El regreso de Quetzalcóatl
Fotografía personal, 2017. El "Quetzalcóatl" |
Conocí la zona dónde hoy se encuentra la
escuela Rafael Ayala por el año de 1972, por ahí estudiar algunos de mis
vecinos y porque hubo la posibilidad de que hubiera tenido que ser alumno de
esa institución. Este detalle personal no tiene nada que ver, pero si hubiera
ocurrido a lo mejor no tendría tantas dudas como las que voy a manifestar.
Para el año mencionado, la colonia Ramos Millán
que es donde se encuentra tenía mucho de haber sido trazada, pero apenas se adivinaban
lo que son las calles aledañas a la principal, que es hoy Pino sur, donde además de las nacientes
viviendas, existían algunas bardas de cantera aisladas, que se notaban
antiguas. De esa calle lo más que se podía decir es que era un arroyo algo alineado
y nivelado por las máquinas, pero en muchas partes asomaba en el suelo la
cantera que constituye el antiguamente llamado cerro del Calvario, que en
realidad no es tal sino una especie de escalón, la parte superior de las “Peñitas”.
Ya he platicado algunos antecedentes de esto en
pasada entrada:
Hoy solo abordaré un detalle arquitectónico que
se encuentra en una casa particular, como dije, por no haber sido alumno de aquella escuela, no tengo memoria de él en 1972, mi primer recuerdo es de los
inicios de la década de los ochentas,
cuando frecuentaba la zona por vivir ahí un compañero de la preparatoria.
Era llamado por los vecinos como “el
Quetzalcóatl” y desde siempre lo conocí y asumí así.
Fotografía personal, 2017. Pino Suárez 152 y su detalle arquitectónico. |
Se trata de una roca de cantera morena, es decir
del mismo material del que está constituido el suelo de toda la zona colindante, que corona el dintel de una puerta.
Por el material en que está tallado, es difícil
creer que sea una escultura arqueológica, ya que no tiene mucha resistencia a
los elementos del clima, pero queda la duda por el hecho de que a escasos 20
metros de donde actualmente se encuentra, en el foro al aire libre de la escuela
Rafael Ayala fueron encontrados restos de basamentos antiguos, al parecer de
influencia teotihuacana, que no fueron estudiados, solo registrados y vueltos a
cubrir.
Además, sin confirmación arqueológica, hubo en
los alrededores montículos de piedra y roca, de lo que parece haber sido un
asentamiento prehispánico de regular tamaño, ya que además hay evidencias de
hallazgos de cerámica y figurillas de barro. Durante muchos años, mientras la
zona no fue urbanizada era frecuente localizar las popularmente llamadas
“caritas”, aunque recuerdo que en la dirección de la escuela había cajetes
completos e incluso unos cráneos.
Imagen de la DETENAL, 1970. la misma zona hace casi medio siglo.El punto rojo señala la ubicación de la escultura. |
Aunque la leyenda de la fundación nos dice que la
población, a la llegada de los españoles, se encontraba en las peñas al sur de
la ciudad, es decir en la franja marcada
hoy por el cerro de la Cruz, el río San Juan, Lomo de Toro, Guadalupe de las
Peñas y las llamadas Peñitas, en su parte baja, por la actual Melchor Ocampo y
el Bulevar Hidalgo; y en la parte alta de las misma, las actuales colonias
Ramos Millán y Fátima hasta el lugar que hoy ocupa el panteón de la Santa
Veracruz y la aledaña calle 2 de Abril.
Esta sección del pueblo fue rica en hallazgos, lo
que más abundaba eran las navajillas de obsidiana, las puntas de flecha del
mismo material, las “caritas” de barro y tepalcates muy fraccionados.
No hay evidencia certera, si el llamado
Iztacchichimeca, es decir el poblado existente a la llegada de los españoles,
incluía en asentamiento disperso todos los mencionados, pero hay que hacer la
aclaración que los centros ceremoniales eran más antiguos, del periodo clásico
o del epiclásico, y en derredor de sus ruinas se constituyeron los habitantes
de siglos posteriores.
Si nos atenemos a los datos que sobre el
epiclásico se conocen, podemos determinar que los dos sitios con estructuras
visibles, es decir el barrio de la Cruz y la escuela Rafael Ayala son claro
ejemplo por tener dichas estructuras en la parte alta y en los alrededores la
zona habitacional, pero sin un núcleo definido de casas. Por observaciones personales, supongo que la
zona de milpas que sostenía al menos a los habitantes de la también llamada
antiguamente “ceja de las Peñitas” estuvo en su parte baja, es decir el actual
B. Hidalgo, desde su cruce con Allende hasta la actual central Camionera, zona
completamente plana desde siempre, seguramente por haber sido agrícola y con
acceso a las aguas del cercano río y del arroyo Cano. También, dicen los
teóricos que el epiclásico se caracterizó, dada la ausencia de un imperio
rector por la “regionalización” de los elementos culturales, que se
conservaron, pero modificando al gusto local, esto referido a costumbres,
dioses, cerámica etc. que en cada lugar adquirieron características propias.
Si no es era este lugar el Iztacchichimeca de las crónicas, no quedó constancia de su
nombre, lo que sí es indudable es que es de los pocos lugares del municipio que
desde antes de la conquista y hasta fechas muy recientes, concentró a la
población indígena, ya no teotihuacana sino de las etnias otomí y pames, quienes continuaron en el nuevo régimen
utilizando la parte alta como vivienda, en lo que hoy es la zona del panteón de
la Santa Veracruz y la baja para los cultivos. Incluso, hasta 1794, don Pedro
Martínez de Salazar, da los nombres de los terrenos de la República de Indios
bajo las Peñitas: El triángulo, El carrizal y Bodó, está última palabra
significa en otomí piedra o tierra negra, cualquiera de las dos acepciones
encaja, puede referirse, cómo tierra, a la zona de cultivo, y como piedra, a la
multicitada cantera morena que conforma las Peñitas, precisamente la roca en que está labrada la figura.
Imagen tomada de la revista Querétaro, 1990 por Antonio Barrón. |
El “Quetzalcoatl” de la Ramos Millán, fue “ redescubierto en 1990 por el Profr.
Porfirio Díaz Oviedo, quien incluso lo utilizó para reforzar su explicación del
llamado Marcador solar, que se localizaba a unos 200 metros de la escuela y de
la escultura, en la orilla de la Peña, elemento que se relaciona con la cultura
teotihuacana, y aparece en dos fotografías de la revista Querétaro.
Imagen tomada de la revista Querétaro, 1990 por Antonio Barrón. El cercano marcador solar |
Habiendo tratado de averiguar su antigüedad u
origen, he encontrado gran cantidad de explicaciones, algunas me dicen que
definitivamente es prehispánico, otros que moderno, incluso, mencionan que fue
realizado pocos años antes por un vecino, llamado Juan, que era un extraño
personaje local, que se decía dueño de las Peñitas y de las Peñas. Recuerdo que vivió en Cóporo, (Melchor Ocampo)
y en el callejón de la Santa Veracruz, pero no en Pino, a lo mejor antes, o sí
era cierto y eran parte de sus propiedades. Dicen además que efectivamente, se dedicó un tiempo a
labrar cantera de “sus Peñitas”.
Ante la ausencia de datos certeros, he
sacado algunas deducciones, sin eliminar cualquiera de las dos posibilidades.
1.- Si es antiguo, estamos ante el único ejemplo
de escultura prehispánica existente en el municipio. (Hay muchas piedras
labradas o careadas, en los basamentos, pero ninguna forma animal) aunque es
difícil creer que el material tan frágil se conservara tanto tiempo.
Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, serpiente emplumada de Teotihuacán |
2.- Si es reciente, ¿en qué se basó el posible
escultor aquí mencionado u otro cualquiera para realizarlo? Tiene algunos elementos difíciles de ser
conocidos por personas no especialistas en la cultura teotihuacana.
Cabe aclarar que observándolo con detenimiento,
la escultura no es Quetzalcóatl, es un jaguar, probablemente se le confundió
por su parecido con las esculturas del templo de la serpiente emplumada en
Teotihuacán por la base de la que emergen y más que una escultura de bulto, es un
altorelieve, incrustado sobre la piedra clave de la puerta. Si se toman como círculos los ojos del jaguar, estaríamos ante una representación de Tláloc, de la que sí hay elementos parecidos en la escultura teotihuacana, aunque no similares, podría tratarse de una adecuación hecha en el epiclásico de la deidad, y por tal motivo se esculpió en la cantera local, no en las rocas duras que utilizaban los teotihuacanos de la época clásica.
Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, la escultura más parecida a la de San Juan del Río. Representa a Tláloc. |
Pude localizar entre los muchos ejemplos de
escultura teotihuacana un elemento parecido, en su época de esplendor, había en
aquella ciudad una fascinación por la figura del jaguar como animal mítico y lo
plasmaron en gran cantidad de pinturas murales.
Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, la pintura más parecida a la de San Juan del Río. Representa a Tláloc. |
Imágenes tomadas de Internet, crédito a quien corresponda, jaguares en los murales teotihuacanos. |
Me dice uno de mis informantes que se nota que ya tiene algunos arreglos que antes no tenía tan marcados, pero que abre la
posibilidad de que la piedra sí fuera antigua, que perteneciera a la estructura
hoy enterrada en la escuela o alguna otra que no sobrevivió y ante la necesidad
en la época colonial o moderna de material para las bardas, se recurrió a usar la de las
estructuras cercanas, y así apareció, para que no se perdiera su forma única, se le fueron haciendo
retoques en diferentes épocas, llegando hasta la actualidad, a adornar el # 152
de la calle Pino Suárez sur, acera
poniente, de la colonia Ramos Millán.
Si la escultura es antigua, también cabe la
posibilidad de que fuera del postclásico, de la cultura azteca y entonces sí tenemos
un elemento parecido, que se conserva desde la época colonial, empotrado en una
calle de la ciudad de México y unas vasijas Tláloc.
Imagen tomada del sitio de la revista Arqueología Mexicana. El jaguar azteca, de la calle Emiliano Zapata de la CDMX. |
Imagen tomada de Internet, crédito a quien corresponda, vasija Tláloc, de manufactura azteca. |
Y
de la misma época, pero de otra cosmogonía, me dicen que de manera
parecida se representaba a Muye, el Tláloc otomí.
Ante la falta de información, es difícil
determinar qué es el que ahora podemos decir jaguar o Tláloc de la Ramos
Millán, juzguen Ustedes.
Espero esta información les sea interesante (a lo
mejor no útil, por lo expuesto) a los visitantes que el próximo lunes andarán
por esta zona, en descargo de no haber publicado los datos del Pozo de
Guadalupe, antes de la visita que hicieron el mes pasado. Ego me absuelvo. Y si
no es útil, al menos sí interesante, por constituir uno de esos misterios que deja la falta de información escrita del pasado de nuestra ciudad, ojalá pudiera ser
analizada por un especialista, quizá sea al menos reminiscencia de una
escultura prehispánica local y no tenga otra oportunidad de ingresar a la
historia.
Fotografía personal, 2017. Barda donde está la escultura, en la calle Pino Suárez, ¿ Entre tantas, no hay ninguna otra grabada? |
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
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Por ser la zona
relatada en esta entrada, parte de los asentamientos antiguos, cercana de la calle donde crecí y de la que más escribo por obvias razones,
hay en el blog muchas entradas relacionadas, no está por demás que si tienen
algunas dudas o interés de abundar le den un clic a los siguientes enlaces:
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A propósito de la entrada anterior, del Pozo de
Guadalupe, aclaro que efectivamente, más que una crónica o historia, es el
recuento de lo que a veces se tiene que pasar cuando lo único que hay de
información son datos sueltos, que poco a poco se van hilando como lo reseñé,
para un resultado afortunado, pero que muchas veces se quedan en el aire, por
no llegar los complementarios.
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Les debía por ahí la imagen del libro de Fernando
Roque. 50 pesos en la librería de la Plaza los Faroles,
Incluye, entre otras, esta fotografía del autor, no es muy reciente, pero ayuda, creo que es de su primera participación en los Juegos Florales.
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Como se había anunciado, se presentó el libro de José
Manuel Velázquez, sobre la educación en San Juan del Río en el siglo XIX, es un verdadero compendio teórico
del tema de investigación. Difícil de reseñar por su extensión, creo que los
que no lo obtuvieron van a tener que comprarlo, en cuanto tenga datos les
informo.
Fotografía personal, 2018. Tras la presentación, el autor, con uno de sus alumnos más adelantados, con el marco de los muros del Foro del portal del Diezmo. |
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Estimado José Luis: Me llamo Gerardo de Jesús Monroy. Soy escritor. Resulté ganador de los Juegos Florales de San Juan, en su emisión actual, con un poema acerca de tu ciudad. Leyendo las publicaciones de tu blog, aprendí mucho acerca de San Juan. Quisiera agradecerte en persona. Ojalá asistieras a la ceremonia de premiación; será mañana jueves 21 a las 7 de la tarde en el hotel "Portal de Reyes". Con la esperanza de que podamos entrevistarnos en estos días, te paso mi dirección de correo electrónico: gerardomonroy01@gmail.com. Te paso también mi número telefónico celular (tengo WhatsApp): 87-11-85-55-48. Saludos cordiales.
ResponderBorrarHola, un gusto que el contenido de este blog hay servido para tan loable tarea, intentaré llegar al inicio de la ceremonia pero no se si llegue (trabajo fuera de SJR) Pero si te aseguro que estaré al final, ahí nos vemos.
ResponderBorrarJosé Luis
Y de paso te presento a Fernando Roque, el del libro mencionado en esta entrada, también poeta y eterno candidato al premio que este año tú has logrado.
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