Continúo con la historia de las transformaciones que ha sufrido el espacio público, oficialmente llamado Jardín de la Familia en San Juan del Río.
Aunque el templo que lo preside fue el último construido en
el centro de la ciudad, en razón de ubicarse junto al lugar de llegada de
los viajeros en todos los tiempos y otros detalles que se irán mencionando, le
dieron, a partir de la popularización de las cámaras fotográficas, una característica que las
demás iglesias, más antiguas, señoriales e importantes, no tuvieron: Es
junto con su área circundante, el espacio más fotografiado de la ciudad. Por lo
menos hasta fines del siglo pasado.
Con la observación de dichos testimonios gráficos es que,
ante la ausencia de una historia escrita de nuestra ciudad, podemos hacer este
recuento, salvo lo escrito por Rafael Ayala, se carece de otro tipo de datos,
que puedan auxiliar.
Decíamos que a partir
de la construcción del Templo del Sacromonte en la década de 1830, al costado oriente del espacio abierto fuera del pequeño atrio quedó una gran explanada que por
extensión recibió el mismo nombre. No hay datos de si se le realizó alguna obra. Todo indica que no, simplemente, se aprovechó el espacio y en razón del
desnivel de la calle, era más alta en la parte cerca del templo que en su extremo
final. A pesar de estar “de bajada” no era un espacio árido, bajo la
banqueta del portal del diezmo había una línea de árboles y otra igual en la
acera sur. Por su irregular forma, se le dio categoría de “Plazuela”,
adoptando su nombre oficial que traspasaría el siglo: Plazuela del Sacromonte.
Su extensión a lo ancho era más o menos la misma que la actual, entre la av.
Juárez y la acera “ancha” del lado sur, frente a la cárcel; terminaba en la bocacalle de Allende. Como
puede verse en el plano de 1864.
(Para más información sobre las “plazuelas” de la ciudad dar clic en el siguiente enlace)
Juana la Loca
Juana la Loca
Plano de Guadalupe Perrusquía, de 1864, el templo, su pequeña barda atrial y la plaza llana. |
El Señor del Sacromonte original, en su santuario del Estado de México. |
La plaza, como toda la pequeña Villa, languideció durante
varias décadas, sin más novedad que la llegada de carruajes y diligencias,
que provocaban el momentáneo barullo de comerciantes y lugareños, para regresar luego a su
letargo, interrumpido también por las muchas procesiones religiosas que por
la calle Real hacían su aparición fugaz, diluyéndose hacia otros rumbos de la ciudad.
Solo unos pocos días al año el lugar cobraba vida con la
aparición de los danzantes indios que en sus últimas fiestas paganas, hasta la
década de 1850, hacían acto de presencia en el lugar, como queriendo hacer
sentir a los cada vez más numerosos mestizos, que toda la tierra que pisaban,
muchas leguas a los cuatro vientos, había sido suya. Estas danzas, por lo
profanas, fueron luego prohibidas por la iglesia y las limitaron a las
efectuadas en los templos del centro, con control estricto de
manifestaciones no convencionales.
De igual manera, por ser sitio de tráfico constante de
lugareños y foráneos, por el año de 1875, correspondió a la torre del templo el honor de contar con el primer reloj público de la ciudad, donado
por el entonces Gobernador Benito Santos Zenea, quien murió antes de la inauguración, efectuada el 16 de abril de 1877 con
grandes fiestas.
EL ESPLENDOR
El siguiente cambio visible y que determinaría para siempre la fisonomía abierta de la plaza, se dio a partir de otra obra pública que cumplió el sueño centenario de sus habitantes, contar con un acueducto que le abasteciera de agua potable.
Gracias a donativos y presupuesto público, se logró construir
una presa, cuyo único propósito era, dado lo intermitente de la corriente del
río San Juan, contener un volumen permanente que permitiera surtir a la ciudad
durante todo el año del vital líquido. La presa se construyó al sur de la
ciudad, en la cañada de San José, y por un ducto de mampostería, su trayecto
concluía precisamente en la Plazuela del Sacromonte.
Ahí, dado que el agua llegaba por gravedad, se construyó con
cantera morena, una caja de agua, para liberar presión y a su lado una fuente
pública.
Es en este momento, cuando la plazuela, llana y a ras de
suelo, se transforma, nivelándola con la entrada del templo en un pequeño
espacio cuadrangular, rodeado por
un pretil, de unos 50 cm de altura y adornada en tramos por blancas
columnas de mampostería. Tenía entrada por sus cuatro costados. Frente a la barda atrial del templo, una
angosta calle lo separaba del jardín. Este nuevo espacio verde era en verdad
pequeño. Su piso, aunque ya nivelado, seguía siendo de tierra y no cubría toda el área actual, llegaría apenas al extremo poniente de la actual
fuente y a su lado, frente a la puerta de la cárcel, se encontraba la caja de
agua.
De nueva cuenta, con solemnes fiestas, se inauguró el acueducto
el 19 de marzo de 1886. Agregando a los tipos urbanos que ya existían, los
incontables aguadores que desde la fuente, llevaban, a pedido, el vital líquido a diversos rumbos de
la ciudad.
El concepto de acueducto como fuente de abastecimiento de
agua potable, casi llegando al siglo XX, a pesar de ser orgullo para los
habitantes, en realidad ya era anacrónico, máxime que el costo de conducción,
vigilancia y reparación debía ser pagado por los particulares y era caro. Apenas unos años después, el sistema debió ser transformado con la llegada de
tuberías metálicas, además de la famosa conseja popular de que esa agua era
“gruesa” y provocaba enfermedades por lo que mucha gente se abastecía en
pozos y norias, lo que le quitó su
carácter popular.
Para la segunda década del siglo XX, el sistema del acueducto
se combinó con tuberías, la caja de agua fue movida de su lugar, al costado sur
de la barda atrial, no sé porque motivo. Su antigua ubicación la marcaba otra pila hoy desaparecida, más pequeña que la actual.
El volumen de agua que llegaba del acueducto, por falta de
mantenimiento adecuado, fue
disminuyendo poco a poco, pero me dicen que al menos hasta la década de 1950
todavía daba servicio. La ciudad comenzó a surtirse de agua bombeada del subsuelo, a través de pozos,
el primero realmente funcional, estaba en la actual calle Aquiles Serdán, donde
está el edificio del sindicato de la Presidencia.
La bella plazuela se fue deteriorando, el pretil se deformó,
las columnas que lo engalanaron, ahora incompletas -los jarrones que las presidian fueron robados- solo la afeaban, terminando
por convertirse otra vez en un espacio llano, solo la presencia de algunas
plantas le salvaba de ser un vulgar baldío.
Otra vez, casi en la década de 1950, el gobierno, aprovechando el
mismo espacio plano, quitó los últimos restos del pretil que le rodeaba,
acondicionó jardineras y trazó algunas callecitas transversales. Asimismo, se decidió demoler la caja de agua y con su cantera erigir,
en el extremo poniente del nuevo jardín, un monumento a la bandera. La pequeña callecita frente al atrio se amplió para el paso de vehículos.
De la original plazuela del Sacromonte hoy solo sobrevive,
con algunos arreglos, la fuente, que es
la antigua, solo que rodeada por otra de mayor tamaño, formando una
jardinera interna y en el vestíbulo de la antigua cárcel, hoy Centro Histórico y
Cultural, dos de las piedras de cantera de la caja de agua, con datos técnicos del
acueducto. (Y no estoy seguro, pero parece que dos de las columnas blancas
fueron a dar al “Salón de Actos”, un pequeño teatro que tenía la cercana escuela
“Mártir de Chihuahua”, estaban a los lados de la escalera que subía al
escenario)
Para la década de 1960, ya plenamente constituido como jardín
moderno, la parte de la calle no ocupada por él se convirtió en el paradero
semioficial de autobuses. Es la sección de la Av. Juárez frente a los edificios
que le siguen a la antigua cárcel hasta la esquina con Allende. Este espacio
hoy está ocupado por parte del moderno jardín, pero anteriormente estaba a
nivel de la calle. Desde la construcción de la carretera panamericana, en la
década de 1940, todos los alrededores... Continuará… (otra vez)
Presento a Ustedes las imágenes comentadas:
La más antigua, nos presenta el jardín que con motivo de la inauguración del acueducto se construyó en 1886. Puede observarse la pequeña barda que le rodeaba, las columnas blancas que le adornaban. Al centro, la fuente y a su derecha, la caja de agua en su ubicación original. Puede verse al lado de la columna grande, la entrada poniente al espacio. Fotografía tomada de los calendarios de la CANACO, crédito a quien corresponda.
Fotografía del archivo histórico Municipal, probablemente de un año cercano a la anterior, pueden observarse las columnas blancas ya sin jarrones y la entrada norte al jardín.
Fotografía sin autor, parece ser de las de don Crisanto Álvarez, apenas unos años después, las columnas y la barda perimetral se deterioraban, se observa todavía la entrada sur. Elegí esta imagen, a pesar de ser de poca calidad porque en ella puede observarse, al centro la fuente original y a la izquierda ya no está la caja de agua, en su lugar se observa otra fuente más pequeña. El tubo me dicen, que venía de la caja de agua en su nueva ubicación, al sur de la barda del templo. Se observan varios aguadores.
Para 1928, el jardín comienza a desaparecer. Fotografía tomada de Internet, crédito a quien corresponda.
Pocos años después, a lo lejos, se observa que el jardín casi ha desaparecido. Esta fotografía parece ser de las de don Jesús Layseca.
Llegan nuevos aires, el jardín se remoza, se pueden observar las callecitas internas. Ni resto del anterior.
Casi por los mismos años, en otra fotografía de Layseca, se puede observar la fuente que permanecía, el extraño objeto triangular con decoración de ajedrez, unos me dicen que fue el primer monumento a la bandera, otros, que era una antena de radio comunicación.
La siguiente fotografía, de José Velázquez, nos muestra el monumento a la bandera construido con la cantera de la caja de agua, corresponde al año de 1960 y se observa que el jardín ha sido rediseñado.
Fotografía tomada de Ayala, 1981, la caja de agua en su última ubicación. El agua llegaba por debajo y salía por el orificio superior. La siguiente fotografía, personal, muestra las únicas rocas que le sobrevivieron.

Difiero de Ayala en el punto de que él dice que la ubicación
original de la caja de agua era a un costado de la Iglesia. Me apoyo en las
fotografías antiguas: estaba frente a la entrada de la cárcel, a un costado de
la fuente, aunque no duró mucho ahí.
Finalmente, presento este recuerdo familiar, mi bisabuelo, uno de los últimos aguadores de los muchos que se ganaron la vida acarreándola de la fuente o la caja, a las casas que se la encargaban. La tarjeta le fue otorgada en 1942, para, por su edad, no recibir instrucción militar. (Era la segunda guerra mundial y nuestro ejército alistaba a todos los posibles)
... SE ACERCA LA ENTRADA 100
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