sábado, 23 de agosto de 2014

Agustín Ruiz Olloqui Rangel el último imperialista de San Juan del Río, Querétaro.


En los tiempos del Imperio de Maximiliano (1864-1867) la población de San Juan del Río era declaradamente imperialista, esto en razón de que en los años previos había sufrido múltiples ocupaciones por parte de los conservadores (era el sitio favorito de ataque de Tomás Mejía) y cuando estos dejaban la plaza, inmediatamente llegaba la represalia del ejército liberal que se apostaba en la ciudad a castigarlos por haberse dejado derrotar por los otros, así que, entre dos fuegos eligieron al que pensaban era el menos peor y de esa manera, convirtieron a los liberales y todo lo que oliera a ellos, en sus enemigos jurados.

De toda una ciudad pro imperialista, hubo un grupo de personajes que lo eran aún más, concentrados en la entonces llamada calle de Don Esteban,  hoy 16 de septiembre, donde residían las familias más acaudaladas, baste decir que en ella vivía la descendencia y familia de don José Luis Quintanar, los hijos del General Juan Domínguez, muchos de los hijos y nietos de Don Esteban Díaz González, la familia Berruecos, los Uribe, etc. Familias de antiguo abolengo que poco a poco habían ido perdiendo preminencia con las disposiciones de los gobiernos liberales y vieron en la llegada del imperio la oportunidad de recobrar algo de su esplendor y apoyaron, no a muerte como veremos adelante, pero sí decididamente al nuevo monarca.

El entonces Prefecto de San Juan era el Doctor Manuel Domínguez, hijo del General Juan Domínguez, quien con apoyo de familiares y vecinos tomó decididas acciones para granjearse a sus graciosas majestades, entre ellas, la idea de erigir una columna en la plaza principal, para colocar un busto de la Emperatriz Carlota (que en una de esas paradojas del destino, ella misma sugirió se dedicara mejor a la Independencia, y así nació un año después la columna que actualmente vemos en el centro de nuestra ciudad) lo que compensaron declarándola Patrona y especial protectora de San Juan del Río.

Durante la Visita de 1864 de Maximiliano, Domínguez declaró el día como fiesta nacional,  hizo liberar a los presos de condenas leves y organizó  todas las fiestas habidas y por haber ante tan fausto acontecimiento, incluso, al venir Maximiliano sin Carlota, en el baile de honor, fue la hermana del Prefecto, Paz Domínguez, quien bailó con él. (Contra lo que se sostiene, Carlota nunca estuvo en San Juan del Río, ni una ni “varias veces”. No he hallado ningún documento que pruebe su estancia aquí, todos los ofrecimientos y honores que se le hicieron fue a distancia,  vía documentos, nunca en su presencia)

Al paso de apenas tres años,  Maximiliano regresó a San Juan del Río, más solo que la vez pasada y en circunstancias adversas, con rumbo a Querétaro, en un viaje del que ya no retornaría. La suerte de espaldas que portaba no impidió que los habitantes de la antigua calle del Curato, le manifestaran nuevamente su apoyo y aún más, en marzo de 1867, ya en la ciudad de Querétaro, tuvo en su ejército a tres “sanjuanenses”, los tres sobrevivirían al cabo de tres meses, no así el emperador. Eran:

Manuel Domínguez Quintanar. Nombrado Prefecto político de la ciudad de Querétaro  durante los meses que duró el sitio de ella.  Al ser derrotados, se salvó de ser fusilado gracias a su comportamiento humanitario con los prisioneros liberales, quienes abogaron ante Escobedo para que lo perdonara. Pudo regresar a San Juan y después se trasladó a México.

Celestino Díaz Domínguez. Nieto de Don Esteban, fue nombrado abogado del Imperio, había nacido en San Juan pero se había refugiado en la ciudad de Querétaro desde antes de la llegada del emperador, ahí lo recibió. Al no ser militar pudo salvarse, pero ya no volvió aquí, se dedicó a la política, el periodismo y el comercio en aquella.

Y finalmente, también estuvo con Maximiliano:

Agustín Ruiz Olloqui Rangel


El doctor Olloqui, imagen tomada de Díaz

Nacido en Huichapan, Hidalgo, el 30 de enero de 1835. (aunque también se dice, incorrectamente que nació en San Juan y en el año de 1840) Hijo de la  Sra. Dolores Rangel y el Lic. Joaquín Ruiz Olloqui. (que había sido Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación) Obtuvo título de médico en 1860 y poco después ejercería como médico militar durante la invasión Francesa en el ejército liberal al mando de Porfirio Díaz. Entre ese año y 1863 se casó con una sanjuanense, Isabela Uribe Díaz, nieta de Don Esteban. Para 1864 estaba avecindado en San Juan y era regidor de la ciudad. De él fue la propuesta de hacer celebrar como día nacional el 7 de junio, aniversario de la emperatriz, e intervino entre los que le ofrecieron un cetro de oro.

Aquí nacería su primer hijo en 1866 y poco después, ante el avance liberal, se refugió con su familia en la capital queretana, donde ejercía su profesión de manera particular. Con la llegada de Maximiliano, fue nombrado director del Hospital de Sangre (o sea donde atendían a los heridos) durante el sitio a la ciudad. El 12 de mayo de 1867, de manos del propio Maximiliano recibió la condecoración de Caballero de la Orden de Guadalupe, aunque no tuvo mucho tiempo para lucirla, apenas tres días después cayó la ciudad en poder del ejército liberal. Se salvó  por su profesión y el hecho de haber atendido por igual a los heridos de ambos bandos, en el Hospital Civil inicialmente y luego en los que adaptó al aumentar los heridos,  con más voluntad que recursos, en el Convento de San Francisco y hasta en el edifico del Casino.

Terminado el sueño imperial en el cerro de las Campanas, pudo  al poco tiempo regresar a San Juan del Río. Aquí tenía su casa, apenas a un costado de aquella a donde sus familiares políticos ya no volvieron, en una pequeña calle conocida entonces como “de la Duda” donde seguramente pensó que iba a tener la paz que no había disfrutado en muchos años. Pero el destino le tenía preparado un último sobresalto.

Fusilado Maximiliano en 1867, fue necesario embalsamar el cadáver con el problema de que no había en toda la ciudad y alrededores ningún médico capacitado para ello, (Juárez decretó que la labor debía de ser hecha por un mexicano,) recayendo el encargo en el único que se atrevió, el Doctor Vicente Licea, un obstetra avecindado que hizo lo mejor que pudo y al carecer de instrumental adecuado tuvo que solicitarlo prestado a Agustín Ruiz Olloqui, lo cual no tendría ningún detalle en particular, solo que Licea tuvo meses después, la ocurrencia de intentar vender la vestimenta que portaba el cadáver por 15,000 pesos, según él porque no se le habían pagados sus servicios. Al descubrir el gobierno la acción provocó que fuera enjuiciado y tuvo que defenderse como gato boca arriba pues estaba en peligro su vida y llamó a varios testigos en su defensa, uno de ellos fue el Dr. Ruiz Olloqui, quien en marzo de 1868 tuvo que declarar. Ambos salieron bien librados, Licea completamente desprestigiado pero vivo.

Fotografía personal: "La solariaga" casa del doctor Olloqui en la actualidad

La casa que habitó, que aún se conserva, casi intacta, es una de las más hermosas del centro de la ciudad, no es tan grande como lo eran las  vecinas, pero es muy estética en su forma y distribución, de estilo neoclásico. (fue construida en el siglo XIX, no es colonial como dicen muchos) No tengo información reciente de ella, hasta hace pocos años todavía vivía ahí y conservaba la propiedad un descendiente suyo, que mantenía la casa en perfecto estado, incluso mucho del mobiliario antiguo.

Tras el último susto, poco tardó el Doctor en volver a la política, al menos desde 1869  ya formaba otra vez parte del Ayuntamiento de San Juan del Río. Durante el gobierno de Porfirio Díaz fue dos veces diputado y  una vez senador de la República. Aquí fue muchas veces parte del Ayuntamiento, a veces como prefecto, a veces como regidor y a la vez dirigía y atendía el Hospital Municipal (el antiguo de San Juan de Dios) y fue el médico del Ferrocarril Central. Adquirió por esas fechas el Rancho el Barreno, que por entonces era un molino de trigo. Esta propiedad  sí fue vendida por sus descendientes en el siglo. Por cierto, tuvo muchos hijos, la mayoría hicieron sus vidas en otros lugares.

Aunque se dice que editó varios libros, solo he podido localizar uno, de temas médicos, y otro con leyendas, sin embargo, era desde 1864 miembro de la sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y desde 1872 de la Sociedad Mexicana de Historia natural. A la par de ello, se hizo por gusto historiador local, recopiló infinidad de documentos y datos sobre nuestra ciudad, aunque al parecer no los reunió nunca en libro. Estos apuntes, datos sueltos en su mayoría, han sido utilizados, desde sus tiempos hasta nuestros días en infinidad de libros, sin haberle dado el crédito correspondiente, nunca los he visto en físico, solo por referencias sé que existen y su contenido. Lo poco que sabemos de nuestra ciudad a fines del siglo XIX en nuestra ciudad fue escrito por él.

Poco antes de morir. su dinastía se prolongó, su hijo Joaquín se desempeñó todavía como Prefecto de la Villa de Tequisquiapan durante casi Todo el porfiriato y él otra vez en nuestra ciudad. En el mes de noviembre de 1904 murió en su casa de la calle de la Duda, que mucho después recibiría su nombre. Ninguno de sus antiguos amigos volvió, las familias que lo habían rodeado se habían ido diluyendo, ya casi no había apellidos Díaz, Domínguez, etc. Solo quedó él como el último de los muchos  imperialistas del pueblo.


Firma del Doctor, imagen tomada de una carta del proceso contra Licea

¿Imperialistas? ¿Reaccionarios? ¿Ilusos? Creo que a ojos actuales no nos corresponde juzgarlos, fueron hombres que vivieron, pensaron y actuaron según las circunstancias de su tiempo y tomaron las decisiones que les tocaron, asumiendo sus consecuencias, sirva esta semblanza como un homenaje a nuestro primer historiador: El Doctor Olloqui como era conocido en su tiempo, otro de los que adoptaron nuestra ciudad como segunda patria y la enaltecieron.

Les decía que la casa se conserva casi intacta porque en la fachada se le agregó recientemente un nicho de la virgen de Guadalupe, (por cierto, he escuchado que en ella se tenía hace muchos años una pintura del Greco, que alguien había dejado “encargada” ignoro si fuera cierto o solo fue una leyenda semiurbana) la otra modificación es una placa de cantera colocada al frente y que reza así:

Fotografía personal: Fachada de la casa en la actualidad

1835-1904

DESDE ESTA CASA

SOLARIAGA EL DOCTOR

AGUSTIN RUIZ OLLOQUI

EJERCIO LA PROFESION DE

MEDICO CON GENEROCIDAD Y

SENTIDO SOCIAL EN FAVOR DE

LOS SANJUANENSES MAS DESVALIDOS DE

LA EPOCA

                                                JULIO 24 DE 1926

 Fotografía personal, la placa en memoria  en la actualidad

José Luis Hernández Peña

Para mayor información de las familias de la calle 16 de septiembre, ir a este enlace:
http://iztacchichimeca.blogspot.mx/2014/06/como-dijo-juan-dominguez-no-me-olviden.HTML

La bibliografía se las debo para luego, consideren esto por mientras mis “apuntes” aclaro que el escrito es original, basado hasta el último detalle en algún texto o documento.
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Actualización 22 de Marzo de 2015

En pasada entrada había hecho una semblanza, casi biográfica de  Don Agustín Ríos Olloqui, mencionando el 4 de Noviembre de 1904 como fecha de su fallecimiento, dado que así estaba consignado en el libro de Díaz , del que tomé la fecha, parece que hay un error.


El pasado fin de semana, tras muchos años de no hacerlo pude entrar a la hoy llamada Parroquia de San Juan Bautista, que en mi niñez era “El Templo” o  el “Templo del Sagrado Corazón” (siempre que iba lo encontraba cerrado, pensé que estaba siendo remodelado)  con cámara en mano y permiso expreso para hacerlo, me dispuse a tomar fotografías, a pesar de que el interior era ocupado por una multitud de niños tomando catecismo en pequeños grupos dispersos a todo lo largo y ancho del casi basilical espacio. Nada ha cambiado en él, más que el nombre, las mismas imágenes, la omnipotente solemnidad que le da el extraordinario juego de luces naturales logrado por las linternillas y los vitrales, que hacen converger la mirada siempre hacia el altar, nada ha cambiado, incluso en la catequesis, todavía en la esquina norponiente encontré un grupo de niños, mismo lugar donde hace varias décadas, también yo era parte de otro que escuchaba no tan atento las enseñanzas de las siempre sufridas y abnegadas catequistas.  Otro día abundaré sobre el interior del templo. Recorriendo encontré un detalle, que debo haber visto en aquellas épocas, cada sábado, pero  que no recordaba, hoy se los comparto.



En una de las primeras columnas, entrando por el lado de la Plaza de los fundadores, a la derecha, se encuentra una placa, indicando que reposan ahí los restos del distinguido personaje. Sabía que había sido sepultado en la ciudad, pero pensé que había sido en el Panteón de la Santa Veracruz, donde están varios de sus familiares. 
A pesar de que la columna es muy ancha, no creo que haya sido sepultado originalmente ahí, en aquellos tiempos ya no se permitía el entierro al interior de los templos, aunque pudo hacerse una excepción dado su investidura.
En ella está una placa de mármol, empotrada en el fuste, con la inscripción que contiene además,  los restos de su esposa, Doña Isabel Uribe Díaz, (Nieta de Don Esteban Díaz González, e integrante de la familia Uribe, también vecinos de la Calle 16 de Septiembre) fallecida el  9 de octubre de 1896.
El detalle de la placa, es que todavía utiliza el modo antiguo para las abreviaturas, que consistía en poner las letras iniciales de la palabra y al final, la última letra en caracteres más pequeños.
En dicha placa, se encuentra la fecha exacta de su fallecimiento, 9 de septiembre de 1904.
 
 

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