domingo, 20 de mayo de 2018

El regreso de Quetzalcóatl en San Juan del Río


El regreso de Quetzalcóatl


Fotografía personal, 2017. El "Quetzalcóatl"
Conocí la zona dónde hoy se encuentra la escuela Rafael Ayala por el año de 1972, por ahí estudiar algunos de mis vecinos y porque hubo la posibilidad de que hubiera tenido que ser alumno de esa institución. Este detalle personal no tiene nada que ver, pero si hubiera ocurrido a lo mejor no tendría tantas dudas como las que voy a manifestar.

Para el año mencionado, la colonia Ramos Millán que es donde se encuentra tenía mucho de haber sido trazada, pero apenas se adivinaban lo que son las calles aledañas a la principal, que es hoy  Pino sur, donde además de las nacientes viviendas, existían algunas bardas de cantera aisladas, que se notaban antiguas. De esa calle lo más que se podía decir es que era un arroyo algo alineado y nivelado por las máquinas, pero en muchas partes asomaba en el suelo la cantera que constituye el antiguamente llamado cerro del Calvario, que en realidad no es tal sino una especie de escalón, la parte superior de las “Peñitas”.

Ya he platicado algunos antecedentes de esto en pasada entrada:

Hoy solo abordaré un detalle arquitectónico que se encuentra en una casa particular, como dije, por no haber sido alumno de aquella escuela, no tengo memoria de él en 1972, mi primer recuerdo es de los inicios de la década de los  ochentas, cuando frecuentaba la zona por vivir ahí un compañero de la preparatoria.

Era llamado por los vecinos como “el Quetzalcóatl” y desde siempre lo conocí y asumí así.
Fotografía personal, 2017. Pino Suárez 152 y su detalle arquitectónico.

Se trata de una roca de cantera morena, es decir del mismo material del que está constituido el suelo de toda la zona colindante, que corona el dintel de una  puerta. 
Por el material en que está tallado, es difícil creer que sea una escultura arqueológica, ya que no tiene mucha resistencia a los elementos del clima, pero queda la duda por el hecho de que a escasos 20 metros de donde actualmente se encuentra, en el foro al aire libre de la escuela Rafael Ayala fueron encontrados restos de basamentos antiguos, al parecer de influencia teotihuacana, que no fueron estudiados, solo registrados y vueltos a cubrir.

Imagen tomada de Google 2018. La zona y elementos mencionados en esta entrada.
1.- Calle Pino Suárez sur.
2.- Río San Juan y Arroyo Cano
3.- Bulevar Hidalgo.
4.- Escuela Rafael Ayala.
5.- Ubicación del Quetzalcóatl.
6.- Ubicación del Marcador solar prehispánico.
7.- Antigua zona agrícola.
8.- Colonia Fátima.
9.- Estructura arqutectónica enterrada en la parte trasera de la escuela.
10.- Calle Melchor Ocampo.
11.- Carretera Panamericana y vía del ferrocarril.
Además, sin confirmación arqueológica, hubo en los alrededores montículos de piedra y roca, de lo que parece haber sido un asentamiento prehispánico de regular tamaño, ya que además hay evidencias de hallazgos de cerámica y figurillas de barro. Durante muchos años, mientras la zona no fue urbanizada era frecuente localizar las popularmente llamadas “caritas”, aunque recuerdo que en la dirección de la escuela había cajetes completos e incluso unos cráneos.
Imagen de la DETENAL, 1970. la misma zona hace casi medio siglo.El punto rojo señala la ubicación de la escultura.
Aunque la leyenda de la fundación nos dice que la población, a la llegada de los españoles, se encontraba en las peñas al sur de la ciudad, es decir  en la franja marcada hoy por el cerro de la Cruz, el río San Juan, Lomo de Toro, Guadalupe de las Peñas y las llamadas Peñitas, en su parte baja, por la actual Melchor Ocampo y el Bulevar Hidalgo; y en la parte alta de las misma, las actuales colonias Ramos Millán y Fátima hasta el lugar que hoy ocupa el panteón de la Santa Veracruz y la aledaña calle 2 de Abril.

Esta sección del pueblo fue rica en hallazgos, lo que más abundaba eran las navajillas de obsidiana, las puntas de flecha del mismo material, las “caritas” de barro y tepalcates muy fraccionados.

No hay evidencia certera, si el llamado Iztacchichimeca, es decir el poblado existente a la llegada de los españoles, incluía en asentamiento disperso todos los mencionados, pero hay que hacer la aclaración que los centros ceremoniales eran más antiguos, del periodo clásico o del epiclásico, y en derredor de sus ruinas se constituyeron los habitantes de siglos posteriores.

Si nos atenemos a los datos que sobre el epiclásico se conocen, podemos determinar que los dos sitios con estructuras visibles, es decir el barrio de la Cruz y la escuela Rafael Ayala son claro ejemplo por tener dichas estructuras en la parte alta y en los alrededores la zona habitacional, pero sin un núcleo definido de casas. Por observaciones personales, supongo que la zona de milpas que sostenía al menos a los habitantes de la también llamada antiguamente “ceja de las Peñitas” estuvo en su parte baja, es decir el actual B. Hidalgo, desde su cruce con Allende hasta la actual central Camionera, zona completamente plana desde siempre, seguramente por haber sido agrícola y con acceso a las aguas del cercano río y del arroyo Cano. También, dicen los teóricos que el epiclásico se caracterizó, dada la ausencia de un imperio rector por la “regionalización” de los elementos culturales, que se conservaron, pero modificando al gusto local, esto referido a costumbres, dioses, cerámica etc. que en cada lugar adquirieron características propias.

Si no es era este lugar  el Iztacchichimeca de las crónicas, no quedó constancia de su nombre, lo que sí es indudable es que es de los pocos lugares del municipio que desde antes de la conquista y hasta fechas muy recientes, concentró a la población indígena, ya no teotihuacana sino de las etnias otomí y pames, quienes continuaron en el nuevo régimen utilizando la parte alta como vivienda, en lo que hoy es la zona del panteón de la Santa Veracruz y la baja para los cultivos. Incluso, hasta 1794, don Pedro Martínez de Salazar, da los nombres de los terrenos de la República de Indios bajo las Peñitas: El triángulo, El carrizal y Bodó, está última palabra significa en otomí piedra o tierra negra, cualquiera de las dos acepciones encaja, puede referirse, cómo tierra, a la zona de cultivo, y como piedra, a la multicitada cantera morena que conforma las Peñitas, precisamente la roca en que está labrada la figura.
Imagen tomada de la revista Querétaro, 1990 por Antonio Barrón.

El “Quetzalcoatl” de la Ramos Millán,  fue “ redescubierto en 1990 por el Profr. Porfirio Díaz Oviedo, quien incluso lo utilizó para reforzar su explicación del llamado Marcador solar, que se localizaba a unos 200 metros de la escuela y de la escultura, en la orilla de la Peña, elemento que se relaciona con la cultura teotihuacana, y aparece en dos fotografías de la revista Querétaro.


Imagen tomada de la revista Querétaro, 1990 por Antonio Barrón. El cercano marcador solar

Habiendo tratado de averiguar su antigüedad u origen, he encontrado gran cantidad de explicaciones, algunas me dicen que definitivamente es prehispánico, otros que moderno, incluso, mencionan que fue realizado pocos años antes por un vecino, llamado Juan, que era un extraño personaje local, que se decía dueño de las Peñitas y de las Peñas. Recuerdo que vivió en Cóporo, (Melchor Ocampo) y en el callejón de la Santa Veracruz, pero no en Pino, a lo mejor antes, o sí era cierto y eran parte de sus propiedades. Dicen además que efectivamente, se dedicó un tiempo a labrar cantera de “sus Peñitas”.

Ante la ausencia de datos certeros, he sacado algunas deducciones, sin eliminar cualquiera de las dos posibilidades.

1.- Si es antiguo, estamos ante el único ejemplo de escultura prehispánica existente en el municipio. (Hay muchas piedras labradas o careadas, en los basamentos, pero ninguna forma animal) aunque es difícil creer que el material tan frágil se conservara tanto tiempo.

Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, serpiente emplumada de Teotihuacán

2.- Si es reciente, ¿en qué se basó el posible escultor aquí mencionado u otro cualquiera para realizarlo? Tiene algunos elementos difíciles de ser conocidos por personas no especialistas en la cultura teotihuacana.

Cabe aclarar que observándolo con detenimiento, la escultura no es Quetzalcóatl, es un jaguar, probablemente se le confundió por su parecido con las esculturas del templo de la serpiente emplumada en Teotihuacán por la base de la que emergen y más que una escultura de bulto, es un altorelieve, incrustado sobre la piedra clave de la puerta. Si se toman como círculos los ojos del jaguar, estaríamos ante una representación de Tláloc, de la que sí hay elementos parecidos en la escultura teotihuacana, aunque no similares, podría tratarse de una adecuación  hecha en el epiclásico de la deidad, y por tal motivo se esculpió en la cantera local, no en las rocas duras que utilizaban los teotihuacanos de la época clásica.
Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, la escultura más parecida a  la de San Juan del Río. Representa a Tláloc. 

Pude localizar entre los muchos ejemplos de escultura teotihuacana un elemento parecido, en su época de esplendor, había en aquella ciudad una fascinación por la figura del jaguar como animal mítico y lo plasmaron en gran cantidad de pinturas murales.


Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, la pintura más parecida a  la de San Juan del Río. Representa a Tláloc. 



Imágenes tomadas de Internet, crédito a quien corresponda, jaguares en los murales teotihuacanos.

 Me dice uno de mis informantes que se nota que ya tiene algunos arreglos que antes no tenía tan marcados, pero que abre la posibilidad de que la piedra sí fuera antigua, que perteneciera a la estructura hoy enterrada en la escuela o alguna otra que no sobrevivió y ante la necesidad en la época colonial o moderna de material para las bardas, se recurrió a usar la de las estructuras  cercanas, y así apareció, para que no se perdiera su forma única, se le fueron haciendo retoques en diferentes épocas, llegando hasta la actualidad, a adornar el # 152 de la calle Pino Suárez sur,  acera poniente, de la colonia Ramos Millán.

Si la escultura es antigua, también cabe la posibilidad de que fuera del postclásico, de la cultura azteca y entonces sí tenemos un elemento parecido, que se conserva desde la época colonial, empotrado en una calle de la ciudad de México y unas vasijas Tláloc. 

Imagen tomada del sitio de la revista Arqueología Mexicana. El jaguar  azteca, de la calle Emiliano Zapata de la CDMX.
Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, vasija Tláloc, de manufactura azteca.

Y  de la misma época, pero de otra cosmogonía, me dicen que de manera parecida se representaba a Muye, el Tláloc otomí.

Ante la falta de información, es difícil determinar qué es el que ahora podemos decir jaguar o Tláloc de la Ramos Millán, juzguen Ustedes.

Espero esta información les sea interesante (a lo mejor no útil, por lo expuesto) a los visitantes que el próximo lunes andarán por esta zona, en descargo de no haber publicado los datos del Pozo de Guadalupe, antes de la visita que hicieron el mes pasado. Ego me absuelvo. Y si no es útil, al menos sí interesante, por constituir uno de esos misterios que deja la falta de información escrita del pasado de nuestra ciudad, ojalá pudiera ser analizada por un especialista, quizá sea al menos reminiscencia de una escultura prehispánica local y no tenga otra oportunidad de ingresar a la historia.

Fotografía personal, 2017. Barda donde está la escultura, en la calle Pino Suárez, ¿ Entre tantas, no hay ninguna otra grabada?
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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 Por ser la zona relatada en esta entrada, parte de los asentamientos antiguos,  cercana de la calle donde crecí y de la que más escribo por obvias razones, hay en el blog muchas entradas relacionadas, no está por demás que si tienen algunas dudas o interés de abundar le den un clic a los siguientes enlaces:


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A propósito de la entrada anterior, del Pozo de Guadalupe, aclaro que efectivamente, más que una crónica o historia, es el recuento de lo que a veces se tiene que pasar cuando lo único que hay de información son datos sueltos, que poco a poco se van hilando como lo reseñé, para un resultado afortunado, pero que muchas veces se quedan en el aire, por no llegar los complementarios.
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Les debía por ahí la imagen del libro de Fernando Roque. 50 pesos en la librería de la Plaza los Faroles,

Incluye, entre otras, esta fotografía del autor, no es muy reciente, pero ayuda, creo que es de su primera participación en los Juegos Florales.
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Como se había anunciado, se presentó el libro de José Manuel Velázquez, sobre la educación en San Juan del Río en el siglo XIX, es un verdadero compendio teórico del tema de investigación. Difícil de reseñar por su extensión, creo que los que no lo obtuvieron van a tener que comprarlo, en cuanto tenga datos les informo.
Fotografía personal, 2018. Tras la presentación, el autor, con uno de sus alumnos más adelantados, con el marco de los muros del Foro del portal del Diezmo.
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3 comentarios:

  1. Estimado José Luis: Me llamo Gerardo de Jesús Monroy. Soy escritor. Resulté ganador de los Juegos Florales de San Juan, en su emisión actual, con un poema acerca de tu ciudad. Leyendo las publicaciones de tu blog, aprendí mucho acerca de San Juan. Quisiera agradecerte en persona. Ojalá asistieras a la ceremonia de premiación; será mañana jueves 21 a las 7 de la tarde en el hotel "Portal de Reyes". Con la esperanza de que podamos entrevistarnos en estos días, te paso mi dirección de correo electrónico: gerardomonroy01@gmail.com. Te paso también mi número telefónico celular (tengo WhatsApp): 87-11-85-55-48. Saludos cordiales.

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  2. Hola, un gusto que el contenido de este blog hay servido para tan loable tarea, intentaré llegar al inicio de la ceremonia pero no se si llegue (trabajo fuera de SJR) Pero si te aseguro que estaré al final, ahí nos vemos.
    José Luis

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  3. Y de paso te presento a Fernando Roque, el del libro mencionado en esta entrada, también poeta y eterno candidato al premio que este año tú has logrado.

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