¡Viva San Juan del Río!
Río San Juan, al sur de la Ciudad. |
El asunto era pleito casado desde muchos años antes,
así que no fue extraño para nadie un roce más.
Casi desde su creación, San Juan del Río
gozó de derecho al agua del cercano río, lo que le permitió canalizarla para el
riego de las parcelas que en una primera época componían el fundo del
originalmente pueblo de indios.
Con la recomposición que se dio en el siglo XVII,
algunas secciones se destinaron como área urbanizada para esos mismos
habitantes y además, mestizos y españoles que de una u otra manera se hicieron
de predios. A partir de entonces, el
área agrícola propiamente dicha se relegó al cinturón circundante del pequeño
pueblo y los aún amplios espacios del centro se constituyeron como huertos
domésticos, aunque ya delimitados dentro del área de las viviendas
particulares.
Fueron, hasta el siglo pasado, legendarios los
espacios dedicados exclusivamente como huertas, además de las más pequeñas que
tenían la mayoría de las casas desde el siglo XVII. Aunque al fraccionarse los
predios originales se perdieron algunas, muchas se conservaron hasta hace
poco.
Para su sostenimiento, huertas y sembradíos dependían
del agua de lluvia, que un régimen pluvial más estable que el actual les
subsanaba. Ya fuera por lluvia directa o canalizada en los varios sistemas hidráulicos que
aprovechando el cauce de los antiguos arroyos tuvo el pueblo, Este sistema era
efectivo, pero esporádico, solo funcionaba después de las lluvias, por lo que
no era confiable.
Aclarando de antemano que el río San Juan nunca tuvo
una corriente permanente respetable, como dicen algunos nostálgicos, sí era
impresionante su caudal en época de lluvias y conforme esta pasaba, se
conservaba un paso mínimo.
Para evitar que las avenidas de agua se perdieran,
desde el siglo XVI se canalizó parte de
su corriente por medio de una acequia, que atravesaba todo el pueblo, y
permitía que los sembradíos de las afueras y las huertas del centro
subsistieran.
Aunque al llegar al pueblo, el río es uno solo, en
realidad, está compuesto de varios afluentes
que desde su nacimiento, en la presa de Huapango, en el estado de México,
va recogiendo en un poco más de 40 km.
Dicha presa, data de finales del siglo XVI, cuando los
indígenas de Jilotepec, con apoyo del encomendero Pedro de Quezada, aprovechan
un área pantanosa alrededor de unos ojos de agua,(manantiales) que la
formaban, desbrozan el terreno convirtiéndola en un área susceptible de almacenar
gran cantidad de líquido.
Imagen de Google Earth 2016. Hacienda de Arroyo Zarco, estado de México. |
El represamiento dio a los habitantes de San Juan del
Río, el derecho de disponer del caudal aunque una parte se destinó
específicamente en favor del encomendero para sus propiedades. (Aunque Ayala
deja entrever que la porción otorgada a Quezada se destinaba a sus propiedades
alrededor del pueblo, parece que en realidad, la destinaba a labores en la Hacienda de Arroyo Zarco, en el estado de
México, punto intermedio entre el nacimiento y San Juan del Río, donde
seguramente a través de una represa tomaba su parte y dejaba correr la
restante)
Una vez concluida la presa, el hecho de estar
confinado el líquido permitió regularizar el riego y disponer de él líquido en
periodos convenientes, aún en tiempos de sequía, se tenía al menos de la
indispensable.
El hecho de que durante muchos años no hubiera
asentamientos de importancia en el trayecto del río, hizo que la situación de
disfrute casi total del agua almacenada en la presa de Huapango, que llegó a
tener más de 28 km de largo y 4 de ancho, además de la que se le iba agregando
por sus tributarios en el recorrido, hizo pensar que la situación sería así por siempre.
Los tiempos cambian, los propietarios también, la
costumbre más. A finales del siglo XVIII, La hacienda de Arroyo Zarco, comienza
a disponer de manera total del caudal, para uso propio e incluso la
distribuye por cuenta propia a algunas haciendas y nuevos asentamiento afectando
con ello al pueblo de San Juan del Río, que a partir de entonces jamás dispuso
ya de la totalidad del líquido.
Existe gran cantidad
de documentos relativos a los pleitos que emprendió San Juan por recuperar ese
derecho, contra las Hacienda de Arroyo Zarco, Cazadero, la Llave, etc, durante más de un siglo, solo hacer constar
que el estira y afloja, a veces favorecía a San Juan, a veces a los otros, pero
poco a poco se tuvo que ceder e ir otorgando a los nuevos asentamientos parte
del vital líquido, de tal manera que desde inicios del siglo XIX, lo que llegó
a San Juan cada vez fue menos. La situación no derivó en una catástrofe para el
pueblo, porque a pesar de todo, había, delante de la hacienda, más afluentes del río, el más importante, el San Ildefonso que permitieron, en condiciones
más precarias que sobreviviera la agricultura y las huertas de San Juan del
Río. Parece que con lo que nunca estuvieron de acuerdo habitantes y
autoridades, fue en tener que ir a Arroyo Zarco, a solicitar a los
diferentes dueños, que abrieran las compuertas y dejaran correr el líquido a
San Juan.
Como dije, los dimes y diretes fueron constantes, y cada vez se llegaba a acuerdos que casi nunca se cumplían por la otra parte o bien los de San Juan nunca estaban satisfechos por lo que les tocaba en las negociaciones. Hoy solo narraré uno de ellos, que tuvo repercusión a nivel nacional y requirió la intervención del mismísimo Maximiliano de Habsburgo para dirimir la cuestión.
Luego de salir de su nacimiento en la Presa de
Huapango, cerca de Jilotepec, el río cruza los terrenos frente a la Hacienda de
Arroyo Zarco. Adelante existía un punto cercano al Camino Real,
llamado La Soledad, donde se ubicaba un puesto de remuda de para las diligencias
que lo transitaban. Originalmente solo era una casucha en medio de la nada,
donde se cambiaban caballos y se daba alimento a los viajeros, más
adelante, el río entra a terrenos sanjuanenses, por San Sebastián de las
Barrancas.
Fotografía de 1918,crédito a quien corresponda, El salto o Cascada de Taxtó y la poza . |
Resulta, que a principios del siglo XIX, alrededor de la
Soledad, comenzó a establecerse un poblado. Entre sus habitantes predominaba el
apellido Polo, por lo que se decidió llamarlo Polotitlán. El lugar creció de
manera rápida y requirió de un abastecimiento de agua. Por un acuerdo decidieron
tomarla del río San Juan, que no pasa cerca de la población mencionada, pero
sí en terrenos que le pertenecían, específicamente en San Nicolás de los Cerritos, en donde se forma un pequeño Salto de unos 5 metros de altura llamadó Taxtó, y tras
él, un depósito natural o poza, donde se
había hecho una represa que desviaba, a través de un acueducto de piedra, el agua necesaria para
Polotitlán.
Dibujo de 1864, la presa destruida por los sanjuanenses. La letra c indica la salida a Polotitlán.. |
Algo no debió parecerles a los habitantes de San Juan
o fue un año de escasez del líquido, el
caso es que alguno o algunos de ellos (nunca se supo quién) a inicio de 1864, destruyeron
el dique y todavía se atrevieron a escribir con letras blancas a un lado de la cascada “Viva San Juan del Río”. Cesando así el paso de agua para la
población mexiquense.
Extracto del informe de Jiménez, detallando el salto, la presa , el acueducto y el Viva San Juan del Río, y el "carácter de venganza que tanto lo afea" |
Ante la natural queja de los habitantes, tuvo que
intervenir el gobierno imperial. Nombrando al “Sr. Ing. D. Francisco Jiménez,
inspector general de caminos” para zanjar la situación. Y así, en la
Prefectura de San Juan del Río, el 28 de abril de 1864, se reúne este con “los
Sres. Don Ángel M. Domínguez, síndico 1°
del M. I. Ayuntamiento de esta ciudad y el Sr. Lic. Juan M. Díaz
Barreiro, comisionados por dicha Corporación para conferenciar sobre la
cuestión de aguas que existe con el pueblo de Polotitlán, y los Sres. D.
Fortunato Garfias y D. Miguel Polo, como representantes del Sr. José María
Garfias comisionado por Sr. Prefecto de
Tula como representante de dicho pueblo de Polotitlán” También estuvo presente
el Prefecto Político, Ramón Macotela.
Informe de Jiménez trás la primer reunión, puntos irreconciliables. |
La función de Jiménez desde el inicio era proyectar
una obra que repartiera el líquido en partes equitativas y solicitaba opinión
de ambas partes. Por ser posiciones encontradas, la reunión debió ser muy
ríspida, cada uno alegaba su derecho, los de San Juan consideraban excesivo,
por el poco número de habitantes, lo que le tocaba a Polotitlán, y estos pedían
la tercera parte del caudal y se ofrecían incluso a costera la obra. Los de
San Juan alegaban que al estar la presa más cerca de los otros, habría abusos y
desavenencias como “siempre ha habido”. La tensión por las cantidades que
corresponderían a las partes, llegó a tal grado que al no haber acuerdo, se
atuvieron a lo que dispusiera el comisionado.
El mencionado, hizo una exhaustiva medición de las
cantidades de agua que llegaba a cada uno de los afluentes, gasto por
evaporación, velocidad, la cantidad por habitante que tocaba y muchos detalles
técnicos más. Realizó varios recorridos entre Taxtó y San Juan del Río, en la presa Lomo de Toro, inspeccionó las
acequia del Pueblo y la del Barreno, siempre
acompañado de los representantes de ambas partes. Por San Juan, además de los ya
mencionados, estuvieron don Guadalupe Perrusquía, infaltable en esos años, Miguel
Silis y Juan V. Legarreta.
Finalmente, en junio de 1864 se construyó un nuevo
dique, con las especificaciones que determinó el representante imperial, a un
costo de 105 pesos, pagados por Garfias, con la promesa de reembolso. Jiménez da
a entender que a pesar de todo no convenció a nadie, que los de San Juan
insistían en ser dueños absolutos del agua y los de Polotitlán que era poca la que les había tocado. Incluso,
se retiraron de la reunión para la firma y muchos de los habitantes de las dos partes no firmaron, sin embargo,
el acuerdo tuvo validez legal…
seguramente solo hasta la siguiente desavenencia.
Fotografía de 1918, crédito a quien corresponda. La presa, probablemente parecida a la reconstruida en 1864. |
La presa, sobrevivió muchos años, del acueducto, en
alguna ocasión, andando por San Nicolás de los Cerritos, pude conocer una
parte, en la ladera de una cañada, era una zanja, excavada en la roca y
cubierta por lajas. Por estar despoblada aún esa parte, supongo que todavía
existe.
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Creo que me ando metiendo en los terrenos de don
Javier Lara Bayón, bloguero mayor de Aculco, a ver si no me regaña.
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