domingo, 28 de mayo de 2017

Enrique Nalda en la UR 85

Enrique Nalda en la UR 85

Enrique Nalda en los 90s, Fotografía Tomada de Internet, crédito a  quien corresponda.
Como un recuerdo ancestral de la época de su fundación, se tenía el conocimiento de que en el barrio de la Cruz, específicamente en la parte alta del cerro del mismo nombre había existido un asentamiento prehispánico.

Seguramente los primeros pobladores coloniales conocieron esos elementos que aunque tenían siglos de abandono, debieron estar completos, sobre todo la pirámide principal. En el transcurso de los siglos, ese conocimiento persistió, aunque el lugar fue deteriorándose. El montículo principal debió conservar por entonces gran parte de las lajas que recubrieron la última etapa, luego utilizadas para la construcción de la actual capilla cristiana, lo que precipitó su deterioro. Igualmente se utilizó piedra de otros elementos existentes para un par de construcciones coloniales que aún existen, con igual resultado.

Para la década de 1970 poco relacionaba a la pequeña meseta con un sitio arqueológico, la pirámide principal era un uniforme amontonamiento de piedras que pocos reconocían como artificial. Las plazas habían sido invadidas por la maleza, y en el lado poniente incluso, se sembraba maíz. La calzada de acceso quizá era lo único que se adivinaba como perfectamente delineado.

Fue don Rafael Ayala en 1971, quien se encargó de recordarnos que ese montículo era prehispánico, aunque erróneamente señalaba que tenía forma semicircular y recordaba a la pirámide de Cuicuilco. (Erróneamente porque la forma que tenía era producto de haberse retirado las rocas que recubrían la última etapa, dejando visible solo el relleno, que poco a poco colapsaba hacia abajo por lo que los habitantes modernos del lugar apilaron algunas de esas rocas, seguramente ya en el siglo XX, para evitar más desgajamientos, dándole la forma redondeada en la base, que observó don Rafael, no era esa su forma original)

Por 1975, se esparció el rumor por la entonces pequeña ciudad, de que un arqueólogo estaba trabajando en el Barrio de la Cruz y ya había encontrado una pirámide enterrada y varios túneles. Incluso el periódico local dio cuenta de ello.

Por esos años, en el barrio, sobre todo en la parte baja, era muy común encontrar caritas, cerámica y flechas de obsidiana, máxime si realizaban excavaciones para la construcción de casas. En la cima, los restos superficiales eran  abundantes pero muy fragmentados. El hecho de que ahí no hubiera viviendas no había permitido descubrimientos mayores.

Quienes nos enteramos de la noticia, de inicio no concebíamos cómo podía haber enterrada una pirámide en un cerro que sabíamos era completamente de roca, a lo mejor los túneles que se mencionaban, decíamos que les habían llevado a algún lugar donde se habían encontrado restos arqueológicos.

Imagen Tomada de González, 2009
Con el tiempo supimos que la pirámide mencionada sí estaba enterrada, pero debajo del montículo de rocas, no en el cerro mismo y que los túneles en realidad eran las trincheras de excavación que los arqueólogos realizaron para buscar etapas anteriores de construcción.

La excavación dio como resultado descubrimientos aún más inesperados. Para empezar, como dije, se desechó la conseja de que la pirámide era circular y que había sido realizada solo amontonando rocas, debajo de ella, se descubrieron intactas, al menos otras dos etapas constructivas, que remontan incluso al periodo Formativo.

Se descubrió que la cima del  cerro no era completamente plana de manera natural, sino que había sido nivelada utilizando relleno traído de otras partes, arena, rocas de río y desperdicios de otras construcciones, lo que explicaba los restos fragmentados.  En la meseta resultante, se construyó un centro ceremonial en forma, que en su etapa final tuvo dos montículos piramidales, dos plazas, una calzada de acceso y un camino de ronda que circunda todo el conjunto.

Se dató además, la temporalidad del lugar, resultando que la primera fase constructiva tenía elementos cercanos al año 500 A.C. y que sus constructores tenían al menos influencia de Chupícuaro, una de las culturas madre en Mesoamérica.

El arqueólogo encargado de realizar esta prospección, fue Enrique Nalda Hernández, (Logroño, España, 1936, México D.F., 2010) quien,  buscando en la región elementos de un trabajo de investigación para su tesis de Maestría, llegó en el mencionado año de 1975 a San Juan del Río. 

Aunque se tiene la idea de que solo exploró el barrio de la Cruz, en realidad registró casi 200 sitios arqueológicos.

Uno de los postulados de su tesis consistía en que cada asentamiento con evidencias líticas, cerámicas o constructivas tenía interrelación con otro ubicado a cierta distancia,  así que a pie, entre los cerros y valles recorrió toda el área circundante al municipio y los vecinos. En algunos lugares solo encontraba restos superficiales, en otros, elementos mayores e incluso arquitectura visible. Al conjunto de sitios interdependientes le llamó UA (Unidad Arqueológica) Así aparece el concepto de la UA San Juan del Río, con un área de 1000 KM2. Los sitios en particular (en total 182) fueron denominados UR (Unidad de Recolección)

A  partir de cada una de esas UR, localizadas por él con una técnica novedosa, la fotografía aérea, pasaba a recorridos a pie,  preguntando a los vecinos, localizaba el siguiente.

Obviamente documentado, sabía por los escritos de Ayala, de la existencia del cerro de la Cruz, y por otros arqueólogos de la existencia de los yacimientos de la Estancia, Xajay y El Rosario en San Juan del Río, además de La Trinidad y los Cerritos en Tequisquiapan.  Clasificados también como Unidades Arqueológicas.

Figura Chupícuro, Barrio de la Cruz, Imagen tomada de Crespo, 1992.
En el cerro de la Cruz, por la magnitud material y temporal de lo ahí encontrado, puso el énfasis principal de su trabajo, ya que su existencia le permitió cuestionar algunos de los mitos de la historia oficial.

Hasta esa fecha,  se tenía la idea de que la región formaba parte de Aridoamérica, y que había sido dominio de los chichimecas, por encontrarse ellos en la región a la llegada de los españoles y que por lo mismo en la zona no se habían establecido civilizaciones en la antigüedad. La existencia de un sitio con ocupación continua hasta casi el Postclásico, ponía en duda donde había sido la frontera entre ambas regiones.

Algunos de sus maestros en la Escuela Nacional de Antropología e investigadores que le precedieron ya habían postulado que la frontera entre las dos regiones no había sido fija, sino fluctuante debido a cambios climáticos flotante, pero los descubrimientos de Nalda, aunaron otra variante: En San juan del Río no había evidencia de que un cambio climático hubiese empujado a los habitantes a huir a otros lugares como postulaba la teoría inicial. Cierto que los centros ceremoniales se abandonaban, pero la población no parecía disminuir.
El cerro de la Cruz y sus alrededores, recreación tomada de Crespo, 1996

El hecho de que se pudiera construir y mantener aunque fuera por etapas, un centro ceremonial de las dimensiones del barrio de la Cruz, con la dificultad para llevar los materiales necesarios hasta la cima, implicaba una sociedad bien organizada, con autoridades de cualquier tipo y una numerosa población disponible como mano de obra.

Por su importancia, los resultados del proyecto U. A. San Juan del Río, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, coordinado por Nalda, fueron presentados en 1975 en la tesis de Maestría del mencionado arqueólogo con el Título  “UA San Juan del Río: trabajos arqueológicos preliminares”.

Por sus novedosos conceptos, las técnicas empleadas, su posición contraria a las hasta entonces vigentes teorías, el proyecto dio como resultado la búsqueda y exploración de gran cantidad de sitios arqueológicos en los estados aledaños, algunos ya conocidos y a los que se les había restado importancia, otros completamente desconocidos o ubicados en zonas que la consideraría no aptas para la civilización mesoamericana, incluso a la fecha. Todos ellos ubicados en el hoy llamado CENTRO NORTE que comprende principalmente los estados de Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes y otros aledaños en menor medida.

Pirámide principal, la parte de arriba da una idea de como se encontraba toda en los años 70s, la parte de abajo, es la parte reconstruida. Fotografía personal, 2016.
Igualmente, desde su publicación, la tesis de maestría de Nalda y otro escrito derivado, llamado “la Contracción de la Frontera Mesoamericana” un año después, son de consulta obligatoria y referencia bibliográfica en cientos y quizá miles de trabajos de investigación, libros, artículos y tesis relacionadas con la arqueología y la historia de gran parte de los estados de la república.

La importancia de su investigación y sus resultados, proyectaron a Nalda a las grandes esferas de la arqueología nacional: Publicó varios libros en lo personal, además de los informes de investigación de sus trabajos arqueológicos, cada vez de mayor importancia, fue docente e investigador de la Escuela Nacional de Antropología de donde había egresado, líder sindical y al final de su vida llegó a ser reconocido por muchos de sus colegas como uno de los mejores arqueólogos del País.

A partir de su titulación, su trabajo se concentró en el área maya, donde fiel a sus principios, además de la exploración arqueológica, otra vez revolucionó las teorías establecidas para esa área. Nunca volvió a San Juan del Río, es difícil establecer los hilos del destino, y todo lo que debió conjuntarse para que alguien no predestinado para ello, ya que había nacido en España, pero su familia llegó a México huyendo de la Guerra civil; que se había titulado de Ingeniero; que abrazó tardíamente la arqueología, hubiera desenterrado, en la cima de un promontorio tan cercano en distancia al centro de San Juan del Río, pero del que realmente hasta su llegada, se desconocía completamente lo que contenía y su importancia arqueológica e Historia.

Posteriores investigaciones y más exploraciones  han aumentado los conocimientos que sobre el centro ceremonial iniciaron con Nalda. Actualmente no hay trabajos en él, pero puede observarse una reconstrucción de la etapa anterior al promontorio explorado por Nalda, aquella que apareció en las calas efectuadas en 1975, la “pirámide enterrada” en la que entonces  solo era la U.R. 85. Como dije, nunca volvió, pero qué bueno que vino una vez.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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Creo que no tarda en salir impreso el programa cultural de Feria, no se lo pierdan, habrá sorpresas.
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2 comentarios:

  1. Muy interesante el trabajo del Arqueólogo Enrique Nalda que poco conocemos. Le envío un saludo Profesor.

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    1. Hola, un gusto tenerla en esta página, efectivamente su trabajo fue muy poco difundido a nivel general, no así en los círculos académicos, donde es referencia obligatoria. Si hubiera continuado su trabajo en los otros sitios como el Rosario, Xajay, La Trinidad y otros hubiera sido interesante, ya que esos sitios estaban casi completos, y hoy atrapados por el crecimiento urbano.
      Gracias por su comentario, espero verle pronto.

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