sábado, 23 de marzo de 2024

Recuerdos de aquellos tiempos 5 Capítulo Cinelandia.

 

Recuerdos de aquellos tiempos 5 Capítulo Cinelandia.

 

Fotografía personal, de las últimas fotografías del cine, ya cerrado por la huelga.

Existió hasta la década de 1990 en San Juan del Río, un cine que durante mucho tiempo fue el único centro de diversión de la ciudad. Entre las muchas generaciones de Sanjuanenses que lo disfrutaron en todos los sentidos ya que además de lo puramente cinematográfico, fue lugar para espectáculos, eventos sociales, políticos y escolares.

Presento a Ustedes la recopilación de recuerdos, anécdotas, muchas personales, muchas comunes a todos los que ahí estuvieron.

Como en todas las entradas de esta serie, esperando les traiga un recuerdo pero sobre todo una sonrisa.  


Su nombre oficial era “Teatro Cinelandia” pero era conocido popularmente como el “piojito”, piojilandia y piojorama.

La taquilla era una caseta hexagonal en el centro del vestíbulo. Aunque a veces la misma que te vendía los boletos era quien te los recibía a la entrada.

Como era de segunda categoría, las películas presentadas dependían de que llegaran los carretes de los de primera de la misma empresa.

Por la misma razón, la programación a veces era de una sola película larga, o programas dobles y hasta triples.

Como casi nunca había estrenos, casi siempre había permanencia voluntaria.

En sus comienzos era de un solo piso y dos categorías: luneta, o sea asiento individual o banco de madera comunal.

Al agregársele el segundo nivel, abajo eran las lunetas y arriba gradas de cemento.

La dulcería era muy surtida y cara, lo mismo vendía dulces muy exclusivos, que como otros completamente locales.

Por las concesiones del Circuito Montes, al cual pertenecía, solo se vendía Pepsi y Jarritos, nuca entró la coca cola.

Había venta de palomitas, pero no eran tan populares como hoy.

Como no tenían congelador, las paletas de hielo llegaban un poco antes del intermedio en una caja metálica para preservarse.

Se vendían pepitas en un canastón como el del pan.

Los gritos populares eran el nacional ¡Cacaro!  al apagarse las luces y ante cualquier falla o interrupción ¡Deja a la dulcera!

Se presentaban en la feria muchos eventos, inauguración, coronación, los juegos florales y el míster San Juan, o sea los más ponchados del pueblo. asistiendo los más ponchados del pueblo, incluidos varios trabajadores del rastro, en los últimos años ya participaban féminas como concursantes (y muchos más hombres como espectadores) Luego se profesionalizó el asunto y ya no fue lo mismo porque había muchos foráneos.


La gente se emocionaba de verdad en las películas de luchadores y echaba porras, casi siempre al bueno. El santo.

En las novatadas de la prepa a veces terminaban con los rapados viendo gratis una función del cinelandia (en gradas obviamente)

Al salir los sábados, cuando se presentaban películas de Karate, los niños trataban de imitar lo visto, colgándose de las rejas de los Valenzuela, sobre las bancas de la Av. Juárez o en las jardineras de la Plaza Independencia.

Algún día tuvo un letrero luminoso vertical adosado a la fachada. que no duro mucho porque era muy grande y pesado y la estructura no podía sostenerlo.


Fotografía personal, recreación de cuando tenía su letrero luminoso.


Los sanitarios estaban en un entrepiso, los de la planta baja Debian subir por las escaleras.

Aunque teóricamente no se permitía ingresar alimentos, en la vida real se metía lo que se pudiera, tortas, tacos, gorditas, carnitas, pollo rostizado, guisados y refrescos en el tamaño más grande que era el familiar. Muchas madres llevaban hasta loncheras de pisos con varios guisados.

Al principio había muchos vendedores afuera, de Alimentos diversos, poco a poco se fueron.

Supuestamente estaba prohibido fumar, y había un aviso de ello en la oscuridad, pero creo que nunca se obedeció. No había peligro de incendio porque el piso era de cemento.

En ambos pisos había un policía siempre atento a que no se lanzaran objetos a la pantalla o se dijeran groserías, actos que ameritaban ser sacado ipso facto de la sala.

Ya existían vasos desechables, pero era más común que vendieran el refresco y dejaran importe por la botella.



No tenía aire acondicionado, pero toda la sala estaba recubierta con fibracel, lo que daba cierto grado de aislamiento.

Los días del niño había promociones diversas, casi siempre descuento y las escuelas o padres de familia llevaban a los niños ese día

En su inauguración tenía hidrantes para tomar agua en el interior del único piso.

Nunca cerraba, solo cuando había otro tipo de eventos no había proyecciones.

En la época final, el proyector constantemente quemaba la cinta aparecía una mancha que iba creciendo poco a poco hasta que había que detener la proyección.

En la época de oro del cine nacional había llenos completos, únicas veces que no hubo permanencia voluntaria.

Había muchas funciones de beneficio, sobre todo para escuelas.

Casi siempre hubo matiné, hasta entre semana, con películas diversas, luego solo los domingos con temática infantil.


Chabelo, pepito, el santo, viruta y capulina, Gastón Santos y luchadores diversos eran las estrellas del matiné.

Aunque lo correcto era decir la matiné, aquí siempre se le dijo el matiné.

Los del piso de abajo debían salir un poco antes del final de la función, porque los de arriba, al salir lanzaban hacia abajo toda clase de líquidos, incluso los envases de vidrio.

Alguna vez alguien rasgó la tela de la pantalla con una navaja, que se remendó, pero siempre quedó la “cicatriz” b,

Cuando se apagaban las luces para iniciar la función, después del ¡Cácaro! no faltaba alguien gritando ¡Ya llegué Cabrones!  o ¡Ya llegó su padre!

En los ochenta, casi siempre se proyectaban películas clasificación “C” supuestamente solo para adultos, aunque no llegaban a nopor, lo extraño era que siempre había mayoría de alumnos de la secundaria.

Ahí se efectuaban las tomas de posesión e informes de gobierno de los presidentes municipales.

La pantalla era gigantesca, mayor que cualquiera de las actuales.

Tenía marcos metálicos en el centro para sus carteles y repartían programas de mano.

La mayor fila recordada en los últimos tiempos fue cuando se proyectó “el Chanfle”.

casi postreramente se sostuvo proyectando indiscriminadamente un día sí y los demás también, cintas nopor extranjeras, ya hasta sin subtítulos o traducción. (Que en realidad no era muy necesaria, como quiera se entendía)

Al final, su único atractivo era la oscuridad, y se hizo popular como sitio romántico de quienes no querían que los vieran.

La oscuridad era más oscura por alguna razón desconocida, si salías al baño o a la dulcería, difícilmente llegabas al mismo lugar dónde estabas antes, hasta que te acostumbrabas otra vez a ella.




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Todas las imágenes en rojo son de los programas de mano del Cinelandia.

Como siempre, una disculpa por no ser más constante en las publicaciones, pero, ¿a poco ya leyeron todas las 210 entradas?   de ser así  van algunas emás en estos días. 


Para los nostálgicos, hay,  además de lo presentado, otras cuatro entradas con recuerdos similares, no del cine, sino de toda la ciudad.


Anuncio descarado. 


Cordialmente invitados, no falten.





martes, 3 de octubre de 2023

La creación según San Juan

 La creación según San Juan



“De los pormenores y otros sucedidos de dominio público que acontecieron durante el primer encuentro de escritores, poetas, narradores y periodistas culturales de San Juan del Río”

 Tras un debut de alto nivel con la organización de la Semana de la Novela Policiaca el pasado mes de mayo, el autonombrado Colectivo Capa Roja, dio otro campanazo, esta vez durante tres días consecutivos, logrando conjuntar en el Foro San Juan y la Universidad Mesoamericana a un sinfín de creadores sanjuanenses cuyo común denominador es la escritura de objetivo comunicante, quienes aprovecharon la oportunidad para expresar públicamente ideas, trabajo, motivaciones y anhelos.   


Aunque de principio nadie lo percibió, en boca de organizadores, público, ponentes y autoridades, se cayó en la cuenta de que nunca se había dado un evento de esta naturaleza, en el que casi todos los invitados se conocían entre sí y a la obra de los que los acompañaban, pero no habían compartido un foro público, mucho menos a través de su voz, no la de sus creaciones, obras o escritos.

A decir de la cabeza visible del colectivo, Felipe Cabello, el proyecto original abarcaba más campos creativos, pero ante la dificultad de hacer confluir tanto talento en un mismo espacio y tiempo, no fue posible y así surge la siguiente calendarización:



El formato original era de mesas redondas en público, pero obviamente no se puede acotar nunca a quienes está concedida la creación y más si se trataba de expresar su porqué, así que algunos sabiamente se saltaron las trancas y terminaron casi todas las sesiones, de acuerdo con las circunstancias en un extraña mescolanza entre simposio, panel, foro, mesa redonda, conferencia y todos los formatos conocidos y hasta algunos nuevos, a veces varios al unísono, quedando en algunos momentos en amenas  plática entre cuates, no solo entre los de la mesa sino con el público y así surgieron abundantes comentarios de ida y vuelta y todo lo que la decencia y el mantener el tema central permitió.

Tan rico fue el contenido y la interacción entre los participantes que en todos los eventos, con tanto que decir, el descubrimiento de si mismos en esta circunstancia, el encuentro con almas gemelas y las pocas veces que en conjunto se han expresado respecto a su obra y las de los demás , se rebasó el tiempo señalado en una de esas raras simbiosis en las que los del frente no querían parar y el público no se iba o no dejaba de comentar, teniendo que intervenir los distintos moderadores para detener lo que ya era imposible de alargar más, aunque de verdad no tenían ganas de hacerlo. Dándose el caso que la directora municipal de Cultura, la Maestra Aleida Andrés, acostumbrada a acercarse uno 5 minutos antes de terminar cualquier evento para la entregar los reconocimientos oficiales de participación, esta vez, varias veces tuvo que ir y venir porque el asunto no acababa y el interés se mantenía, algunas veces mejor se sentaba otro rato para disfrutar de la plática.

Abrió la sesión la mesa de cine, con solo tres participantes, pero mucho que decir y aprovechando que la siguiente hora no había evento, marcaron desde ese momento la tónica de lo que serían las siguientes, así que duplicaron su hora, dieron un pilón…  y lo que les faltó. Todos expresaron sus motivaciones para crear cine, sus técnicas y el reforzamiento de mensaje. No son profetas en su tierra, pero al menos hacen las profecías, no bíblicas, si muy profanas del sentir de algunos sanjuanenses a través de lo que proyecta la pantalla, proyectada a la pantalla.  

La impresión del público se materializó desde entonces, por los comentarios vertidos, en que había mucho talento y pocos o ninguno- hasta ahora- los espacios para manifestarlo y el tiempo no sería suficiente tan siquiera para llegar a una postura común.   

Como en todo evento popular, y este lo era, había de todo, de chile, dulce y manteca al frente y en las gradas, público diverso, algunos convocados por la curiosidad, otros por la novedad, hubo quien solo quería conocer en persona al que solo sabían su nombre o su obra, en todos los casos se dio la participación del público, a veces tan amena como la de los ponentes dada la diversidad que lo componía.

En la siguiente participación, departieron algunos de los ganadores en diversas categorías de los juegos florales, ancestral evento de creación poética que forma parte de la tradicional feria de San Juan del Río. Todos sanjuanenses, que viven, piensan y crean en el municipio, además de expresar su sentir acerca de la poesía, y su motivación hacia la creación literaria, cautivaron al público sobre porque tuvieron el atino todos de leer en voz alta fragmentos de sus poemas de temática sanjuanense. Lugares comunes que todos conocemos, pero que descritos por quienes dan belleza a las palabras, pierden esa cotidianeidad y se convierten en validos referentes de la identidad municipal.

Al grado fue del gusto del público esa lectura de poemas que la parte final, destinada a preguntas del público, fue cambiada por la lectura de más fragmentos de las obras de los participantes. La magia de la poesía en su máxima expresión, no hay que explicarla, hay que sentirla. Y esta sesión, fue de mucho sentimiento.  Misión cumplida.



Para cerrar el día, correspondió la participación del Ateneo de Escritores, una organización local de creación y exposición literaria que vio sus mejores días al inicio de este siglo y sesionaron como supongo lo hacían cuando estaban en activo. Demostraron el músculo a través de un formato ya probado y que claramente se vio que dominaban, en el que hubo de todo, desde biografías de algunos de sus fundadores, listado de obras, lectura de fragmentos, acompañamiento musical y la magistral conducción de los moderadores, Elza Ríos y Felipe Muñoz. Contundente su uso del power point para ilustrar el trabajo de los integrantes en los tiempos ancestrales en que esa herramienta tecnológica ni existía.

Emotivo fue el rencuentro que incluyó reconocimiento a algunos de sus integrantes que en físico ya no están, pero se vio claramente que a través de su obra siguen vigentes en el recuerdo de cada uno de los integrantes de los que fueron maestros, referentes, amigos sobre todo y terminaron en compañeros en la interminable batalla literaria sanjuanense, en la que por lo expuesto siguen triunfando.    

  

El segundo día, jueves, las actividades iniciaron en la Universidad Mesoamericana, en ese su histórico patio porfiriano, tan agradable, que solitario al menos invita a la reflexión, ocupado por las ideas, aún más.   

En lo referente al Periodismo cultural en San Juan del Río, una vez pasada la catarsis inicial común en todas las sesiones, las temáticas fluyeron hacia detalles más técnicos del trabajo periodístico y quizá sin querer, pero más seguramente por el atino del moderador, se notó claramente la tendencia, no en balde el oficio de todos, hacia una entrevista en toda forma.

Por la tarde, de vuelta a la sede del foro San Juan apareció una numerosa  mesa de letras en San Juan (poesía, Música y narrativa) por alguna razón, en ella  confluyeron como publico muchos jóvenes, idealistas y revolucionarios como todos en la edad,  quienes en voz viva de quienes los antecedieron en esa actitud y hoy estaban al frente, pudieron contrastar sus sueños con la realidad de las dificultades  en alguna de las facetas de la producción literaria, sea respecto a la creación de la idea, el armado de la obra, la publicación y distribución de sus obras.


En el día final del evento, la primera de tres sesiones fue dedicada al teatro, otra vez con dos exponentes de alta gama  quienes dieron una semblanza de la bella arte a nivel general y respecto a la producción local y propia. No repetitivo, pero si común fue el recuento de dificultades con una variante, el gran talento en los exponentes en todas las categorías que surge y se va diluyendo por no tener alternativas para continuarlo.

Además de la expresión de sus anhelos y el recuento de experiencias hubo un reconocimiento como siempre, nunca exhaustivo para todos los que les antecedieron en la creación y puesta en escena teatral a nivel local.

La sesión intermedia correspondió a la mesa de revistas y fanzines, además de los enunciados en el cartel, se agregó Florentino Chávez Trejo, quien no pudo asistir por motivos de salud, pero habló en boca de su profeta, no Ezequiel sino José Manuel Velázquez, tan bueno el titular como el suplente. 

Fue una de las sesiones más variadas en el tiempo que reseñaron porque había creaciones de principios de los años setenta hasta la actualidad y transitó de diversos campos, desde lo más subterráneo del underground y la contracultura, hasta las páginas de sociales y los autores, desde estudiantes preparatorianos hasta editores de revistas de nivel profesional.

 

Sobresalió el recuento de las dificultades para la distribución de los fanzines, que por su misma naturaleza no son producto al alcance de todos, pero sufren igual destino de las revistas de impresión y diseños, estas por su costo a veces no son del alcance de quienes desean editarlas.

No previstos, pero gracias a la interacción de los asistentes, surgieron temas pendientes en el imaginario de los creativos locales, batallas del pasado que casi nadie recordaba a no ser por sus protagonistas: la desaparecida por decreto prepa San Juan, los primeros conciertos de rock y la represión a las organizaciones que los auspiciaban: los viejos periódicos, la creación seria y la ocurrencia, todos tan valiosos y para todos hubo espacio, como siempre, solo faltó tiempo.

Y llegó la sesión final, ya casi sin tiempo, rebasado completamente casi dos horas por las anteriores, se dio el cierre con la mesa de Historia “otras voces” igual, conocidos entre sí pero que nunca habían estado juntos. Había al frente algunos investigadores de alto nivel y otros como el que esto escribe que rehúye a serlo. Quienes, en el poco tiempo destinado y con el moderador, el Lic. Felipe Muñoz Gutiérrez, haciendo requiebros para condensar el tiempo, dieron un panorama general de su labor, no hubo tiempo para más, incluso ni preguntas, solo un comentario general del público. Otra vez, con un cruce generacional, desde los ochenta del siglo pasado hasta la actualidad, todo es Historia y además de escudriñar la local, todos han sido docentes alguna vez, en mi caso, tenía al lado dos maestros míos de tiempos pasados.

Otro de los muchos comunes fue el agradecimiento a Felipe Cabello, sobreviviente ya de varias luchas en el ámbito cultural, tanto a nivel oficial como de manera independiente y a pesar de ser de los más jóvenes, por su carácter multifacético no dudo en intervenir tanto como participante como moderador y hasta como staff en las diversas mesas, sin descuidar un ápice su papel de organizador y como intermediario con la directora de Cultura, con grande participación como facilitadora del evento.  


Difícil narrar abarcando todo lo que se habló al menos en una de las mesas, este tipo de eventos son para escucharse, no para leerse, la presente reseña no puede dar contenido de todo lo que surgió, modestamente está redactada con la única intención de tratar de incitar a la asistencia a eventos similares y si se da un seguimiento a la narrada y se generan otros similares, mejor. Aquí solo está la impresión general personal de un servidor, y la crónica completa y el recuento de los contenidos estuvo a cargo de otros, si las consigo, se las daré a conocer. 




Todas las fotografías son personales, excepto los carteles que son del Colectivo.









lunes, 11 de septiembre de 2023

LAS HUERTAS 6 LA VIÑA

 LAS HUERTAS 6              LA VIÑA

Oleo del Maestro Armando Otero, Mostrando en sus recuerdos de los años sesenta, la reja de acceso a la Huerta y a sus últimos propietarios como tal, doña Teresa y don Felipe, siempre elegantemente vestidos a la usanza antigua. 

Concluyo la serie referente a las legendarias huertas Sanjuanenses, con una de las últimas persistentes y la mención de algunas otras. Ya en entradas precedentes he mencionado por qué estuvieron estos terrenos, propiedad de españoles dentro del pueblo de Indios desde épocas tempranas del periodo colonial.

La huerta de la Viña, si bien no fue la más grande en extensión, sí la más productiva, famosa, (tras el declive de la huerta Grande y el molino que aún existían, pero ya como terrenos de cultivo y alfalfares) fue la última de las grandes que se mantuvo en pie, agregándose que su entrada estaba en la zona tempranamente urbanizada.


Algo de Historia

Por su ubicación en el barrio indígena de la Concepción junto al del Calvario, solo separados por la acequia de riego, originalmente perteneció a la República de Indios, probablemente de las tierras de comunales originales. El nombre se debe a que en su parte plana (hoy fraccionamiento la Viña) se cultivó vid en alguna época.

No he podido encontrar documento que diga con certeza el nombre del primer propietario, en el AGN existe un expediente de 1759 donde el virrey otorga a José Joaquín Caraveo, originario del pueblo, licencia para fabricar vino y aguardiente en la viña que tiene en San Juan del Río.  Por alguna razón, de los sitios donde hubo ese cultivo, este es el único llamado específicamente viña, de ser así, el nombre persistió. A la muerte del mencionado, antes de 1775, habiendo varios herederos de su viña, esta fue administrada por don Ygnacio de Pineda quien presenta una “cuenta y relación jurada” en 1776. No debió haber sido tan buena la administración o el difunto dejó muchas deudas porque ya para 1793, hay una memoria de acreedores a los bienes dejados que se extiende al menos hasta 1803.

Debe recordarse que en ciertas etapas del virreinato la producción de vino fue casi monopolio de la metrópoli (España) y los permisos para producirlo en las colonias eran escasos. No es posible saber si esta viña es la que conocimos como huerta hasta el siglo pasado, es probable ya que no hay registro que consigne otra en el pueblo, solo el permiso para fabricar vino y aguardiente, otorgado antes de 1776 a Juan González Guerra en su hacienda de San Joseph de Galindo.


La primera mención certera de la Viña está en otro documento del AGN de 1803 en la que el gobernador de los indios señala que pertenecía a “varios individuos” y estaba junto a sus solares y hortalizas bajo el Calvario. Desde ese el siglo ya se llamaba calle de la Viña a la hoy sección de Allende que la colindaba.

Fotografía tomada de Google Earth, En la diagonal que hace la calle de Allende, a la derecha del poste, el letrero, de los pocos antiguos que quedan, con el nombre de la viña.

Para 1843 el propietario era el señor Rafael Ugalde, aunque tenía un gravamen de 2663 pesos y 3 reales para las obras pías de la Parroquia, cuyo pago se garantizaba con la huerta y una casa en la calle Nacional, En una lista de bienes eclesiásticos esa deuda estaba sobre bienes de don Eusebio Camacho. Seguramente Rafael la heredó o adquirió con ella, como era común y Eusebio debía un contrato de maíz a Francisco Ugalde que reclamaban sus herederos en 1814.

 Al parecer desde entonces esa familia la mantuvo como propiedad familiar, porque a inicio del siglo XX el dueño era Agustín Ugalde, de quien pasó a su hijo Felipe Ugalde Farfán, que la tuvo hasta la época final de la huerta.

 En 1968, los límites, que consignaremos como originales, refiriéndonos ya a la huerta constituida con el nombre de la Viña, eran los siguientes:

 1.- El frente y acceso estaba en la actual plazuela Guadalupe Victoria, ocupando su barda de piedra la mitad de la acera sur, continuando en diagonal por Allende, pasar por donde ahora inicia el B. Hidalgo, (para trazarlo, se derrumbó esa parte) terminando metros adelante en la misma. (La barda era también el fondo de la casa de campo había dentro)

 2.- Por su parte trasera colindaba con la huerta del Molino, con una barda de piedra que, en diagonal, desde lo alto de Cóporo llegaba hasta la casa de campo.

 3.- Finalmente, por el fondo de las casas de la calle de Cóporo y algunas de la Plazuela Guadalupe Victoria, aquí casi sin barda, únicamente protegida por lo alto del desnivel, carrizales y enramadas de espinas. (La meseta del pueblo terminaba exactamente aquí, Cóporo, la Plazuela e incluso la reja estaban en la meseta, pero la huerta afuera y varios metros abajo)


Fotografía tomada de Google Earth. la extensión de la huerta sobre las calles actuales.

Don Felipe y su esposa Teresa Martínez, en temporada de cosecha vendían personalmente la fruta recolectada y regalaban otro mucho en el despacho, un local junto a la reja. Inmediatamente al interior empedrado, resaltaba un enorme chirimoyo. Cabe mencionar que la familia vivía en una casona en la Avenida Juárez y se mudaba a habitar la casa de campo de la huerta durante esos meses del año.


Fotografía del Detenal de 1970.La huerta, ya cruzada por el B. Hidalgo.

Había adentro gran cantidad de árboles frutales dispersos, pero ocupando todo el espacio posible; manzanas de varios tipos, pera, naranja, limón, granada, cidra, membrillo y nuez. La sección central plana (donde debieron estar los viñedos) tenía hortalizas maíz y alfalfa. Por 1970 había vides aisladas, no en cepa sino árboles permanentes. En la parte colindante con Cóporo había fresnos y nogales enormes donde en invierno pernoctaban parvadas de tordos que, por las tardes, antes de posarse revoloteaban por las calles colindantes. No sé si todavía se dé este espectáculo, los árboles gigantes ya son pocos. (Se pueden ver al fondo del actual fraccionamiento la Viña)


Recreación personal. La huerta y su entorno en los sesenta.  No se dibujaron todos los árboles del frente, se aumento el tamaño de la fuente para hacerla visible, las escaleras son imaginarias y la línea diagonal, es el trazo del B. Hidalgo.
1.- Cancha de basquet en la Plazuela 2.- Reja de entrada. 3.- Acceso empedrado 4.- Posible Ubicación de la escalera. 5.- Estanque de Agua. 6.- Glorieta y Fuente. 7.- Patio para actividades sociales. 9.- Acequia del pueblo. 10.- Casa de campo

La gran productividad se debía a que tenía riego de la acequia del pueblo por tres de sus extremos, conduciéndola a canales secundarios al interior:

1.- Por la parte trasera, entraba una zanja derivadora paralela a la barda que luego volvía a la huerta del Molino. Ya no funcionaba en la etapa final de la huerta, quedó una zona hundida, especie de bordo creado al hacerse el B. Hidalgo, ubicado donde hoy es un estacionamiento subterráneo, el suelo de arena y tepetate ya no era fértil, parece que una crecida del río llegó hasta ahí, inutilizándolo y motivó su abandono.  

 2.- En el costado colindante con el fondo de las casas de Cóporo y la Plazuela pasaba al descubierto el canal principal que derivaba agua por dos bitoques -especie de compuertas- alimentando canales secundarios, algunos revestidos de piedra y ladrillo, otros eran zanjas en tierra.

3.- Por la fachada, aunque el canal pasaba por la calle, había una atarjea con derivación que proveía subterráneamente agua al estanque interior, inmediato a la barda. (aunque ya tenía tabique rojo en forma de rombo en la parte superior formando un barandal de protección, el resto se veía más antiguo) La alberca iniciaba en la meseta, al nivel de la calle y terminaba fuera de ella, en la parte baja de la huerta.


Fotografía del INAH, 1910 Tomada desde el poniente de la huerta hacia el Calvario. Abajo se observa la parte plana, la línea azul indica el paso de la acequia metros arriba tras las casas de Cóporo (Melchor Ocampo)

 Para salvar la altura de la Meseta, se menciona una escalera monumental antes de un sendero hacia una glorieta de piso de ladrillo con una fuente circular alimentada por la acequia que durante muchos años fue sitio preferido por la élite sanjuanense para celebrar reuniones sociales por la belleza del entorno rodeado de frutales. Siendo común que en las visitas de políticos y autoridades se les invitara a comidas en huertas, esta era una de las preferidas.


Fotografía del INAH. Década de 1910. La fuente de la huerta. En la exuberancia de la vegetación se pueden observar al gobernador Ernesto Perusquia y su esposa,  don Agustín Ugalde, Severino Ayala y algunos de los diputados constituyentes por Queretaro. El color de la fuente era rojo oscuro,

Ignoro cuando la fuente dejó de funcionar, para 1969 solo quedaba sus restos. (estarían detrás del banco que hoy se encuentra en el B. Hidalgo) Para entonces, los dueños ya habían construido un patio con arcos para las actividades sociales junto a la barda de Allende. Para el trazo del B. Hidalgo por entre la huerta, esa sección fue demolida iniciando ahí la nueva calle. Se tiró también gran parte de la que la dividía con la del Molino.

La huerta quedó separada desde entonces en dos predios. A sendos lados del Boulevard se hicieron cercas con los restos de los arcos, espinos y alambre de púas para evitar ingresos indeseables, especialmente en la parte oriente donde quedaron la mayoría de los frutales sobrevivientes. Al otro lado solo quedó el pequeño terreno triangular sobre el que estaba la casa de campo de la huerta, entonces en buen estado de conservación ya que había sido deshabitada pocos años antes.

 Esta casa de construcción antigua de piedra y lodo estaba sobre un terraplén dado lo irregular del terreno, en su frente tenía una especie de banqueta cubierta por loza. Su última habitación al sur era una extraña instalación de dos niveles llamada “la paila”. Había ciertas comodidades como pisos de duela, pero nunca tuvo luz eléctrica. Algunas paredes tenían murales y una la adornaba un óleo: “el último réquiem de Mozart”, al parecer de alto valor artístico. Al quedar aislada del resto y deshabitada, fue deteriorándose por la invasión de maleza y la pérdida de sus puertas de madera. A fines de los setenta, la esquina de Allende y el boulevard que era la casa se acondicionó para un local de carnes asadas y las habitaciones siguientes se modificaron para albergar un restaurante italiano (Michelangelo) en la década de 1990.  Lo antiguo y lo nuevo se demolieron 10 años después para construir un pequeño centro comercial que aún hoy tiene la forma triangular del predio original.


 La barda de casi un metro de espesor tenía en la Plazuela una altura de unos dos metros y en Allende casi 4, aquí más ancha en la parte baja por un contrafuerte adosado para resistir las crecientes de agua. Su remate superior era triangular con vidrios encajados, hecha totalmente con piedra de cantera y río unidas con lodo. Su aplanado era de arenilla, el último color que tuvo fue blanco de cal, pero en partes conservaba la pintura salmón impregnada al aplanado original.


Recreación personal.  Reja de la Huerta en la Plazuela. No se pusieron los árboles.  Luego de entrar al puente, la acequia continuaba subterránea, la mancha en el suelo era el registro. El rectángulo en la pared junto al  enrejado era una base para los anuncios del Cinelandia.


Oleo del maestro Armando Otero, casi en el mismo lugar. Los árboles fuera de la Huerta eran mucho más grandes de los mostrados.

Durante las fuertes lluvias de 1948 y 49, las grandes crecidas de agua que descendieron de la parte alta de la ciudad y convergieron en ella, dañaron gran parte de la barda en las dos calles. Fue reconstruida en partes utilizando cemento.

Después del trazo del B. Hidalgo la huerta conservó 10 años el resto de barda en Allende en dos secciones separadas con un total de unos 40 metros y otros 30 en la Plazuela, mismos que fueron derrumbados con maquinaria junto con el aljibe, el despacho, su baño adjunto, la glorieta con fuente, los restos de la escalera y la soberbia reja de hierro forjado de la entrada, para la construcción de la actual plaza comercial “los Faroles” y el fraccionamiento la Viña.

 En un dato adicional, en esta huerta pasó lastimeramente sus últimos años el pianista José Martínez, quien llegó a dar conciertos en famosas salas del país, se dice que hasta el palacio de Bellas artes. La enfermedad y la vida lo trajeron de regreso a su pueblo natal, imposibilitado para caminar, se arrastraba de un lado para otro sobre un tapete y sobre su fama. Su recuerdo también fue sepultado para siempre junto con la huerta donde casi nadie que lo vio conoció sus glorias pasadas.

A continuación, un recuento de datos de las dos calles donde se encontraba la huerta en su frente con la zona urbana.

 LA PLAZUELA

El trazo original de las calles de la ciudad fue determinado, por estar en declive, por la corriente de agua en época de lluvia. Así todas las que van de oriente a poniente son irregulares y la altura de sus banquetas dependía del caudal que conducían en esa temporada. No se podía quitar el arroyo, pero lo encauzaban en lo posible. La ordenanza indicaba que las calles, a partir de la plaza principal debían ser rectas y perpendiculares, aquí no se cumplió aquí, por esa circunstancia.

 Una de las más anchas es la plazuela Guadalupe Victoria, donde convergían las corrientes de lluvia que bajaban de las Peñitas por arroyos que hoy son calles y llegaban a la cuesta. (hoy Fernando de Tapia) Actualmente tiene un drenaje de gran capacidad, pero hasta 1975 bajaba con gran fuerza, abarcándola toda y pasando el nivel de las banquetas entraba a las casas. La calle consta de 2 cuadras desde Allende hasta 2 de Abril y continúa hacia el oriente como Fernando de Tapia.

Su nombre antiguo fue plaza de los Trabajos, refiriendo a que aquí hacían algunas labores los indios. Parece que originalmente no había casas y era un terreno abierto más amplio.

 Según “la sombra de Arteaga” en 1870, el municipio instaló una plaza de baratillo (tianguis de menudeo) de 4 a 7 de la tarde diario y desde entonces se llamó plazuela o plaza “del Baratillo”. El nombre no perduró, veinte años después otra vez era “de los Trabajos” y parece ser el origen de los locales de comercios que después tuvo y se constituyera como el punto de llegada y reunión de la gente de las comunidades del sur del municipio hasta 1970.

En la década de 1930 se instaló un parque infantil con juegos y una cancha de tierra para basquetbol y volibol, además de unos lavaderos y baños públicos que pronto fueron vandalizados

 

Antes de la Viña, que tenía el número 2, junto a la hoy la plaza los Faroles había una puerta en el callejón formado por las bardas dentro del cual venía la acequia antes de salir a la calle. (El INAH la cataloga como casa habitación, pero solo fue hasta que la acequia se entubó y se pudo poner piso) Exactamente en la salida se le había puesto fachada y puerta, porque sobre el canal se hizo un baño. A partir de ahí, la acequia iba por el exterior de la calle, junto a barda de la Viña, incluso bajo la entrada (hubo un pequeño puente frente a la reja) donde se hundía y ya no salía.

Fotografía del INAH, 1910, desde la Cuesta, leo del maestro Armando Otero, casi en el mismo lugar. Los árboles fuera de la Huerta eran mucho más grandes de los mostrados. Junto al último árbol a la izquierda se asoman los pilares de la huerta.

Esta condición de humedad permitió que fuera de la Viña hubiera gran cantidad de fresnos, algunos de más de treinta metros, en ellos se escenificaba una curiosa tradición de la calle; habiendo en casas cercanas corrales de puercos, los compradores foráneos, instalaban en ellos sus viejas básculas “romanas” para pesar los animales, no sin antes vencer su resistencia y llenar el ambiente con sus chillidos, ya que se requería colgarlos de la cintura.

Fotografía de aproximadamente los años 30s del siglo pasado. Desde el Calvario, marcados con la silueta, los árboles gigantes de las dos cuadras de la Plazuela.

Aproximadamente en 1970, aun funcionando la huerta, se entubó la acequia desde el socavón hasta la atarjea en la esquina con Allende, tal vez para evitar accidentes. Y aún más, al empezar a morir los árboles, el municipio siempre previsor determinó que eran un peligro porque las ramas secas podían dañar a alguien al caer y se determinó cortarlos de raíz.

Las fotos antiguas donde puede observarse la calle muestran que los árboles gigantes cubrían las dos cuadras de la Plazuela en ambas aceras, principalmente alcanfores y fresnos, los penúltimos existentes fueron dos alcanfores en la esquina con Reforma, sobrevivió hasta 2016 un fresno de unos 20 m que era el más pequeño de todos.


Fotografía personal, 2016.El último árbol sobreviviente frente al 10 de la plazuela. A su lado estab l
el monumento de la placa de la cancha.

En los setenta, cuando la calle solo era de tierra, quedaban algunas banquetas antiguas de ladrillo cuadrado con restos de pequeños canales para regar los árboles, venían de la cuesta y Cóporo con agua del acueducto y terminaban todos en la acequia.

Contaba mi bisabuela, quien murió en 1977 a los 105 años, que en los árboles fuera de la Viña había visto ahorcar a personas y mencionaba a un “jefe Yaca” de tiempos de la revolución. Según Jaime Nieto era Benito Llaca, jefe de los Rurales de San Juan del Río, dueño de la hacienda los Pirules, aprehendido por Francisco Villa aproximadamente en 1917.

 Un poco antes, por la década de 1960, aprovechando su anchura, se construyó una cancha de básquetbol, moderna entonces, es decir de cemento, que al ser casi la única del municipio y pública, fue bastante concurrida, debió ser un acontecimiento memorable y hasta se colocó una placa alusiva en mármol al frente de un basamento rectangular. Los encuentros deportivos eran un suceso y los vecinos en ocasiones instalaban puestos de antojitos que regalaban a propios y extraños.  Las crecientes de lluvia dejaban sobre ella gran cantidad de tierra, lodo y piedras que debió ser fastidioso remover, más si llovía constantemente, de ahí que se fue abandonando. Para 1970 solo quedaban las bases de los postes de concreto y secciones de la plancha de cemento que una lluvia descubría y otra tapaba, y casi intacta la base con placa que después fue demolido.

 Hay bastantes recuerdos y documentos que mencionan que aquí se practicaron muchos deportes durante todo el siglo XX, hasta ecuestres y carreras de caballos y se instalaron muchas diversiones ambulantes, circos, magos, compañías de títeres, prestidigitadores, cine ambulante y los famosos gitanos o húngaros.

Posteriormente fue costumbre lo que se conocía como “la feria” o “los juegos” consistente en la instalación durante semanas y hasta meses de juegos mecánicos y puestos que los acompañaban; la afluencia de gente del entonces pequeño pueblo, carente de diversiones era enorme, sobre todo los domingos por la noche, a las diez ya no cabía ni un alma. La rueda de la fortuna se instalaba frente a la reja de la Viña.

 En la década de 1980 se cambió el vetusto drenaje por un grueso tubo de más de medio metro de diámetro reduciendo las crecientes sobre la calle. Hasta entonces su amplitud, ausencia casi total de tráfico (Fernando de Tapia, 2 de Abril y Reforma se empedraron desde 1968, no así la plaza) pero sobre todo el piso de tierra significaba un verdadero paraíso lúdico para los niños.

 Era común ver por la calle al personal de la huerta, entre ellos don Marcos Mondragón tenía construido casi a mitad de la calle, un puesto de fruta, según provisional, pero de ladrillo y cemento. Era al mismo tiempo cuidador de la Viña y se rumoraba que en la glorieta de la fuente de la huerta había hallado un tesoro. (No sé si era requisito para ser cuidador, pero él, igual que los otros hortelanos como don Pablo Uribe y otro llamado Porfirio eran bastante malhablados)

 En la otra acera, en la misma época tenía su casa y un local de chicharrones, don Toño Rico, uno carniceros tradicional, fuera de ella, había varios árboles y bajo ellos vivía “Juana la loca”, una pordiosera algo afectada, célebre por estar siempre acompañada por una multitud de perros, a los que alimentaba con sobras que recogía durante el día. Lo de vivienda es un decir, al llegar la noche simplemente colgaba algunos trapos de los árboles y se disponía a descansar, protegida por los animales. (O al revés) Vestía con andrajos y las pocas veces que se bañaba era en el río, lo que la hacía ver mayor a lo que era, aunque era algo agresiva, nunca hizo mal a nadie, pero eran célebres sus disputas con la policía, un día desapareció, no se sabe si fue el municipio quien la retiró, no regresó nunca a sus “habitaciones” Dicen que murió con el siglo, en un manicomio de México. Originalmente vivía junto a los árboles afuera de la Viña.



Óleo del Maestro Armando Otero. Juana la loca  con sus peros frente a la huerta.

Hasta hace pocos años, disimulado por la infinidad de taxis suburbanos, que aquí tienen su paradero y sustituyeron a los niños que antes la ocupaban, podíamos encontrar a un personaje llamado Juan, su vestimenta militar hecha harapos daban una impresión equivocada de él, que se desvanecida al escucharlo hablar, herrero de profesión, trabajador como pocos, amigo de muchos y  dueño de una gran cultura y amplios conocimientos que le daba el haber vivido muchos años en el popular barrio, los detalles de su vestimenta no nos corresponde mencionarlos aquí por ser de carácter personal. Un buen día la cambió por ropa normal y dejó el alcohol, por lo demás, es el mismo.

Igualmente, la barda era utilizada por gran cantidad de vendedores que instalaban al frente sus puestos, sobre todo una vez que la acequia fue entubada.

 Aunque la acequia estuvo descubierta mucho tiempo en esta calle, nunca se supo de un accidente real, las mamás alimentaban la creencia de que ahí salía la “llorona” y que, por ser bastante profunda, si alguien caía ahí “ya no salía”. Los que la vieron cuando cortaron su flujo antes de entubarla, observaron que la profundidad ya era de apenas unos centímetros por la tierra acumulada y en consecuencia ya nadie creyó en la aparición.

 El cruce de Allende

La actual calle Allende se llamó de varias formas: partiendo de Av. Juárez, la primera cuadra era calle del Canal por ser la primera donde se veía la acequia viniendo del centro, recuérdese que hasta aquí venía por en medio de propiedades privadas y no se le podía ver. La sección siguiente se llamó calle de la Viña, por estar frente a ella, al terminar esta se conocía como calle de los Aguadores por transitar estos con sus cántaros o botes desde el río o el pozo de Guadalupe.

 Para evitar destrozos en época de lluvia, por bajar aquí rumbo al río uno de los arroyos más violentos de la ciudad, el tramo de acequia que la atraviesa desde la Plazuela fue subterráneo desde tiempos antiguos, con una atarjea o resumidero, regresando a la superficie más adelante. El resumidero estaba frente a la puerta de la Viña, cubierto por un registro de cantera dentro del cual había una desviación a la alberca o pila de riego de la huerta, lo que hoy es una mercería en la plaza los Faroles. Por el desnivel, (la parte de la alberca junto a la barda era baja, pero al otro extremo muy profundo) tenía escaleras de piedra para descender al fondo. De ahí se regaba la parte baja de la huerta.


Captura de un video de internet. Una creciente de lluvia en Allende, en  donde estuvo anteriormente la casa de Campo de la Huerta.

Estuve presente cuando la máquina derrumbó la barda del boulevard a la Plazuela, el despacho, así como la alberca, se pudo observar entonces un canal que salía de ella por arriba y un tubo por debajo, ambos iban a la casa de campo, el último estaba muy enterrado solo apareció por el gran volumen de piedra y tierra que la máquina removió). Desde la apertura del b. Hidalgo en 1969, al quedar expuesta parte de la huerta, se protegió en los tramos abiertos con cercas de alambre de púas, espinos y un cuidador, que hasta portaba un rifle, no sé si lo llegó a utilizar contra alguien, los tiros se oían frecuentemente, pero al final de su jornada se le veía pasar con un cargamento de tordos. Años antes, en el apogeo de su producción además de los cuidadores tenían muchos perros, famosos por su ferocidad, no tanto por su raza. La caída de un nogal se encargó de cinco de ellos y provocó igual número de fracturas a doña Teresa, la dueña.

 Los resumideros

La acequia originalmente fue superficial en toda su extensión, al trazarse las calles, generalmente se optó por construir de manera que el fondo de las casas, generalmente huerta o corral colindara con ella para aprovechar el agua. Donde cruzaba una calle se le colocaban troncos o tablas encima. Al aumentar la población y necesitarse un paso firme, se hizo subterránea con el método más sencillo que existe y que permite bajar su nivel para que por encima haya paso libre. El primer lugar con este resumidero, atarjea o vaso comunicante fue el cruce de Allende, entre la Plazuela y el actual hotel Jalisco.

 El proceso es sencillo: La corriente viene al descubierto a nivel de piso, al llegar a la calle por cruzar, se hacía el canal más profundo y se cubría a media altura con lajas, cubriendo todo con tierra o piedra quedando solo los pozos de entrada y de salida con registros para evitar accidentes y facilitar la limpieza. El agua al caer al pozo de entrada inunda la parte baja y al alcanza el mismo nivel al lado contrario, volvía a correr. La ventaja sobre un puente es quedar protegido de escurrimientos, se utilizó especialmente en donde la lluvia acarreaba escombros como aquí, donde se le dio metro y medio de profundidad (según se veía en el registro afuera de la Viña)

 

Fotografía de Gustavo Nieto, 1977 Derrumbe de casas viejas junto al  Hotel Jalisco. a la izquierda se puede ver la blanca barda de la viña en Allende, ya cortada para el trazo del B. Hidalgo.


Imagen de Google Earth. El mismo lugar en la actualidad. El proyecto inicial era un jardín triangular con fuente sobre el área de las viejas casas, que después fue cortado.




Fotografía de Gustavo Nieto, 1977. Derrumbe de parte de la esquina de Allende y la Plazuela.  Se observar a la izquierda, el resto de la barda de la huerta y el anuncio metálico en ella. La máquina estaría sobre el antiguo estanque. 


Imagen de Google Earth. Mismo lugar. la línea indica el antiguo paso de la acequia y el fin de la meseta del pueblo. 

Hubo en el pueblo hasta hace pocas décadas infinidad de huertas de tamaños diversos, se recuerdan hasta la década de los setenta “El retiro” donde hoy es la preparatoria de la UAQ y “el Esparrago”, en el fraccionamiento actualmente nombrado así y muchas más, la mayoría ya no fueron para actividades sociales, eran completamente familiares o para producción comercial.

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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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SECCION COMERCIAL

A finales de los setenta, quedaba al inicio del B. Hidalgo, la casa de campo de la Huerta. Ahí se instaló una  negociación de carnes y quesos al carbón. Simplemente de le hizo un gran hoyo a la pared de piedra para colocar el zaguán.  Abajo, el mismo lugar en la actualidad, De la casa ya no queda nada, se derrumbó para construir la actual plaza comercial  

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AVISO PARROQUIAL 

La creación según San Juan.

Se invita cordialmente al  primer encuentro de escritores sanjuanenses los días 20,21y 22 de septiembre. Un esfuerzo para que los creadores sanjuanenses expongan su trabajo y puntos de vista.    


Un servidor estará presente en la mesa de Historia el día 22 a las 19:00 horas en el foro San Juan del Portal del Diezmo. Ahí nos vemos.