El ÁNGEL DE SAN JUAN
El día de Hoy, a las 12 del día, falleció don Ángel Bárcenas Martínez, personaje icónico de la ciudad por el conocimiento que de ella tenía por haberla vivido y recorrido durante más de siete décadas.
Descanse en paz aquel que acompañó y significó tanto para tantos niños de nuestra ciudad por más de tres generaciones.
Repongo la semblanza que le hice hace un par de años, publicada ya en este espacio y en el libro de la Crónica de San Juan del Río, no como un homenaje, sino como un agradecimiento a todo lo que me compartió. Solo hice algunas pequeñas correcciones de estilo y redacción. A partir de hoy, ya hace honor a su nombre.
Fotografía de la familia Bárcenas. Ángel y ¿quién más? niños comprando. |
Uno de los personajes más conocido de la ciudad,
aunque no se crea, no es un político, tampoco un deportista, mucho menos un
artista. Es un sencillo vendedor de dulces, y esta es su historia:
Aunque nació en Tequisquiapan, por los años vividos
aquí, constituye un enlace entre el viejo San Juan, el de al menos hace al
menos unos 70 años y la moderna urbe actual.
Es común ver su lento transitar por las calles, arrastrando un diablito
en busca del lugar propicio para su vendimia en el que una vez instalado, aparentemente
vende poco: no es así. Observándolo un breve tiempo, puede verse que a pesar de lo exiguo de su mercancía,
apenas cuatro cajitas de dulces, se le acercan infinidad de personas, todas le
llaman con respeto: “don Ángel” o afectuosamente “Angelito”. El asunto es que
mayormente son adultos, los mismos a los
que alguna vez les vendió en su niñez y quienes al recordarlo, acercan a hijos
y nietos a que lo conozcan.
Una vez traspuesta su aparente reserva, es una delicia
su conversación porque en más de cincuenta años recorriendo calles, espacios y
eventos, conoció a todos los personajes públicos y privados, locales y
foráneos. Su plática sabe a historia, una historia común a muchos y de la que
él mismo es parte fundamental, dado que estuvo junto a deportistas, luchadores,
boxeadores y artistas de época, a todos conoció, con muchos convivió, a todos
recuerda, su lista es grande, incluidos
Jorge Negrete y María Félix (“a esa la tuve que ir a ver a Bernal”, acota) El que nunca vino, dice, fue Pedro Infante.
A los 12 años
llegó a San Juan, siguiendo a su padre, que había sido contratado antes como
dependiente en un tendajón de la calle Morelos y una vez instalado, mandó traer
a la familia. Este hecho trajo como consecuencia que interrumpiera los estudios
iniciados en la Escuela Leona Vicario de su tierra natal que ya nunca retomó.
Con el tiempo, el progenitor llegó a poseer en
sociedad, una tienda en la mismísima plaza Independencia, “La Providencia” que
cerró por mala administración. Así, el ya joven Ángel debió incursionar en
diversos empleos, casi todos eventuales, pero casi siempre fue de planta,
vendedor o vendedor ambulante de las más diversas mercancías.
¿Qué lo hace diferente a los demás de su oficio?
Seguramente, en un día de tantos recorridos, sus pequeños ojos brillaron ante
el oropel de un artista, de los muchos que se apersonaban en la Avenida Juárez,
en la gran cantidad de restaurantes que había cerca del portal del Diezmo,
sobre todo en la Bilbaína, sitio de reunión por excelencia de las celebridades
hace medio siglo y a partir de entonces, debiendo continuar con sus ventas, al
unísono utilizó el tiempo para conocer a los famosos que cruzaban sus pasos, lo que no era
difícil en pequeña ciudad. El encanto que le produjeron, no lo ha perdido hasta
la fecha, conserva ese brillo en la mirada.
Es imposible en este espacio tan siquiera enlistar a
los personajes que conoció, especial recuerdo guarda de cuando en una función
en el Lienzo Charro, soltó su vitrina de gelatinas, para retratarse con Santo,
el enmascarado de plata o cuando en la entrada a la calle de Cóporo vio a José
Alfredo Jiménez tirando balazos y huyendo de otros empistolados, o cuando
frente a él, Lucha Villa salía de la Casona durante la filmación del Gallo de
Oro.
Su palabra traslada a lugares ya idos. Como integrante
del grupo acústico los Líricos del Ritmo amenizó infinidad de fiestas, en la
huerta de la Viña, el salón las Pompas, la Empacadora, a veces alternando con
la mismísima banda municipal, donde les agarrara el ritmo, así fuera el quiosco.
Las mejores calles de San Juan supieron de su habilidad con las maracas.
Bohemio y Bullanguero en su juventud, daba rienda suelta en México a otra de
sus pasiones, el baile, en los grandes salones de antaño, Los Ángeles y el
California Dancing Club o cuando asistía aquí a la cantina, la Surianita, a
escuchar la sinfonola, y aprovechando la cercanía, de vez en cuando ir, -solo a
bailar, aclara, con las damitas del 30 de Cóporo, en la hoy célebre casa de las
Poquianchis.
Fotografía de la familia Bárcenas. Ángel en su Juventud, cuando derrochaba talento en los salones del entonces D.F. |
Dice haber presenciado las funciones de la compañía de
títeres Rosete Aranda, que se instalaban en la Plazuela, en la hoy placita
Morelos y la entonces desolada Rafaela Díaz, lo que le inspiró para instalar un
teatrito casero, con muñecos que él mismo manejaba y a los que se podía asistir por solo 10 centavos.
Un buen día conoció a la que sería su esposa, Aracely,
pero solo se casó con ella cuando en una tocada ganó mil pesos, usados para
organizar la fiesta. Por cierto, dice, lo casó el Padre Leal, que por entonces
tenía su casa Hogar instalada en las hoy oficinas de JAPAM, de la calle de
Cuauhtémoc, de donde era y es vecino don Ángel. Formaron familia, integrada por
ocho hijos, casi todos profesionistas, a quienes mantuvo con su digno oficio.
Un día la necesidad le hizo salir de casa con dos bolsas de ixtle cuyo
contenido creyó de inicio era solo mercancía, poco tardó en notar su error.
Bastó instalarse, una primera mañana afuera del colegio Centro Unión, entonces
en la calle 27 de septiembre: Para los niños, de ellas, asomó un maravilloso
tesoro, por un lado un maravilloso tesoro: muñecos de plástico; el Santo,
Superman, el hombre araña, silbatos, espantasuegras, por otro, exquisitos
dulces, ricos tamarindos y sobrecitos de chocolate. Ese fue el secreto, tocar
el gusto infantil y venderles dulces ilusiones. Supo entonces su destino y lo
aceptó, y para no errarle, repitió la fórmula, con iguales resultados en todas
las escuelas, públicas y particulares de la ciudad, donde con el paso del
tiempo se hizo indispensable y hasta sirvió de punto de referencia y guardería
provisional. Ostenta el extraño record de ser el único vendedor ambulante que
nunca ha sido corrido de afuera de las escuelas por los maestros, y ¿cómo? Casi
todos ellos, por lo menos los nacidos aquí, fueron sus clientes.
Adquirió por esos años, el don de la bilocación, es
decir, el poder estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo: era común que
dos personas se encontraban y uno de ellos decía, -acabo de ver a don Ángel
afuera de la “Corregidora”. No es cierto, respondía el otro, -yo vengo de la
“Querétaro” y ahí estaba, hasta le compré unos paquines. Sabrá Dios si sería cierto,
don Ángel dice que era rápido para trasladarse pero no tanto.
Hasta hoy, sale siempre con el mismo cargamento, las
bolsas de ixtle hace muchos años desaparecieron, igual que las de plástico y un
carrito de madera. Su transporte ahora es un diablito con el que va buscando a
los niños de hoy, los de antes y los de siempre. Dice haberle en vendido a casi
todos los presidentes municipales y hasta a sus papás, a diputados y
funcionarios diversos. Muchos de ellos no olvidan la alegría que les dio a
cambio de unos pesos, que les cumplió un sueño o al menos un gusto, como cuando,
instalado en la acera ancha de la calle Mina, les vendió sobres de “Ticos” a Pedrito
Fernández y Tatiana quienes filmaban “Un sábado más”. Así, es común que a él se
acerque algún joven y en el saludo le deslice un billete, -“p´al refresco don “Ángel”, o que alguien le lleve
un plato de unicel con comida. –Es que
esta señora me dejaba cuidando a sus hijos afuera de la escuela, aclara, o que le compran algo y no le aceptan el
cambio.…
Y sí, es cuestión de tiempo, porque dice que ya se le
empiezan a olvidar nombres, para que descubras que conoció a tu papá, que te
cuente historias familiares que ni conocías y hasta te halle un pariente del
que no tenías idea.
Su carácter activo le impide quedarse en casa y vuelve
a las calles, una vez más, quizá extrañando ya no poder ir de peregrino al
Tepeyac, como lo hizo por 24 años. Aunque dice cansarse, nunca lo denota. Todavía se le puede ver en las noches, en el
jardín Independencia y los sábados por las mañana, en el tianguis del Mercado
Juárez, del que es de los vendedores fundadores, y cómo no, si hasta el Reforma
vio nacer, entre “puras bardas de piedra y nopaleras”.
Fotografía de la familia Bárcenas. Ángel en su época de peregrino al Tepeyac. |
Tras la venta o plática, a todos despide con una
bendición, que de alguien de 87 años, como don Ángel Bárcenas Martínez ha de
tener singular valor. Todos La recibimos con gusto.
Fotografía de la familia Bárcenas. El ángel de San Juan en una figura mandada a realizar por su familia, con algunos detalles característicos. |
Descanse en Paz, está siendo velado en los Mausoleos Guadalupanos del B. Hidalgo, por si aún pueden llegar y mañana se oficiará misa en la Capilla de los Javerianos en la misma calle, durante el transcurso de la mañana. Será Inhumado posteriormente en los Mausoleos Guadalupanos.
Fotografía tomada el 24 de noviembre de 2017, por un servidor con la que muchos lo recordaremos y que tiene el honor de estar acompañando a su féretro. |
Conocí a don Ángel por allá del 85. Íbamos pasando mi carnal y yo sobre la calle Mariano Jiménez. Cuando pasamos por la escuela La Corregidora vimos unas bolsas junto a un poste y creímos que alguien las había abandonado ahí. Pero lo que más nos llamó la atención fué que en su contenido había figuras de plástico de He-Man y los amos del universo, y prestos nos dispusimos a tomar dichas joyas, porque en verdad creimos que no tenían dueño.
ResponderBorrarPero llegó don Ángel a sacarnos de nuestro error y tuvimos que devolver su mercancía.
De ese hecho me di cuenta que tenía las figuras a muy buen precio y tuve la oportunidad de comprarle algunas.
Yo ya no radico en San Juan del Río pero recordaba que tenía un puesto en el tianguis del Juárez y en una de mis visitas a mi familia fuí a buscarlo en el mes de julio del año pasado. Y sí lo encontré en los escalones donde le tomaste la foto. Platiqué un ratito con el y aproveché para adquirir un ejemplar del "Simón Simonazo", acordando que en mis próximas visitas lo buscaría y que me llevara más. Ya no se pudo.
Descanse en paz don Ángel.