miércoles, 10 de mayo de 2023

LAS HUERTAS 5: LA HUERTA DEL MOLINO, DE LOS GUERRERO O EL VIÑEDO

 

LAS HUERTAS 5:  LA HUERTA DEL MOLINO, DE LOS GUERRERO O EL VIÑEDO

 

Fotografía Personal. Al terminar Allende y Galeana. Casona del Molino, acceso a la huerta del mismo nombre

Continuo el recuento de las viejas huertas sanjuanenses. Mucho de este contenido fue publicado en la entrada de la remoción de la escalera que bajaba de Melchor Ocampo al fraccionamiento el Molino, agrego algunos datos históricos hallados recientemente. 

ANTECEDENTES:

Como mencioné al inicio de esta serie, todo indica que la Huerta Grande original, fue un  predio desde el centro de la ciudad (Plazuela Guadalupe Victoria hasta Guadalupe de las Peñas) y por ello aunque inicialmente todo el pueblo fue propiedad de los indios, tuvo al sur y dentro de la cerca que lo delimitaba, esa propiedad del mayorazgo de la Llave, posiblemente derivada de la venta del Molino de los Indios a Pedro de Quesada que luego retomaron por razones desconocidas generándose un pleito que debió solucionarse con el reparto de los terrenos adyacentes correspondiendo a los españoles lo que denomino la “Huerta Grande” original cuya división formaría las míticas huertas sanjuanenses. Entre ellas está:

LA HUERTA DEL MOLINO


Imagen Modificada de Google. Sobre la ciudad actual, en el fraccionamiento el Molino y la zona de Mueblerías del B. Hidalgo, límites de la antigua huerta. La zona Punteada es la antigua parte urbanizada, que debió por la continuación de bardas, ser parte original.

Imagen del DETENAL, 1970  la misma zona con detalles mencionados en el texto.
1.- Ladera de las peñitas.
2.- Canales de Riego.
3.- Antiguo terraplen.
4.- Sabino, acequia y Noria.
5.- Viñedo, actual fraccionamiento. 
6.- Casona del Molino.
7.- Ubicación de la actual escuela comercial.
8.-  Puente Cano
9.- Casa Canal.


Al abrirse el Bulevar Hidalgo en 1969, se afectaron 3 emblemáticas huertas sanjuanenses: la Viña, el Molino y la Huerta Grande, cortándolas casi por su centro, así, fueron conocidas por la gente común ya que, aunque habían sido un siglo antes terrenos casi públicos, para entonces ya estaban completamente cerradas, a las que solo se accedía por invitación o robo. La del Molino que, aunque muchos ya no la recuerdan, quizá por estar entre dos más famosas, por extensión fue la mayor al sur de la ciudad.

A partir de mediados del siglo XIX, son comunes los relatos de viajeros que al pasar algunos días en la población o recorrer sus alrededores, fueron a dar a la Huerta Grande y parte de ellos correspondería al Molino. Dice Guillermo Prieto en sus viajes de orden suprema.

” La Orilla del Río San Juan que ciñe con una faja de esmeralda y flores la pintoresca población, es en extremo alegre, y como para Querétaro la Cañada, para San Juan la orilla del río es su lugar de recreo, su poesía, y el nido de recuerdos y de amores de aquellos habitantes.” …. “Esta orilla, como se ha dicho, es una calzada que va culebreando con la corriente del río; pero tan fértil, tan aromática, tan llena de árboles frutales y de flores que, sólo halagado por su perspectiva, refrescado por su ambiente, acariciado por sus aromas, se podría tener una idea clara de lugar tan agradable. La arboleda y el jardín los forman una serie de huertas cultivadas con particular cuidado por los dueños de las casas vecinas, que se ven entre los árboles con su apariencia humilde, pero respirando bienestar y alegría”. Agrega que para llegar atravesó algunos callejones muy retorcidos, seguramente refiere la hoy calle de Allende, también menciona que entre las huertas no había bardas y en la calzada entre el río y ellas había bancas de piedra para el descanso. Supongo que las altas bardas que hubo son de fecha posterior.

Imagen de 1968. luego de la casona del Molino, junto al río
1.- Puente Cano 
2.- Barda poniente de la la Huerta del Molino
3.- Dique del Río.
4.- Antiguo Camino a la Huerta grande 

 No he localizado registros ni propietarios de la huerta en la época colonial, supongo que no existió entonces. Hasta finales del siglo XIX aparecen algunos propietarios, terminando en manos de la familia Guerrero que la mantuvo al menos tres generaciones. En ese siglo, aparte de la Huerta Grande propiedad de los Layseca, a los terrenos particulares adyacentes, incluyendo la del Molino y casas cercanas se les conocía como el barrio de la Huerta Grande o el Infiernillo, ubicado a sendos lados del arroyo Cano. Se desconoce qué fue de tales casas, porque para  mediados del siglo XX no quedaban siquiera cimientos de ellas. El plano de Ignacio Pérez de 1885 marca varias dentro de esta huerta antes del puente Cano, seguramente sus restos se cubrieron por el B. Hidalgo.

 También llamado huerta de los Guerrero y en su última etapa productiva “el Viñedo”. tenía estos límites:

Al poniente una barda de piedra sobre el dique del río que al hacerse ganó una gran extensión de terreno firme y fértil ya que antes la corriente inundaba una parte. Toda esta sección estaba en promedio 3 m bajo el nivel actual del B. Hidalgo que es precisamente la del dique, aparentemente hoy las construcciones tienen el mismo nivel, pero puede constarse que varias mueblerías ahí instaladas tienen sótano, la primera en construirse, a inicio de los ochenta, de unos españoles de apellido Da Luz sufrió todavía inundaciones cuando el río tenía creciente y se filtraba el agua a través del dique hacia el sótano).

Al oriente por la barda de contención de las Peñitas que la separaba del antiguo camino Real al Rodeo, o calle de Cóporo, hoy Melchor Ocampo.

Al sur por el arroyo Cano; estando del otro lado el terreno de Don Romualdo Mejía, la Huerta Grande y la huerta de la Palma.

Al norte por una barda de piedra con la huerta de la Viña. Supongo que originalmente las casas de la acera sur de Allende, de Hidalgo hasta Galeana también fueron parte, pero al colindar con la zona urbana pronto cambiaron a viviendas. Estos límites hoy son difusos, pero por haberlos conocido antes de que fueran urbanizados puedo establecerlos exactamente con los indicios que quedan.


Fotografía personal. Paseo de los abuelos. Sobre el antiguo dique, ya modificado, en blanco la antigua barda poniente de la Huerta, parte trasera de la zona de mueblerías


Fotografía personal, Limite sur d la huerta, el puente y Arroyo cano. Al fondo la actual escuela comercial que se toma como referencia  



Fotografía personal. Limite oriente de la Huerta, con restos de la antigua barda que delimitaba el camino real al rodeo, hoy calle Melchor Ocampo.

Nace Boulevard

El Boulevard Hidalgo fue la primera avenida moderna de la ciudad, planeada para facilitar el acceso al centro de la ciudad a los autos que transitaban por la Autopista México – Querétaro. Se trazó y construyó en una sola etapa y tiempo récord con todos los adelantos modernos de entonces; doble carril y sentido, pavimento, guarniciones, colectores de  lluvia, alumbrado de luz mercurial, nombre francés, camellón  y larga lista de etcéteras a partir de 1967. (Excepto por avenida Juárez, pavimentada por ser parte de la carretera Panamericana y algunas con adoquín, en ese tiempo una calle decente se consideraba así si tenía empedrado y eran pocas, la mayoría fuera del centro se reducían a tierra vil o vulgares arroyos)

Tanta maravilla sin embargo, importó poco a los posibles visitantes y era difícil que un auto transitara al interior de la ciudad y en sentido contrario aún menos, los pocos que había no tenían razón de ir a tales parajes así que durante mucho tiempo sobre el costoso pavimento hubo poco tránsito, solo ocasionalmente se veía pasar a los escasos estudiantes del seminario Javeriano que tuvo la primer entrada hecha en esta calle, después se construyó junto al Seminario la ahora vieja clínica del Seguro Social y un negocio de venta de autos (MAGUESA) , junto al arroyo Cano, ya entubado bajo el pavimento  que sería la primera construcción moderna dentro de la huerta del Molino

 La huerta, que muchos años antes combinaba el cultivo de maíz con muchos frutales dispersos, quedó así dividida de norte a sur en dos secciones. El acceso original era en la calle Allende, junto o en la casona llamada el Molino, casi frente al Sabino Quemado y al lado del pozo de Guadalupe, ya estaba en ruinas, aunque al interior funcionaba un enorme gallinero. Luego de él se distinguían en la barda algunas ventanas y puertas tapiadas, aunque al interior ya no había habitaciones. La barda rústica de piedra de río, cantera y lodo, sin aplanado continuaba por la ribera del río hasta el arroyo Cano. Ya reconstruida, en la década de 1980 albergó instalaciones de la P.G.R.

En la sección junto al río había árboles frutales: aguacate, pera, mora, uva y el único que del pueblo de granadas chinas; en el lado contrario bajo las Peñitas quedaban en los 70s restos  de un cultivo en forma que dicen fue durazno y anteriormente uva. Dispersos hubo moras y aguacates que poco a poco se fueron secando. Desde entonces, ya sin riego y la protección de las bardas fueron descuidados quedando como terrenos baldíos. A mediados del siglo XX, el sistema agrícola de esta huerta cambió de puramente frutícola disperso y algunas partes de maíz  como se acostumbraba con anterioridad a cultivo intensivo de frutales.

 Distribuidos había canales de riego derivados de la acequia. Atrás de la hoy escuela comercial hacia las Peñitas había un enorme sabino y a su sombra una compuerta de la acequia, consistente en dos piedras de cantera con una canaleta para poner una tabla o lámina metálica, movibles a voluntad. De ahí salía un canal secundario que conducía agua terrena abajo  y al llegar al pavimento del Boulevard lo cruzó por un pequeño túnel a la otra sección, donde ya casi no se utilizó porque solo había algunos árboles que no tardaron en secarse. Junto al sabino, a ras de suelo, existió un pequeño pozo de orificio cuadrado formado con piedras de aproximadamente 20 cm. por lado al que llamábamos “la Noria”, aunque por su tamaño difícilmente fuera  para sacar agua, era muy profundo  ya que si se le arrojaba una piedra no se oía tocar fondo.

Recreación personal, de algunos elementos mencionados. La escuela comercial se colocó como actualmente está como referencia. Donde dice viñedo son el actual fraccionamiento  y la zona de mueblerías. las líneas negras suponen el trazo del B. Hidalgo.

 El detonante real para el desarrollo del Boulevard, en la sección del Molino fue cuando el Municipio a fines de la década de 1970 decidió acabar con el popular comedero “El Tragadero” de la calle de Allende y trasladar la Central de autobuses que sin local funcionaba en Av. Juárez, al terreno entonces baldío luego del arroyo Cano, colindante con esta huerta. Varios comerciantes de alimentos desalojados se instalaron a lo largo del tramo comprendido entre Allende y la flamante Central Camionera. (no hubo problemas como ahora con los comerciantes fijos establecidos porque no había ninguno, todo el tramo estaba vacío) Su primera clientela fue la que obligadamente debió caminar del centro a la terminal y viceversa. Aunque ya había transportes urbanos llamados Delfines de San Juan o Circuitos, eran poco usados, la gente prefería ir a pie a sus trabajos o de un lado a otro de la ciudad.

 Los para entonces pocos árboles del Molino se fueron acabando por la pizca inmoderada de transeúntes, quedando ambas secciones como amplios baldíos propicios para toda clase de actividades no agrícolas; en la aledaña a las Peñitas funcionó incluso una pista de mini motos de alquiler, un año se instaló la feria del pueblo, los circos y en la sección junto al río, además de que ya antes tuvo pista de motocross cuando llegaban al pueblo las caravanas de gitanos o las mal llamadas “húngaras” se les permitía poner ahí sus carromatos, lejos del centro ya que tenían mala fama; que eran brujas, que robaban niños, que perdían a los hombres etc. Su principal actividad consistía en leer la palma de las manos “la buenaventura” decían ellas; No debieron ser tan temibles ya que en los largos meses que duraban siempre había gente esperando sus servicios fuera de los vagones.

 La Casa Canal

Bajo la barda de contención de las Peñitas y junto a las que la separaba de la Viña, existía una extraña construcción que aparentaba ser una casa normal de dos plantas con puertas y ventanas, ya estaba en ruinas en 1973, invadida por maleza y carrizos que  salían por todos los huecos. A su lado sur se veían restos de otras habitaciones. Encima de ella la acequia tenía una compuerta de desvío que por la fuerte inclinación de la ladera no permitía como en otras partes desviar el agua directamente, se tuvo que hacer una rampa para que el agua bajara sin erosionar; hecha de ladrillo y mortero de cal conducía metros abajo a otro canal que desembocaba al segundo piso de la casa  que en esa fecha aún tenía visibles tres fachadas, aunque la de la ladera casi cubierta por derrumbes. Todo indica que nunca tuvo techo la primera planta y el de la segunda se derrumbó, ahí llegaba el canal a un túnel vertical adosado a la pared desde el segundo nivel. Dentro había un aparente sistema de compuertas para direccionar el agua (la maleza y basura acumuladas no dejaban ver el piso). Apenas recientemente pude averiguar de esta casa, será tema de otra entrada, solo adelanto que fue de inicio del Siglo XX.

Con la central Camionera en el B. Hidalgo y ser común que las personas llegaran caminando, algunas tomaban atajo por la calle de Cóporo, al terminar las viviendas justo sobre la casa que se acaba de detallar iniciaba la barda de contención de las Peñitas que aún conservaba un metro de altura que era necesario saltar, ya en el otro lado, con ayuda de un viejo guayabo, se descendía por la ladera, saltar la acequia,  bajar junto a la casa, llegar al terraplén, cruzar la ex pista de motos y por fin al Boulevard.  Al principio era dificultoso, pero con el paso constante, la barda fue desapareciendo, dejando acceso libre y se formó un sinuoso caminito. El municipio, como siempre previsor, advirtió el sufrimiento de la gente y construyó una escalera de piedra y una casi calle de Cóporo al B. Hidalgo para que la gente bajase cómodamente, sin brincos, vueltas ni mucho menos apoyos en el guayabo, talado sin miramientos. El terraplén que era muy visible ya no existe, fue retirado con maquinaria, junto con gran parte de la ladera para nivelar la colonia.

El material removido, piedra, tierra, compuerta y la rampa  se tiró sobre la casa canal que posteriormente se derrumbó. La escalera cortó para siempre el ya escaso caudal de agua que corría por la acequia, al menos de lluvia y secó media docena de árboles de mora que estaban casi para llegar al Boulevard. Al costado de la casa, todavía en 1980 quedaban restos de un canal que llegaba hasta Allende, los derrumbes no permitían ver si provenía de los canales internos de la casa o directamente de la acequia. En 2006, junto a la escalera todavía quedaban restos de la compuerta y la rampa. Siendo la casa solo un montón de piedras y basura, los dueños decidieron removerlo y en la ladera, pudo verse en lo que había sido la parte baja del único muro restante de la casa, mamposterías al parecer de canales y junto a la viña, vestigios de compuertas internas.

 El nombre de la huerta deriva de la existencia de un molino y aunque por la disposición del terreno, la Casa-Canal pudo ser un molino accionado por la fuerza de la caída  de agua, lo que explicaría el canal vertical en la pared, conectado a la acequia y por estar en su terreno, la huerta se llamaría así, sin embargo está documentado un molino en la casona de Allende así llamada, aunque justo al lado de la casa canal, donde estaba la escalera, se veían en el terraplén restos semienterrados de muros antiguos de cantera y piedra bola del río, lo innegable es que exactamente este punto es donde mayor diferencia de altitud se podía obtener de la acequia, casi 8 metros y por razones prácticas, los molinos se ubicaban en lugares así, la acequia, apenas con su volumen frontal de 1.5 m. cúbicos por segundo podía mover la rueda de madera (noria) y accionar las piedras de moler, pero mejoraba con una caída de cierta magnitud que no existe en otra parte de la acequia, lo que permite, siempre en hipótesis, suponer que en la casa o el predio contiguo pudo antes estar el original molino de los indios del siglo XVI.

En la casona de la calle Allende, casi frente al árbol antiguamente llamado “sabino quemado”, estuvo un molino y de ahí el nombre, la casa cumple los requisitos arquitectónicos para tal fin, Si el líquido llegó ahí desde la acequia atravesaba casi 300 metros en plano, con la posibilidad es que la rueda fuese semi enterrada o que estuviese en el predio de enfrente, donde luego fue el rastro, hoy cárcel y se moviera directamente por el río. A finales del siglo XX y principios del XX, este molino llamado “la Luz” tuvo como propietarios a los señores Celestino Mancilla y Antonio G. Rebollo (1898)


Fotografía Personal.  Casona del antiguo Molino de la Luz, luego granja agrícola e instalaciones policiacas. Frente a la Cárcel Chica y casi frente al Sabino quemado.

De la huerta como tal el propietario más antiguo (1928) que he localizado es el Sr. José ángel Guerrero. (Padre de Librado Guerrero Ramírez, panadero de antaño y abuelo de Ángel Guerrero Martínez,  famoso aficionado al Beisbol cuyo nombre lleva el estadio municipal)   Se conservó en la familia ya que para el año de 1967, cuando se hace el trazo del B. Hidalgo, el propietario era Guillermo Guerrero, también mencionado como  donador junto con su esposa Josefina Velarde, para uso del pueblo en algún año anterior cercano del pozo de Guadalupe o fuente de aguadores ubicado al lado de la casona del molino entremetida en las fachadas de Allende.

Aunque idea municipal, el b. Hidalgo fue ejecutado por el gobierno federal, se concibió como un “libramiento” en el cual el comercio pudiera instalar locales para atraer a los viajantes que habían dejado de circular por el centro en la antigua carretera panamericana, los turistas nunca llegaron y por casi una década, la zona comercial fue un fracaso, supongo que se pensaba que los terrenos iban a ser casi regalados pero los dueños los cotizaron altos, quedando todo en sueño. Los  propietarios de huertas solo cedieron el terreno para la vialidad y banquetas, pero conservaron el resto seguramente en la idea que todo seguiría igual y aunque divididos en dos partes, conservarían su esencia agrícola. No fue así, el área siempre fértil por tener al lado el beneficio del riego por la acequia de riego, sufrieron cuando se cortó el suministro tras cuatro siglos, algo que nunca previnieron como los dueños de otras huertas que ya contaban con bombeo de pozos profundos y el invertir en ese momento no fue opción.  

Así, como las otras, la huerta del Molino paso a  secarse al mismo tiempo que sus últimos árboles. De los duraznos  y las vides quedaron por muchos años sus pies muertos y casi simultáneamente dejó de funcionar la productiva granja avícola, instalada en el viejo local del molino por otro Ángel, este de apellido Guerrero Olloqui.  Solo hasta la década de los ochenta se urbanizaron las dos secciones: junto al río, con locales comerciales, que ya no turísticos y al otro extremo, se creó el actual fraccionamiento, llamado cómo más, el Molino.


Recreación personal.  Detalle del Sabino gigante  al fondo de la actual escuela Comercial y otros elementos mencionados. Se aumento el tamaño de la compuerta y la noria  para que fueran visibles.

Fotografía personal . En la zona publica del fraccionamiento el molino. Las rocas son el único resto del terraplén que hacia subir el nivel del suelo más de un metro. 

Anteriormente mencioné el extraño terraplén que estaba un poco debajo de las Peñitas, completamente plano y bien delimitado. Inicialmente pensé que era más antiguo; un terreno comunal de los indios o de sus milpas para ayuda a la iglesia, pero luego encontré que antes la ladera llegaba hasta ahí y solo al construirse el camino y la barda de contención al iniciar el siglo XX se puedo ganar ese terreno plano a un metro encima del nivel del resto, con una mampostería de piedra. Por no ser original, esa sección no tenía derecho riego de la acequia y al solicitarlo el dueño en 1926  se le indicó que debía ser por el acueducto, previa tarifa, mucho mayor, quizá por ello se buscó regarlo a través de un pozo cuyo resto era la noria mencionada junto al sabino al sabino gigante. No hay datos si esa parte se cultivó. En su última época estaba invadido por carrizo. De ese terraplén solo quedaron dos rocas de su mampostería, tan grandes que no se pudieron mover más, hoy están en la parte pública del fraccionamiento.

Suena extraño narrar en primera persona sobre un lugar del que no queda casi nada de lo narrado y sin embargo, tuve la fortuna de conocerlo a detalle por vivir de niño y adolescente  cerca del lugar, tiempo que parece poco pero es una de las señales que la urbanización fue más acelerada que el transcurso de la vida de quienes estábamos en ella en la década de 1970, esto a pesar de que ya no nos tocó el apogeo de esta huerta como frutal y no tenía ninguna construcción excepto el local del molino y la del canal. Hoy solo queda un lote libre alguna en toda la gran superficie que abarcaba.

Para más información sobre esta huerta, y fotografías, dar clic en el siguiente enlace:

http://iztacchichimeca.blogspot.com/2020/04/no-solo-una-escalera.html

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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

Disculpándome por la tardanza de esta entrada, se las presento, espero en la siguiente no tardar tanto. Recuerden que es una serie, ya con cinco entradas sobre estos emblemáticos lugares que muchos vimos todavía, hoy cubiertos por el asfalto._______________________________________________________________

SECCION COMERCIAL (mucho)

 Aunque ya lo había prometido y no había sido posible, espero avisar pronto de la venta de mis libros repetidos de historia de Querétaro y San Juan del Río, trataré que sea en el mes de junio. Son ejemplares en diversos estados a precios módicos, entre ellos algunos emblemáticos. Para que vayan haciendo un guardado. En la próxima entrada  incluiré algunos de los rótulos. son casi 200 ejemplares que ya tengo repetidos o que he hallado por ahí, no son de remate y no puedo regalarlos, pero  son precios mucho más bajos de los que salen en mercado libre, aunque la mayoría no se hallan ya en ningún lugar. Será al precio que yo los compré más un poco más solamente.        




























lunes, 23 de enero de 2023

Del alipús a la michelada. Crónicas etílicas de San Juan del Río

 

Del alipús a la michelada.

Crónicas etílicas de San Juan del Río

 Nota aclaratoria:

 Como ya tenía tiempo sin publicar y no pude completar la entrada siguiente de la serie de las huertas, publico hoy un texto redactado para una plática en un proyecto que no se llevó a cabo. Por ahí estaba y ni modo de desperdiciarlo, creo que no ha perdido vigencia  y espero les traiga gratos recuerdos, literalmente hablando a quienes vivieron esos años. Como iba a ser en público por ahí tiene partes redactadas en primera persona que dejé para no perder la intención inicial.


Justino Arriaga, el Dedos de Oro, afuera del Restaurant Bar el Lienzo, dibujo de la artista Sanjuanense ANHEMONA

Es quizá una tarea que puede llevar hasta los primeros seres humanos intentar determinar en qué momento establecieron la perenne relación con las bebidas etílicas. Si bien se conoce que fue en el oriente fértil donde se obtuvo por primera vez vino y cerveza más o menos como los conocemos, es indudable que en casi cualquier entorno la naturaleza generaba procesos similares permitiendo a los cazadores recolectores darse el ocasional gusto de probar en muchas variedades aquello que sabe mal, pero te hace sentir bien. No olvidar que es la simple fermentación de azúcares lo que produce alcohol y durante miles de años eso dio fuera de tinacales, barricas o alambiques.

 En el continente americano, carente de uvas, qué no de fruta, es conocida su obtención de los agaves en diversas modalidades.  Si bien no está demostrado del todo, se dice que el vino americano, el pulque, estaba prohibido en la época prehispánica, aunque en realidad parece que solo era su abuso, en igual sentido, se menciona que solo los mayores podían acceder a la bebida sin restricciones.

 No se sabe si la leyenda negra de Quetzalcóatl fue acuñada por los frailes o si realmente ocurrió que, a causa del consumo de pulque perdió su categoría divina. Es sospechoso que tuviera que hacer actos de penitencia, en la quizá más famosa cruda del del altiplano, donde Tezcatlipoca actúa sospechosamente parecido al diablo de los cristianos. Tampoco se sabe si entre las características que hicieron a los indígenas confundir a los españoles con el alicaído héroe estaba la ingesta de alcohol.

A pesar de estar México en la franja mundial del vino y tener las condiciones ideales para cultivo de uva, durante parte del régimen colonial se estableció el monopolio de la metrópoli para su fabricación, de manera que si bien no dejaron de circular bebidas espirituosas, por su costo solo eran para clases altas y el pulque inició su imperio entre las menos acomodadas. Aunque nuestros antepasados indígenas tenían en las milpas comunales líneas de magueyes, nunca hubo cantidad suficiente para consumo excesivo o constante, igual pasaba en las haciendas, donde solo eran trabajadores.

Por muchos años los mesones a orilla de los caminos eran los únicos lugares públicos para expender vino por copeo. El concepto moderno de cantina y pulquería llegaría hasta el siglo XIX, como locales exclusivos de los conglomerados urbanos.

El vino como tal, el pulque, los destilados, aguardientes y rones siempre tuvieron espacio para la oferta y la demanda evadiendo cualquier ley, solo para la guerra ha ideado más procesos y artilugios el ser humano.

Durante el porfiriato, la incipiente industrialización del país atrajo mano de obra campesina a las ciudades, donde proliferaron cantinas y pulquerías, alentadas por la tecnificación y nuevos medios de transporte desde las haciendas de Hidalgo, Tlaxcala y el estado de México. Atrás quedaron los odres, pieles de porcinos como envase y los carretones lentos ya ante el ferrocarril. Por las mismas fechas, los industriales norteamericanos logran una fórmula de cerveza capaz de resistir el transporte a distancias medias y largas sin perder frescura, convirtiendo lo que hasta entonces era un producto artesanal de consumo inmediato en mercancía exportable.

La Reforma Agraria mexicana tuvo un efecto inicial positivo para los nuevos propietarios en este aspecto, los antiguos peones de hacienda tuvieron por primera vez a disposición lo que antes era compartido o ajeno y la plantación de magueyes en las parcelas fue directamente proporcional al consumo familiar.

En San Juan del Río se da el mismo fenómeno, es ancestral el consumo de pulque en la plaza de comercio dominical establecida desde el siglo XVI en el actual jardín Independencia, centro neurálgico del comercio de mezcal de caña, ron de la sierra, pulque y bebidas embotelladas. La llegada de mano de obra a la ciudad para la incipiente industria y comercio determinó la aparición de pulquerías diseminadas en todo el pueblo, aunque entre más  periféricas, menos clientes.

En algún momento, quizá por los excesos de los usuarios, la venta dominical de pulque se relegó a la cercana calle de Mina, por mucho tiempo conocida como calle del Pulque Colorado en referencia a la bebida más calamitosa que se haya conocido en la comarca, precisamente elaborado con una tuna de color rojo que fermentada con pulque adquiere tal potencia etílica que jamás ha pasado de actividad artesanal. No fue así las cantinas, que conservaron locales en la plaza e incorporaron venta de cerveza, cuya expansión fue notoria cuando en el mismo lugar hubo depósitos y requirieron locales cada vez mayores, el portal del Diezmo incluido.


Portal del diezmo en los años sesenta, con la bodega del Sr. Sosa  Fotografía del AHM

La primera pulquería documentada como tal, estuvo en 1821 en la calle de Cóporo, al aire libre y era costumbre ver los desfiguros de los parroquianos desde lo alto de las peñas del Calvario.

El alcohol destilado en forma clandestina era vendido por mujeres, igual clandestinamente, a través de las ventanas de sus casas, casi siempre ron de caña proveniente de la sierra, pero la mayor venta a granel provenía de Bodegas Queretanas de la capital del estado, una destiladora urbana capaz de producir en un pequeño local desde whisky y champaña hasta aguardiente y una larga lista de marcas, la mayoría propias. (las malas lenguas decían que solo era posible eso porque en realidad era el mismo alcohol con colorantes y saborizantes variados) Ocasionalmente llegaba otro destilado, entonces semiclandestino, entre ron y mezcal llamado charanda. Debe mencionarse además otra  bebida, que por entonces se decía era la más corriente y baja, imagen que tardó décadas en quitarse. Se le decía vino mezcal de tequila, en distintas marcas, hoy prestigiadas, en aquellos años temerarias.

Las regulaciones y el decoro urbano llevaron las pulquerías a la periferia y en algún momento al final de los sesenta, la cerveza le ganó la batalla casi al mismo tiempo que la Pepsi fue derrotada por la Coca Cola, tomando dominio del centro los locales para la venta de vino y cerveza.  

De esos lugares, famosa, por estar todavía en el recuerdo de los mayores, fueron la Palanca y la Palanquita, de la familia Cabrera, tienda de abarrotes la primera y la segunda vendía también cerveza y vino por copeo. Por las regulaciones estaba dividido el local en cantina y miscelánea, aunque había paso libre entre ambas. Lejos quedaba el recuerdo de su símil en el portal de enfrente, la Colmena, que había predominado medio siglo.   

 

Siendo hasta entonces la ciudad eminentemente rural, con lo contradictorio que esto  parezca, se daba el caso de expendios de bebidas precisamente en los lugares donde llegaba gente de las comunidades los domingos, a surtirse en la plaza, quizá en el único camión semanal o quincenal. Mujeres y niños  marchaban al mercado y los hombres a la tienda, pulquería o cantina de su agrado, por la tarde el rito concluía con el reencuentro familiar, previa visita al expendio de petróleo y el regreso.

La primera central suburbana de transporte que funcionó constante estuvo en la plazuela Guadalupe Victoria, en apenas dos cuadras había una cantina cantina, la Surianita incluso con damas de compañía; más cantina que tienda era el Jacalito y más tienda que cantina, el Pocito. Tendajones decía su licencia, pero vendían cerveza abierta y completando el cluff, en la esquina con Allende estaba la pulquería la Atómica.

 

Ciertos lugares o comunidades, como signo de progreso tuvieron pulquería propia o el combo miscelánea-cantina-pulquería, como en el barrio de la Cruz, con apenas una calle reconocible entonces. Máximo galardón de dichos lugares era tener una sinfonola, que, al ritmo de Gerardo Reyes, amenizaba a una audiencia que festejaba, además de la disponibilidad de bebidas, la llegada de la electricidad.


Uno de los destilados de las Bodegas Queretanas, el mezcal Peña.

Lejos del esplendor de las mejores pulquerías céntricas, el Gallo de oro y el      Gallo Negro en la esquina de rayón y Morelos, llegó el último grito del giro en los ochenta: el Paso Ancho, en el viejo camino al barrio de la Cruz, la Reina Xóchitl y los Arcos, (la mítica PGR) en  la calle Arteaga y la mayor: Todos Contentos (también llamada Todos con Tenis) en la calle de Tránsito. Caso particular se dio a fin de esa década en la recién creada colonia San Cayetano apareció una pulquería chic, si se puede decir así, con mobiliario tipo fuente de sodas gringo que por lo disparatado del concepto duró poco. Es este el ultimo vistazo histórico, y materia pendiente saber qué dejó la pandemia de esos locales ancestrales  donde, ya no en catrinas sino en jarros y vasos se bebía la vida apacible y tranquila de la que pronto se convertiría en caótica ciudad. Supongo que habrá alguna clienta Vip que nos dé el recuento.

 De las cantinas tradicionales, por ser innumerables, fijaremos la década de los setenta como punto de partida significativo para quienes lo vivimos y narramos que, en el contexto mencionado como rescoldo del Camino Real y sus mesones, existían en la Avenida Juárez para las clases bajas la Cima, la Cucaracha, el Casino, el Jalisco y el bar Taurino, éste reubicado por estar junto a una funeraria, (aunque mal visto, creo que el combo no estaba tan disparatado) y en los abundantes restaurantes, para los más acomodados o queriendo serlo, vinos, incluso ultramarinos.

 

Alrededor del jardín Independencia, de muchas, sobrevivían la mencionada Palanca, las Jacarandas, la Castellana, la India y otra creo que sin nombre en Nicolás bravo, la calle más breve de la ciudad, no tanto como para no tener cantina.

Los billares, antes centro de reunión de clases altas, para esos años  habían decaído a lugares con venta de cerveza, difícil olvidar a los primeros japoneses, empleados de Melco que ya completamente fumigados por la cerveza mexicana protagonizaban entre ellos escándalos  ininteligibles más por el alcohol que por el idioma en el billar del Perro Flaco en la calle 27 de septiembre, luego trasladado a Palacio, nunca tuvieron esos locales la  restricción del consumo acompañado de alimentos, a menos que los sabritones fueran considerados así.  

Una segunda oleada, con reubicaciones trajo Mi oficina, la Condesa, el Lienzo  y nueva ubicación para el Jalisco. La cucaracha solo cambiaría nombre, sin dejar el reino animal por León dorado, con el primer ensayo de venta de alimentos como tales, aunque el menú era restringido.    

El concepto lounge, restaurant bar en forma real fue el del hotel Misión del Río en la calle Abasolo, mismo vino, diferentes mesas, asientos y menú para elegir a discreción, sus símiles tuvieron vida paralela a la carrera de Julio César Chávez y el pago por evento por sus peleas como lo fue el bar Sagitario. Sin comida, pero un ambiente más abierto logró Lina en el Bar Casino atraer la llegada de la contracultura como clientela y el honor de ser de las primeras cantinas que permitieron la entrada libre de mujeres previo a ser obligatorio por ley.

Fundamental en toda cantina es la botana, casi siempre consistente en frituras y cacahuates y algunos queveres, no considerar aquí la de la Covacha, que tira más a restaurant gourmet desde su local inicial en el portal de Reyes. El mejor caldo de pescado sin costo adicional fue en la India, Cheto y Palillo eran unos maestros. Cabe mencionar aquí la leyenda de que cuando ofrecían caldo era de gatos caídos en cumplimiento del deber (beber diría yo) y hay quienes juran que el día que en la cantina de Nicolás Bravo lo dieron, desapareció para siempre el ancestral felino de la barra. Sospecho que varios de esos caldos eran restos del día anterior de fondas cercana o las del mercado y si era poco los revolvían. Así lo servían en La Cima tradicional, único lugar donde podías saborear un potaje con más de tres carnes diferentes.

Nuevos tiempos llegaron y la nomenclatura cambio bar por cantina, asociadas estas como lugares de perdición y reunión de alcohólicos, quienes van por moda así lo piensan, no los consumidores habituales que saben que sea cantina o bar, es el reflejo de todos los sentimientos y emociones humanas y es tan sórdida o fulgurante como lo requiere la audiencia ese día. Igual, para más caché se llamaron restaurant - bar.

Es el bar por lo antes dicho, lugar ideal para la música, por su capacidad de mimetizar la bebida a  las emociones de los parroquianos y pasar de lo festivo al dolor. Así pululan en ellos toda clase de intérpretes, siendo de  los pocos gremios que pueden combinar el placer con los negocios.  Imposible enumerar a tantos, basta recordar a Justino Arriaga, el Dedos de Oro, máximo exponente del acordeón, capaz de cobrar sumas estratosféricas por sus interpretaciones y a la vez invitar a todos los comensales de su mesa, el tiempo lo redimiría, ya mayor y abstemio seguía trabajando en los mismos lugares.

 Insisto en que el eje de estos espacios es la convivencia, no hay mejor lugar para discutir u oír en la mesa vecina, una plática sobre el materialismo histórico, con amigos o clientes ocasionales, permanentes y obligados que han visto pasar la moda de las bebidas, desde la década mencionada, cuando disputaban la popularidad el ron -antigua bebida de piratas que de la mano de un vampiro  y un embajador gringo se hizo habitual- y el brandy, sobre todo don Pedro si eras medio amolado y Presidente si no querías parecerlo. Fue fugaz la popularidad aquí del Cheverny producido en la hermana Republica de Tequis.  Sería hasta los noventa cuando irrumpe un auge del tequila que ya tiene décadas y dejó al Hornitos, antes bebida de agropecuarios en lo más alto de la cartelera. Es cosa de tiempo para saber si ese reino lo toma  el mezcal, el que a beodo mata, a beodo muere.

Para completar la oferta siempre hubo locales clandestinos, sin permiso, que ofrecían por debajo de la mesa, solo les mencionaré tres; el Pingüino, el Triángulo de las Bermudas y los Candiles, no menciono su ubicación, recuerden que eran clandestinos

Muy aparte están los antros, como el Arre bar y la Cabañita, cuyo atractivo nunca fue  la bebida ni las muchachas sino la posibilidad de estar en medio de un operativo policial ya que decenas de veces fueron clausurados y abrían al siguiente fin de semana. En la década pasada, vimos proliferar en el espectro más antros y chelerías, alentados por las micheladas y la música del reguetón y Dios libre el día que ofrezcan esquites como botana, no sabrías si estás en una cantina o en un pueblo mágico.

 Las nuevas generaciones, con tantos Oxxos alrededor, poco saben ya de la angustia de estar tocando a altas horas de la noche en los expendios  para que te vendieran la del estribo, ya que tenían restricción de horario, la angustia era saber cuánto tardarían en abrirte ya que  la restricción no era tanta como  para que no abrieran, si elegías el local y las claves adecuadas. 

Concluyo aclarando que es este solo un bosquejo, el atlas del pecado es extenso en la  ciudad e insuficiente este espacio para definir al menos las interrelaciones generadas al interior, igual para nombrar aquí todos los locales, personajes y anécdotas, las que se pueden contar, otras es mejor que queden ahí, como cuando sin dinero para la cuenta, empeñaste tu reloj con el Chicote y lo echaba a un bote de 20 litros lleno ya con muchos otros. Solo deseo mencionar a mi compañero y amigo, (no somos amigos, somos hermanos, decía él), el  Beto, para quien su sueño fue ser el más tomador, lo logró con honores, en la clase del 83 asistiendo constantemente a las Jacarandas o mi maestro Pepe, quien pasaba semanas enteras en los bares consumiendo únicamente anís, sin embargo, casi nunca dejaba de trabajar y siempre llegaba a su casa. Dios los tenga en su gloria, a lo mejor lo buscaban a él en las cantinas.

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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

Insisto en el hecho de que este solo es un vistazo del tema, muchas páginas serían necesarias para por lo menos enumerar los personajes, anécdotas, músicos, personal y parroquianos  de uno solo de estos lugares.

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La clienta VIP y hasta de millas frecuentes que menciono es  Juana Victoriano que hace cosa de un año termino un estudio entre sociológico y antropológico con estudios de caso en la Pulquería Todos contentos, que seria recomendable leer para tener un ángulo diferente de visión sobre el tema. Ahora si, que desde sus entrañas. Les debo el enlace para la próxima.

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SECCIÓN COMERCIAL

Va inserta en los anuncios de bares tomados del periódico la Opinión y varias revistas de la época relatada.

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Como andaba ausente no pude publicitar las recientes pláticas del proyecto Otras Voces de mi representante Felipe Cabello, sobre diversos tópicos de historia local, prometo avisar de los siguientes.

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AVISOS PARROQUIALES

Ahora si que nunca mejor dicho. No se  pierdan la plática del próximo martes, sobre el evento religioso más multitudinario del siglo pasado, por un experto en el tema, no falten, ahí nos vemos.