía
dueño del norte de Jilotepec, hoy San
Juan y Querétaro. Se llamaron testigos a declarar, entre ellos a los habitantes
otomies y chichimecas de un lugar llamado Iztac chichimeca, una antigua aldea
que aún conservaba un templo a Huitzilopochtli. Trabajaban ya para el
encomendero Juan Jaramillo. Uno de los testigos fue un otomí, Juan, recién
llegado ahí, que hablaba náhuatl, es decir Mexici, pero no se dice fundador,
fue intérprete en el juicio. Testifican otros que nacieron y vivian ahí desde
muchos años antes. Este documento es el
más antiguo encontrado que menciona la aldea prehispánica, pero nunca al pueblo supuestamente fundado cinco años atrás.
Tampoco menciona a Montañez ni a Tapia. Lo único existente para ese año son las
milpas de Jaramillo, administradas por Alfonso Hernández y el asentamiento
llamado Iztacchichimeca al mando de un indio llamado Don Diego. Los habitantes recuerdan
peleas contra los tarascos, defendiendo la frontera azteca y algo jamás sabido,
estuvieron en 1519, en el sitio a Tenochtitlán, como parte del ejército de Jilotepec,
aliado a los españoles.
Entre 1531 y 1532, desde Jalisco
y buscando una salida al mar, hombres de Nuño de Guzmán, Juan de Oñate y Maximiliano
de Angulo, pasaron por Tlachco, hoy Querétaro e Iztacchichimeca, poniendo
cruces en señal de fundación. A pesar de que pertenecían a Jilotepec, Guzmán los dio en encomienda a Pérez de
Bocanegra, lo que originó el juicio.
Sobre el significado del nombre del asentamiento a la llegada española,
hay otro juicio, este de 1605, originado en San Nicolás Tequisquiapan, los
testigos llamados son del ya pueblo de San Juan del Río. Muchos sabíamos que el
nombre antiguo era Iztacchicchimecapam que significa Tierra Blanca de
chichimeca, pero los testigos puntualizan que era Iztac chichimeca, porque así
se llamaba el hoy cerro de la Venta y
por cercanía se dio desde la época azteca a la pequeña aldea, unas cuantas
chozas y milpas bajo el cerro de la Cruz. Significa en español solamente Chichimeca
Blanco, ese fue el nombre antiguo, iztacchichimeca. En náhuatl, porque era el
idioma impuesto por los aztecas en su imperio. Tras la conquista, sus
habitantes, ya solo otomíes mantuvieron el nombre para el cerro y el lugar pero
en su lengua.
En otomí se dice teximacu de techi,
blanco y macu= que es meco o chichimeco, significando también
chichimeca blanco. Aclaro que los toponímicos, o sea nombres de lugares se leen
de derecha a izquierda, tanto en náhuatl como en otomí. El nombre se perdió junto con la raza y el idioma en
nuestra ciudad. El último documento hallado que refiere al cerro de la Cruz así,
es de 1821, teximacu. Rafael Ayala lo
halló en un informe de 1793, copiándolo erróneamente como Techimacit , traducido
como peña fuerte y redonda de los mecos, no significa eso en ningún idioma, el
documento dice techimacu= chichimeca blanco. El error persiste hasta hoy, incluso
en folletos se invita al cerro de Techimacit y hasta el grupo de danza del lugar
se llama así, el poner la letra u da el
nombre y significado correcto. Hay otro
error significativo, en el plano de 1590 se
nombra al cerro de la Venta, como cerro del Texco, del que tampoco hay
significado, porque el escribano omitió la silaba me. Debió ser Texmeco, o
teximeco, otra vez chichimeca blanco, nunca
se llamó cerro del Texco. Quedaron
algunos nombres en otomí Gingó, casa de
las nubes , Xajay, tierra húmeda,
Banthí, Nopalera, solo uno náhuatl, Chintepec, cerro de los pescados y otro en tarasco, Cóporo, junto al camino grande. Se perdieron otros Ahidó,
la piedra amarilla, barrio de Espíritu Santo, Bodó, la piedra negra, las Peñitas.
De la supuesta presencia de la Malinche en San Juan y que Cortés le regaló
Galindo, expongo que jamás vivió aquí, ni está enterrada en la Hacienda de la
Llave, la hacienda se hizo 70 años después de su muerte y ni siquiera es la que
hoy vemos, construida a fines del siglo XIX, tras derrumbar la anterior, en otra
ubicación. La Malinche fue como sabemos compañera e intérprete de Cortés quien
en 1526 al saber que su esposa legal venía a México, la casó con Juan Jaramillo,
su soldado y le otorgó la encomienda de Jilotepec. Tuvieron una hija, María
Jaramillo. Muertos Jaramillo y la Malinche, su hija reclama la encomienda a la
última esposa, Beatriz de Andrada y obtiene
la tercera parte, incluidas tierras que después serian Galindo. Sí fue de María
pero ella tampoco vivió ahí ni en la llave. Los encomenderos tenían prohibido
vivir en sus tierras pero es el origen de la leyenda.
¿Entonces cuándo se fundó San Juan del Río?Recapitulo, desde hace 2,500
años hubo un sitio que en su esplendor ocupó el área de Guadalupe, las Peñitas,
Cóporo y el Barrio de la Cruz. Con altibajos se mantuvo en este último lugar
con el nombre de Iztacchichimeca hasta la época de la conquista , como puesto
azteca contra los tarascos. Perteneciendo a Jilotepec, fue parte de la encomienda
de Juan Jaramillo.
Al descubrirse minas en Guanajuato, luego de 1540, buscando una ruta
directa, llegan viajeros a iztacchichimeca, a veces eran detenidos por el río, los
pocos indios ven la oportunidad de vender alimentos y servicios, formándose una línea de
chozas en el camino, la hoy Av. Juárez. Entre 1551 y 1557 el virrey otorgó a los indios
de Xilotepec tierras alrededor, a
condición de que sembraran para proveer a los viajeros. Así nace el pueblo de
Indios de San Juan del Río, del que el viejo techimacú, queda solo como un
barrio, del nuevo, trazado junto al camino en una meseta ideal para milpas y
viviendas, el hoy Centro Histórico. Hasta inicios del siglo pasado, existían los
títulos del pueblo de San Juan del Río, hoy
perdidos. En realidad eran mercedes de tierras, no un acta de fundación,
amparando 2500 varas a los cuatro vientos.
El lugar era plano, pero sin agua, la trajeron del río a través dela
acequia, Inicialmente todo era de los indios pero epidemias en décadas
posteriores disminuyeron la población teniendo que atraer a los de los
alrededores y ni así se volvió a llenar, para 1582 el pueblo tenía ya
habitantes españoles ocupando los predios vacíos, quienes trazaron calles sobre
las milpas pero respetando siempre la acequia, que en 1577 ya estaba trazada,
desde Guadalupe de Las Peñas hasta San Isidro.
De ella se ocupa la segunda parte del libro, describo que tuvo tres
inicios pero fue una sola en la ciudad hasta su regreso al río.
-Primero fue un canal simple desde el río, construida antes de 1577, es
la mostrada en el mapa de 1590 llamada la acequia que va por el pueblo.
-La segunda fue la acequia histórica o Acequia Real, iniciaba en un
túnel en la ladera del río, duró hasta cerca de 1850. Detrás de la hoy central
camionera se hacía un presa de piedra y lodo en el río, elevando su nivel para
que entrara al túnel rumbo al pueblo.
-La última, es la acequia Moderna, la que muchos vimos, iniciaba desde
1865 en la Presa Lomo de Toro, de ahí salían dos canales, uno hacia la venta
del Refugio y el Barreno, y del lado contrario del Río, la acequia de la población.
Siendo imposible ya tomar fotografías de los lugares donde pasaba, ilustro
todo su recorrido por las calles y lugares de la ciudad a través de dibujos esquemáticos
para destacar los detalles.
La acequia regó todo el poniente del pueblo y tuvo canales secundarios,
al urbanizase quienes construían sobre las milpas, los mantenían para uso doméstico y sus huertas, en caso necesario
hacían túneles bajo las construcciones. Así llegó también agua a templos y
conventos. Mucho después se inutilizaron y olvidaron, pero dieron origen de las
leyendas de los túneles bajo la ciudad. Salvo excepciones, todos son restos de
cuatro siglos de la acequia y sus desviaciones. Además hubo en total, en toda
la historia 5 sistemas de captación de agua, la mayoría en canales.
A pesar que desde el siglo XVIII en el centro no había milpas, los
indios conservaban otras en su contorno. La acequia tuvo uso continuo hasta 1977.
Tuvo medidas cambiantes pero en general tenía dos metros de ancho por uno de hondo. Al inicio era solo en tierra,
en 1840 se hizo de piedra, se agregaron puentes y en el centro se hizo el túnel de la principal.
Tomé el recorrido de la acequia como línea del tiempo y del espacio. A
la par que describo los lugares donde pasaba, incluyo datos históricos del
entorno, habitantes y sucesos, así como datos sueltos. Donde lo amerita, hay
opinión crítica.
Se hace un recuento especial del paso por tres huertas legendarias, la
del Molino, la Huerta Grande y la viña.
Dedico un espacio a la República de Indios de San Juan del Río, que era
el cuerpo de gobierno y el dueño de las tierras y obras comunales, entre ellas la
acequia, cuyo último gobernador fue Don Santiago de Luna, del Barrio de San
Marcos, donde hasta 1821 conservaban tierras. Las constituciones de Cádiz, la
de 1824 y la de 1857, acabaron la propiedad comunal que se repartió a
particulares. Al sur de la Av. Juárez donde al final se concentraron, tuvieron incluso el terreno de este edificio,
una plaza de trabajos, molino de granos, cementerio y los predios de riego llamados,
el Triángulo, el carrizal y Bodó dedicados al servicio de la iglesia.
Describo como el río y la acequia fueron perdiendo caudal al tomar el agua pueblos del estado de México estado de
México y el comité de Usuarios que la administró inició una lucha de 50
años por el derecho del agua, siempre exhibiendo los títulos del pueblo que se
lo concedían.
El paso de la acequia se puede observar en los mapas de la época
imperial y en el de Ignacio Pérez. No encontré fotografías de la Acequia, la más antigua conocida de la
ciudad se tomó exactamente sobre ella, unos años antes había sido encanalada, en su
paso por Av. Juárez.
A la vez que sale de la población, los datos históricos de la acequia
van disminuyendo, hasta 1929, cuando la ciudad pierde el derecho al agua al
hacerse propiedad federal.
El relato termina, con su llegada a san Isidro, tras recorrer en algo más
de tres kilómetros, más de cuatro siglos de la historia de San Juan del Río.
Concluyo, si me permiten, leyendo un extracto del epílogo.
El pueblo ha muerto
Decía Pedro Martínez de Salazar, quien sabía lo que hablaba por ser la autoridad
local en 1793 que si los habitantes no se corregían, llegaría un día que se
dijera “aquí fue el pueblo de San Juan del Río”. Afortunadamente no pasó, claro que no nos compusimos y aquí
seguimos, cada vez más, unos dicen que trecientos mil, el INEGI que la mitad.
Probablemente siguen hoy las actitudes que molestaron a Don Pedro y sin embargo
“aquí es la ciudad de San Juan del Río.”
Es complicado pasar de vivir en un pueblo a una urbe, difícil para toda
una generación, la mía, ver emerger de milpas,
cerros y huertas, la mayor parte de la ahora ciudad. Es duro haber conocido a
todos y terminar siendo un desconocido. Hasta hace poco, se distinguían “naturales”
y avecindados, incluso hubo un movimiento para que éstos no tuvieran “agua
caliente” a la que tenían derecho “los del centro” es decir los originarios.
Lucha vana, hoy ganarían los de fuera.
Es grato ubicarse en el pasado, en el presente las ciudades crecen,
cambian, atraen y alejan a muchos, no se puede por decreto detener el tiempo.
Muchos quisiéramos volver al viejo pueblo, de tranquilas calles y poca gente, no es posible, cada época tiene ventajas y
desventajas, sin embargo, nada nos impide recordar, y quizá olvidar lo que acabó
para siempre, ya no hay huertas, los
automóviles son dueños de calles y empedrados que eran nuestros. Solo quedan
los recuerdos, es lo que hoy les comparto, lo que vi y viví, lo que me gustó y lo
que no, por bonito o feo, lo bueno y lo malo, es decir la vida, la que
recordaremos siempre y contaremos a nuestros hijos, a los vecinos, a los que
llegaron después, a los que trajo el temblor, que juntos somos San Juan del río, el de hoy,
debajo del cual están nuestros recuerdos, aquí compartidos.
Con su acequia, hace casi cinco siglos, indios otomíes recién llegados
a esta tierra, hicieron fértil el valle, con agua que nacía en las mismas
montañas que ellos, agua que traía además de vida, el recuerdo de la grandeza
de sus antepasados, aquel imperio que osó enfrentar a los aztecas en guerras
centenarias que significaron el derramamiento de sangre otomí en sus montañas,
sangre que la lluvia acarreó hasta la laguna de Huapango y hasta aquí, donde
forjaron ya no un reino, sino un pueblo, el mismo que tantas veces ha olvidado
la raíz que dio su esencia. Tuvimos en todos los tiempos personajes de
perdurables hechos como recuerdan los libros, pero sin duda, aquellos están presentes
en los actuales habitantes, enriquecidos por los que llegaron a vivir y morir, a querer y edificar la
orgullosa ciudad de San Juan del Río, fundada en nombre de Dios del cielo y de
la tierra, pero engrandecida por ese anónimo sector, que nunca verá su nombre
en una calle, que no tiene epitafio labrado en los panteones, pero que vive y
renace en nosotros o ¿Quién no estaría orgullosos
de venir del primer indio, que, quizá con una coa, hizo el primer surco que arrancó el agua del río allá
por el Carrizal o Bodó?, ¿O del que sacó
de las Peñitas, a fuerza de sudor, la cantera morena de la parroquia o la casa
de don Esteban? ¿Quién no?
Gracias.
-Antes de las preguntas compartir que el libro incluye relatos de viajeros
en todos los tiempos, el más
significativo, Guillermo Prieto, que lo hace desde una banca de la huerta
grande y un capítulo de erratas, no del libro, de la modernidad.
Recordar que los pies de páginas, además de las referencias, contienen
datos importantes que no pude incluir en el cuerpo, pero forman otra historia
paralela.En la contraportada encontrarán la dirección en Internet del Blog, invitar a que lo visiten y conozcan más de nuestra historia, aunque no solo trata de ella, mucho material inédito y escrito por un servidor.
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Dado que ya me había pasado del tiempo marcado, no pude abundar más en el relato de la acequia, que me hubiera ocupado otra hora, en otro clima creo que la gente hubiera aguantado, pero tuve que abreviar, había varias personas mayores en el público que resistieron.
Una disculpa al artista que seguía en el programa, y un
agradecimiento a la Dirección de Cultura, por el apoyo logístico, humano y
físico.
Espero sus comentarios.
Hola José Luis,
ResponderBorrarTerminé de leer tu libro; fácil de entender y recordar lo que habíamos olvidado. Muy ilustrativo, ameno e interesante.
Agradezco tu esfuerzo, dedicación, empeño y trabajo, así como el de tu apreciable familia.
! Felicidades ¡
Te deseo salud y adelante amigo "guero".
Atentamente: Doña Lili
Un honor tener en la blogosfera a tan distinguida persona, ¿Ya lo acabó? El libro está hecho de historias que me ha contado gente como Usted, por lo tanto, especialmente es para que lo lean Ustedes, yo solo voy reuniendo sus recuerdos, que amablemente me comparten. En cuanto tenga algún tiempo libre espero me permita visitarla y me siga contando esas historias que a veces parecen simples, pero que contienen tanta vida. Hay que escribirlas antes de que se nos olviden. Gracias por su comentario, y espero que le de una revisada a todo el blog.
ResponderBorrarGRACIAS POR TAN ENORME APORTE HISTÓRICO DE NUESTRO SAN JUAN DEL RÍO. SALUDOS Y UN MILLÓN DE BENDICIONES.
ResponderBorrarAl contrario, gracias a ti por interesarte en nuestra fascinante historia. No me dedico a esto de manera profesional y no me guía ningún interés económico, político o de cualquier otra especie más que el de difundir los muchos recuerdos que se han enterrado entre el crecimiento de la ciudad. Aunque no siempre lo logro, trato de publicar una vez a la semana y de abordar temas novedosos u otros ya conocidos bajo otra perspectiva, además de incluir algunos temas de actualidad relacionados. Casi no uso el Facebook, pero cualquier duda o aclaración siempre la contesto en este medio. Gracias también por difundir los contenidos e este espacio. Estoy a tus órdenes y date tus vueltas. ¿Algún parentesco con la familia Galván que vivía en Cóporo hace muchos años? José Luis
BorrarHola: ¿donde podemos adquirir o encontrar el libro para nuestra coleccion de Historia de San Juan del Rio? - Mi nombre Martin Jonathan Nieto Garcia, vecino de esta ciudad, correo electrónico: empjonathaniii@hotmail.com
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