El contenido de la entrada de hoy no es mío, hace un par de años,
el autor, Óscar (QEPD) me autorizó su publicación en este espacio, no lo había hecho
por diferentes motivos, es del año 2010, redactada originalmente para uno de
los periódicos en los que colaboraba. Encontrarán similitudes con lo escrito a
respecto del viejo cine de la ciudad por
Fernando Roque o un servidor, lo que se explica por el hecho de que asistimos a
ese espacio casi en los mismos años, disfruten de esta solemne, académica y a la
vez humorística crónica.
La muerte de un cine
POR ÓSCAR AMÉZQUITA UGALDE
Hace un
año, me detuve unos minutos frente al antiguo, y en ruinas, cine. A través de
las rejas de color café pude ver que habían empezado a escarbar; estaban amontonadas
cajas con botellas de vidrio del refresco Pepsi –de las pocas veces que tomo
este producto, siempre recuerdo mi niñez en este cine–; lo que más llamó mi
atención fue que parte de la sala se veía iluminada por la luz solar; volaban
algunas palomas, que habían convertido este lugar en su hogar –no me extrañaría
que algún vampiro cinéfilo también haya encontrado refugio aquí–; en la parte
de fuera se podía leer: CM (Circuito Montes) Cinelandia; también había un par
de sellos que decían que la obra estaba suspendida.
Hoy pasé
nuevamente por este sitio, ubicado en el centro de San Juan del Río. Del cine
sólo quedan las paredes. Unas máquinas escavadoras facilitan las labores y un
camión de volteo se llena con los escombros y se intenta llevar grandes recuerdos
de este histórico y maravilloso lugar. Por la parte de fuera una lona deja
claro que la obra tiene el aval del INAH. Le pregunté a un empleado si sabía
qué se iba a construir ahí. Me respondió que lo ignoraba.
También el año pasado, soñé despierto y quise
estar en la película de “Cinema Paradiso” (Giuseppe Tornatore. 1988) para que
me permitieran entrar (aunque no me pusieran la maravillosa música de Ennio
Morricone), como a “Toto”, por última vez a este sitio y poderle arrancar
algunos recuerdos más a mi memoria: ver al niño de la escuela primaria “Sor
Juana Inés de la Cruz” vestido con suéter azul marino, camisa blanca y pantalón
gris, cómo observaba a Capulina rugir en su película “Capulina corazón de león”
–que invariablemente nos pasaban cada 30 de abril para festejar nuestro día–;
en los últimos años de mi instrucción primaria me sentaba en el segundo nivel,
de graderías, para evitar los escupitajos que recibían los que se ubicaban en
las butacas de abajo.
Cómo olvidar las matinés de los domingos, las
películas de El Santo, “el enmascarado de plata” (al salir del cine la función
continuaba en el pasto del jardín Independencia, donde una serie de chamacos se
dedicaban a aplicar las “llaves” que habían visto en la cinta. Si la cosa se
“calentaba” podías ver, de manera gratuita, como se daban sus buenos
chingadazos).
En este lugar pude disfrutar de películas como
King Kong, E.T., Tiburón, Cocodrilo, Pirañas asesinas (y demás monstruos
hollywoodenses); Superman, Rocky, La Guerra de las Galaxias; toda la producción
del maravilloso Bruce Lee (les juro que hasta compré mis chacos); obviamente vi
parte de las películas mexicanas “populacheras de desnudos y albures”, como les
llama el escritor José Agustín. Nombres de cintas como: Lola la Trailera, El
Milusos, Bellas de noche, Las ficheras, Pedro navajas. Con actores y actrices
como: Alfonso Zayas, Alberto “el caballo” Rojas (ambos expertos en imprimir a
su mirada toda la lujuria posible), Rafael Inclán, Isela Vega, Lin May,
Angélica Chain y desde luego la espectacular Sasha Montenegro (que hasta ex
Presidente de la República se consiguió), ahora las transmite el canal 9 de
Televisa. También me tocó sufrir con cintas como “El Resplandor” de Stanley
Kubrick (gracias a este largometraje hoy no puedo ver películas de terror).
En la segunda mitad de los años 80, entré a
estudiar el nivel medio superior en la Preparatoria San Juan (hoy llamada
Salvador Allende), después de darnos nuestra “Bienvenida” con una novatada que
consistía en raparnos, quitarnos la camisa y playera, enlodarnos y amarrarnos,
nos llevaron por las calles para exhibirnos y de pasada meternos un rato al
cine, obviamente sin pagar. Lamento mucho no recordar qué película estaban
pasando, pero perfectamente pudo haber sido, para estar ad hoc, alguna cinta
como “Los Panchitos”, “Lo negro del Negro” o la maravillosa “Intrépidos punks”
(por aquello del corte de cabello).
Curiosamente, por el año en que se filmaba
“Cinema Paradiso” cerró sus puertas nuestro “piojito” –nombre que se les daba a
los cines de baja categoría–. Otras similitudes que recordé, fue cuando en la
cinta de Tornatore iba el cortejo fúnebre de Alfredo (encargado de proyectar
las películas) por las calles de su Ciudad, su discípulo Toto cerró los ojos
para abrirlos frente al viejo cine y lo que vio es algo muy parecido a cómo
estaba nuestro Cinelandia, ¡en verdaderas ruinas!
En la misma escena Salvatore le pregunta a uno de
sus antiguos conocidos sobre el porqué de la demolición del Cine. Le responde:
“por la crisis, la Televisión, los videos. Ahora el Cine es sólo un recuerdo.
Piensan hacer un estacionamiento, ¡qué lástima!”. En una nota del Semanario
Bitácora (Núm. 98. 26-nov-09) se menciona que el espacio que ocupaba el
Cinelandia posiblemente sirva para hacer un estacionamiento subterráneo (¡Vivan
las Ciudades atascadas de automóviles!), una mueblería o locales comerciales.
Mi amigo, cinéfilo y escritor, Fernando Roque
escribió un artículo llamado “Adiós al Cinelandia”. En él nos narra que aquí se
celebraban graduaciones escolares, eventos artísticos donde se presentaron
Chabelo e Isela Vega, magos, escapistas y luchadores. “A partir de los años
cuarenta, se destruyó el teatro (que data de 1821) y dio lugar a este cine,
cuya huelga duró más de 20 años”. También cuenta que un personaje llamado Tito
Trejo Mireles, cortó la pantalla con una navaja, “nomás por gandalla” (Gazzetta
cinéfila. Noviembre de 2009).
En una entrevista con el crítico de cine Jorge
Ayala Blanco, declaró “los cines populares ya no existen, todavía existían
hasta los años ochenta. Actualmente ya no hay esa tradición, lo que existe son
cines que están en los centros comerciales. Los cines de antes eran más
eróticos y afrodisiacos” (Replicante Núm. 17. Nov. 2008).
Para el cineasta griego Theo Angelopoulos, “el
cine es un medio para entender y leer al mundo, para contrarrestar la actual
deshumanización”.
Para ponerme más nostálgico aún, hay que recordar
el final de la maravillosa novela de José Emilio Pacheco, “Las batallas en el
desierto”: “Demolieron la escuela, demolieron el edificio de Mariana,
demolieron mi casa, demolieron la Colonia Roma. Se acabó esa ciudad. Terminó
aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa:
de ese horror quién puede tener nostalgia”.
Me despido con, espero, humor (¿de años del
Cinelandia?): Recuerdo que un personaje sanjuanense apodado “el chino broncas”
siempre entraba a la sala, una vez que las luces se habían apagado, para
gritar: “¡Ya llegó su padre cabrones!”. Gran parte de los presentes le silbaban
mentándole la Madre. Supongo que no eran sus hijos.
Como yo también ando un poco en ruinas, aprovecho
el puente Guadalupe-Reyes para descansar (no sé de qué). Quiero desear lo mejor
a mis lectores y a mis compañeros de este medio de comunicación, no sólo en
estas fechas sino siempre. Espero que nos encontramos por este espacio en 2011,
gracias.
Ya es muy nebuloso mi recuerdo de cómo era el vestíbulo de acceso al cine. Lo poco que extraigo de mi memoria es el color verde o amarillo de los mosaicos de los pisos y muros. Su distribución espacial como la recuerdo era la siguiente:
ResponderBorrarUn amplio vestíbulo de acceso y a sus orillas mamparas que exhibían los próximos estrenos. Al centro la taquilla y a sus extremos dos accesos a la sala de proyección. También a los extremos del vestíbulo de acceso los sanitarios, de los cuales se desprendía un fuerte y penetrante olor a diversas excreciones corporales.
También había en este espacio una dulcería.
El personal que atendía estas instalaciones en el tiempo que asistía era ya algo mayor. Recuerdo que antes de pasar a la sala estaba un señor de grandes lentes, gorra y una gruesa chamarra, quien nos recibía los boletos y nos daba la mitad del mismo como comprobante.
Al acceder a la sala lo primero que recibía a uno era una gran penumbra y un fuerte olor a encierro.
Su mobiliario consistía en butacas creo que eran de madera, típicas de los cines de los años cincuenta,unas grandes cortinas que arropaban unos muy altos muros también. ¿el color de las cortinas? Creo que eran rojas.
Y al fondo una muy grande pantalla de color blanco, creo de tela.
Un amplio pasillo central distribuía a sus lados las hileras de butacas. No recuerdo si a las orillas había pasillos pequeños.
Como se ha escrito, grandes y famosos filmes fueron proyectados en este majestuoso espacio. En lo personal yo me refiné la exhibición de la película japonesa de Mazinger Z de los años 60 o 70 y sólo eramos tres espectadores.
Para amenizar la visión de mis héroes recuerdo que me fuí bien armado con una torta de sardina que me hizo mi jefa, una coca en un recipiente y unos chicles motita.
Ví algunas películas de capulina, de karatecas de Bruce Lee y también puedo dar fe de lo aprendido en estas películas al ver como mis contemporáneos repartían karatekazos y patadas voladoras a diestra y siniestra en el pasto del jardín (como muchos de los sanjuanenses le decíamos a la plaza de la Independencia).
Un tiempo después logré colarme a ver una película erótica. La verdad no recuerdo cual fué, tal vez la de Emmanuelle, ya que aún recuerdo los carteles de la misma. Lo que recuerdo de ese día es el detalle siguiente: entró una persona que sospecho era un militar por el corte de pelo que lucía, acompañado de dos grandes bolsas de palomitas y saludando en voz alta a todos los asistentes al grito de ¡chaqueteros!.
Asistí a los otros cines también ya desaparecidos: El Cinema Sagitario y Cinemas Gemelos.
El piojo entró en huelga y ya sabemos el triste desenlace, llevandose muchos recuerdos y vivencias de los que lo conocimos.
Uf, perfecta descripción, eran verdes, pero no era mosaico sino terrazo, es decir, los que no brillaban, lo que si era de mosaico era la caseta de los boletos. El del grito ha de haber sido el chino broncas. Sí habia pasillos en las dos orillas. El de los lentes era Trini (Ya murió) "la bicicleta" viejo habitante de Cóporo.
ResponderBorrarQue gusto, que hay más personas con recuerdos, siempre comento que no soy el único, que todavía quedamos muchos de aquellos tiempos, por eso escribo, para que no se olviden esos detalles, a lo mejor muy simples, pero que formaron parte importante de nuestras vidas. Don Ángel era uno de mis informantes, yo lo conoci desde niño porque era amigo de mi familia, en mis tiempos los monos que vendia eran el santo y superman.
Gracias por tu visita, pero más por los comentarios, no te olvides de compartir y date tus vueltas.