domingo, 14 de febrero de 2016

Eramos muchos y la abuela se metió en un after. (La explosión demográfica en San Juan del Río)


Imagen del CONAPO de los años 70s
"VÁMONOS HACIENDO MENOS"
Corría la década de 1970 cuando, por primera vez a ojos visibles, confluyeron en nuestro país varios fenómenos poblacionales que si bien habían iniciado décadas antes, provocados por algunas políticas gubernamentales exitosas, derivaron en una compleja problemática, que se dio en llamar, la explosión demográfica, es decir un aumento desmedido de la población, sobre todo en las ciudades y sus áreas suburbanas.

Inicio con esas medidas gubernamentales que considero buenas:
a)Desde mediados del siglo XX, el gobierno federal había establecido la seguridad social obligatoria, a través de instituciones como el IMSS y el ISSSTE, abarcando a gran parte de la población, lo que redujo de manera considerable la tasa de mortalidad y elevó, quizá por primera vez en la historia, la esperanza de vida.
b)De igual manera, la  consolidación de las campañas de vacunación masiva, erradicaron de manera notable, la mortalidad infantil.

A la par de lo anterior, y aunque había iniciado a fines del siglo XIX, el país llegó a un proceso de industrialización, con la consiguiente demanda de mano de obra barata, que originalmente no había en las ciudades en cantidades masivas, tuvo que importarse de las zonas rurales. Dado que el campo mexicano, para 1950, con el fracaso de la explotación agrícola bajo el sistema ejidal, cada vez ofrecía menos oportunidades a los campesinos, tuvo como consecuencia la migración de grandes contingentes a las ciudades. Un sinfín de personas se hacinaban en la periferia de las grandes urbes, en lo que se llamó por entonces ciudades perdidas, ciudades de cartón o cartolandias, todas habitadas por recién llegados que se adaptaban inicialmente a las condiciones de miseria pero luego, igual que todos requerían de servicios públicos. Se emplearon mayoritariamente como fuerza de trabajo no calificada,  precisamente lo que las citadinas industrian requerían.

Así, para la década de 1970 confluyen en el país todos esos fenómenos, dando como resultado el agrandamiento de las ciudades, el lento pero incesante abandono del campo y una población urbana no originaria que cada vez era más y crecía a ritmo acelerado.

El gobierno de Luis Echeverría -que había iniciado con la frase “Gobernar es poblar” se dio cuenta que no era para tanto y que  el aumento poblacional podía generar una situación de caos- tomó cartas en el asunto creando el Conapo (Consejo Nacional de Población) e inició una campaña dirigida a implementar definitivamente la Planificación familiar, a través de los medios de comunicación masiva, sobre todo la televisión, usada por primera vez como vehículo de política gubernamental.

Así, con pegajosos slogans, como: “la familia pequeña vive mejor” para la planificación familiar y “vámonos haciendo menos” para lo mismo y la migración, inició su accionar el Conapo.

La familia pequeña vive mejor. Imagen tomada de Internet.
 El caso San Juan  
La para entonces pequeña ciudad de San Juan del Río había conservado casi intacta su traza virreinal y una ensimismada tranquilidad. Yacía desde muchos años antes, aletargada, contemplando casi inmóvil, el paso de la historia sobre el viejo Camino Real que discurría por ella, como calle principal y casi única. En cuatro siglos de existencia, el área urbana había sido siempre la misma, pocas construcciones transponían las 2500 varas a los cuatro vientos que el fundo original del pueblo de indios poseyó.

Acabó la dominación española y nada cambió en el pequeño pueblo. Casi sin ningún mérito se convirtió en villa y ciudad, aunque fue solo un nombramiento porque el entorno fue el mismo en los tres casos. El imperio de Maximiliano la conoció y dejó en el mismo estado. Quizá el cambio del modelo productivo tras la Revolución Mexicana y la desaparición de las haciendas, movilizaron algunas personas y marcarían su destino, pero tardaría aún varias décadas para que la ciudad saliera de los límites conservados por siglos.
La población local igualmente poco numerosa desde siempre, aumentaba o disminuía según las distintas etapas de los movimientos sociales a nivel nacional tales como las guerras, epidemias y enfermedades que los mismos traían, pero mantenía un número de habitantes en aumento de manera moderada.

Un poco antes de 1970, los límites verdaderos de la ciudad, es decir el área urbanizada continua, apenas habían llegado a la siguiente extensión.

Al norte, la estación de ferrocarril, que antes había sido el límite con el suburbano barrio de San Isidro, aunque a decir verdad, aparte de la Calzada Hidalgo, que ya tenía casas continuas, en toda la parte posterior de la calle Morelos  aún existían milpas y huertas.

Al sur, el límite era mucho más estrecho, solo una cuadra después de la Av. Juárez empezaban las huertas, el río o el cerro, y aunque en 1969, se abrió el Boulevard Hidalgo, todavía varios años después era una arteria desolada, sin ningún comercio o casa habitación en toda su extensión hasta la autopista.

Al este, el límite eran  las vías del tren. Tras ellas, por lo árido y montoso del terreno, ni siquiera huertas había. Desde siglos antes solo tres construcciones hubo a ese extremo, todas ya en desuso y estado ruinoso: La hacienda de San Cayetano y su bordo (Hoy Kimberly Clark), una noria de gran tamaño, propiedad de la misma hacienda, localizada cerca de lo que hoy es Plaza Aramil y la antigua garita de México, sobre la hoy es la acera sur del B. Juárez.
Aunque muchos no lo conciban hoy por parecer disparatado, la vía del tren fue por muchos años una frontera, difícil de traspasar por lo “alejado”. Además de barrera física, era un fuerte recordatorio simbólico cuyo traspaso significaba dejar el cobijo y la seguridad del centro e ingresar a una zona ignota donde todo podía pasar. Por ello, resultó difícil aceptar que apenas unos años antes, algunas familias habían osado trasponer la mítica barrera y establecerse al oriente de ella en lo que hoy son Las colonias  “Fatima” “el Riel” y San Juan Bosco. En el imaginario colectivo no había lugar a pensar cómo se podía vivir “hasta allá”.

Al Oeste, el límite natural, siempre  lo constituyó el río San Juan, tras él solo estuvo la Hacienda de la Venta, el establo y el panteón de ese lado. aunque, excepto en la avenida Juárez, entre el río y el centro había grandes áreas agrícolas.
El pueblo virreinal, Villa y ciudad, cuya extensión no cambió en cuatro siglos. Mapa de Ignacio Pérez, 1895. Pueden verse los límites del área urbanizada que se conservarían casi intactos hasta 1970, detallados en el texto.

La industria Sanjuanense pone su parte

Con la constitución a fines de la década de 1960, del parque Industrial Valle de Oro, llegó a San Juan la industria moderna, (ya existían desde muchos años antes  la Cerillera, Textiles Salas y la Harinera Teide,  pero su mano de obra siempre fue cubierta con habitantes de la zona urbana) iniciando la lenta pero inexorable exigencia de personal, que en un momento dado  volteó sus ojos hacia la zona rural de los alrededores de la ciudad, además de la llegada de mano de obra especializada foránea. Es en este momento, cuando nuestra ciudad empieza a sentir de verdad, un aumento de población, que generó a su vez la ocupación de los predios hasta entonces agrícolas o baldíos de la vieja traza virreinal y zonas que no fueron nunca atractivas para los viejos habitantes pero sí para los  nuevos. 
Presento ahora, el cuadro de número de habitantes de acuerdo a los censos  gubernamentales.

          1921 Ciudad, 6 457 hab (Censo General de Habitantes 1921).

          1950 Ciudad, 7 501 hab; Municipio, 31 233 hab. (VII Censo General de Población).

          1960 Ciudad, 11 177 hab; Municipio, 39 450 hab. (VIII Censo General de Población).

          1970 Ciudad, 15 422 hab; Municipio, 53 899 hab. (IX Censo General de Población).

Como puede verse, el aumento fue mínimo, pero para 1970, se notaba que algo estaba pasando, los habitantes crecieron casi un 30 por ciento en solo una década.

El caso de la Secundaria Antonio Caso.
En la ciudad, ya se comercializaban de manera popular los televisiores y muchos tenían acceso a ellos, así que ya era bien conocida la campaña gubernamental antes referida, pero como buenos sanjuanenses, los slogans del gobierno eran visiblemente ignorados por las familias, constituidas entonces por los hijos que “Dios les diera”. Eran comunes los casos de más de media docena de vástagos  y nada raro los que pasaban de 10, 12 y más, como había sido siempre, solo que ahora, los adultos vivían más y la mortalidad infantil era menor.

El fracaso inicial de la campaña del CONAPO en nuestra localidad se ejemplifica en la que hasta entonces había sido la pequeña Secundaria local “Antonio Caso” que a fines de la década de 1960 había llegado a uno de los centenarios baldíos mencionados, detrás de la Calle Morelos (Hoy Heroico Colegio Militar) a su entonces moderno edificio, que dicen que a pesar de los dos grupos por grado que llegaron a inaugurarlo, se veía desolado y ni cuándo se pensara que llegara a ser rebasada su capacidad. Sin embargo, al paso de pocos años, la matricula pasó a recibir a tres grupos, luego cuatro A, B, C, y D. Luego se tuvo que abrir el turno de la tarde. Cuando un servidor pasó por ahí, en 1976, ante el incremento de la demanda, se habilitaron los grupos E y F y se tuvieron que ampliar las instalaciones, incluso, la escuela tuvo que expandirse y devoró el pequeño parque infantil que estaba a su costado, ocupando desde entonces la cuadra completa.

Los paracaidistas.

Por aquellos entonces, otra vez en televisión, los noticieros mostraban escenas de la capital de la República, donde eran frecuentes, ante el aumento de la población y la falta de vivienda, las invasiones de terrenos por parte de grupos de familias, que al amparo y protección de líderes políticos y sociales, ante la promesa de algún día tener un patrimonio, arriesgaban todo y casi siempre de noche, llegaban a los sitios por aquellos señalados, con la consigna de no salir de él y obligar a los legítimos dueños a negociar condiciones de venta y obtener casi siempre a plazos y precios módicos, la legitimación de la propiedad.
Las invasiones reflejaban un estado paupérrimo de sectores que por necesidad se arriesgaban a realizar dichos actos en que por las condiciones en que se efectuaba, solo se podía llevar lo indispensable es decir un poco de ropa, algunas cobijas y unos plásticos con los que, utilizando algunas varas se armaba una pequeña tienda, donde se establecían, a merced de los elementos naturales, vivienda, calles y colonias enteras. La sobrepoblación era tanta, que incluso esa minúscula habitación no podía ser abandonada nunca, ya que había filas de candidatos a ocupar las que quedaban solas. De servicios sanitarios ni hablar.

Hay dos versiones de porque a los invasores de predios se les conoció como paracaidistas; Una es porque desde arriba, los plásticos que se tendían como techos daban la impresión de haber recibido una oleada de paracaidistas desde el aire. Otra era que dado que las invasiones, por su naturaleza eran silenciosas, se efectuaban de noche y en operación hormiga para no despertar sospechas. A la mañana siguiente de la operación nadie se explicaba cómo habían llegado, a menos que hubiera sido en paracaídas, se decía.

Fotografía aérea de 1970 del DETENAL. Centro de San Juan del Río. Solo coloqué algunos rótulos para ubicar. Nótese la gran cantidad de baldíos. Incluso de manera increíble, 100 metros al noroeste de la plaza independencia (ARRIBA, A LA DERECHA) aún había milpas. Especialmente desolada era la zona cercana a la Secundaria Antonio Caso.  A ver que reconocen.
Noticias tales se conocían en San Juan del Río y se percibían como una realidad lejana, que jamás se presentaría aquí. El municipio, siempre previsor,  ni siquiera se las olió que el día 20 de mayo de 1973, un terreno al oriente de la ciudad, situado entre la vía, el viejo camino Real y la casi flamante carretera a Tequisquiapan, por cierto de unas 22 Hectáreas y propiedad de una alta funcionaria del gobierno federal, sería invadido por cientos de familias. El destino demográfico había alcanzado la vieja ciudad. A partir de entonces ya nada sería igual. Perplejos los funcionarios contemplaron la magnitud de un crecimiento que los había rebasado sin que pudieran pestañear. Muchos de los invasores eran recién llegados, otros rentaban en el centro, algunos más llegaron ante la oportunidad, pero todos evidenciaron que la autoridad no estaba preparada para lo que, por número de habitantes ahora sí era una ciudad y que se había contenido hasta ese momento en el área de un pueblo. Ya nunca sería así.

Por similitud con las de la ciudad de México, el asentamiento resultante fue conocido localmente como la colonia de los “paracaidistas” o para que no se oyera tan feo, los “paras”. Como en aquellas, a cada familia se le repartió un predio y pobre del que se saliera, los líderes se encargaron de trazar las calles (eran muy generosos, por eso quedaron tan anchas) con cal. Inicialmente los plásticos predominaban, pero poco después se ideó el sistema de formar una estructura con madera y recubrirla con láminas de cartón. Ante la falta de sanitarios, el terraplén de la vía del tren fue lo que se utilizó. Años después, en el trienio de Gustavo Nieto padre, se legalizó la tenencia del terreno, vía negociación con la dueña. Se urbanizó en forma y establecieron los servicios públicos. (Aunque es un poco anterior la colonia “Lomalinda”, por su lejanía nunca se le consideró parte de la ciudad, sino una comunidad)
El nuevo asentamiento se constituyó desde entonces como la colonia por antonomasia de San Juan del río. Todavía hasta hace algunos años se les podía decir a los taxistas -voy a la colonia- y se dirigían a la hoy llamada Benito Juárez”. Muchas familias, entre ellas la mía aún tuvimos los viejos recelos y a pesar de la oportunidad nunca nos quisimos ir a vivir “tan lejos”, craso error, hoy está integrada al centro histórico. En su creación era el extremo oriente de la ciudad, extremo que se ha movido bastantes veces en 40 años.
Otro cartel del CONAPO de los 70s. Este para prevenir la migración a las ciudades.

Continuará… 
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD.

El refrán original que titula esta entrada es "Éramos muchos y parió la abuela" versión personal mía. Se aplicaba hasta hace poco para situaciones de aumento de personas en algún lugar, no específicamente las familias.  No creo que por asistir a un after, pero cada vez las abuelas son más jóvenes y  es más probable tengan todavía hijos, así que antes de  que quede en desuso, decidí modificarlo y aplicarlo aquí. El verdadero sentido lo verán en la segunda parte. No se lo pierdan.
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Un agradecimiento a los encargados de la exposición de fotografías antiguas, por la mención del autor de este blog en la lista de colaboradores. Honor inmerecido estar en tan selecta lista, que incluye a algunas de las personas más admiradas por un servidor, sobre todo el gran historiador local Rafael Ayala y varios de los que como yo, a su modo estamos haciendo la difusión de la historia local.

Para los que preguntaron en qué consistió mi colaboración, solo en dar a conocer de manera pública, a nivel local, las dos fotografías más antiguas de la ciudad, ahí expuestas. La "calle Principale" y la "Casa India". ( En realidad esta última ya había sido dada a conocer por Guadalupe Zarate Miguel, pero la versión que está expuesta, en sepia, procede de este blog) Ambas de 1864)

(Por cierto ya encontré el nombre del autor de ambas, será tema de alguna entrada futura) 
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Si no han ido a la exposición "San Juan del Río Nostálgico", no dejen de asistir, en horario de oficina, en la galería principal del Portal del Diezmo, creo que todavía estará hasta el 25 de febrero. No falten, siempre hay sorpresa, el pasado viernes, iba yo a un negocio académico y termine adentro en un recital de Armando Rosas ya sin la Camerata Rupestre, el grupo que lo acompañaba. Todo un éxito,  por ser un artista de renombre nacional entre los de su género, los Rupestres.
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2 comentarios:

  1. Una corrección al pie de foto que muestra la vista aérea: La milpa está ubicada al noroeste de la plaza Independencia (el norte es hacia abajo). Saludos

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    1. Es verdad, Gracias por la corrección, creo que el error se debió a que voltee la foto (por cierto no sé que pasó. se ven bastante mal las letras de esa imagen, en cuando tenga tiempo la repongo por otra,más clara) Gracias por la visita.

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