lunes, 13 de mayo de 2019

LA DOBLE RESURRECCIÓN DE UN ASENTAMIENTO.


LA DOBLE RESURRECCIÓN DE UN ASENTAMIENTO.

(Quinta entrega del especial dedicado a la Estancia, San Juan del Río)

Fotografía de J. Luz Chávez Araujo. El cuarto del niño Manuel, inmediato al último arco de la fachada.
Contaba en la pasada entrada, dedicada al parador turístico de la presa Constitución de 1917 en la Estancia, que su particular playa crecía y disminuía según el nivel de agua y en años especialmente secos es muy amplia, aunque a diferencia de las verdaderas, no contiene arena, sino tierra que a lo largo de los años ha descendido desde la pequeña loma que limita la presa en su lado oriente o ha sido arrastrada al lecho de la presa.

No es una tierra cualquiera, observándola detenidamente se puede ver que es negra, es decir, proviene de lugares que fueron labrados desde hace muchos siglos, incluso milpas prehispánicas ya que contiene innumerable pedacería de barro de cerámica.
Este detalle nos recuerda que, aquí existió un asentamiento al menos desde la era teotihuacana, sobre el que se construyó la vieja hacienda y el actual poblado, del que no hay registros de su extensión, pero debió ser muy grande ya que se puede andar kilómetros por la orilla y no dejan de aparecer los restos. Son muy pequeños, difícilmente hay dos que embonen o al menos se parezcan, haciendo suponer incluso que son de segunda mano, es decir, desperdicios o asientos de la actividad humana utilizados posteriormente para rellenar estructuras o alinear parcelas, o bien que las milpas de la época colonial se ubicaron sobre esos elementos, lo que podría explicar su casi pulverización. A demás se han localizado piezas completas en distintas zonas de la comunidad tales como recipientes, figuras flautas e incluso yugos de piedra.

Este resurgimiento esporádico del asentamiento prehispánico parece decirnos que no olvidemos la grandeza de un lugar que al menos tiene 1500 años habitado. A su manera la Estancia prehispánica sale a la luz.

Fotografía INAH La excavación de 1958.

Como zona arqueológica, el lugar fue excavado en el año de 1958 por el arqueólogo Roberto Gallegos quien dictaminó su ascendencia teotihuacana. Solo se conoce una fotografía de su trabajo en el que se observan esqueletos, y objetos de cerámica en un foso cuya localización hoy es difícil, pero se puede ver que hay una barda moderna y un poste.

La estancia colonial también resurge

Fotografía de J. Luz Chávez Araujo. La  fachada de la hacienda.

Fotografía personal, casi la misma zona, compare la silueta de los cerros.
En los iguales años de secas, la orilla oriental reserva otra sorpresa; entre la misma tierra y el lodo que se forma al contacto con la línea de agua, aparecen, salpicando la superficie líquida, montones de piedras. De inicio no parece tener sentido este coqueteo entre líquido y sólido, pero a veces el nivel desciende tanto que los montones empiezan a formar alineaciones, muros y estructuras, incluso se adivinan los perímetros de algunos espacios.

Fotografía personal.  Los restos de la capilla,  al extremo norte de la hacienda.
Y sí, es el casco de la hacienda de la Estancia Grande, resistiéndose también a que el lodo y el olvido sepulten su esplendor dejando ver que lo que resurge es la parte superior de los muros de la Casa grande, perfectamente unidos a pesar de su adverso destino.  Desgraciadamente el lodo que se ha sedimentado no permite ver la parte baja, porque se pudieran buscar los arcos de la fachada o delimitar algunas habitaciones y, ¿por qué no hasta aquella donde fue velado el recordado patrón.

Con algo de imaginación, se puede situar la hacienda revisando las pocas fotografías que de ella se conocen y una descripción escrita de lo que fue hace un siglo y que hoy parece una esquela se sus restos:

 “Según Campos Loyola (1979) la hacienda fue construida en 1646, con cantera azul de los lechos del río Galindo y la Hache, que al inicio de la finca se unían formando el Caracol, que pasaba detrás de ella.
La construcción era estilo colonial y su fachada tenía hasta la mitad un portal con 7 arcos de medio punto.
El zaguán en el portal daba a un patio cuadrangular atravesado por una galería de arcos, a su derecha estaba un despacho y habitaciones con ventanas que daban a la fachada fuera del portal, a la izquierda, estaban las oficinas y al fondo la sala, el comedor y lo que había sido capilla.
Al exterior, por el lado sur estaba la tienda de Raya y al frente de la fachada un jardín en cuyo lado sur había una troje rectangular que abarcaba desde la entrada de la hacienda hasta los arcos de la fachada y conectaba con otro patio y con las caballerizas y el río.


Al norte del jardín y contigua al casco estaba la capilla principal, dedicada a la virgen de Guadalupe, acabada en junio de 1664. El casco estaba limitado por el norte y el oriente por una cerca perimetral de piedra pegada con lodo. Al poniente y el sur el río Caracol era su límite. “(Extractos del libro de Chávez Araujo, 2014)

  
Por mala suerte, entre las fotografías de los restos que tomé no hay una toma frontal exacta del lugar donde la vieja fotografía marca su ubicación, pero por la silueta de los cerros detrás, podemos darnos una idea aproximada.

Fotografía personal. ¿La troje del sur?
    
Fotografía personal. ¿el área central?


Fotografía personal. Por su ubicación, esto son los restos de la barda perimetral al oriente.

Fotografía personal. ¿La troje del sur? otra toma

Fotografía personal.  La zona de restos de la orilla oriental de la presa.
  
En torno a la hacienda, las avenidas de los ríos rodeaban algunas secciones formando lo que los lugareños llamaban “las islas”, parece ser que la finca, de por sí en un lugar prominente en el entorno, tenía además distintos niveles, es difícil afirmarlo pero hace pensar que fue construida sobre montículos prehispánicos, que por su antigüedad, ya ni siquiera tenían estructuras visibles y con cuyas piedras se formaron los muros de la hacienda y su barda perimetral, cada vez es más difícil de comprobar lo anterior y aunque en 50 años únicamente se ha derrumbado la parte superior, y se ha ido el lodo que las unía, las piedras siguen ahí aunque exactamente sobre sus restos pasa la corriente de agua cuando se abre la compuerta, lo que ha acelerado el deterioro, en otras condiciones, aún bajo el agua se hubieran conservado más.

De sus interiores, solo hay testimonio en la película Santo contra las lobas, pero por su ambiente oscuro, solo se puede adivinar algunas secciones, tomé las más representativas, aunque hay muchas otras, todas con la misma debilidad de luz, son de la época en que dejó de ser cuartel.



Fotograma de Santo vs las lobas,  desde el portal de la fachada, la vieja plaza, a la derecha está lo que supongo era el monumento a la bandera.

Fotograma de Santo vs las lobas, desde el campanario, la vieja plaza.

En el año 20111, el nivel de agua bajó tanto que fue posible caminar hasta el centro de la presa y se pudo observar algunos detalles. Tomo las fotografías tomadas por Benny Roque Nieto, compartidas en la página de Face de la Palapa El Acapulquito, quien desafortunadamente no captó o detalles de la hacienda, pero sí de la parte sur,  como en un paisaje lunar, aparece el viejo cauce de alguno de los ríos (no pude determinar si era el Galindo, la Hache o ya cuando se unían formando el Caracol) Es impresionante ver que a pesar de décadas sumergido, sigue conservando su trayecto y restos de algunos de los sabinos que lo flanqueaban. 

Los tres ríos eran de cauce muy pequeño, solo en época de lluvias crecían, pero hay relatos de que había gran cantidad de esos árboles. Puede observarse también, el nivel del lodo sedimentado, que es de varios metros, bajo el cual deben estar restos de alguna de casas de los habitantes, que fueron reubicados al construirse la presa. Por la misma razón, no es posible localizar en las fotografías la zona que los lugareños llamaban “los tepetates” que era la única parte que no era sembrada o habitada en los alrededores. 
Fotografía de Benny Roque Nieto. La zona relatada, sin agua.


Fotografía de Benny Roque Nieto. En el viejo cauce del río, al fondo, la cortina de la presa, en el espejo de agua, el nivel original del piso, a los lados, el nivel de lodo sedimentado en 40 años, casi tapando lo que fue un sabino grande.

Fotografía de Benny Roque Nieto. La zona central, como paisaje lunar.

Fotografía de Benny Roque Nieto. Cádaver se un enorme sabino.

Fotografía tomada de internet, crédito a quien corresponda parece ser que es el mismo árbol, en otra perspectiva y en otra situación.
Las imágenes, sobre todo las que tienen los cadáveres de los árboles que se resisten a soltarse de sus raíces, igualmente muertas, hacen la metáfora de la hacienda, cuyos muros siguen unidos a sus cimientos y de vez en cuando se asoman al siglo XXI entre el agua y el lodo que rellenan sus espacios, igual que lo hace la Estancia prehispánica, paradójicamente en ese lodo de relleno, acrecentando su misterio y la desesperanza de todo lo que se perdió.
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EL CHICHIMECA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD.

Este martes 14 de mayo, en el portal del Diezmo, presentación del libro UNA MIRADA AL MAGISTERIO QUERETANO, ahí nos vemos, chequen el programa del mes, por si algo les gusta..



2 comentarios:

  1. Hola, José Luis. Me parece que la barda perimetral que tomas de la película no es de La Estancia, sino del panteón de San Juan Acazuchitlán, Jilotepec. Acá puedes verla en Google Street View:

    https://www.google.com/maps/@20.1360802,-99.6044364,3a,75y,300.98h,92.44t/data=!3m7!1e1!3m5!1s0tOB6mWUwv2SBiw2-HQ_pg!2e0!6s%2F%2Fgeo0.ggpht.com%2Fcbk%3Fpanoid%3D0tOB6mWUwv2SBiw2-HQ_pg%26output%3Dthumbnail%26cb_client%3Dmaps_sv.tactile.gps%26thumb%3D2%26w%3D203%26h%3D100%26yaw%3D37.67754%26pitch%3D0%26thumbfov%3D100!7i13312!8i6656

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    1. Ups, es cierto, incluso hay unas tomas por dentro y se ven los mismos árboles, claro con menos años, Procedo a corregir, gracias. Saludos.

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