Recuerdos de aquellos tiempos 2
Continúa la recopilación de los viejos recuerdos de la pequeña ciudad que
era San Juan del Río, todos fueron hechos cotidianos de la vida local, muchos quizá
intrascendentes en su momento y que se nos fueron perdiendo en el frenesí de la
modernidad. Sirva esta recopilación como un ejercicio para extraerlos de
nuestra memoria. Y si por casualidad su lectura les arranca una sonrisa, quiere
decir que ya se están haciendo “adultos en plenitud”.
Sabrás que ese momento ya llegó o se está acercando si: alguna vez en tu
cada vez más lejano pasado, es decir si cuando eras niño(a):
Inmediatamente saliendo de la escuela buscabas en la calle el puesto de
DON ANGEL para comprarle algunas de sus novedades, aunque generalmente los
niños terminabas con un monote de plástico del “Santos”. (No se sí será solo
aquí, pero al enmascarado de Plata, nunca se le decía el Santo, sino “el
santos”)
Jugabas a dispararle a quien se dejara, con una liga y “parque” que eran
trocitos de cáscara de naranja.
Peor aún, armabas una pistolita con la parte superior de una botella de
cloro a la que en la boca le ajustabas un globo.
Saliendo de la de la escuela, al
llegar a tu casa, tomabas agua directamente de la llave. (Atrévete ahora)
El jueves anterior al viernes de Dolores, por la tarde te ibas de
peregrino a pie a Soriano, por el viejo camino que era la Calle Rayón.
Ibas en diciembre a la carpa instalada entre el Mercado Reforma y la
ESFAC a ver la “Feria del juguete”.
Mejor aún, si los ibas a ver a
“Novedades Capri” en la calle
Hidalgo, cuando el dueño era don David Lamadrid.
Llevaste a reparar tus zapatos con “el Guarachito” en Avenida Juárez,
cerca del Portal del Diezmo.
Y te preguntabas de quién sería el huarache como de número 60 que colgaba
afuera del negocio y que no se sí le dio el nombre al establecimiento y apodo
al dueño o tenía otro. (Era un guarache
real, como los normales, con suela y tiras de piel auténtica, solo que enorme)
Sí en tu casa llegaron a cocinar con una estufa de petróleo y tenías que ir a comprarlo a los expendios
de la Plazuela o Mina.
Igual, si a tu mamá se le ocurría hacer tamales con leña y ahí ibas tú
por el litro para encenderla.
Si te llegaron a dar, para curarte del “espanto” unos de los “espíritus”
que vendían en las farmacias, especialmente en la Guadalupana de la calle
Guerrero. (Creo que solo era alcohol del 96 con anilina, pero eran muy
socorridos)
Tomaste “jugo de caña”, según por vitamínico en los expendios temporales ubicados en las
inmediaciones del Mercado Reforma.
Comprabas muñecas de recortables de papel, con varios vestiditos, también
recortables y se los “ponías” es encima con unas pestañitas que tenían. Y por su fragilidad guardabas muñeca y vestimenta entre las
páginas de libros.
Llenabas álbumes de estampitas que vendían en sobres en las misceláneas,
para ver si te ganabas un premio, con el resultado que casi siempre te faltaba “el
difícil” y no lograbas ningúno.
Ibas a la secundaria esgrimiendo en la mano unas boleadoras de plástico
que supuestamente con el solo movimiento de las muñecas, les hacía rebotar
entre sí indefinidamente. (Esa era la teoría, generalmente chocaban contra tus
nudillos)
Conociste en el entonces Jardín Madero al Mackeihan, un vagabundo célebre
por hablarse con policías y tránsitos en
sus claves. La más famosa era “oficial, tenemos un 5 de 14 con 22". (sabe qué significaría)
Comprabas un lapicero y cuando se le acababa la tinta, ibas a la tienda a
comprar un “repuesto”.
La sal, azúcar y casi todos los productos a granel los vendían en la
tienda en “cucuruchos de papel “destraza”.
Llegaste a ver los faquires enterrados en hielo en la Plazuela, y pagaste
tus dos pesotes por verlos.
El primer coctel de camarón lo comiste en el restaurant el Prado, de Av. Juárez, esquina con Hidalgo, que te lo despachaban por una ventanita, para que no entraras.
Ibas ocasionalmente a ver en el Cinelandia, durante la feria, al concurso
“Mister San Juan” para ver a los más más ponchados del pueblo, incluidos los
trabajadores del rastro municipal.
Mejor aun cuando descubriste que también había concurso de damas y se te
olvidaron los ponchados. (bueno, a algunos no)
Tu fiesta de quince años fue en “La casona” de la Plaza independencia.
Los estands de la feria de junio los ponían en la calle Guerrero, los ofrecían
gratis, y siempre quedaban algunos vacíos.
Viste jugar al equipo local de tercera división, los Gavilanes de San
Juan en su flamante estadio de la Unidad deportiva y podías optar por comprar
boletos de sombra o de sol. (Peor si generalmente no podías optar, porque solo
ibas cuando te regalaban boletos en la XEVI o en tu escuela)
Ibas a la capilla de la colonia de Fátima, entonces en construcción a ver
a la silueta de la virgen que se movía.
(En realidad era una ilusión óptica del reflejo de la luz de una lámpara de la
calle atravesando un hueco de ventana ojival) No sé en qué terminó el asunto,
si se fundió el foco de la calle o le pusieron ventana al hueco.
Consumiste mariscos en la “Ola Verde” en su primer local de la Plaza Independencia.
Te creías la historia que don Fidencio Osornio, en su casa, de la calle
Morelos, tenía un oso como mascota.
Saliendo de la secundaria (ANTONIO CASO) te ibas a molestar al chango que
vivía en una casa de la acera de enfrente.
Compraste juguetes de madera en la esquina de Av. Juárez e Hidalgo Sur y
tenían tal variedad que te parecía el paraíso.
Llevaste a “vulcanizar” tus primeros
tenis “Superfaro” en la vulcanizadora en el portal del diezmo, según
para que duraran más.
Peor, cuando descubriste que aunque esos tenis aunque carisimos, eran una vulgar imitación de otros americanos llamados
CONVERSE e inútilmente, cuando tuviste unos intentaste también “vulcanizarlos”.
Comprabas semillas tostadas a una señora que parecía que eternamente
había estado en la equina de la Plaza independencia, frente a Regalos Mónaco”.
Por pura onda te llegaste a comprar unas “tarecuas” (especie de calzado
rústico) antes de que Juan Rock las institucionalizara. La onda te duraba solo
unos días, eran muy incomodas.
Un día te cerraron la tradicional y pequeña papelería “Mary” de la calle
Hidalgo y te la cambiaron por la enorme MARUGA, ambas de la familia Martínez Ugalde.
Escaneo personal, de la hoy desaparecida Mueblería "La Española" de la Plaza Independencia. |
Antes de que estuvieran la actual nevería y la foto Plaza, en la esquina norponiente del jardín independencia había una mueblería llamada “La Española”, construida con madera y láminas galvanizadas.
Cuando a la policía de tránsito les decían “tamarindos” por el color del
uniforme.
Cuando había necesidad de comprar algo en gran cantidad, ibas con Macario
Garduño a “La Bodega” de Av. Juárez.
Las carnitas que rifaban eran las de la “Casa Raquel” de la familia Murillo. En la misma Calle.
Si ya viste 3 remodelaciones “necesarias” del Jardín-Plaza Independencia.
Si ya viste 3 remodelaciones “necesarias” del Jardín-Plaza Independencia.
La reina de feria de San Juan era de San Juan del Río.
Cuando se “iba el agua” (es decir, cuando fallaba la red de agua potable)
ibas con tu cubeta a pedirles a “los
campaneros” de la calle de Allende.
Alguna de tus fiestas familiares fue amenizada por el grupo TEU. O más
aún, el “Forastero”.
Presenciaste alguna de las “carreras de la Primavera” promovida por el “Sol de San Juan” casi siempre ganadas por el corredor Filemón Obregón, “la gacela amealcence” y casi siempre tras él, el famoso “cebollas” corredor local.
Si tu mamá te espantaba con que no anduvieras en la calle solo porque te
podían robar los “robachicos”.
O si no te dormías pronto, iba a llegar el “CUCO”. (Que era - o es, no sé
si todavía salga- la versión sanjuanense
del temido “coco” de otros lugares. Como
nunca vi a ninguno no puedo saber en qué se diferenciaban y eso que siempre andaba en la calle y me dormía tarde)
Llovía y salías a la calle a echar barquitos de papel en la corriente que
bajaba. (No que ahora, derechito a marcar al 060)
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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Como siempre lo hago, en este tipo de notas, ofrezco una disculpa a los lectores foráneos, dado que mucho del contenido de hoy es solo completamente entendible para los sanjuanenses, sin embargo, creo que también les puede remover algunos recuerdos de sus localidades.
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Hace algunos meses comentaba el hecho de que nuestra ciudad se hizo fugazmente célebre a nivel nacional por aquello de haber sido parte de la ruta de escape del más famoso narcotraficante de nuestro país. Creí que con lo de su posible extradición volveríamos a la calma.
Pero ... resulta que la semana pasada, lo que no había logrado ninguna persona o hecho, lo logró la naturaleza. Los estragos de las lluvias aparecieron en todos los noticieros a nivel nacional, por todos los medios posibles, radio televisión, internet, periódicos, etc.
Incluso, los hechos convirtieron a la ciudad en trending topic en las redes sociales a nivel nacional por primera vez, colapsando todo lo que la modernidad nos ha traido: comunicaciones, tránsito, servicios etc. Solo comentar que por las condiciones de la ciudad, en declive en sus dos partes, la antigua y la nueva, no es posible una inundación permanente, pero por la misma razón, el agua de lluvia se conduce por las calles y su paso es lo que provoca los estragos. No sé la razón, pero cada vez son más frecuentes tales hechos, y siempre se dice que fueron lluvias "atípica" pero como que ya se están haciendo típicas. A ver si no llueve otra vez.
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SECCIÓN COMERCIAL
Hoy aprovechando la coyuntura, presento a Ustedes una nota de remisión de la desaparecida mueblería " La Española" Se encontraba en la Plaza Independencia, en el antes local de la foto Plaza, hoy nevería "La Michoacana". Si mal no recuerdo, a fines de la década de los 70s, se derrumbó o derrumbaron la vieja casona colonial que les antecedió, cuyos escombros no fueron removidos totalmente, de manera que quedó un predio como de un metro de alto sobre el nivel de la calle, y en él, para no desaprovechar la comercial ubicación de esa esquina, se construyó, con materiales improvisados, es decir madera y láminas galvanizadas, un rústico local que se destinó a mueblería.
Por extraño que parezca, a pesar de lo endeble de sus paredes y que sus ventanas, debían ser cubiertas cada noche con tablones de madera, creo que no sufrió más que un robo.
Estuvo en activo hasta principios de la década de 1990. La nota que presento es de una compra que hice en 1991. Nótese que una máquina de escribir compacta, costaba 445,000 pesos, eran otros tiempos y otros pesos.
como siempre es un placer leer tu blog, y que recuerdos nostrae aunque no soy originario de san juan, si me toco vivir muchas de las cosas que cuentas aqui, llegamos en la decada de los 70, gracias por traernos estos rucuerdos, saludos
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